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Juan Ignacio Villarías y Gómez Acebo (1947) estudió en los Institutos de Santoña y Laredo, en la Escuela de Ingenieros Técnicos de Santander, en la Escuela Normal de Magisterio de Santander, en la Universidad de Valladolid. Fue empleado de banca, corresponsal de prensa, entrenador de fútbol, profesor de educación física, de alemán y de italiano. Tuvo un restaurante, y tiene una agencia de viajes. Es autor de diferentes novelas: Almas de cántaro, Columna de mármol rojo, El cronicón inverosímil, El enquiridión del perfecto caballero, Vista corta y paso largo, El ajustador de clepsidras, La mitad y otro tanto, Bula de difuntos, El bellaco del arzobispo, «más las que vengan, Deo volente», nos dice.
En esta entrevista a Juan Ignacio Villarías, autor de la novela Vista corta y paso largo, motivo de esta entrevista, el escritor se presenta tal cual es, sin pelos en la lengua. Ya en la respuesta a nuestra pregunta sobre su origen -leonés de La Bañeza o cántabro- es claro y conciso: «por encima de todo me considero español. Español de Cantabria, antes provincia de Santander«, nos dice.
– Otra novela publicada , le decimos. ¿Cuántas van ya?
Llevo publicadas once, de los más variados temas, y tengo otras cuatro pendientes de publicación. Ésta en realidad es una reimpresión, pues ya fue publicada hace diez años, con dos ediciones seguidas. Y ahora una editorial madrileña, SND Editores, me la vuelve a publicar, apagados ya los ecos de las ediciones anteriores.
¿De qué trata esta última?
Se trata de una novela, no una historia, pero lo que en esta ficción novelesca ocurre es más o menos lo que ocurría en la realidad. Trata el tema de los maquis en esta cordillera cántabra. Los maquis eran los comunistas derrotados en la guerra y que no se quisieron rendir, sino que pretendían continuar la guerra por su cuenta en espera de que una guerra mundial que ya se anunciaba implicara a todas las potencias europeas, con la esperanza entonces de que en tal hipotético caso los aliados derrotasen a los fascistas, lo cual ocurrió efectivamente, y a partir de entonces los maquis esperaban en España una intervención militar de las potencias vencedoras, lo cual ya sabemos que finalmente no llegó a ocurrir.
Algunos eran idealistas comunistas, pero la mayoría de ellos no eran más que vulgares bandidos, amparados bajo el título de “luchadores por la libertad”, la libertad que ofrece el comunismo, excuso decir. Eran excombatientes del bando rojo, algunos se habían fugado de los batallones de trabajos forzados, otros incluso de la cárcel, algunos se echaban al monte por no tener que rendir cuentas ante los vencedores.
¿Y a qué se dedicaban mayormente?
Pues al bandidaje puro, atracos y robos, secuestros y extorsiones, atentados contra personas y contra vías férreas e instalaciones eléctricas. Pero, al igual que los llamados bandidos generosos del sur, que de generosos ya me dirán lo que en realidad tenían, éstos de aquí también gozan de una aureola romántica de generosidad y de sacrificio por la causa, así considerados por media España, la España vencida en la guerra pasada. Y ahora, con estas leyes históricas (¿desde cuándo la historia se tiene que determinar por ley?), resulta que los bandidos son héroes en la consideración oficial.
¿Y no fue así, le preguntamos?
No, sino todo lo contrario. Robaban principalmente a los ricos, eso es fácil de comprender, al que no tiene nada no se le puede robar mucho, pero tampoco se paraban a distinguir al pobre del rico cuando aquél se ponía a sus alcances. Le quitaban la vaca al que no tenía más posesión, sin que valieran quejas ni argumentos en contra por parte del despojado. ¿Y para qué querían una vaca los que se escondían en lo más intrincado y peñascoso del monte? Pues para dársela a alguno de sus colaboradores necesarios en pago a su colaboración.
¿De dónde sacaste tema para esta novela?
Siendo yo pequeño oía a mi abuela, a mi tía abuela y a mi bisabuela, aldeanas de allá en lo más alto de las montañas cántabras, hablar de aquellos maquis. Y de lo dicho se deducía que les tenían un miedo atroz, que no se atrevían a ir de una aldea a otra por temor a encontrarse con alguno de aquellos bandidos, pues ése es el nombre que les cuadra: bandidos. Digan lo que digan la ley y la historiografía adicta al nuevo orden mundial.
En tu biografía se dice que eres natural de La Bañeza, provincia de León, pero vives en Santoña. ¿Eres leonés, o cántabro?
Si sé que nací en La Bañeza es porque me lo han dicho, pues cuando abrí los ojos me encontré en Santoña, aquí me crié, y aquí sigo. Por encima de todo me considero español. Español de Cantabria, antes provincia de Santander.
Y ya para terminar, ¿qué te falta para triunfar en la república de las letras?
Cada uno tiene la importancia que los demás le quieran conceder. A mí hasta ahora no me han hecho mucho caso, que digamos. Para llegar al triunfo hay que empezar por la propia ciudad o provincia, esto es, hay que contar con el apoyo de los paisanos más inmediatos. Y a este respecto tengo que decir que en los periódicos locales me hacen muy poco caso, por no decir que ninguno, como si me tuvieran vetado por algún motivo que no alcanzo a comprender. Ídem de ídem en las emisoras de radio y televisión, salvo las inevitables excepciones. Sólo algún periódico digital, tal como éste, alguna emisora local, y pare usted de contar. El apoyo periodístico y radiofónico que a otros con menos méritos no se les niega, a éste que suscribe no se le dan, o se le dan con cuentagotas, como mucho. Ahí sí creo tener motivo de queja, ésa es la verdad.
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