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No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra (Friedrich Nietzsche)
Energías verdes, preferentemente aerogeneradores, placas solares y coches híbridos. Mayúscula estafa, económica, moral sobre todo. Lampedusianamente que todo cambie para que todo siga igual: el inicuo poder no cambia de manos. Seguiremos perpetuando desigualdades, brutalísimas injusticias y la destrucción de nuestros sacrosantos, al menos necesarios, recursos naturales.
Contaminación y trabajo (infantil) esclavo
Todo igual, energías tan contaminantes como los combustibles fósiles, además, no lo olvidemos, sólidamente subsidiarias del petróleo. Energías, las verdes, que dependen en grandísima medida de la extracción – saqueo, mejor expresado – de los denominados metales de las tierras raras. Metales que se encuentran en los componentes básicos de los ordenadores, las televisiones, los láseres, la producción de acero y los sistemas de orientación de la atroz y liberticida tecnología militar. Son metales no solo raros, sino bastante difíciles de extraer y bastante nocivos en todos los sentidos.
Tal expolio de metales está envuelto en un halo de secretismo de empresas y gobiernos. Agregándose a todo este siniestro zurriburri el comercio ilegal, irregulares cadenas de suministro, letales condiciones para los trabajadores (preferentemente, críos) del tercer mundo, completamente esclavizados, un entorno medioambiental que se va degradando cada día que pasa, deviniendo todo ello en un implacable y feroz combate por los recursos (sobre todo, sobreexplotación del agua: imprescindible, sin más).
“Zonas de sacrificio” para preservar nuestras mierdas de vida
Nuestra tiranía hipertecnológica y «verde» tiene los pies de barro. Nuestro absurdo y degradado estilo de vida necesita vampirizar una gran cantidad de recursos. Nuestras delirantes decisiones colectivas poseen un profundo impacto sobre lugares en los que ni siquiera hemos llegado a pensar. Nuestro ser y estar en el mundo conlleva una gran, grandísima dependencia de ridículos e innecesario productos que suponen un grandísimo coste para la humanidad y el planeta en su conjunto.
Su extracción genera la destrucción de las zonas donde se sitúan las minas, elevadísima contaminación y gravísimos problemas de salud para las poblaciones locales. Son “zonas de sacrificio” para que nosotros, los “privilegiados”, podamos realizar eugenésica transición energética que pasaría por la “electrificación” de la economía y que se encarga de «limpiar» nuestro putrefacto aire (con los bozales, ya ni te cuento).
Salvo un avatar, no tendrás nada y serás feliz
El móvil, por ejemplo, ese engendro del diablo. Su característica más señera es que depende de casi la mitad de los elementos del planeta, incluyendo metales de tierras raras como el indio, que actúa como vehículo entre el dedo y la pantalla, y el europio y el terbio que le otorgan sus vivísimos colorines. Y también el tántalo, que regula la energía dentro del teléfono, cual el personaje mitológico, zombi subhumanidad pululando como espectros hambrientos, hipnotizados yonkarras de las pantallitas, nuestra inalcanzable fruta prohibida y esquiva agua potable. Y, la joya de la corona, claro, el coltán.
Estos metales raros sostienen y contribuyen a la expansión generalizada de un pútrido estilo de vida hipertecnológico, adictivo y desechable. La invivible smart city te aguarda. Ansiar más y obtener más, sociedades ansiógenas y codiciosas, destructivas, para uno mismo y para los demás. El mundo tecnológico se parece mucho al frenesí de un yonquirulo en estado perpetuo de abstinencia. Mientras, la vida real – con la plandemia, acelerón – se va a pique…
…Memento Spielberg. Extraordinaria Ready player one: además de la totalitaria smart city, muerto de hambre (“no tendrás nada y serás feliz”), a la vuelta de la esquina, no lo dudes, te espera un avatar muy chupiguay. Ya no serás tú. ¿Y qué? Si con el bozal hace tiempo dejaste de ser tú. En fin.
Documental La cara oculta de las energías renovables
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