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Un dato importante para entender el carácter organizado de la campaña contra Krávchenko es que, tanto los abogados de Les Lettres françaises, Joë Nordmann[1], Michel Brugiere[2] o Léo Matarasso, como los testigos del semanario encausado, junto al traductor Znosko-Borowsky y el perito Vladímir Pozner, todos eran comunistas. De modo que, salvo el abogado André Blumel[3], que fue miembro del Partido Socialista y del Frente Popular de León Blum –es decir, primos hermanos–, todos los implicados en el ataque a Krávchenko, de entrada, debían obediencia al Partido.
Porque hay que decir que los ataques contra Krávchenko no sólo fueron la causa del juicio sino línea de acción de la defensa de los acusados durante el mismo. ¡Qué decir de los testigos!, algunos de los cuales ya se habían significado contra el “traidor” André Gide. Así, el dirigente comunista Fernand Grenier pretendió que el libro de Krávchenko contenía errores geográficos, lo cual “significaba” que fue escrito por un no-ruso. La acusación de “imprecisión” o “desconocimiento” de los lugares citados se demostró injustificada y falsa, dejando sin soporte la inferencia posterior.
Por su parte, Pierre Courtade, redactor jefe del periódico Action y editorialista de L’ Humanité condenó el libro “Yo escogí la libertad” en los siguientes términos: “Sí, nosotros, comunistas, consideramos que se trata de un libro nocivo y hasta peligroso”[4]. Lo cual, más allá de cerrar filas, no aportaba prueba alguna en favor de los acusados.
Por otro lado, en sintonía con el abogado Nordmann, el escritor Jean Bruller –más conocido por su pseudónimo Vercors– afirmó que “en el libro de Krávchenko se respira un aire de Vichy”, deslizando la sospecha insidiosa de colaboracionismo con los nazis. Una acusación que, como veremos, se opondría a las teorías de otros testigos de la defensa sobre la autoría del libro. Pues si Sim Thomas decía que la obra era obra de “mencheviques”, el historiador y miembro del Partido Comunista, Jean Baby, sostenía que el libro no tenía un “espíritu ruso”, lo que le permitía asegurar que “fue escrito por un norteamericano”. Tesis defendida igualmente por el escritor-perito Vladímir Pozner[5] y por el general comunista Ernest-Emile Petit –senador por el Partido Comunista Francés, Orden de la Bandera Roja de la URSS y Medalla soviética de la Victoria–, que también atribuía el libro a un americano: “El estilo de los rusos siempre es largo y pesado, pero este libro es tan vivo que no puede ser obra de un antiguo ciudadano soviético. Se nota la pluma de un periodista americano”[6]. Por el contrario, el comunista estadounidense Albert Kahn, autor de “El gran complot contra Rusia”, “El sabotaje” y “El complot contra la paz” reconoció en el juicio que no había leído el artículo de Sim Thomas. Eso sí, dejó perlas como: “El libro de Krávchenko es el resultado de una conspiración contra la URSS” y “Todas las atrocidades del Régimen Soviético son invenciones”. Para concluir que Krávchenko “trabajaba para los alemanes”[7]. En esta línea, el abogado Joë Nordman llegó a decir que Krávchenko era un segundo Bardéche[8] (defensor francés del nacionalsocialismo).
En fin… ¿Acaso no daba igual el cargo para condenar a cualquier enemigo del Partido como “enemigo del pueblo”? Términos como “troskista”, “contrarrevolucionario”, “saboteador”, “fascista”, “espía”, “saboteador” o “nazi” se empleaban indistintamente y servían para lo mismo.
Pero veamos cuántos testigos más desfilaron por el estrado y testificaron con el único fin de manchar a Víctor Krávchenko y su obra. Por ejemplo, Emmanuel d’Astier de la Viegerie, miembro de un partido satélite del Partido Comunista[9], fundador y director del diario Liberation, se refirió al “rico banquero” editor de “Yo escogí la libertad”, Self, como si Krávchenko fuera el peón de una conjura capitalista antibolchevique.
Así mismo, el miembro del Partido Comunista Francés, Maurice Lampe, declaró: “Los rusos aman a su patria, dan su vida por ella. Los que supuestamente eligen la libertad, eligen en realidad la traición”[10].
Igualmente, el diputado comunista Pierre Garaudy tildó a Krávchenko de “boyardo del bolchevismo” y a propósito del título del libro “Yo escogí la libertad”, insistió en negar su autoría: “Kravchenko no escogió nada en absoluto, fue a él a quien escogieron en Estados Unidos las fuerzas anti-Roosevelt para su propaganda antisoviética”[11].
Téngase en cuenta que, aunque Franklin Delano Roosevelt –fallecido en abril de 1945– contó entre sus cercanos a personajes claramente filosoviéticos como Henry Agard Wallace[12] o el ya citado Joseph Edward Davies, sus partidarios más acérrimos, socialistas y comunistas coincidían en que criticar a Roosevelt era “fascismo” o poco menos. De hecho, en aquellos tiempos, por ejemplo, John Steinbeck no admitía que los adversarios de Roosevelt pudieran ser personas normales, razonables o inteligentes: “[…] no importa lo que digan o piensen los que odian a Roosevelt […] se definen ellos mismos como los mezquinos, los avariciosos, los egoístas y los estúpidos. El nombre de Roosevelt está mucho más allá del alcance de las mentes estrechas y las manos sucias”[13].
Lo que, ciertamente, muestra un notable paralelismo con la intolerancia a las opiniones contrarias manifestada por los acusados durante el juicio. No ya sólo por las continuas faltas de respeto hacia Krávchenko y testigos que fueron víctimas de la represión soviética, sino hacia cualquiera que llevase la contraria a algún comunista. Valga recordar, por ejemplo, cómo, en un momento dado, ante los murmullos de desaprobación de buena parte del público presente, precisamente, por reclamar el acusado Wurmser el monopolio de la verdad, éste les gritó: “¡Fascistas!”[14].
Pero sigamos con los testigos de la defensa. El premio Nobel de Química Frédéric Joliot-Curie se amparó en sus viajes a Rusia –en 1933, 1936 y 1945– para negar lo descrito por Krávchenko y hacer un encomio de la URSS. Sin embargo, reconoció no hablar ruso y manifestó un conocimiento directo muy limitado de la realidad rusa[15].
El escritor comunista Jean Cassou, vinculado a la revista France-URSS, afirmó que “Krávchenko sirvió al enemigo”. El “amigo de la Unión Soviética” Pierre Cot, también vinculado a France-URSS, declaró que “Rusia posee su propio régimen, distinto del nuestro, pero igualmente democrático”. E Yves Farges, ligado al comunista Movimiento por la Paz y director de la revista Action, declaró su apoyo a los acusados, sus “queridos amigos” por “oponerse a la propaganda de Goebbels”[16].
Los escritores católicos Luis Martin-Chauffier y Pierre Debray, apoyaron las tesis de la defensa y este último pasó de publicar en la revista católica Témoignage Chrétien a hacerlo en Action y France-URSS. Poco después, Debray publicaría –en clara alusión a “Retour de l’URSS” (1936), de André Gide– el panegírico pro-soviético “Un catholique retour de l’URSS” (1950).
[1] Durante el juicio justificó las purgas estalinistas de 1930 a 1938, la colectivización forzosa, los campos de rehabilitación, la reeducación y elogió la NKVD. Op. Cit. p. 90; pp. 234-37.
[2] El mismo abogado trata a Krávchenko de “ladrón”, “cobarde”, “hombre sediento de dinero”, “criminal común” y “enchufado. Op. Cit. p. 219.
[3] Acusa a Krávchenko de “mentiroso”, “desertor” y “traidor a su patria”. Op. Cit., pp. 229-31.
[4] Íd., 25 de enero de 1949, p. 32.
[5] Íd., 15 de febrero de 1949, p. 124.
[6] Íd., 14 de febrero de 1949, p. 105.
[7] Íd., 2 de febrero de 1949, pp. 66-68.
[8] Íd., 22 de marzo de 1949, p. 243.
[9] Íd., 26 de enero de 1949, p. 37.
[10] Íd., 30 de enero de 1949, p. 38.
[11] Íd., 22 de febrero de 1949, p. 140.
[12] Wallace fue apoyado por el Partido Comunista de los EEUU en varias ocasiones, incluida su candidatura a la presidencia del Gobierno en 1948 al frente del Partido Progresista.
[13] Diario de Rusia, 1948, Editorial Capitán Swing, Madrid, 2012, p. 98.
[14] Op. Cit., 22 de febrero de 1949, p. 148.
[15] Las reiteradas y largas referencias de Fréderic al libro Journey among warriors (1943), de su cuñada Ève Curie, llevaron a Nina Berbérova a preguntarse por qué la defensa no la llamó a ella. Op. Cit., p.187.
[16] Op. Cit., 2 de marzo de 1949, p.184.
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