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Que en España, los mejores, los inteligentes y los justos siempre quedan eclipsados por los mediocres, los funestamente zoquetes y los extremistas chillones, es algo que a cualquier observador mínimamente atento no se le puede escapar.
En política esta verdad llega al rango de absoluta, y es de las muy pocas verdades absolutas que conozco.
Empecé el año con la buena noticia de la publicación de un nuevo libro sobre Ángel Pestaña por parte de SND editores, y está fue una gran noticia, recogida con sincero júbilo, por un doble motivo.
Primero porque Álvaro Romero, a quien considero un buen amigo a pesar de nuestras diferencias ideologicas, aunque no sé si está consideración es mútua ni me importa, haya sido el promotor de este acto de justicia. Álvaro siempre ha sido, y será, un tío educado, sosegado y sobre todo, un tío que sabe escuchar aunque no le guste lo que escucha, y que no tiene miedo a dar voz a aquellos con los que no coincide.
Segundo, porque Ángel Pestaña fue uno de esos mejores eclipsados por los mediocres. Un desconocido para el común de los mortales cuyo carácter generoso y valiente estaba llamado a cambiar la historia de esta España cainita y fratricida, aunque no pudo ser.
Pero esta alegría no pudo durar mucho, y a parte de tener que suspenderse el acto de presentación del libro en Alzira por culpa del virus, una vez más los mediocres vuelven a eclipsar a los justos.
Peor que un mediocre sólo hay un mediocre que trata de ser “primus inter pares”. Ese mediocre, incapaz de destacar ni entre los mediocres, sólo puede ganar relevancia y la notoriedad que busca, con la traición, la difamación, la chulería infundada, y la posterior publicación a bombo y platillo de sus ruindades
Cuando el mediocre busca el aplauso es capaz hasta de jugarse la vida.
Un mediocre se refiere a su pueblo como “mis dominios”. Un mediocre se gana tu confianza para luego traicionarla. A un mediocre le encantan los uniformes y las medallas, y si no las tiene se las inventa, llenando su uniforme de pins absurdos para parecer Idi Amin Dada. Un mediocre escribe “celebro” por cerebro. Un mediocre no reconoce sus limitaciones y por eso hace gala de su inconsciencia difamando y amenazando a quien podría triturarle de palabra y obra, pero que por simple caballerosidad sólo le triturará por omisión.
Pero invariablemente el mediocre es cobarde, y cuando tiene que apechugar con sus malas acciones, que él creía que no sólo quedarían impunes, si no que además recibirían el apoyo y el aplauso de sus mediocres superiores sin saber que estos, como buenos mediocres, también traicionan y también son cobardes, entonces el mediocre se jiña.
Esta es la historia incontable de cómo un mediocre, zoquete funesto y extremista chillón, a las órdenes de otros mediocres de iguales o mayores características, trató de eclipsar, una vez más, la memoria de uno de los más grandes hombres que ha dado la política española, Ángel Pestaña, arremetiendo contra uno de los hombres más valientes, leales y comprometidos que actualmente siguen en activo, mi amigo y camarada por siempre Ricardo Sáenz de Ynestrillas.
(Te jodes, mediocre, que te quedas sin publicidad)
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