24/11/2024 17:20
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Seguimos viviendo en medio de la desinformación masiva que, como escribí en un artículo anterior, nos propina esa agencia oficial de noticias de Occidente que aparece bajo mil nombres distintos aparentando pluralidad. Ni puede ser de otra manera porque Occidente está en guerra con Rusia, aunque no haya un estado de guerra ni hostilidades directas; inevitablemente lo que vemos es propaganda de guerra.

Un solo ejemplo reciente: la insistencia en que Rusia ataca deliberadamente a la población civil, a propósito de una oleada masiva de ataques con misiles a infraestructuras eléctricas ucranianas que según parece dejaron un saldo de… diecinueve muertos; este hecho por sí solo es precisamente la prueba de que los ataques fueron contra las instalaciones y no contra la población. Como es evidente, si el objetivo fueran las matanzas de civiles bastaría un solo misil bien dirigido para provocar decenas o cientos de muertos.

Volviendo al cuadro global, el Secretario General de la OTAN reconoce que Ucrania está luchando esta guerra en nombre de la misma OTAN, cuando declara que no se puede permitir la victoria de Rusia en Ucrania porque sería una derrota de la Alianza. Lo cual es muy cierto y deseable porque tal derrota sería (será) el principio de la liberación de Europa, o al menos abrirá una ventana de oportunidad “geopolítica” para ello.

La desgraciada nación ucraniana está en medio de ello y no tiene ningún poder de decisión. Podemos pensar que antes de 2014 había un títere de Moscú; admitiendo y no concediendo esto, estaba ahí para mantener las buenas relaciones con Rusia. Pero ahora hay sin lugar a dudas títeres de Washington que están ahí desde el 2014 para meter cizaña, fomentar al odio entre las comunidades y conducir al enfrentamiento con Rusia.

Para proteger al público occidental de la realidad de las cosas se ignora o sustituye por una caricatura el punto de vista ruso. En particular las palabras de su presidente Putin, demonizado hasta lo inverosímil de la manera característica e infantil que tiene Occidente para dividir el mundo en buenos y malos, típica de la bazofia de Hollywood.

También Occidente, o mejor las élites podridas que lo gobiernan, tiene sus razones: ante verdades intolerables es mejor no darse por enterado. ¿De qué habla entonces el presidente ruso en sus discursos?

Habla de la voluntad de hegemonía occidental que quiere acabar con las culturas y los valores tradicionales. Pero esto precisamente es el mundialismo destructor de las identidades, porque éstas son un obstáculo a su diseño global que no quiere un mapa de patrias, sino un mosaico de trozos de tierra negociables en un mercado planetario.

Denuncia la voluntad occidental de que los países entreguen su soberanía y se conviertan en vasallos, castigando a quienes no lo hacen. Incluso siendo todo lo críticos que queramos con la actual aventura militar rusa, cualquiera mínimamente informado sabe que las guerras y “operaciones militares especiales” conducidas por Estados Unidos han sido muchas más que las pocas en que ha intervenido Rusia.

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Los que de verdad tienen el gatillo fácil no están en Moscú sino en Washington, o dondequiera que tengan sus antros quienes dan órdenes a los políticos de Washington. Pero para quien permanezca dentro del mundo mental de Occidente, de sus medios y su propaganda, las cosas se ven al revés por una especie de ilusión óptica traspuesta al plano de la ética.

Es una doble vara de medir que condena como el mal absoluto a quien recurre a una solución militar para cambiar el statu quo de las fronteras por la fuerza, con válidas razones al menos desde su punto de vista. Pero al mismo tiempo indulgente hacia quien lleva a cabo operaciones militares especiales un año sí y otro no, en la otra punta del globo, pero movido por intereses esencialmente comerciales y corporativos, en una mezcla inextricable con el moralismo misionero. Y tampoco esto debería sorprendernos porque la verdadera religión de las élites de Occidente es el culto del dios dinero y el becerro (o el cabestro visto el nivel de estas élites) de oro.

Combatir por la tierra y la patria no se puede pero sí hacerlo por el dinero. También esto es mundialismo y en estado puro: es el neo-feudalismo transnacional de las corporaciones y la finanza, que insiste mucho sobre la inviolabilidad e integridad de las fronteras, pero precisamente porque son irrelevantes para el imperialismo del dinero que pasa por encima de ellas. Sugiero a los lectores reflexionar sobre esta paradoja que es sólo aparente.

Continuando con las cosas que dice el presidente ruso, habla de la responsabilidad de Occidente en la destrucción de Europa y los problemas de inmigración masiva. Habla de las élites europeas que traicionan a sus pueblos, del perjuicio para Europa que conlleva seguir las órdenes de Washington, de los gobiernos europeos que saben y agachan la cabeza acobardados. De la hegemonía del dólar como moneda internacional de intercambio que apuntala la economía americana a expensas del resto del mundo. Todas ellas verdades de las cuales es mejor proteger al público, no vaya a salir de su infantilismo inducido y de las historias de buenos y malos.

Finalmente, el presidente ruso ha llegado a decir claramente que los rusos no quieren que sus hijos se conviertan en desviados sexuales y habló (no sé hasta qué punto literalmente) de élites satánicas en Occidente. También esto corresponde exactamente a la verdad; quien no encuentre de su agrado el lenguaje teológico puede hablar (yo lo prefiero) de unas élites que están al servicio de la degeneración social y que en buena parte, como es cada día más evidente, están integradas por degenerados sexuales.

Este aspecto en particular, como nota curiosa resalta en las arengas de los militares rusos a sus soldados; no se trata de pura retórica ni de algo secundario, el mismo Occidente se traiciona a sí mismo con su insistencia, por todos los medios y en todas las ocasiones, por imponer la agenda completa de los lobbies de ideología de género, feminismo y LGTB. El significado político de la actual tiranía ideológica en campo sexual no lo ha inventado Rusia sino Occidente, en cuyos antros profundos se formuló hace más de cincuenta años la máxima de que lo sexual es político; una tiranía ideológica cada vez más liberticida que viene, como casi toda la basura que constituye la enfermedad profunda de Occidente, de las cloacas de la América cosmopolita (no de la América profunda que es mucho más sana).

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No terminaré sin romper una lanza en favor de algunos politiquillos europeos como Borrell que, por una vez, ha dicho algo con sentido cuando habla de Europa como un jardín amenazado por la selva. O una política finlandesa, creo, que sostenía que entrar en Europa y ser europeo es un privilegio. Lástima que tales afirmaciones,  correctísimas en sí mismas, no las aplicaran en el plano donde son pertinentes que es el de la inmigración masiva y la invasión demográfica de Europa. Pero precisamente sus amos son los que favorecen esta invasión y aquí es donde se les ve el plumero. Son precisamente los estúpidos progresistas igualitarios los que piensan que pueden importar la selva y reeducarla; si no les detenemos acabarán con nuestra civilización europea, que está en el pasado y en el futuro pero no en este presente degenerado.

Creo que las cosas quedan cada vez más claras. Se hace evidente la profundidad del conflicto y la naturaleza de lo que está en juego. Podemos pensar que no debió iniciarse esta guerra, o que al contrario se debió iniciar mejor y con más energía, o cualquier otra cosa relativa al resultado final o provisional del conflicto.

En todo lo dicho no hay ninguna animosidad contra los ucranianos, que están en medio de un juego más grande de ellos, que han sido llevados a esta situación por el uso que ha hecho Occidente de Ucrania como un peón sacrificable en su guerra geopolítica, económica, cultural y casi teológica contra Rusia.

Pero lo que sí queda claro es el significado de este desgraciado conflicto que podía evitarse pero ahora, como el genio en la botella, no puede regresar a la situación precedente. Lo que se ha destapado y no va a meterse otra vez en la botella es el conflicto agudo y transversal, en múltiples dimensiones, entre el globalismo y las patrias.

Autor

REDACCIÓN