17/05/2024 04:56
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NOTA DE REDACCIÓN: ¿Qué es un Folletón?: Publicar novelas o ensayos por entregas diarias. Le llamaban «El Folletón», y curiosamente hasta la «Rebelión de las masas», de Ortega y Gassset o «Amor y Pedagogía», de Unamuno, se publicaron de esta manera. Hoy lo hace Julio Merino en ÑTV ESPAÑA con su excepcional libro por entregas El Príncipe Republicano.

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Ante la ruina espiritual de España -dice Ganivet- hay que ponerse una piedra en el sitio donde está el corazón y hay que arrojar aunque sea un millón de españoles a los lobos, si no queremos arrojarnos todos a los puercos.

El Problema de España -dice Unamuno- es que ha dejado de soñar y se ha encerrado en la sensatez ramplona… Hemos asesinado a Don Quijote y nos hemos vendido no a Sancho Panza -que hubiera sido acaso la salvación-, sino al «Pancismo» de los mediocres y a la moderación de los ignorantes. ¡No habrá porvenir si antes no acabamos con la moderación y hacemos la revolución de la verdad…!.

Más tarde, ya en 1936, el republicano histórico, Alejandro Lerroux escribiría: «En España nuestro régimen constitucional, CON UN MONARCA O CON UN PRESIDENTE a la cabeza del Estado, no ha sido otra cosa que el gobierno de tales o cuales oligarquías, organizadas en partidos políticos. No basta publicar un bando fijado el papel en las esquinas, o una ley insertándolas en la Gaceta, para crear el estado de conciencia que pretende el gobernante o el estadista. La Constitución que se adelanta a las evoluciones de un pueblo, fracasa inevitablemente y aunque perdure en la letra, no deja de ser un muerto que está pidiendo sepultura. Las Constituciones no crean democracias, ni las democracias crean libertades. Es al contrario: la cultura crea libertad, la libertad democracia y la democracia regímenes de gobierno que si buscan su cimiento en las profundidades de la tradición, sus esencias en la espiritualidad de la civilización común y sus medios en las realidades presentes pueden conducir a los pueblos, en largos y pacientes procesos de la revolución más o menos pacífica, hacia estados de prosperidad oral y material, imágenes de la felicidad eterna».

El autor se ha planteado varias hipótesis para el día que desaparezca el Rey actual, por muerte natural o porque abdique. ¿Qué puede pasar en ese momento y ante una situación de desastre (peor que la del 98, porque entonces se perdía el Imperio y ahora lo que está en juego es la propia España) como esta viviendo España por culpa del inconsciente y alocado Presidente Zapatero?. ¿Funcionará el mecanismo sucesorio previsto en la constitución de 1978?. ¿Podrá reinar el heredero Príncipe de Asturias?. ¿Seguirá la Monarquía?.

Tres son las hipótesis posibles:

(1) Que todo siga igual y el Príncipe sea coronado como Felipe VI. Cosa incierta, dado que el nuevo Rey no tendría el apoyo que ha tenido su padre, «El Rey de Franco» y que las nuevas generaciones están por la igualdad de oportunidades y rechazan eso de la sangre azul.

(2) Que haya una rebelión al estilo del Portugal de los claveles y se produzca por la fuerza un cambio de Régimen y de modelo de Estado, dado el fracaso del Estado de las Autonomías (ejemplo: el pronunciamiento del general Martínez Campos que devolvió la Corona a los Borbones.

Y (3) Que se produzca un cambio «desde la Ley a la Ley», al estilo de lo que se inventó el sibilino Torcuato Fernández Miranda para pasar de la Dictadura a la Democracia sin enfrentamientos graves ni derramamiento de sangre y que las Cortes Generales proclamen la República, que sería la TERCERA DE LA HISTORIA DE ESPAÑA (bueno, Francia vaya por la QUINTA y no pasa nada).

Yo he elegido la tercera como hipótesis y meditación, lo cual no quiere decir que en otras obras analicemos y desarrollemos las otras dos.

Así que no se sorprendan. Una hipótesis es tan válida como otra hipótesis… y el futuro está abierto a todas. El pasado es lo que fue, el presente es una ráfaga de viento y el futuro es lo que será, pero todavía no es.

El Rey Juan Carlos se morirá algún día (cuando Dios lo quiera). El Príncipe de Asturias podrá ser coronado o no. La Monarquía podrá permanecer o no. La República podrá llegar o no. Todo está por escribir. Nosotros nos adelantamos y jugamos con el futuro. No tenemos otra pretensión. Pasen, pues, lean y diviértanse un rato. Aunque bien entendido que nosotros no somos Edgar Allan Poe.

EL AUTOR

Introducción

LOS REINOS CRISTIANOS, LOS REINOS DE TAIFAS

Y LAS REPÚBLICAS ESPAÑOLAS

Antes de adentrarnos en el desarrollo de la hipótesis republicana que ya se otea en el horizonte (la República Federal) y cuando ya están a la vista los procesos de autodeterminación de Cataluña y Euskadi (y los que seguirán), no tenemos más remedio que repasar, aunque sea someramente, lo que ha sido España durante los XX últimos siglos de su Historia. Porque hoy parece anormal y peligroso algo que fue normal durante los 800 años de la Reconquista (1 Ortega). Normal es que las regiones españolas (hoy Autonomías) tengan aspiraciones de ser Naciones y Estados, como lo fueron en el pasado, aunque con visión integradora o federalista.

Pasamos por alto la España íbera, pasamos por alto la España romana (cuando también fueron tres Hispanias diferentes) y hasta la visigoda (aunque merecería la pena estudiar lo que para los españoles fue una Monarquía electiva). Nuestro repaso comienza con la invasión árabe del siglo VIII, porque fue a partir de ese momento (año 711) cuando ya puede hablarse con el realismo de los hechos de dos Españas: la España árabe y la España cristiana. Fueron dos Españas que tuvieron que soportarse durante siglos, unas veces pacíficamente y otras con las armas en la mano. Analicemos aquellas dos Españas.

A) La España Cristiana.

Bueno, en realidad durante la Reconquista no puede hablarse de una España Cristiana, sino de un puzle de Reinos Cristianos. La unidad de aquellos miniestados independientes no llegaría hasta el reinado de los Reyes Católicos, con la conquista de Granada y la anexión de Navarra años después. En un principio apareció en el Norte (en las tierras que no llegaron a dominar los árabes) un mini reino Astur, que poco a poco fue ampliándose hacia el Sur, el Este y el Oeste. Hacia el siglo XI ya están configurados los Reinos de León, de Galicia y de Navarra. Después aparecen los Reinos de Castilla, de Portugal y de Aragón (con los condados catalanes añadidos). Pero aquello no era una nación, aquello era un guirigay de Reyes y Cortes, de fronteras y luchas entre todos, que sólo se unían y no siempre cuando los árabes del Sur les acosaban. Eso fue España durante siete siglos: un puzle mal avenido y guerras civiles permanentes. Al menos hasta que se sobreponen Castilla y Aragón y se unen por el matrimonio de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. En ese momento, ya muy avanzado el siglo XV, la configuración del territorio ibérico estaba más claro: el Reino de Portugal al Oeste, el Reino de Navarra al Norte, el de Castilla-Aragón Centro-Norte(cristianos) y el Reino de Granada (árabe) al Sur.

B) La España Árabe.

Pues, mucho peor fue lo de la España Árabe (al-Andalus). Porque si en un principio los ejércitos árabes se apoderaron prácticamente de toda la península e incluso pasaron los Pirineos y llegaron hasta Poitiers (centro de la Francia actual) luego fueron retrocediendo hasta la derrota total (1492) y la expulsión definitiva. Es verdad que entre la llegada y la salida pasaron más de siete siglos y que en ese largo período hubo de todo. Desde una situación de «tierras conquistadas» o colonia dependiente del Califato de Oriente, con dos centros de poder, Toledo y Córdoba, y gobernadores delegados del Califa de Damasco, andando los siglos llegaría el Califato independiente, con Abderramán III y sede central en Córdoba (ciudad a la que hizo «luz de occidente»). Pero, aquello, a pesar del poderío que llegó a tener y el control de todos los territorios ocupados por los árabes, desde Zaragoza a Huelva, pasando por Valencia, Murcia, Granada, Almería, Málaga, Cádiz y demás, también duró poco, ya que muerto Abderramán III el Califato apenas si se mantuvo medio siglo. Desde 1009, que abdica a la fuerza el califa Hisham II, hasta 1031, que se produce la abolición formal del Califato se sucedieron en el trono nueve Califas, ya en un escenario político de anarquía total (al caer Hisham III se proclamó una República en Córdoba)… y comienza el guirigay (mayor que el cristiano) de los Reinos de Taifas. Entre los años 1031 y 1085 (cuando llega la segunda invasión, la de los almorávides) se declararon independientes y se formalizaron las siguientes Taifas (por orden alfabético ¡qué cosas!):

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*Taifa de Albarracín.

*Taifa de Algeciras.

*Taifa de Almería.

*Taifa de Alpuente.

*Taifa de Arcos de la Frontera.

*Taifa de Badajoz.

*Taifa de Baleares o Taifas de Mallorca.

*Taifa de Ceuta.

*Taifa de Calatayud.

*Taifa de Carmona.

*Taifa de Córdoba.

*Taifa de Denia.

*Taifa de Granada.

*Taifa de Lisboa.

*Taifa de Lorca.

*Taifa de Málaga.

*Taifa de Mértola.

*Taifa de Molina.

*Taifa de Morón.

*Taifa de Murcia.

*Taifa de Murviedro y Sagunto.

*Taifa de Niebla.

*Taifa de Ronda.

*Taifa de Huelva.

*Taifa de Santa María del Algarve.

*Taifa de Segorbe.

*Taifa de Sevilla.

*Taifa de Silves.

*Taifa de Toledo.

*Taifa de Tortosa.

*Taifa de Valencia.

*Taifa de Zaragoza.

¿Y qué era una Taifa? Pues, un Estado independiente, que se arrogaba todas las funciones de gobierno y rechazaba la dependencia de cualquier otro Estado.

En el trasfondo tras cada Taifa, había un problema profundo. Por una parte, las luchas por el trono califal no hacían sino reproducir las luchas internas que siempre habían asolado el emirato y el califato por causas raciales, árabes, bereberes arabizados y nuevos, muladíes o eslavos, que estaban constituidos inicialmente por esclavos libres de origen centroeuropeo o del norte peninsular y conseguido puestos importantes en la administración. También influían la mayor o menor presencia de población mozárabe, el afán de autonomía de las áreas con mayores recursos económicos y la agobiante presión fiscal necesaria para financiar el coste de los esfuerzos bélicos.

Inicialmente se constituyeron más de 30 pequeños estados o taifas autónomas dirigidas por caudillos locales procedentes de una familia que se perpetuó a lo largo del siglo XI en una dinastía reinante. Así ocupan el poder clanes de la antigua aristocracia árabe en Valencia (amiríes, descendientes de Almanzor) y de Zaragoza (tuyibíes y hudíes). En la zona occidental se hicieron con el poder tribus bereberes muy arabizadas, que formaban parte de la población andalusí desde la conquista de Tariq a comienzos del siglo VIII: los aftasíes en Badajoz, birzalíes en Carmona, ziríes en Granada, hamudíes en Algeciras y Málaga y abadíes en Sevilla. Con el Paso de los años, las taifas de Sevilla (que había conquistado todas las pequeñas taifas de la Andalucía accidental y Murcia en la parte de la oriental), Badajoz, Toledo y Zaragoza, constituirían las potencias islámicas peninsulares.

En general, las taifas más poderosas fueron absorbiendo con el tiempo a las más pequeñas. Así, la taifa de Sevilla, conquistó y anexionó a las más pequeñas de Arcos, Algarve, Algeciras, Morón Ronda, Carmona, Huelva, Mértola, Niebla y Silves, estas últimas, situadas al sur del actual Portugal, ambicionadas también por la taifa de Badajoz. Por otro lado, en la antigua Marca Superior del califato, los hudíes de Zaragoza reunieron un conglomerado que en ocasiones se segregaron como taifas independientes. formado por Tudela, Calatayud, Huesca, Lérida o Tortosa, llegando hacia 1080 a ocupar el territorio peninsular de la poderosa taifa de Denia (que consiguió conquistar las Baleares y Cerdeña y reunió una flota de guerra de ciento veinte naves) y hacer vasalla a la rica pero desprotegida Taifa de Valencia. Sin embargo, en esta zona, y gracias a su hábil manejo de la diplomacia, lograron sobrevivir dinastías independientes en la taifa de Albarracín y la taifa de Alpuente.

Durante el apogeo de los reinos de taifas del siglo XI sus reyezuelos intentaron reproducir las estructuras del califato omeya a una escala menor. Para ello compitieron entre sí no solo militarmente sino también procuraron mostrar su esplendor intelectual. Para ello, trataron de rodearse de los más prestigiosos poetas, científicos y artistas. Paradójicamente, el periodo de taifas fue a su vez el del máximo apogeo de la cultura andalusí, y en este siglo sus creaciones intelectuales adoptan caracteres propios e independientes del islam oriental. Nace en este siglo una filosofía en Al-Ándalus con una particular idiosincrasia, progresan las matemáticas y la astronomía, florece la poesía y la arquitectura desarrolla un estilo manierista que influirá posteriormente en el arte magrebí de almorávides y almohades.

Sin embargo, la disgregación del califato en múltiples taifas, que podían subdividirse o concentrarse con el paso del tiempo, hizo evidente que sólo un poder político centralizado y unificado podía resistir el avance de los reinos cristianos del norte. Al carecer de las tropas necesarias, las taifas contrataban mercenarios para luchar contra sus vecinos o para oponerse a los reinos cristianos del norte. Incluso guerreros cristianos, como el propio Cid Campeador, sirvieron a reyes musulmanes, luchando contra otros reyes cristianos. Sin embargo, esto no fue suficiente y los reinos cristianos aprovecharían la división musulmana y la debilidad de cada taifa individual para someterlas. Al principio el sometimiento era únicamente económico, forzando a las taifas a pagar un tributo anual, las parias, a los monarcas cristianos.

No obstante, la conquista de Toledo en 1085 por parte de Alfonso VI de León y Castilla hizo palpable que la amenaza cristiana podía acabar con los reinos musulmanes de la península. Ante tal amenaza, los reyes de las taifas pidieron ayuda al sultán almorávide del norte de África, Yusuf ibn Tasufin, quien pasó el estrecho y no sólo derrotó al rey leonés en la batalla de Zalaca (1086), sino que conquistó progresivamente todas las taifas.

Esta fue, pues, la España árabe. Al final el avance cristiano acabó reduciendo el poderío y ya a mediados del siglo XV sólo les quedaba el Reino de Granada. La Reconquista termina con la entrada de los ejércitos cristianos a la ciudad de la Alhambra y con aquellas palabras que le dice la madre al Rey Boabdil: «Sí, hijo, llora, llora como mujer lo que no supiste defender como hombre».

Y C) Las Repúblicas españolas.

Pasaron los años, pasaron casi 8 siglos y España ya no era la de los Reyes Católicos ni la del Imperio donde no se ponía el sol. La Guerra de la Independencia de 1808, las guerras civiles entre liberales y carlistas o los reinados desastrosos de Fernando VII e Isabel II la habían llevado otra vez a una encrucijada vital.

Cuando se inician los años 60 (siglo XIX) la Monarquía ya hacia agua por todas partes y se hundía entre la corrupción política, económica y social y los escándalos amorosos de la Reina. Su caída era, pues, cuestión de tiempo. Y eso llegó en cuanto unos generales (Serrano y Prim) y los mandos de la Marina (almirante Topete) se sublevaron al grito de «¡España con honra!» en Cádiz. La Reina Isabel, la de los tristes destinos, huyó al exilió de París y vino una Monarquía Democrática y Constitucional, con un Rey (Don Amadeo de Saboya) elegido por el Parlamento, cosa que sucedía por primera vez en la historia española.

Pero, tampoco aquello cuajó, por el asesinato nunca aclarado del general Prim, a la sazón Presidente del Gobierno y D. Amadeo abdicó, tan solo dos años y dos meses después, tras decir aquellas palabras que pasaron a la Historia:

«Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia de pazzi»

(«No entiendo nada. Esto es una jaula de locos»)

Dos años largos -decía en su carta de abdicación- ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de la paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla. Me voy de España.

Ese mismo día (11-3-1873) las Cortes Generales (Congreso y Senado) proclamaron la Primera República Española. Curioso: aquellas Cortes, con una mayoría absoluta monárquica, trajeron una República. O sea, que por primera vez sucedía un «milagro a la española», porque España se acostó monárquica y se levantó republicana.

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¿Y qué fue aquella República?. De entrada una guerra civil política, porque enseguida se enfrentaron los que querían una República Federal y los defensores de una República Unitaria y Centralista.

Y la prueba de ello fue la despedida que tuvo el Presidente, Don Estanislao Figueras, el primero de los 4 que se sucedieron en 11 meses con estas palabras rotundas y en catalán:

«Senyors, ja no aguanto més. Vaig a ser-los franc: estic fins als collons de tots nosaltres».

¡Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!.

( Y sin pensarlo dos veces se fue a la estación, cogió un tren y se bajó en París.)

Pero, aquello ya era algo más que un guirigay político. Porque, ya se sabe, cuando el Gobierno Central no gobierna y las Cortes se pierden en discusiones absurdas, los pueblos se sublevan y rompen con todo. Así resurgieron los Reinos de Taifas de antaño, aunque ahora se les llamaran Cantones. En los primeros meses de República se declararon independientes los siguientes Cantones:

*Cantón de Alcoy.

*Cantón de Algeciras.

*Cantón de Alicante.

*Cantón de Almansa.

*Cantón de Andújar.

*Cantón de Bailén.

*Cantón de Béjar.

*Cantón de Cádiz.

*Cantón de Camuñas.

*Cantón de Cartagena.

*Cantón de Castellón.

*Cantón de Córdoba.

*Cantón de Granada.

*Cantón de Gualchos.

*Cantón de Jaén.

*Cantón de Jumilla.

*Cantón de Loja.

*Cantón de Málaga.

*Cantón de Motril.

*Cantón de Murcia.

*Cantón de Orihuela.

*Cantón de Salamanca.

*Cantón de Sevilla.

*Cantón de Tarifa.

*Cantón de Torrevieja.

*Cantón de Valencia.

¿Y como terminó aquel guirigay político? Pues, como siempre terminan las cosas cuando un Gobierno no gobierna, una clase política se dedica a discutir el sexo de los ángeles, la corrupción se apodera del Estado y el pueblo pasa hambre. Porque un día, cuando ya se trataba de elegir al quinto Presidente de la República, el General Pavía mandó entrar en las Cortes a un pelotón de Guardias Civiles para echar por las ventanas a los señores diputados. Aquella misma jornada el General Serrano ocupó provisionalmente la Jefatura del Estado. Y decimos provisionalmente porque poco más de un año después otro general, el general Martínez Campos, dio un Golpe de Estado, se cargó la República, restauró la Monarquía y les devolvió la Corona a los Borbones.

Y LLEGÓ LA SEGUNDA REPUBLICA, la de 1931.

¿ Y cómo llegó ? Vamos a analizarlo, aunque sea muy de pasada. Está claro que la Monarquía hacía otra vez agua por todas partes,tan solo 56 años después de su retorno por la fuerza y que el Borbón don Alfonso XIII se había quemado con la Dictadura de Primo de Rivera

(1923-1930). Está claro que la simiente republicana había retoñado y que los monárquicos, una vez más, no estaban por la labor de defender a un Rey en la picota. Sin embargo, nadie podía pensar que por unas simples elecciones municipales fuera a derrumbarse el edificio y a pesar de ello sucedió lo imprevisto. Los republicanos no ganaron las elecciones del 12 de abril de 1931,salvo en las grandes ciudades, y no todas, pero supieron «vestir el muñeco» y aprovecharon el desconcierto y la desilusión del propio Rey, quien 48 horas más tarde salió de España, vía Cartagena, hacia el exilio. ¿ Se imaginan ustedes, por poner un ejemplo, al Presidente Zapatero dimitiendo y retirándose a León, aun habiendo ganado cuantitativamente las ya próximas elecciones municipales del mes de mayo del 2011, por haber perdido en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia o Bilbao? ¿Se imaginan ustedes al Presidente de Andalucía dimitiendo por haber perdido las alcaldías de las ocho capitales andaluzas?

El hecho es que el Rey Don Alfonso decidió abandonar España, dejando atrás sin saber lo que les podía pasar a la Reina y a sus hijos, y que aquella misma tarde se proclamó la Segunda República.

Y esto sí que fue como una opereta. Según contó después uno de los protagonistas, Miguel Maura, en un buen libro («Así cayó Alfonso XIII») cuando los miembros del Comité Revolucionario, que acababan de salir de la cárcel, discutían la política a seguir hasta las elecciones generales a él mismo se le ocurrió dirigirse, con los demás miembros, al Ministerio de la Gobernación para probar fortuna y ver si se hacían con el Poder. ¡ Y la cosa resultó ¡. Porque cuando llamaron a las puertas del viejo palacete de la Puerta del Sol y el oficial de guardia preguntó «¿Quién llama?» el señor Maura (hijo del conservador y monárquico don Antonio Maura y hermano de un Ministro, todavía, del Rey) respondió: «Abra al Gobierno de España»,el oficial abrió las puertas de par en par y a los pocos minutos el andaluz Alcalá Zamora (en ese momento sólo Presidente del Comité Revolucionario) salió al balcón del edificio de la Puerta del Sol y proclamó sin más la Segunda República y se bamboleó la nueva bandera ( la de la franja morada).

En resumen: que la Primera República se proclamó en una votación parlamentaria y la Segunda por unas elecciones municipales. Simplemente. Democracia Pura.

Pero, esta historia no termina aquí. Este es solo el comienzo del libro que usted ya tiene en sus manos. Porque el futuro está por escribir y aquí puede pasar cualquier cosa en cuanto acabe el Reinado de Don Juan Carlos I. Por «muy atado y bien atado» que esté el futuro. También lo estaba el de Franco y ya se sabe en lo que quedó aquel atado.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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Geppetto

En la tarde del dia 11 de febrero de 1873 y por si acaso Amadeo de Saboya fuera a rectificar,se habia marchado por la mañana, los políticos republicanos sacan como acostumbran a la calle al pueblo y este apasionadamente pide cambio de régimen; el general Serrano exige tranquilidad y que se haga un referéndum para dilucidar si los españoles desean una republica o una monarquía pero en balde, se reúnen de forma conjunta Senado y  Congreso y sacan adelante el cambio de régimen.
La I republica no soluciona ni uno de los problemas que aquejan a la nación, creando sin embargo otros muchos que aun hoy son objeto de estudios psicológicos por lo desequilibrados que demostraron ser

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