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No sé exactamente, cuantos quedamos en activo de quienes asistimos a la visita de la reina del Reino Unido de la Gran Bretaña al Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial.
Recuerdo su entrada al Patio de Reyes porque me tocó verlo desde la torre del carillón por cuanto era el encargado de poner en marcha el sistema que lo hacía funcionar. No es que uno sea carillonista si no por que este funciona tanto, en automático con una serie de canciones grabadas, como tocado por un experto.
Para ponerlo en marcha era fácil y aunque cabía la posibilidad de haber oído a los Beatles, está grabado su magnífico «Yesterday», acabamos escuchando a un Tomás Luis de Vitoria, mucho más adecuado.
La visita, al contrario de lo que pudiera parecer fue muy somera en lo que se refiere al edificio herreriano, la maravillosa Basílica, la Real Biblioteca y poco más.
La Casita del Príncipe no era el lugar más adecuado para continuar de una manera más borbonica, por cuanto hay unas pinturas relativas a la recuperación de la Isla de Menorca, en manos británicas como Gibraltar desde el siglo XVIII, pero estas si recuperadas, porque si no hubiera sido así, entonces no distinguiríamos los cangrejos de los habitantes británicos de las mismas, quizás por ello los soldados derrotados en esas pinturas eran conocidos por «Casacas rojas».
Lo que no parecen recordar los medios que estos días nos rememoran el evento, a raíz del óbito de la Queen, es que la visita continuó con una comida en la Casita del Infante donde disfrutaron tanto de la gastronomía patria como de la maravilla de jardines y vistas que lo circundan.
La antigua residencia estudiantil de Don Juan Carlos mientras cursaba estudios en el Real Colegio Universitario María Cristina, el mismo lugar donde estudió el Presidente del Gobierno Pedro Sánchez, dio de sí muchas anécdotas que quedarán para más adelante porque el resultado fue en muchas ocasiones para comentar.
No recuerdo exactamente el menú que se les sirvió a las dos parejas reinantes, pero sí recuerdo que el personal asistente comió judías blancas y no sólo lo digo por el efecto flatulento de la comida del servicio, sino porque se puso poco cuidado para que reyes y reinas no tuvieran que decir ¡Como está el servicio!.
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