22/11/2024 06:59
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Acaba de publicar un diario digital nacional que, según informes elaborados por militares españoles (hace más de 30 años), los territorios de soberanía españolas en el norte de África eran indefendibles y caerían en pocas horas, ante un ataque militar marroquí. Lógicamente, sesudos estrategas estadounidenses corroboraron tan pesimistas prospectivas. Se supone que el pronóstico actual sería aún peor, teniendo en cuenta que desde entonces el poderío militar de Marruecos se ha incrementado considerablemente, mientras que el español, en paralelo, se ha ido degradando de forma progresiva.

Sorprende, en principio, la falta, o el olvido, de “voluntad de vencer” que demostraron tan insignes estrategas hispanos. Recordaremos que la “voluntad de vencer” es el principal e incuestionable principio fundamental del arte de la guerra y que se define “como el firme propósito del mando y de las tropas de imponerse al adversario en cualquier situación, por desfavorable que ésta sea. Implica fe en el triunfo, tenacidad para alcanzarlo y actividad insuperable para la ejecución”. Parece ser que su propuesta al mando implicaba la rendición preventiva, y sospecho, porque no creo en las casualidades, que esa es la intención al sacar a la luz unas opiniones tan seleccionadamente sesgadas. Máxime teniendo en cuenta que, entonces, las entidades de las guarniciones y sus capacidades de combate eran suficientes para la defensas de esas plazas.

Analizaremos las condicionantes para defensa de los territorios de soberanía españoles en el nunca bien valorado estratégico Estrecho de Gibraltar, por donde nos ha llegado siempre nuestras grandes catástrofes históricas.

Analizaremos, en primer lugar, los condicionantes adversos:

Uno de los informantes españoles instaba a buscar soluciones alternativas políticas. ¿Y por qué no militares también? La situación actual, como entonces es que Marruecos cuenta, al menos, con el respaldo de Estados Unidos y de Francia. Las naciones que pueden respaldar a España son ninguna.
No hace falta recordar quién apoyó a Marruecos en la guerra de Ifni-Sahara, durante la Marcha Verde y la ocupación por la fuerza de la isla de Perejil que, en este caso, a pesar de las alharacas de un ministrillo, España renunció, a cambio de nada y por escrito, a su soberanía (no enarbolar la bandera española ni poner el pie en ella). La OTAN ni está ni se le espera.
Marruecos no ha dudado en emplear la fuerza, cuando la situación le ha sido propicia, para conquistar los territorios que ha reclamado como propios. Estratégicamente, nadie con dos dedos de frente puede darse por sorprendido, ni decir que no estaba avisado.
Sin embargo, tácticamente siempre ha conseguido la sorpresa. La reciente violación por inmigrantes de las fronteras ceutí y melillense, pueden servir de botón de muestra. El rey magrebí es jefe efectivo de sus fuerzas armadas, no virtual, y puede dar órdenes directas a las unidades actuantes, manteniendo así la discreción y la rapidez de ejecución, que, a su vez, está favorecida por una excelente red de comunicaciones (financiadas por los gobiernos españoles, incluidos autonómicos). Sin descontar la posible ingenuidad de nuestros servicios de inteligencia o que están dedicados preferentemente a otras cosas.
Intentar aplacar a la fiera, con prebendas y dádivas es contraproducente, es no conocer su idiosincrasia, ni haber aprendido nada de nuestras campañas de Marruecos (1909 – 1927) y posteriores, donde toda concesión era interpretada, no sin razón, como debilidad, alimentando su voracidad. Habría que recordar la famosa frase de Chruchill sobre el deshonor y la guerra.
Otro grave inconveniente es nuestra debilidad en la retaguardia en general y, en particular, dentro de Ceuta y Melilla. La primera con el adelgazamiento de la conciencia nacional fomentada por globalistas y separatistas. Las segundas es un problema de cruce de lealtades (políticas y religiosas), y una dolosa irresponsabilidad repetir la experiencia del derrumbamiento de la comandancia militar de Melilla, en julio de 1921, tan publicitado recientemente.

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Analizaremos, a continuación, en algunas pinceladas, las consideraciones favorables y las actividades que se deben realizar para mantener la integridad territorial y la soberanía española:

Primero es reconocer que las reclamaciones territoriales de Marruecos sobre territorios y aguas españolas es una agresión, en el fondo y en la forma. Como es una agresión consumada la usurpación del Peñón de Gibraltar.
Una vez reconocida que la amenaza no es latente, sino patente y manifiesta, y abandonar el cómodo eufemismo anestesiador que la amenaza es impredecible. El diseño de una Fuerza Operativa para el año 2035 (¡Qué lejos me lo fiais!) es ignorar, como en Annual y tantas veces, que el enemigo tiene su propia dinámica.
El único remedio seguro y rentable es la disuasión. Haciendo ver que cualquier agresión no le resultará rentable al agresor, ni política, ni económica y ni militar. Lo que no es disuasión es provocación, y al paso que vamos, dentro de poco, será una tentación irresistible.
España debe tener capacidades militares para controlar, de forma, eficaz el Estrecho de Gibraltar, tanto en inteligencia como militarmente, imprescindible para el sostenimientos de nuestros territorios nacionales en él. Mal vamos si no somos capaces de controlar el tráfico de contrabando y de emigrantes ilegales que, casualmente, nunca tocan en el Peñón de Gibraltar.
La deseable rapidez de respuesta solo es posible con un cuartel general conjunto específico para el Estrecho de Gibraltar, verdadero Nudo Gordiano de nuestra defensa.
La disuasión y el control del Estrecho requiere recursos humanos, recursos financieros y tiempo. Deshacer las capacidades es barato y rápido. Pero, recuperarlas no solamente se requiere recursos financieros, para la compra de armamento y equipos, sino que requiere tiempo, que no se puede comprar, para la formación de cuadros de mando y su adiestramiento (la formación elemental de un oficial se tarda cinco años), organizar, dotar y adiestrar cuarteles generales y unidades (específicas, interarmas e interejércitos).
Ninguna posición defensiva es inexpugnable por sí sola, debe de estar integrada en un sistema defensivo y contar con los apoyos necesarios. Los territorios españoles norteafricanos pueden ser apoyados por aire y por mar, y en Ceuta, puede estar bajo la sombrilla de orígenes desde el sur peninsular. La rapidez de respuesta, que no se improvisa, será esencial.
La seguridad es fundamental para resistir un ataque por sorpresa, y evitar que tenga éxito. Eso requiere contar con un plan de defensa y contar permanentemente con un retén mínimo de fuerzas militares de respuesta inmediata. Ello requiere una potenciación de las sus escuálidas guarniciones.
La seguridad se basa, entre otras cosas, en el secreto, por lo que se debe prescindir de elementos de fidelidad no fiable. Refresquemos la memoria y recordemos el precipitado licenciamiento de la tropa no europea del Grupo de Tiradores de Ifni de Tropas Nómadas del Sahara, malgastando el coste de su organización y adiestramiento.
Intentar una defensa perimetral, como toda valla, sería endeble y relativamente fácil de perforar. Una defensa a toda costa (recordar las RROO) sobre los propios cascos urbanos (planeada, preparada y adiestrada) sería suficientemente disuasoria para un agresor. Sobre todo, si cuenta con apoyos de todo tipo. Amén de ganar tiempo, para las correspondientes acciones de refuerzo, y ofensivas en esas zonas, zonas próximas o lejanas.
Se requieren importantes recursos financieros, que se pueden conseguir con una política económica más austera, suprimiendo las numerosas duplicidades de administraciones estatales, autonómicas y locales; corrupciones generalizadas y múltiples gastos inútiles, como tener una organización de defensa macrocéfala, con una fuerza raquítica, trasladar guarniciones militares (tácticas y logísticas) sin ton ni son, etc.
Es una triste paradoja que tengamos bajo mínimos la defensa nacional, sobre todo la no compartida, y que estemos derrochando recursos para defender lejanas fronteras bálticas y turcas, o empeñados en conflictos bélicos para secundar intereses espurios.
Es responsabilidad de las autoridades militares requerir los medios mínimos para que los ejércitos cumplan sus altas misiones, y hacerlas constar oficial y fehacientemente (aunque no sea de forma pública), con el objeto que, en su caso, de salvar responsabilidades y el honor, propios y de sus subordinados, y evitar que a eludan las autoridades políticas, por no proporcionar los medios adecuados en tiempo oportuno, como ocurrió, por ejemplo, con el general Silvestre en Annual o con el Yakolev.

Autor

REDACCIÓN