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Con motivo del Día del Seminario, la Conferencia Episcopal Española ha hecho públicos los datos del número de seminaristas que cursan estudios en los seminarios mayores diocesanos en el curso 2022-2023: son un total de 974 seminaristas; las ordenaciones sacerdotales han sido 97; y el número de nuevos ingresos, 172. El descenso respecto al curso anterior es notable.
Como reflejan las cifras, el número de seminaristas ha descendido en relación al ejercicio anterior, en el presente hay 54 seminaristas menos. La bajada, según la CEE, se explica entre otras cosas, por la nueva metodología en la recogida de los datos, que por primera vez ha sido nominal, y ha estado a cargo de la Oficina de Transparencia de la Conferencia Episcopal (sic). No queda claro si eso significa que los datos de otros años eran inexactos.
La CEE asegura que también hay que tener presentes la secularización y la falta de compromiso por parte de no pocos jóvenes, que también se reflejan en otros datos estadísticos, como en el número decreciente de matrimonios -tanto civiles como eclesiásticos. Aun así, dice la institución eclesiástica, hay que estar agradecidos de que un número significativo de jóvenes vivan comprometidos en la búsqueda de la voluntad de Dios, que nos invita a abrazar una vocación preciosa en su Iglesia. Vocación que siempre tendrá como horizonte el servicio.
Precisamente, explican desde la CEE, para ayudar en el acompañamiento de tantos jóvenes en búsqueda ha nacido el Servicio de Pastoral Vocacional de la Conferencia Episcopal Española, que recoge la colaboración de cuatro Comisiones episcopales (Clero y seminarios; Laicos, familia y vida; Vida consagrada y Misiones) y que es un signo del decidido impulso de la Conferencia Episcopal por seguir anunciando la dimensión vocacional como la que estructura toda la vida en el seguimiento de Cristo.
La Subcomisión Episcopal para los Seminarios también ha elaborado los materiales para apoyar la celebración de esta Jornada, que cada año se presenta como una ocasión para pedir, dar gracias y mostrar nuestra cercanía con los seminaristas, sus formadores y las vocaciones sacerdotales.
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Hay que tener en cuenta también el factor poblacional. Estas generaciones de jóvenes son considerablemente menos numerosas que las de hace veinte o treinta años, no digamos que las anteriores, luego no se puede tomar como factor determinante el cuantitativo. Sería deseable hacer un estudio porcentual sobre varones según franjas de edad a partir de la adolescencia, tener en cuenta el dato relativo.
Hoy hay menor crecimiento poblacional en España. Y esto es así desde finales de los años setenta (con democracia se desplomaron los nacimientos y la nupcialidad, aunque se disparó la promiscuidad y todo tipo de atentados contra la familia tradicional, la paternidad, la maternidad y la naturalidad. La democracia bien se puede decir que conduce a la destrucción de la humanidad). Al haber menor crecimiento poblacional, menos niños, lógico que haya menos vocaciones. El dato relevante es el porcentual, no el absoluto. Además, sería preciso comprobar los datos para los países hispanoamericanos.
Por otra parte, hoy el joven que accede a un seminario es vocacional verdadero, no por interés de sacar unos estudios o por voluntad del padre o la madre sin contar con su parecer. Hoy el seminarista es auténtico siervo de Dios. Se ha ganado calidad, que luego se preservará si Dios hace fuertes y firmes en la fe a estos jóvenes que, desgraciadamente, sufrirán un doble embate de satanás. Uno por su contacto con seglares que vivimos en el mundo (un infierno) y otro por sus superiores, que no tienen porqué influir para bien en ellos, como bien se ve hoy con nítida claridad en Alemania, pero que ocurre en todas partes de forma no declarada. Dios los tenga a todos firmes en su Amor (Jn 15) soporten la tempestad que tengan que soportar. Cuanto más grande el desafío y el sufrimiento, mayor será la Gloria.