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Siniestros patológicos y embusteros compulsivos; en el terreno intelectual -del que presumen, dándonos clases de la gramática que ignoran- aun son menos cosa que en el práctico de andar por casa. Su meta en la paranoia de inutilidad es engañar y robar al que lo ha trabajado, lo tiene y es suyo. De ahí el eliminar la propiedad privada. (La ajena) Su filosofía de «lo mío es mío, y lo de los demás, también», la llevan hasta sus últimas consecuencias. «Te robo lo tuyo, y si te resistes, te mato». En ambos caso están autorizados por el partido. Primero por el socialista, y después, por el comunista. Y como eso sí que es verdad, ya quedan tranquilos, para seguir delinquiendo. Su teoría de eliminar la propiedad privada, es solo aplicable a los demás, bajo el pretexto que todos los bienes van a parar al partido que son ellos mismos, dirigidos finalmente por una sola cabeza enferma.

Romper el orden natural les gusta como hundir el barco común en que viajamos todos, para preparar el terreno que les llevará a sus oscuros fines que ellos mismos ignoran. No están mentalmente capacitados para discernir el bien del mal; para ver la luz y distinguir la sombra. Ni tienen conciencia en su inconsciencia, porque su gusto -a la vez instinto- es que, aunque se quemen ellos, pegarle fuego a España. Empiezan como el perro del hortelano, como ese perro verde de puro raro, pero luego siguen, al no saber parar ni contenerse. Envidiosos con avaricia. Quizá la envidia sea el motor de su perversidad, y de ahí su obsesión por eliminar la religión católica. En ella los fieles se resignan a vivir en paz y gracia de Dios, aceptándolo todo. Estando a bien con Dios y con el prójimo. Ellos no aceptan nada, ni saben de eso, y sistemáticamente lo atacan; no hay amor ni perdón, que es lo católico. Todo cuanto anuncie la fe católica, lo detestan y persiguen. Y bien podemos imaginar lo que es un ser sin amor, ni perdón. Pues ahí lo tenemos. Ahí está el prototipo y de ahí su inferioridad moral, que en su manipulación del lenguaje, invierten por lo contrario; «superioridad moral». Si donde habita el bien y la paz allí está Dios, ellos nunca tendrán ahí su sitio. Les come la envidia. Su naturaleza de escorpión se representa en la fábula de la rana y el escorpión. No se aguantan: son así por naturaleza, igual que las malas hierbas; «progresistas» en el mal. (Otra inversión del lenguaje) Acaban matándose en la desesperación de la guerra que provocan. Mueren sin honor, valor y verdad. (Véase cómo terminaron la guerra en Madrid, entre comunistas y anarquistas) Y llegan mirándote con asco por encima del hombro y perdonándote la vida. Hablando su lenguaje distintivo, vomitivo, inclusivo y absurdo. Diciéndote indirectamente que eres un ser inferior y abyecto, equivocado, eliminable, y que tu único derecho es a morir. Presumen de lo que carecen; con su verborrea carente de contenido, hablan sin decir nada con su lenguaje ambiguo y manipulador, de frases de humo y expresiones vacuas que escupen como rastreros reptiles que salen cansados del invierno.

En su inmoralidad, al no conformarse con robar, parten de ahí. Su ética es esa. Quieren hacerte comulgar con ruedas de molino, si les aguantas, antes de que te insulten escupiéndote, fascista, y te vayas. Comulgan con el diablo, y por eso están, además de locos, endemoniados. Quien no cree en el demonio, es que no conoce a la izquierda. Tanto los que mangonean desde el poder haciendo tanto daño, como sus votantes y palmeros, son igual de asquerosos. Llevo mucho observando a semejante tropa inmunda, variopinta y desquiciada. A este exclusivo ganado que es un arma cargada de odio. A los ejemplares de esta especie, los vengo estudiando desde antes de nacer. Desde que torturaron a mi pobre familia y a las humildes y honradas gentes trabajadoras de los pueblos del Norte, cuando los invadieron en agosto de 1936. Tras la invasión roja vino el martirio, la ruina y tortura, y la muerte, hasta que, tras 15 meses de clavario terminó aquella historia cruel, pegándoles fuego a los pueblos, reduciéndolos a cenizas, al marcharse. (Esto ya lo dije, pero el que se repite dice la verdad) Cuando por fin, «manus militari«, pudo ser liberada la zona. Mejor dicho, no hubo resistencia, se marcharon con el rabo entre las patas como perros acobardados, pegando fuego a todo lo que no pudieron robar. Por eso, y al volver ahora a las andadas, les profeso tan especial cariño…

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«Salvaos de esta generación perversa», dijo Jesucristo. Corrompieron la juventud y dividieron a los españoles. Hasta ahora, todos los que presumen ser de izquierdas, progresistas, feministas y demás estupideces, y zarandajas, miembros y «miembras», son responsables del mayor atentado que cambió el rumbo de España: el 11-M. Tras él cometieron un rosario de maldades y se fueron de rositas. Escándalo tras escándalo para tapar al anterior. No descansaron nunca. Ahora es la corrupción que tienen con lo del Coronavirus y su latrocinio, en la distribución del material sanitario y ese dinero público que dicen no ser de nadie, y que hacen suyo. ¿Cuántos murieron por su causa? Rompieron el equilibrio de la ejemplar transición, de paz y progreso que alumbró al periodo más fértil tras la muerte de Franco, adonde se dio la mejor democracia, la cual el mismo jefe del Estado que había levantado a España, creó las condiciones para que así se diera. La clase media es la democracia. Es su mejor creación, esa estabilidad, concordia y paz, en ilusión, trabajo y mejora, que salvo la ETA comunista que alimentaban los mismos que hoy la subieron al poder con ellos, no había otra mancha en el sistema. Esos mismos viejos socialistas que hoy parece que recobran la cordura y el sentido común, cuando ya nada pintan en la escena política, y dicen la verdad, que entonces ocultaron, para inyectar el virus letal que se fue desarrollando y manifiesta hasta hoy, con la peste roja del Covid-19. Consiguieron embarrar el río por donde iba el agua clara, revolverlo y ensuciarlo todo para romperlo, empezando por la justicia. Jamás la respetaron. Después fue el periodismo, al que corrompieron y compraron. Hoy no hay otro tema que el político del que viven y abusan, y que empezó el perverso ZetaP. Hasta el tonto del pueblo te da clases de política. Así todo lo politizaron y como los cerdos disfrutan en el fango; será difícil acabar con el fango y los cerdos. Sindicatos, partidos, liberados, y otros grupos mantienen la estrategia del juego sucio. Así dijo Franco: «mientras yo viva no habrá partidos políticos en España». ¡Cómo los conocía!

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REDACCIÓN