10/05/2024 16:43
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Arma favorita de los innobles. Mentirle a alguien no es más que el reconocimiento de sentirse inferior a él. Esto sólo es perdonable en lo que alude a la variedad piadosa como ejercicio social de buenas maneras. Por el contrario, la interesada es la variedad más rastrera entre todas las posibilidades, es la empleada por los políticos, y por eso los desprecio. Para un hombre, el honor está por encima del amor y, por supuesto, de la vida. El hombre, en su devenir diario, deja de ser consciente de que todo lo que disfruta en este mundo le es prestado, y un ser honorable debe saber que su fuerza radica en su capacidad de renunciar a todo. Aquel que es íntegro lo es como consecuencia de su estoicismo, pero esto no significa renunciar a las mieles de la vida, por el contrario, tenemos que disfrutarlas y desearlas como lo haría un glotón insaciable, cultivando los sentidos y llegando a vivir al límite, así se aprende a valorar aquello que, por ley superior, hemos de perder. El aferrarse a los bienes terrenos lleva implícito el miedo a perderlos, y eso te hace más cobarde en tu pasar por el mundo y poco elegante a la hora del final. La cobardía es antiestética. No hay nada más repulsivo a la vista que un moribundo clamando su miedo a morir, sumiéndose, mientras reincide, en la inconsecuencia de repetir que “no quiere morir”. ¡Quién quiere! Sólo aquellos infelices para los que su existencia se ha trocado en un cruel desengaño, y ese es el momento en que resulta pertinente asumir la última decisión, la de sacarse del medio con elegancia. La historia de un varón digno está regida por el sentido profundo de la mesura, columna donde se sustenta la elegancia, y este es un caso más donde la estética va de la mano con la ética. La primera, considerando que cualquier acto humano, por ínfimo que sea, no deja de tener su repercusión en los demás, siempre alguien te estará observando y tomando de tu mano el testigo mientras sigue tu ejemplo, y así es como uno nunca muere absolutamente. Muchos pensamos que la muerte no es más que un cambio de dimensión, aunque algunos, por creencias inculcadas, no quieran admitirlo, obviando que es la última cláusula del contrato de la vida que siempre pretendemos incumplir, ignorando que: Más vale una mala realidad, que una buena incertidumbre. La realidad permite al ser humano pisar terreno firme, la incertidumbre lo hace inseguro y cobarde, aferrado a lo que irremisiblemente hemos de perder. Por ello, el hombre debe saber renunciar a todo, ofreciendo una imagen ejemplar de sí mismo sin jamás recurrir al victimismo femenino.

LA VERDAD PUEDE SER DOLOROSA, PERO NUNCA SUBVERSIVA.

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