21/11/2024 12:01
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Estamos acostumbrados a ver en todo tipo de acontecimientos, como es el caso de ciertas tertulias o asambleas, desde los encuentros menos divulgados hasta las reuniones más célebres de sabios, politicólogos y demás quincalla intelectual, que, entre las gentes del PP, muchas de las cuales se dicen patriotas, existe una ambigüedad irresoluble en sus dichos y en sus hechos. Algo así como si habitaran en la casa de tócame Roque. En sus intervenciones públicas y privadas los distintos protagonistas demuestran, sobre todo, una falta absoluta de firmeza o una incoherencia en la defensa de un código de valores y en su hipotético amor a España.

Desde prácticamente su creación, los responsables del PP se han quedado tranquilos en un rincón, arramplando la parte de poder dejado por las izquierdas, amasando capitales y enriqueciéndose a costa de los demás. Pero en cuanto surge algo que juzgan ofensivo para sus intereses, en cuanto se dicen verdades, más o menos amargas, acuden raudos como la araña que ve presa en su tela a una mosca. Todo lo que se dice y les afecta para mal no puede mostrarse a la luz del día, pues no es agradable oír opiniones desagradables sobre sí mismos. En lo cual se parecen a las izquierdas resentidas, sus teóricos opositores.

Y no sólo se parecen en eso, o en enriquecerse a costa de su querida patria, o en hacer daño y tratar de que no se lo hagan a ellos, pues si las izquierdas resentidas dedican su tiempo a la maquinación y al doble juego, también las gentes del PP han convertido ambos usos en un fin, más aún que en un medio. Porque cuando uno sabe que otro sabe no se atreve a engañarle a la ligera, pero cuando estás seguro de haber formado un rebaño entre tus seguidores ya nada te frena para mantenerte en el engaño permanente.

Porque, aunque no se dice, también el PP ha creado a su alrededor una secta protectora. Su alivio consiste en haber infundido a sus partidarios una actividad maquinal y lo que con ella se relaciona. En la capa alta de sus sectarios son los intereses, es decir, los negocios, los que aseguran la fidelidad a la causa. Gente que ha tenido relación política o financiera o económica con el partido y que está agradecida a los chollos que disfruta gracias a él, que ha disfrutado o que espera disfrutar en el futuro.

Pero en los millones de seguidores restantes es la rutina absoluta, la obediencia puntual e irreflexiva, la obtención de un modo de vida para siempre, una crianza para la impersonalidad, para olvidarse a sí y de sí mismo. Formar un rebaño es un paso imprescindible en la meta del poder, y conseguirlo una victoria esencial. Tanto para el partido como para el partidario, el crecimiento del grupo fortalece un nuevo celo que a menudo les evade de su personal fastidio, de su aversión contra sí. Todos los livianos o vacilantes tienden instintivamente, por un afán de sacudirse de encima el sordo hastío y el sentimiento de debilidad, hacia una organización gregaria. Y los correspondientes ideólogos adivinan ese instinto y lo fomentan.

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Donde existen rebaños es el instinto de endeblez el que ha querido el rebaño, y la inteligencia del celebrante o santón la que lo ha organizado. Si por necesidad natural tienden los fuertes a disociarse, por la misma razón tienden los débiles a asociarse. De ahí que, salvo catástrofe visible y tangible, los votos peperos sean bastante estables, porque no es realista exigir a los blandos algo riguroso, algo demasiado fuerte, como puede ser el abrir los ojos para contemplarse a sí mismos sin engaños, distinguiendo lo verdadero de lo falso en ellos mismos.

Lo único que a la mayoría de los votantes del PP -como a los de las izquierdas resentidas- les va bien es esconder la cabeza debajo del ala, es decir, la «mentira deshonesta» que Nietzsche definió, pues todo el que hoy se sienta a sí mismo hombre de derechas, patriota, defensor de la infancia, de la libertad y de la vida, y que vote al PP, con lo que este partido ha demostrado a lo largo de la democrática Transición, es incapaz de enfrentarse a algo, al menos en la realidad sociopolítica, a no ser con «deshonesta mendacidad».

La democrática Transición, que se inició con minas ocultas y fraudes, se ha ido pudriendo según los traidores se fortalecían, hasta convertirse en un maloliente cenagal. Y el PP participó enseguida en el esperpento como coprotagonista, ayudando a envilecer la función. Y así, con su colaboración, políticos, jueces, militares, policías, educadores, intelectuales y periodistas han convertido la realidad social en una farsa indecente.

Lo mismo que las izquierdas resentidas, también el PP ha preferido el favor, si no del populacho, como aquellas, sí del rebaño; han manejado al mismo ofreciéndole demagogia y deslealtades, y han entregado la idea, la ideología y la dignidad a cambio del poder. Un poder, por otra parte, conflictivo y cuasi residual, pues el PSOE se ha encargado, con éxito, de dejarle las peores tajadas en los peores momentos, y no pocas de ellas envenenadas.

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En resumen, el PP no es otra cosa que la cara amable del Sistema en España, el poli bueno, el reverso del socialismo y restantes sucursales. El pacto ofrecido por Feijoo en el reciente debate con Sánchez no sólo es la prueba del algodón de lo que es y significa el PP, es también la tentativa de reanudar el bipartidismo, haciendo un guiño al aparato del PSOE, que es bastante más nocivo que Sánchez, pues el todo es más que la parte, pero que tal vez estaría más tranquilo si pudiera desprenderse de los cansinos separatistas, algo que a Sánchez no le molesta en absoluto.

El caso es que el PP, por boca de su líder actual, se dirige al electorado diciendo por un lado que es imperativo «echar» a Sánchez, mientras que a continuación proclama la búsqueda de un acuerdo político entre ambos partidos para gobernar, concretando: «De esta forma no sólo damos continuidad a una práctica democrática respetada en España desde las elecciones generales de 1977. También garantizamos la gobernabilidad de nuestro país sin que medien concesiones a formaciones minoritarias en aquellas materias en las que existe un amplio consenso entre ambos partidos y sus aliados europeos, y en nuestra sociedad».

Pues eso. El que tenga oídos, que oiga, y el que tenga ojos, que vea. Y el votante pepero, cuando se acerque a depositar sin remordimientos su papeleta en la urna, que tenga fuerzas y voluntad, o al menos curiosidad, para preguntarse: «¿Cómo derogará Feijoo el sanchismo, que es puro y duro Sistema, si está anhelante de consensuar con el sanchismo?».

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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Geppetto

Los problemas que el PP lleva generando en España son culpa de esos estupidos que lo votan creyendo que es español y de derechas

Hakenkreuz

Bueno, a partir del 23 de julio, les votarán los diputados de VOX para que sigan haciendo lo mismo, no se preocupen. VOX será el mejor apoyo del PP a su política anticristiana. Luego que nadie llore y rechine los dientes…

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