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Nació el 11 de febrero de 1886 en Santo Tomás de las Ollas (León) en un hogar obrero. Sus padres se separaron, quedándose con su padre. Con él trabajó en las minas de Vizcaya y Santander hasta que este murió cuando tenía 14 años. Pestaña llevó una vida profesional muy variada ejerciendo de peón y maquinista.
Su primer contacto con el movimiento obrero fue en Vizcaya con los anarquistas. Fue detenido por primera vez en 1905 tras una protesta en Sestao. Pasó a Francia y a Argel donde trabajó como relojero. En 1909 comenzó a colaborar con la revista Tierra y Libertad. En 1914 regresó a España, concretamente a Barcelona. Entre 1915 y 1916 se lanza a la arena pública y se consagra como periodista, primero en medios específicamente anarquistas y luego cenetistas. En 1916 fue nombrado administrador del periódico Solidaridad Obrera y en 1918 director del mismo. En 1916 fue secretario de la Confederación Regional del Trabajo de Cataluña.
En el Congreso de Sants de 1918 mostró cierta reticencia respecto de los Sindicatos Únicos. Salvador Seguí manifestaría la misma actitud. Ambos se convierten en la personificación directiva de la CNT. Con frecuencia Pestaña es el preferido por los sectores más radicales, aunque sus coincidencias de posturas se acerquen cada vez más. En 1920 Pestaña va a Alemania y a Rusia. Escribió 3 folletos sobre Rusia que contribuyeron a mimbar el entusiasmo que en los medios cenetistas había despertado desde sus inicios la revolución soviética. Como fue detenido en Milán estas publicaciones no vieron la luz hasta 1921-1922.
Olvidando antiguas discrepancias su colaboración ahora con Seguí es cordial y sincera, con una identificación absoluta en lo que respecta a los objetivos. El primero de éstos era la independencia del anarcosindicalismo de los sectores procomunistas que se habían hecho bajo su dirección. Desde mediados de 1921 su giro hacia posiciones sindicalistas es apreciable y se ve facilitado por la ausencia de Andrés Nin y Joaquín Maurín. En 1922 en Zaragoza se proclamó la separación de la CNT y el Komintern.
Pestaña condenó enérgicamente el pistolerismo sindical. A pesar de ello, sufrió un atentado en Manresa que casi le cuesta la vida. En marzo de 1923 es asesinado Salvador Seguí. Esto supuso un aumento del radicalismo por parte de un sector de la CNT.
Con la dictadura de Primo de Rivera la primera declaración pública de la CNT es de expectativa y promesa tácita de neutralidad pues, las autoridades gubernamentales no persiguen a los sindicatos, sólo les exigen la publicidad en sus actuaciones, en su administración y en su economía. La reacción en el seno del anarcosindicalismo es inmediata y plural. Para los sectores más proclives al empleo de la violencia la situación merece un inmediato pase a la clandestinidad.
Ángel Pestaña y Juan Peiró, cuyas posturas se acercarán hasta 1927, se rebelan «contra aquellos individuos, sea quienes fueren y se llamen como les plazca, que a falta de condiciones para trabajar y actuar a la luz del día, prefieren imponer el terror por medio de amenazas, de golpes de audacia y de exhibiciones de pistolas». Aunque ambos se siguen declarando anarquistas, Pestaña defiende con mayor nitidez el principio de independencia e incluso de neutralidad sindical. El enfrentamiento entre las dos tendencias se hace cada vez más agudo.
Podemos definir a Pestaña más como un puro sindicalista que como un anarcosindicalista. Con ello crece su interés por la política.
Los sindicalistas acaudillados por Pestaña y Peiró editarán Solidaridad Proletaria y practicarán una revisión del tradicional anarcosindicalismo español desde la óptica de rechazo de métodos violentos, la defensa del sindicalismo y la vuelta a la legalidad. Las tesis de los que ya entonces empezaban a ser definidos como «pestañistas» insistían de nuevo en la legalización de los sindicatos confederales y se expresaron a partir de 1926 en el semanario Vida Sindical. Se muestra partidario de una cierta intervención en la política, en esta línea de actuación inicia la posterior evolución de Pestaña cuando crea el Partido Sindicalista.
El sector más partidario de la violencia creaba la FAI, que habría de establecer la unión entre la organización sindical y el movimiento anarquista específico. La FAI nacía con el propósito de marginar a Pestaña.
En 1928 se constituye el grupo Solidaridad en el que militarán los dirigentes sindicalistas más conocidos y entre ellos, por algún tiempo también Juan Peiró. Éste cuando vio amenazada la pureza del ideario cenetista se separó del grupo, que constituye un precedente del Partido Sindicalista.
Los sindicatos se legalizaron en abril de 1930. Para dar contenido ideológico a la reconstrucción de la CNT, en base de criterios puramente sindicalistas, el grupo Solidaridad creó las revistas Acción y Mañana; también reaparecerá en la misma línea Solidaridad Obrera. La propuesta sindicalista de Pestaña, en estos momentos, parte de la necesidad de rechazar una clandestinidad que enaltece a individuos de mentalidad inferior y que el anarquismo deje de ser lo que ha sido hasta ahora. Podemos definir a Pestaña más como un puro sindicalista que como un anarcosindicalista. Con ello crece su interés por la política.
El advenimiento de la segunda República se produce cuando Pestaña por un lado es cada vez más reformista y al mismo tiempo goza de un prestigio que le hará convertirse en secretario interino de la CNT. El congreso de 1931, celebrado en Madrid, es una verdadera ofensiva contra la postura de Pestaña. El enfrentamiento se hará cada vez más grave en los meses sucesivos cuando la FAI convierta en realidad su propósito de ejercer una verdadera revolución. Pestaña y el grupo sindicalista condenan las «precipitaciones excesivas». La expresión más significativa de esta oposición por parte de los círculos sindicalistas al creciente poder de la FAI se encuentra en el llamado manifiesto de los 30, cuyo contenido es un violento ataque contra el concepto «pelicurero» de la revolución que practicaban los faístas.
En 1932 la derrota del sector sindicalista se hizo patente. Ya en 1931 perdió el control de Solidaridad Obrera. En marzo de 1932 perderá la secretaría de la organización confederal y en diciembre será expulsado del sindicato. La polémica ideológica dentro de la CNT adquirió gran fuerza. Cuando la FAI propugne la consigna del exterminio contra los treintistas, éstos responderán que por cada uno de ellos que caiga caerán diez de los faístas.
La expulsión de los líderes sindicalistas de sus puestos de poder en el seno de la CNT obligó a éstos a crear una organización vinculada a la defensa del sindicalismo. Así surge en 1933 la Federación Sindicalista Libertaria de oposición a las tendencias preponderantes en el movimiento cenetista por entonces. La FSL tendrá como órgano Sindicalismo, sustituto de Cultura Libertaria, que había expuesto las tesis sindicalistas en los meses precedentes y animará la vida de los sindicatos de oposición de la CNT. En 1934 la FSL se convierte en el Partido Sindicalista. Pestaña no logró la colaboración ni de Juan Peiró, ni de Juan López, ni de Eleuterio Quintanilla, quienes por su postura sindicalista se hubiera esperado que le siguieran.
En febrero de 1936 el Partido Sindicalista obtuvo dos escaños. Ángel Pestaña por Cádiz y Benito Pabón por Zaragoza. Al mismo tiempo en la CNT triunfaba la FAI. Con la guerra civil volvió a la CNT. Pestaña falleció en Barcelona el 11 de diciembre de 1937.
Durante la guerra civil criticó la infiltración comunista en los puestos claves de la administración y del ejército. En una de sus última locuciones dijo: «venga a hablar de revolución a troche y moche, a hace llamadas a la solidaridad internacional, como si la solución nos fuera a llegar del extranjero mientras nos dedicamos aquí a jugar a los soldados, distribuyéndonos las estrellas y los grados militares para lucirlos por los cafés. Se han montado miles de oficinas si otro fin que el de emboscarse para evitar el frente y justificar un sueldo, porque, claro, todo el mundo necesita figurar en alguna nómina para cobrar sin hacer nada. No hay control. Esto es el caos».
Pestaña vivió como murió, en la más absoluta austeridad. Al fallecer dejó una deuda de seis mil pesetas en médicos y medicinas. Su talento, perspicacia e intuición estaban por encima de prebendas y cargos. El Caballero de la Triste Figura -como así lo bautizó Salvador Seguí– fue eso a lo largo de toda su vida, un caballero.
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