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Señores, si aquí se tratara de elegir, de escoger entre la libertad por un lado y la dictadura por otro, aquí no habría disenso ninguno; porque ¿quién, pudiendo abrazarse con la libertad, se hinca de rodillas ante la dictadura? Pero no es esta la cuestión. La libertad no existe de hecho en Europa; los gobiernos constitucionales que la representaban años atrás, no son ya en casi todas partes, señores, sino una armazón de un esqueleto sin vida.

Recordad una cosa, recordad a Roma imperial. En la Roma imperial existen todas las instituciones republicanas, existen los omnipotentes dictadores, existen los inviolables tribunos, existen las familias senatorias, existen los eminentes cónsules; todo esto, señores, existe; no falta más que una cosa, y no sobra más que otra cosa: sobra un hombre, y falta la república.

Estas palabras pertenecen a Juan Donoso Cortés, político, diplomático y filósofo español, sin duda uno de los más grandes pensadores del siglo XIX, y a pesar de ello, hoy casi un desconocido. Y son un extracto de su famoso Discurso sobre la Dictadura, pronunciado en las Cortes el 4 de enero de 1849. En el apoyó y defendió las medidas excepcionales del Gobierno de Narváez ante la gravedad de la situación interior y exterior en el marco de la oleada revolucionaria europea de 1848.

En ese contexto revolucionario de caos, violencia y anarquía, Donoso advirtió que la verdadera libertad en el marco de la legalidad estaba en peligro y dijo: “Señores, que creo que las leyes se han hecho para las sociedades, y no las sociedades para las leyes, digo: la sociedad, todo para la sociedad, todo por la sociedad, la sociedad siempre, la sociedad en todas circunstancias, la sociedad en todas ocasiones. (…) Cuando la legalidad basta para salvar a la sociedad, la legalidad; cuando no basta, la dictadura”.

La dictadura donosiana, aunque parezca un oxímoron, es la de la salvaguarda de la sociedad, la comunidad y el orden para no perder justamente la libertad. Como católico, sabía que la libertad es libre albedrío, un don divino esencial y único del Hombre y que, si la libertad es mal entendida o ejercida, se convierte en esclavitud.

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Así fue en las repúblicas revolucionarias que en nombre de la libertad proclamaron y aceptaron la dictadura; en nombre de la igualdad fundaron una especie de democracia aristocrática; y en nombre de la fraternidad restauraron la fraternidad pagana, donde “los hermanos se han devorado unos a otros en las calles de París, en la batalla más gigantesca que dentro de los muros de una ciudad han presenciado los siglos”. A esa república que se llamó de las tres verdades, yo la desmiento; es la república de las tres blasfemias, es la república de las tres mentiras”.

Donoso Cortés fue elegido en 1843 diputado a Cortes por Badajoz, luego fue ministro plenipotenciario, miembro del Consejo Real y secretario personal de la Reina Isabel II. Liberal en su juventud, con el paso de los años se convirtió en un pilar del pensamiento católico, conservador y monárquico. Fue reconocido por su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, y por sus venas corría sangre del mismísimo Hernán Cortés. Además de ser un intelectual y político fue también un Grande de España, marqués de Valdegamas y vizconde del Valle.

Donoso creía que todo asunto político se resuelve en una cuestión teológica, sintetizándolo así en su obra y en la doctrina de las “aristocracias legítimas” basada en su teoría de la “soberanía de la inteligencia”. Su labor intelectual y política siempre tuvo como fin la defensa de la Nación frente a quienes ya por entonces querían dividir a España en una serie de débiles repúblicas.

Donoso fue un pensador incómodo, injustamente silenciado y olvidado incluso por la volátil derecha liberal-conservadora. El ministro franquista Manuel Fraga Iribarne y fundador del Partido Popular, en su libro El pensamiento conservador español, publicado en 1981, recoge y reivindica a Jovellanos, Balmes, Cánovas, Maura y Maeztu, y sin embargo excluye a Donoso Cortés. En palabras de su autor “porque creo que ni el joven liberal ni el maduro autoritario lo fueron realmente, sino un ideólogo primero de la libertad, después del equilibrio doctrinario, y finalmente del principio de autoridad”. Fraga no vio clara la raíz conservadora de Donoso y hoy su partido no ve su vacío ideológico, como tampoco el complejo de sus orígenes sufriendo la deriva del progresismo globalista…  

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Carl Schmitt en su trabajo El infortunio de Donoso Cortés, de 1929, afirma que el extremeño dio lugar a erróneas interpretaciones políticas debido a las antipatías que inspira la palabra dictadura, que incluso hacen sospechoso a quien considere ese régimen con la máxima objetividad. El jurista y filósofo alemán se preguntó “¿Cuál es, pues, la razón del odio terrible, a menudo diabólico que se dirige contra ese hombre bondadoso y delicado, un odio del que encontraremos numerosas muestras en lo que sigue? No se trata de la hostilidad normal, propia de la lucha política. Ese odio guarda relación precisamente con la racionalidad de la idiosincrasia donosiana y tiene evidentemente motivos más profundos, metafísicos. (…) En un único aspecto, Donoso nos recuerda, sin embargo, a la sibila: en que, a pesar de haberse rechazado sus predicciones una y otra vez, el valor de las mismas, inesperadamente, ha ido aumentando de modo continuo”.

Hoy a 173 años de su famoso discurso con su bagaje cultural tradicional, conservador, e incluso reaccionario, cobra nueva vigencia y pueden servir de guía para interpretar el momento actual y para preguntarnos acerca del significado de las cosas.

Seamos como Donoso Cortés, seamos incómodos, defendamos la sociedad, la comunidad y la libertad frente al caos, seamos libres, pero de verdad.

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José Papparelli