21/11/2024 16:03
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Las recientes elecciones en Castilla y León han supuesto un evidente fracaso de todos los partidos de ámbito nacional -estatal, dicen muchos de ellos-, salvo VOX. Ha fracasado el PP, que se las prometía muy felices con los sondeos que lo situaban próximo a la mayoría absoluta. Ha fracasado el PSOE, que pensaba -al menos lo decía- que ganaría las elecciones, y ha terminado perdiendo 7 de los puestos que tenía, lo cual supone en torno a un 20%. Ha fracasado estrepitosamente el comunismo rancio de Podemos, y se ha hundido hasta el fondo del mayor pozo negro Ciudadanos, cuya presencia ya sólo es puramente testimonial y que -salvo que los partidos con «posibles» lo necesiten y subvencionen- no tardará mucho en desaparecer.

El único triunfo de partidos de ámbito nacional ha sido el de VOX, acompañado por la pujanza de partidos regionales o provinciales, cuyo éxito se explica por el hartazgo de los votantes hacia los otros partidos; los que van a un mitin y a hacerse la foto, y luego usan el gobierno regional como simple palanca de los intereses de la calle Génova o Ferraz.

Y este éxito de VOX en Castilla y León ha levantado la habitual polvareda de comentarios de los antidemócratas, de los que no aceptan que en un Estado de Derecho todos los votos deben valer lo mismo; de los intolerantes que desprecian todo lo que se sale de su cuadro de tópicos. De los ignorantes incapaces de asumir que haya quien prefiera lo que ellos detestan.

Esa es, fundamentalmente, la postura del PSOE: acusar al PP de que para gobernar en Castilla y León tendrá que echarse en brazos de la ultraderecha. Y eso lo dicen los mismos que para gobernar en lo que ellos llaman «el Estado español» han tenido, no ya que echarse en brazos, sino meterse en la cama y ejercer de bardaje con los golpistas catalanistas y los asesinos etarras.

Pero la reacción fundamental, la que me interesa destacar, ha sido la del PP, avisando que en ningún caso aceptará la participación de VOX en el Gobierno regional, de lo que se desprende que considera -no sólo a VOX sino a sus votantes- de inferior calidad a Ciudadanos, partido al que sí aceptó como socio participante.

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Y esa es una de las consideraciones que los votantes han de tener en cuenta: que el partido que no ha tenido inconveniente en aliarse con Ciudadanos -presuntamente liberales, aunque basta ver sus programas para darse cuenta de que son simplemente socialistas con 20 años de retraso- ni ha tenido empacho en pactar con PNV -separatista y filoterrorista- y con la extinta CiU -separatista y golpista-, ahora se niega a reconocer a VOX lo que los votantes le han dado: un 16% largo de la representación regional.

Los electores deben saber para futuras convocatorias que el PP desprecia a los que eligen a VOX; que los menosprecia poniéndolos por debajo de los que eligieron a ciudadanos, a PNV, a CiU, etc.; en definitiva, que los considera votantes de segunda, indignos de influenciar la deriva pepera hacia el socialismo. Véanse las propuestas electorales del PP de hoy y del PSOE de hace dos décadas y se encontrarán mas similitudes que diferencias.

Los electores futuros que quieran votar un partido de derechas deben tener claro que el PP no sólo se define de centro, sino que se escora más a la izquierda en cada convocatoria; deben tener en cuenta que el PP le sigue el juego a la ultraizquierda, anatematizando a lo que llaman ultraderecha para que los rojos no les llamen fachas. Y deben tener en cuenta, por tanto, que la única opción de derechas que hay en España es VOX.

También debemos tener en cuenta todos la propaganda de los medios de comunicación. De esos medios que admiten con una sonrisita las complicidades con la Venezuela de Chávez y Maduro del socialismo -PSOE y la recepción en Barajas de aquellas maletas de las que nunca más se supo-; y del comunismo -Podemos y sus considerables facturas por presuntos informes, estudios y demás. Medios de comunicación que, en cambio, se llevan las manos a la cabeza -como si dentro tuvieran algo- por el hecho de que VOX se relacione con los partidos de tendencia similar en Europa. Partidos que han luchado por la Presidencia de la República Francesa, partidos que gobiernan en Polonia y Hungría.

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Medios de comunicación, en fin, que «alertan» del peligro de VOX, de la «extrema derecha», pero callan como… lo que son, ante el auge del comunismo estalinista, del socialismo guerracivilista, del feminismo rabioso, del homosexualismo histriónico y obligatorio, de la criminalización por razones de sexo -masculino-, de la xenofilia ilegal, del racismo antiblanco; del auge de okupas subvencionados, de vagos mantenidos, de sinvergüenzas de toda clase y condición en millares de chiringuitos clientelares.

No se hagan ilusiones los electores: el PP está a favor de todo eso: de los chiringuitos, de las aberraciones de todo tipo, de la inmigración ilegal, de facilitarle el acceso a los más extremistas de la izquierda. Y lo está en parte, por convencimiento; pero sobre todo, por cobardía ante las acusaciones de «fascismo» por parte del comunismo, ignorantes de que esa es la política del internacionalismo comunista desde hace un siglo. El votante que quiera una política diferente a la de los últimos 40 años, una política de derechas en los actos y no sólo en la parafernalia, sólo tiene una opción: VOX.

Los que queremos una política nacional, que es otra cosa, tendremos que seguir esperando. Pero ese es otro tema.

Autor

Rafael C. Estremera