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Enrique Cases (Barcelona, 1943). Sacerdote con ministerio en Barcelona. Doctor en Teología. Licenciado en Ciencias Químicas. Exprofesor asociado en la Universidad de Navarra y en la Universidad Internacional de Cataluña. Es autor de los siguientes libros de texto (del bachillerato anterior), todos ellos editados por Casals: Jesucristo redentor del hombre, para jóvenes de quince años; Dios, rico en misericordia, para los de dieciséis años; La verdad os hará libres, para jóvenes de diecisiete años, y Es posible creer, también para esta última edad. También ha publicado Mujeres valientes. Meditaciones sobre las mujeres del Evangelio (Eunsa, 1995), Hombres ante Dios. Meditaciones sobre los hombres del Evangelio (Eunsa, 1997), Los doce apóstoles (Eunsa, 1998), El joven rico (Palabra. Mundo Cristiano, 1998), En torno a Belén (Palabra. Mundo Cristiano, 1998), Tres años con Jesús. Meditaciones sobre la vida de Cristo (Eunsa, 2000), entre otras muchas obras.
En esta ocasión le entrevistamos sobre su nuevo libro El Evangelio eterno. Una mirada profunda y reflexiva sobre las etapas de la historia de la salvación desde una perspectiva teológica y escatológica. Con claridad, el autor conecta las promesas bíblicas con el futuro de la humanidad, explorando temas como la Trinidad, el Mesías y el papel del Espíritu Santo en la historia. Este libro es ideal para quienes buscan enriquecer su fe, comprender el mensaje de la Biblia y reflexionar sobre el significado de la esperanza cristiana en los tiempos modernos. Una obra que inspira y abre horizontes hacia el eterno plan divino. Lo puede adquirir en este enlace.
¿Cómo nace su idea de escribir un libro sobre el Evangelio eterno?
Desde hace bastantes años existe en mucha gente la conciencia de un cambio de época a todos los niveles, tanto en el ámbito filosófico, cultural e histórico…Pero la decisión de escribir este libro viene de una conversación que tuve con Antonio Yagüe, doctor en Geología y bachiller en Teología, que lleva muchos años editando vídeos, libros y conferencias sobre la escatología.
Yagüe me hizo ser consciente de cosas que debería saber y no sabía. En la introducción de Ratzinger a su libro Escatología dice que el tema de los últimos tiempos ha sido muy abandonado en la Iglesia Católica. Concretamente afirma que Jesús predicó con mucha personalidad sobre el fin del mundo. Los 4 Evangelios dedican tres cuartas partes a hablar del tema y San Pablo en sus Cartas habla bastante de ello.
Por todo ello me decidí a meterme a fondo en el estudio del tema. Entonces descubrí por qué el Apocalipsis es tan poco conocido entre los católicos. Se debe al gran desconocimiento que hay de los profetas porque el Apocalipsis recopila todo lo que dicen los profetas del Antiguo Testamento y lo amplía un poco y pone a Jesucristo como el Salvador.
¿Dónde se habla exactamente del Evangelio eterno?
En el Apocalipsis, capítulo 20, dice que un ángel es enviado con un Evangelio eterno. Algunos autores en el siglo XIII lo interpretaron como que este Evangelio eterno sustituía a los Evangelios canónicos, a los sacramentos y a las mismas enseñanzas de la Iglesia. Lógicamente fueron condenados. San Buenaventura, tercer maestro de los franciscanos y maestro en París, dice que el Evangelio eterno es una luz divina para captar el sentido más profundo de las Sagradas Escrituras. Lógicamente yo me uno a esta interpretación y pongo un par de ejemplos.
Durante siglos casi nadie sabía decir nada sobre los 30 años de vida oculta de Jesús. En el siglo XX San José María Escrivá advierte que esos años son el modelo de la vida de santidad en medio del mundo y en el trabajo.
Otro ejemplo es el de un teólogo italiano, Mauro Leonardi, que se da cuenta de que Jesús vive el celibato 30 años sin que nadie sepa nada de por qué. Este autor ve en ello el celibato en medio del mundo, mientras que en la vida pública Cristo es modelo de los sacerdotes y religiosos.
¿Recibió alguna otra luz al respecto?
Efectivamente, el abad de Fiore, en el siglo XII, interpreta teológicamente la historia. Antes de Cristo era la edad del Padre, a partir de Cristo los siguientes 2000 años corresponden a la edad del Hijo, aunque siempre están presentes las 3 personas divinas y le sigue la edad del Espíritu Santo, con los mil años profetizados en el Apocalipsis varias veces.
Henri de Lubac escribió varios libros sobre la posteridad del abad de Fiore, resaltando que muchos, incluso no cristianos, aceptan una etapa dorada final, por ejemplo el marxismo y el positivismo de Comte. Joaquín de Fiore piensa que la tercera edad comienza en 1260, influido por la presencia de San Francisco y de Santo Domingo. Mi opinión es que el cambio de época se da en estos tiempos.
Háblenos un poco de la edad del Padre…
Es la edad de los padres antediluvianos y Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo y más tarde de Abraham, Moisés y los profetas. Con Cristo la revelación de Dios como uno y trino es importantísima y en la edad del Hijo se dan muchos vienes espirituales a la Iglesia.
¿Cuáles son esos bienes?
La filiación divina, el perdón de los pecados, la Eucaristía y una actuación muy viva del Espíritu Santo que inspira el Nuevo Testamento y asiste a la Iglesia para decidir cuáles son los libros inspirados. Al mismo tiempo el Espíritu Santo promueve la vida contemplativa en muchos lugares. Se dan muchos carismas como los de los fundadores de órdenes religiosas, congregaciones, institutos…que tanta riqueza han aportado a la Iglesia.
¿Cuándo finaliza la edad del Hijo?
Recurro al testimonio de los profetas y del mismo Jesús en sus discursos escatológicos, que se encuentran en Mateo, Lucas y Marcos. En ellos nos dice que no sabemos el día ni la hora, pero como en la higuera, cuando hay signos, estos indican lo que va a pasar.
¿Cuáles son estos signos que marcan el final de la edad del Hijo?
Resumiendo mucho estos signos previos a la segunda venida de Cristo son:
La gran apostasía, la gran tribulación, la abominación de la desolación, que es la supresión del sacrificio perpetuo, señales del sol, la luna y las estrellas, guerras y rumores de guerra…El Apocalipsis y los profetas describen muchas de estas señales, terremotos, grandes inundaciones, pero no diluvio y el Anticristo u Hombre de la Iniquidad. Entonces será la segunda venida de Cristo en Honor, Gloria y Majestad, superando todos estos males y cumpliendo todo lo prometido por los profetas y por el mismo.
¿Qué señales se darán entonces?
La inmortalidad, la paz, la santidad de la Iglesia, la superación de las heridas del pecado original o regeneración, resurrección de algunos, llamada las primicias, a la que seguirán otros más hasta la resurrección final en la parusía. Otro hecho profetizado por San Pablo es la conversión de los judíos y la vuelta a Israel de todas las tribus dispersas por la tierra.
En la edad del Hijo la vida contemplativa, promovida por el Espíritu Santo, fue muy fecunda. En el milenio, al ser apartado Satanás y ser regenerada la humanidad, la vida contemplativa será más intensa, especialmente entre los laicos. La Iglesia vivirá una auténtica primavera y siendo siempre la Iglesia jerárquica de Pedro, será como una Iglesia de Juan, el discípulo amado.
¿Qué sucederá en la edad del Espíritu Santo?
En la edad del Espíritu Santo será atado Satanás y los suyos. Será un reino eucarístico porque la Iglesia ha dicho que esta venida no será visible, pero será real. Al final de los 1000 años se soltará por poco tiempo a Satanás y después será arrojado al abismo junto con una gran batalla, la gran batalla de Armagedón. Y finalizada este por fin vendrá el Juicio Final con la venida de Cristo en Honor, Poder, Gloria y Majestad y juzgará a todos los hombres y separará las ovejas de los cabritos. Y después, viene la eternidad, en la que los justos estarán en el Cielo y los pecadores obstinados con los demonios en el infierno. El el Cielo además de la gloria esencial que es gozar de la presencia de Dios, tendremos una gloria accidental en la que podremos disfrutar de todas las cosas lícitas que nos atraen.
Ante todas estas señales que hemos comentado en la entrevista Nuestro Señor Jesucristo nos pide sencillamente que estemos vigilantes y tengamos fe.
Autor
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Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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El católico debería tener mucho cuidado con los falsos doctores o falsos profetas. Incluso San Agustín pudo haberse visto seducido inicialmente por ella, pero mil años y un día es lo mismo para Dios Nuestro Señor. Mil es una cifra que indica, en sentido bíblico exegético, totalidad del tiempo, no es un milenio en el sentido físico temporal, es decir, no puede ser interpretado como un período intermedio previo a la Segunda Venida de Cristo o Parusía. Es muy frecuente atraer a sectas de falsos profetas a gente desesperada con vanos argumentos de un futuro gobierno maravilloso conforme a Dios, cuando ni el Señor mismo pretendió el Poder que le corresponde y nadie puede quitárselo, aunque todo político sea un usurpador. Cuidado con dejarse seducir por estos falsos profetas.
La Escatología de Mateo 24, que es la definitiva y determinante, es clara, pues el mismo Señor afirma que el día que menos pensemos, vendrá el Señor, es decir, que será un acontecimiento totalmente imprevisto, por eso nos exhorta continuamente a que estemos vigilantes, a que velemos, porque no sabemos ni el día ni la hora, como el dueño de la casa no sabe a qué hora de la noche vendrá el ladrón.
El sentido escatológico de las señales precursoras: el sol que se oscurecerá, la luna que no dará resplandor y las estrellas que serán borradas del cielo no es literal. Puede referirse a prelados (estrellas), Iglesia (luna oscurecida, al menos en muchos lugares) y Eucaristía (sol, si se celebra la misa en vano, expulsando a Cristo de los templos).
El mismo Señor nos advirtió que oiríamos hablar de guerras y de rumores de guerras, que habrá hambre y terremotos en distintos lugares del mundo. Nos advirtió que no nos alarmásemos, que era necesario que todo eso sucediese, pero que no sería el final. De hecho, en los dos últimos milenios, no ha parado de haber guerras, rumores de guerras, terremotos, hambrunas, catástrofes de todo tipo e innumerables desgracias. Es muy frecuente entre falsos profetas atraer la atención de incautos cada vez que sucede cualquier tipo de catástrofe. Cuidado con los que engañan.
Lo que sí es distintivo de los últimos días es:
a) La caridad se enfriará. Es decir, el desánimo cundirá, la pérdida de fe se generalizará y la propia caridad será rechazada por cada vez más gente. Por eso, el Señor afirma que el que persevere hasta el fin, se salvará. Esto lo vemos hoy inequívocamente a diferencia del pasado, pues la mayor parte de la población se ha vuelto soberbia, vanidosa y rechaza la humildad y la humillación que supone la caridad, como si pudiesen hacer latir su corazón sin contar con Dios, como si no dependiésemos todos más de la caridad de Dios que un bebé de su madre y su padre. La soberbia conducirá las almas a la perdición, al infierno.
b) Aquellos días serán de gran corrupción moral. El Señor hace el símil de los días de Noé. Será un tiempo de gran perversión y degeneración moral generalizados (no solo de élites de poder o poderosos, sino de toda la población), aunque aparentemente intrascendentes. Además, el Señor afirmó que si aquellos días no se abreviasen, no se salvaría nadie. Esta aseveración es prueba palpable de lo generalizado del pecado en ese tiempo.
Es de esperar que estas aseveraciones no las decía por el otro acontecimiento profetizado ya cumplido, la caída de Jerusalén, pues aquello fue un suceso local consecuencia del fin de la Antigua Alianza, pero que no tuvo repercusión mundial salvo en que el Nuevo Israel sería ahora la Iglesia de Cristo, la Santa Iglesia Católica Apostólica y no los judíos, que permanecerían fieles a la tradición farisea deicida.
c) Surgirán muchos falsos profetas y muchos usurpadores. El Señor nos advierte de que no les creamos cuando traten de hacernos creer que el Cristo está aquí o allí. La Parusía o Segunda Venida del Señor será inequívoca, como el relámpago que brilla de oriente a occidente. Nadie podrá dudar del Señor cuando venga con Poder y Gloria.
d) Ni que decir tiene que la Segunda Venida de Jesucristo no será ya como Redentor y Salvador, sino como Justo Juez. Inmediatamente tendrá lugar la Resurrección Universal y el Juicio Final tal como expresa la parte final del capítulo 25 del Evangelio de San Mateo, referente no al juicio particular de cada alma, sino al juicio de las naciones, es decir, de los reinos y potestades que han tenido delegado a lo largo de la historia, el poder sobre los pequeños. Ese Juicio Final recaerá sobre emperadores, reyes, príncipes, nobles, políticos, aristócratas, poderosos y sobre toda autoridad de toda la tierra a lo largo de los siglos, según el uso que de dicho poder hayan hecho. Es por eso que el Señor no juzgará por pecados personales (adulterio, injurias, impureza, pereza, gula, etc.), sino por pecados cometidos por los poderosos en función de las obras de caridad: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al peregrino, visitar al enfermo o al que está en la cárcel. Es un juicio sobre los poderosos que no exime de las penas particulares de cada cual. Por eso cada persona, cada hombre y cada mujer, tiene una responsabilidad particular ante Dios y una colectiva de la que puede hacerse reo o bienaventurado en función de si cumplió la Santísima Voluntad de Dios en su vida.
Por otra parte no hay que incurrir en el error de hablar del anticristo como si fuera un personaje histórico que ha de surgir. El mismo autor del Apocalipsis, en su segunda epístola católica, nos previene de guardarnos de los anticristos, que son todos los que niegan al Hijo y, por lo tanto no tienen al Padre.
El anticristo, el falso profeta, la imagen de la bestia y la gran ramera de Babilonia hacen referencia a tipologías de personas o a reinos o dominios, no a personas concretas.
¿Quién es la gran ramera de Babilonia que el Apóstol amado San Juan nos presenta en su libro de la Revelación?
Muy difícil de determinar, pero la democracia o «estado social y democrático de derecho» constituye un candidato perfecto que encaja con su descripción bíblica. Un sistema de prostitución (entiéndase el sentido de la prostitución, el renunciar a la gloria por un plato de lentejas o por la seducción del demonio, padre de la mentira) con el que fornicaron todos los reyes (políticos) de la tierra. Téngase en cuenta que la democracia, a diferencia de todos los reinos e imperios del pasado, constituye una fórmula de poder que requiere el consentimiento de mares de gente (como el de Eva y Adán a la serpiente demoníaca en el Paraíso), de muchedumbres, que se solidarizan con los pecados de los políticos votándoles y se hacen reos de sus crímenes contra las almas, que no solo contra las vidas terrenales. Además, conviene recordar que hay un pecado que no tiene perdón posible, el pecado contra el Espíritu Santo. ¿Realmente no será la política este pecado de muerte eterna, siendo los políticos los que enseñan que el Bien es malo y que el mal es bueno? Desde luego, la mentira, ocupación fundamental de los políticos, no puede conducir sino a la perdición eterna.
¿Quién es el falso profeta e imagen de la bestia?
Si los políticos, como sostienen no pocos, sean del signo que sean, no responden con precisión a esta descripción, llegando incluso a seducir con la mentira a papas, cardenales, obispos y teólogos, si, repito, no responden a esta descripción, solo pueden serlo los herejes e idólatras (seguidores de falsas «religiones», es decir, todos fuera de la Santa Iglesia Católica Apostólica, la de Jesucristo Nuestro Señor, la de la Eucaristía, la de los siete sacramentos, la de los santos y santas de todos los tiempos, UNA, SANTA, CATÓLICA y APOSTÓLICA). Pero lo que la historia ha demostrado es que son los políticos los que seducen a los prelados, ocupando incluso con usurpación sus puestos (téngase en consideración la simonía feudal, la designación laical, las investiduras, el siglo de hierro, los «papas» de Aviñón fuertemente advertidos por santa Brígida de Suecia, Patrona de Europa, etc., que, en no pocos casos, han provocado cismas por tener finalidades políticas, que no de dar gloria a Dios apacentando su rebaño) y no al revés.
Problema fundamental. ¿Qué es la política?
Según el ERROR introducido en seminarios por influencia de filósofos como Aristóteles: «la búsqueda del bien común».
La verdad de la política: «la pretensión de poder». Es decir, el alcanzar el poder, mantenerlo e incrementarlo, principalmente de tres formas complementarias o no excluyentes: por la fuerza o violencia (derramamiento de sangre, matando), con ejércitos y fuerzas de «orden», con compra de voluntades o alianzas (prostitución de las masas), y con engaños, mentiras, manipulaciones, hipocresía o coacción (falsos profetas o doctores que engañan a los que se niegan a confiar en Cristo). En ninguno de estos casos la conducta es propia de los que imitan a Cristo.
Jesucristo Nuestro Señor jamás fue político y sí fue víctima de la política de su tiempo. Además, jamás incitó a sus Apóstoles y discípulos, ni a sus santos y santas, a ejercer cargo político alguno en ningún momento de la historia.
El Nuevo Testamento, sus 27 libros, no contienen ninguna sombra de duda: la Palabra de Dios NO ES POLÍTICA. No es opinable, no es relativa, no es interpretable conforme a los planteamientos políticos de una u otra opción. La Palabra de Dios no es populista, ni políticamente correcta, no es conforme a los hombres, ni es para ganar voluntades, votos, prebendas, sino conforme a la Santísima Voluntad de Dios, que enseñó que lo que es aceptable para los hombres, es abominable para Dios.
La distinción es crucial, pues en función de la creencia en una u otra definición de política, la fe se ve totalmente distorsionada y, lo peor, se extiende el error entre los fieles al confiar en quien no deben, los políticos, y no en los santos, hoy arrinconados y sometidos a paciencia, como advierte el libro del Apocalipsis de san Juan, mientras dure la dura prueba de fuego a la que están siendo sometidos los fieles para la Salvación de las almas que Dios desea.
¿Es lo mismo poder que autoridad?
Rotundamente NO. San Juan Bautista tenía autoridad, pero no poder. Herodes tenía el poder, pero ninguna autoridad. Toda autoridad viene de Dios, pero el poder raramente corresponde a los santos, los elegidos de Dios, porque el mundo odia a Cristo y a todos los suyos tal cual nos ha transmitido en su Evangelio el Apóstol amado san Juan. ¿Quién buscaba el asentimiento moral del otro?¿Un indigente puede tener autoridad sobre un rey? Rotundamente SÍ. El mismo Señor afirmó que la revelación es dada a los pequeños, humildes y sencillos y es ocultada a los sabios y poderosos de este mundo. La historia está plagada de revelaciones del Señor y de la Santísima Virgen María a pequeños, humildes y sencillos, mientras que muchos sabios teólogos se han equivocado con gravísimas consecuencias, han introducido errores mortales en el Magisterio por culpa de su soberbia intelectual. El Magisterio y la Tradición deberían ser solo prerrogativa de santos y santas, los verdaderos elegidos de Dios, los que verdaderamente tienen autoridad y deberían detentar el poder en todo orden, empezando por la Iglesia, pero también en el orden temporal.
En lo que a los anticristos se refiere, queda perfectamente aclarado quienes son por el propio autor del libro del Apocalipsis, el Apóstol amado San Juan, en su segunda epístola católica, la cual ha sido desdichadamente borrada de las «biblias» protestantes, todo un suicidio espiritual para sus engañados seguidores, Dios quiera que rectifiquen como hijos pródigos y vuelvan al seno del Padre lo antes posible, pues eso es exactamente lo que son, hijos pródigos tal cual nos describe el Evangelio de san Lucas, a los que Dios espera amoroso sin descanso. Le darán una gran alegría cuando vuelvan a donde nunca debieron salir, independientemente de los pecados personales de Pedro y sus sucesores.