18/12/2024 04:41

A orillas del río Serchio, al sur del altiplano de Pizzorne1 y al noreste de los Montes Pisanos –célebres por sus ricos mármoles2–, asoma la toscana ciudad de Lucca tras sus gruesas murallas de ladrillo. Una rotundidad, no obstante, amable, que nos ofrece sus cortinas3 y baluartes coronados por una arboleda continua, como si de enormes jardineras de colosal escala se tratase. Y es que sobre los anchos adarves, convertidos hoy en hermosos paseos arbolados, se yerguen desbordantes y majestuosos, tilos, cedros y plátanos centenarios a lo largo de sus más de cuatro kilómetros de perímetro. Algo que ya llamó la atención de Pedro Antonio de Alarcón: “Luca está cercada de anchas murallas, no muy altas, ceñidas por un foso y plantadas de pomposos árboles, que forman como un nido de flores y verduras”4. Y también del gran poeta Gabriele D’Annunzio, plasmándolo, eso sí, de forma mucho más sutil: Tu vedi lunge gli uliveti grigi / che vaporano il viso ai poggi, o Serchio, / e la città dall’arborato cerchio, / ove dorme la donna del Guinigi. / Ora dorme la bianca fiordaligi / chiusa ne’ panni, stesa in sul coperchio / del bel sepolcro; e tu l’avesti a specchio forse, ebbe la tua riva i suoi vestigi. / Ma oggi non Ilaria del Carretto5 / signoreggia la terra che tu bagni, / o Serchio, sì fra gli arbori di Lucca […]6. Pues Lucca es la ciudad del mágico y verde cerco que guarda el sueño eterno de la bella Ilaria del Carretto; aquella elegante dama del Renacimiento cuyo sepulcro tallado por Jacopo della Quercia tanto impresionó a John Ruskin: “Debo detenerme un poco para pensar en cómo pude fijarme tan temprano en la tumba de Ilaria del Carretto con la certeza de que en adelante sería una guía suprema para mí”7. De hecho, el artista y crítico inglés pintó en 1874 una excelente acuarela del citado panteón, y en su obra Mañanas en Florencia (1875-77), cuando trata sobre la disputa entre las escuelas contemplativa y dramática con los ojos puestos en Giotto, sin duda también lo hace pensando en Jacopo della Quercia y en la hermosa Ilaria: “Contemplativo es, por supuesto, el término asociado al sistema de pintar las cosas sólo por su propia delicadeza; una dama porque es hermosa o un león porque es fuerte; y la escuela dramática es la que no se da por satisfecha a menos que ocurra algo: no puede pintar una hermosa dama a menos que vaya a ser amada o asesinada, y no puede pintar un ciervo o un león a menos que sean cazados o se les dispare o uno se coma al otro. Siempre me habréis oído […] preferir la escuela contemplativa”8.

Ni Moratín en sus cinco viajes a Italia entre 1793 y 1796; ni Stendahl en sus Crónicas Italianas (1855); ni Pío Baroja en su tardía obra Ciudades de Italia (1949) se detuvieron en Lucca. E incluso para Heinrich Heine, los dos capítulos que dedica a la histórica urbe en sus Cuadros de Viaje, “Los baños del Lucca” (1829) y “La ciudad de Lucca” (1830), son meros pretextos para sus reflexiones sobre la religión y otros asuntos.

Sin embargo, la historia de Lucca y el inmenso patrimonio artístico que alberga son mucho mayores que las dimensiones de su pequeño casco histórico. Lucca fue el lugar donde Cneo Pompeyo, Marco Licinio Craso y Cayo Julio César, aliados contra el dictador Lucio Cornelio Sila, acordaron, en el año 56 a.C., el reparto de las provincias romanas durante el Primer Triunvirato9. Plaza apetecida por pisanos, florentinos, franceses y españoles, a 20 km de Pisa, 60 de Carrara, 100 de Florencia y 200 km al sur del estratégico puerto de Génova10. Parada obligada desde el siglo VIII para los peregrinos del Norte que acudían a Roma por la “Vía Francígena”11, y para los soldados españoles que en el siglo XVII se dirigían a Flandes desde Nápoles y Sicilia por el Camino Español.

Cervantes, que vivió en Italia durante casi cinco años12, se refiere así a Lucca en su obra más autobiográfica, la póstuma Pérsiles y Segismunda (1617): “Partiéronse de allí, y llegaron a Luca, ciudad pequeña, pero hermosa y libre, que debajo de las alas del imperio y de España se descuella, y mira exenta a las ciudades de los príncipes que la desean; allí, mejor que en otra parte ninguna, son bien vistos y recibidos los españoles, y es la causa que en ella no mandan ellos, sino ruegan, y como en ella no hacen estancia de más de un día, no dan lugar a mostrar su condición, tenida por arrogante”. (parte III, 19: 610-11).

Hay quien insiste todavía en referirse a Lucca como la ciudad de las cien torres y las cien iglesias, ignorando, al parecer, que no es la cantidad –sin duda exagerada–, sino la magnitud, lo que da la verdadera medida de las cosas. Cien iglesias tiene Roma y acaso, también Venecia; y cien torres tuvo Bolonia, erizada de rascacielos antes de que los terremotos, cimientos insuficientes y otros defectos de construcción redujesen su número a las pocas que hoy se tienen en pie. Exactamente, como en Lucca, donde aparte de los altos campaniles de San Frediano, San Giovanni, San Michele y San Martino, hoy apenas podemos añadir la Torre delle Ore o de las horas, de 50 metros de altura, y la llamativa Torre Guinigi, erigida en el siglo XIV y que se distingue por las siete encinas que la coronan.

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No obstante, y pese a la destrucción napoleónica13, en la actualidad Lucca todavía conserva más de veinticinco iglesias: San Agostino, San Alessandro, Sant’ Andrea, Santa Caterina, San Cristoforo, del Crocifisso, de San Francesco, San Frediano, San Giovanni, San Giusto, Santa Maria Corteorlandini, Santa Maria Forisportam, Santa Maria della Rosa, Santa Maria dei Servi, San Matteo, San Michele14, San Miccheleto, San Paolino, San Pietro Somaldi, San Ponziano, San Romano, San Salvatore, San Simone e Giuda y del Suffragio. A las que debemos sumar los oratorios de San Anastasio, de San Benedetto in Gotella, San Franceschetto y de Santa Giulia; el Santuario de Santa Gemma y, por supuesto, el magnífico Duomo o Catedral de San Martino.

En esta última, aparte del ya mencionado sepulcro de Ilaria del Carretto, se guarda y venera un singularísimo Cristo Crucificado, popularmente conocido como Volto Santo, atribuido a Nicodemo15 y del que se dice es la imagen lígnea más antigua de Jesucristo. Así mismo, la catedral alberga una extraordinaria Última Cena (1594) de Jacopo Robusti Tintoretto (1519-1594); la penúltima de las siete que realizó a lo largo de su vida para las iglesias venecianas de San Marcuola (1547), San Trovaso (1560), Santo Stefano (1570), San Polo (1575), Scuola Grande de San Rocco (1579-81) y San Giorgio Maggiore (1592-94); y la única, junto a la que se exhibe en la Iglesia de San Francisco Javier en París, fuera de la antigua y Serenissima República16.

Pero en la catedral de Lucca también podemos contemplar un prodigioso mármol de Cristo Salvador (1579) realizado por Giambologna, junto con otras dos obras suyas (San Pedro y San Paolino17) y algunas del artista local Matteo Civitali (1436-1502): San Juan Bautista, San Sebastián y el santo obispo Regolo, junto a los sepulcros de este último y de Pietro Da Noceto18 (1472). Civitali fue un escultor muy reputado en su época y Lucca le conmemora con un excelente monumento, obra del también luqués Arnaldo Fazzi (1855-1944). Aunque ni Civitali ni Fazzi son, ni mucho menos, los únicos grandes artistas alumbrados en Lucca. Así, debemos recordar a los también escultores Augusto Passaglia (1837-1918)19, Urbano Lucchesi (1844-1906)20 y Alfredo Angeloni (1883-1953)21 y, por supuesto, no podemos olvidar a los célebres músicos Luigi Boccherini (1743-1805) y Giacomo Puccini (1858-1924), quienes, naturalmente, también gozan de sendos monumentos en su honor22 en su ciudad natal.

En definitiva, una urbe con encanto, cálida y alegre, cargada de una Historia que se palpa a cada paso recorriendo sus callejas y plazas, internándonos en los misteriosos sottopasaggi delle mura23… o cenando una deliciosa zupa frantoiana y unos tordelli en algún pequeño restaurante con las paredes saturadas de instrumentos musicales, viejas fotografías y botellas de chianti.

Santiago Prieto Pérez

1 En las estribaciones de los Montes sub-Apeninos toscanos.

2 De la cantera de San Giuliano Terme se extrajo la piedra para la catedral y baptisterio de Pisa.

3 Lienzo de muralla entre dos bastiones, baluartes o torres. La muralla de Lucca se levantó entre 1544 y 1648 y consta de 12 cortinas y 11 baluartes.

4 De Madrid a Nápoles (1860-61), en Obras Completas de D. Pedro A. de Alarcón, Ediciones Fax, Madrid, 1943, p. 1396.

5 Segunda mujer del poderoso señor Paolo Guinigi (c. 1372-1432), comerciante del mármol de Carrara y telas de seda y miembro de la familia gobernante de Lucca. Fallecida en 1405, con apenas veintiséis años, su sepulcro fue esculpido por Jacopo della Quercia entre 1406 y 1407.

6 Le città del silenzio (1903). En diálogo con el río Serchio: “Tú ves a lo lejos los olivares grises / que evaporan sus rostros hacia las colinas, oh Serchio, / y la ciudad con el círculo arbolado, /donde duerme la mujer de Guinigi. / Ahora el blanco aciano duerme / cerrada en sus ropas, tendida sobre la tapa /del hermoso sepulcro; y tal vez lo tuviste como espejo, / tu orilla tuvo sus vestigios. / Pero hoy no, Ilaria del Carretto / la tierra que riegas señoreas, oh Serchio, así entre los árboles de Lucca […]”

7 Praeterita. The autobiography of John Ruskin (1885-1900). Oxford University Press, 1990, p.316.

8 Mañanas en Florencia, Editorial Pre-Textos, Valencia, 2015, p. 64.

9 Del 60 al 53 a.C. Según este reparto, Pompeyo gobernaría Italia e Hispania; Craso, Oriente, y Julio César, Iliria y las Galias Narbonense y Cisalpina. Tras un período de estabilidad, en el año 49 a.C., Craso, Pompeyo y César se enfrentaron en una larga guerra civil que finalizó con la victoria de César tras las batallas de Farsalia (48 a.C.), Tapso (46 a.C) y Munda (45 a.C.). Julio César fue asesinado apenas un año después, en el 44 a.C.

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10 Del intenso comercio en la ruta Alicante-Génova ya hemos dado cuenta en otras ocasiones, como por ejemplo a propósito de los encargos de mármoles de Carrara con destino a España. El mismo Cervantes, hace una mención en El Quijote: “…el uno tomó el viaje de Salamanca, el otro de Sevilla, y yo el de Alicante adonde tuve nuevas que había una nave genovesa que cargaba allí lana para Génova”. (Don Quijote de la Mancha, Primera Parte, capítulo XXXIX, “Donde el Cautivo cuenta su vida y sucesos”, Edicomunicación S.A., Barcelona, 1990, p. 265).

11 Esta ruta unía Canterbury y la Ciudad Eterna.

12 Huido de España en diciembre de 1569, tras herir en un duelo al maestro de obras Antonio Segura. Cervantes vivió intermitentemente en Italia entre 1570 y 1575, participando en las expediciones navales de Lepanto (1571), Navarino (1572) y Corfú, Bizerta y Túnez (1573).

13 Varias iglesias, como la de San Pietro Maggiore, fueron saqueadas y literalmente arrasadas.

14 San Michele in Foro –debido a su ubicación en el lugar que ocupase el foro romano– se distingue exteriormente por su enorme fachada calada en sus tramos superiores por una sucesión de ventanas de medio punto que aligeran la rotundidad del paramento. Muy similar a la catedral de Pisa. En su interior alberga tres imágenes memorables de la Virgen con el Niño: una de terracota vidriada del gran Luca della Robbia; otra fechada en 1522 de Raffaello da Montelupo (c.1504-c.1566), y la llamada Madonna salutis portus, realizada por Matteo Civitali en conmemoración y agradecimiento por el fin de la peste de 1476. Por lo que respecta a la pintura, destaca una tabla que representa a San Jerónimo, San Sebastián, San Roque y Santa Elena (c. 1483) ejecutada por Filippino Lippi (c. 1457-1504), hijo de Fra Filippo Lippi.

15 Encargado junto a José de Arimatea de enterrar a Jesús. Según cuenta la leyenda, la imagen de Cristo tallada por Nicodemo, inacabada e imperfecta por sus limitaciones como escultor, fue terminada de noche por un ángel. Se trata, por lo tanto, de una imagen milagrosa, como la Sábana Santa de Turín, también llamada acheropita: el griego ἀχειροποίητα. “ἀ”, sin; “χείρo”, mano; “ποιείν”, hacer. Es decir: “no realizada por la mano humana”. Un rasgo distintivo y muy poco frecuente de esta imagen es que muestra a Cristo en la cruz cubierto por un colobium o “colobio”, una túnica empleada en la Antigüedad en Oriente Próximo.

16 El lavatorio (1548-49) de Tintoretto que puede verse en el Museo del Prado formaba pareja con la Última Cena que todavía se conserva en la veneciana Iglesia de San Marcuola. Adquirido por Ferdinando Gonzaga (1587-1626), posteriormente por Carlos I Estuardo (1600-1649) y, tras la ejecución de éste y posterior subasta de sus bienes, fue adquirido por Luis Méndez de Haro, que lo regaló al rey Felipe IV.

17 San Paolino, obispo de Nola, diócesis de la provincia de Nápoles. Autor de una serie de poemas de cancionero o “Carmina” y de un epistolario de 49 cartas a San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo.

18 Secretario del antipapa Niccolò V (1258-1333).

19 Passaglia es el responsable de numerosas imágenes en la fachada de la Catedral de Florencia y de varias de sus magníficas puertas de bronce. En 1891 realizó el Monumento al jurista Francesco Carrara en Lucca. El Palazzo Mansi (Pinacoteca Nacional de Lucca), conserva muchas de sus obras en yeso.

20 Autor del Monumento a Garibaldi (1885) de Lucca.

21 Autor del espectacular Monumento a los caídos (1930) de Lucca. Pueden verse numerosas obras de este excelente y prolífico escultor en el Museo Nacional de Lucca, sito en el Palazzo Mansi.

22 La estatua en bronce de Puccini fue realizada por Vito Tongiani entre 1993 y 1994. El monumento a Boccherini es obra de la escultora holandesa Daphne du Barry y data de 2008. Otros monumentos públicos de interés son el dedicado a María Luisa de Borbón, ejecutada por el gran Lorenzo Bartolini en 1824; la estatua del mercader y político Francesco Burlamascchi (1498-1548) por Ulisse Cambi (1807-1895) y la piadosa columna de la Madonna dello stellario, tallada por Giovanni Lazzoni (1618-1687) al final de sus días.

23 Pasos subterráneos abovedados bajo las murallas.

 

 

Autor

Santiago Prieto
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