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Cuando Isabel o Elizabeth II subió al trono, en 1952, Gran Bretaña seguía siendo una superpotencia, al mismo nivel que Estados Unidos y la URSS y un imperio mundial , que abarcaba la mayor parte de África, partes importantes de Asia y Oriente Medio y gran cantidad de islas y enclaves estratégicos en todo el planeta.

Es verdad que el imperio ya había perdido su » joya», la India, que se había independizado en 1947. La India británica que abarcaba las actuales India, Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka, se separó de la corona británica en medio de un indecible caos y una terrible guerra civil entre hindúes y musulmanes e incluso entre hindúes moderados y radicales ( como se vio en el asesinato de Gandhi). El último virrey británico de la India, Lord Mountbatten (quien años más tarde moriría asesinado por una bomba que el IRA colocó bajo su yate), tío del príncipe Felipe de Edimburgo, marido de Isabel II, y considerado un héroe militar en el Reino Unido, se sintió impotente para seguir dominando la India y aceptó y aceleró la independencia.

Fue el primer golpe al prestigio británico, seguido por la independencia del Estado de Israel, que había sido » Mandato» británico desde el final de la Primera Guerra Mundial, después de numerosos actos de violencia y terrorismo de los sectores sionistas más radicales, contra soldados e intereses británicos.

Sin embargo Inglaterra seguía conservando un imperio inmenso y la voluntad de Churchill que volvió a ser primer ministro, desde 1951 a 1955, era luchar por conservarlo. Inglaterra afrontó una guerra contrainsurgente en Malasia, y participó en la guerra de Corea junto a Estados Unidos, en el contexto de la Guerra Fría, pero siendo ya reina Isabel, Gran Bretaña tuvo que afrontar una decisiva humillación en la guerra del Canal de Suez, contra Egipto, en 1956, que marcó el destino del imperio británico.

El presidente egipcio Gamel Abdel Nasser había nacionalizado el Canal de Suez, la ruta de navegación comercial más importante del mundo, que los británicos consideraban de su propiedad. Inglaterra, Francia (que era enemiga de Nasser porque éste apoyaba a los rebeldes de Argelia que mantenían una dura guerra de independencia contra París) e Israel formaron una alianza militar y atacaron a Egipto. Sus ejércitos unidos derrotaron fácilmente a los egipcios y retomaron el control de Suez. Israel ocupó la península del Sinaí.

Pero entonces ocurrió algo inesperado. El presidente Eisenhower de Estados Unidos exigió a Londres y París que retiraran inmediatamente sus tropas de Egipto y aseguró que Estados Unidos jamás toleraría que el colonialismo europeo perpetuara su dominio de África y Asia. Fue la única ocasión en el siglo XX en la que Estados Unidos y Gran Bretaña tuvieron un desacuerdo internacional importante. Finalmente Londres y París no tuvieron más remedio que retirar sus tropas, humillados. Ese fue el inicio del fin del imperio británico. El entonces primer ministro Anthony Eden tuvo que dimitir La llegada al poder del primer ministro Mac Millan significó la desintegración del imperio. Mac Millan dejó claro que Inglaterra, que estaba terriblemente endeudada y con una gran crisis económica, desde la Segunda Guerra Mundial, ya no podía permitirse ya tener un gran imperio y un ejército convencional y una marina propias de una superpotencia, a pesar de poseer armamento nuclear.

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En 1962 se produjo la independencia de Uganda y en 1963, la de Kenia (donde Londres había afrontado una sangrienta guerra colonial contra los llamados rebeldes Mau Mau, en los años 50). A partir de ese momento todos los países africanos del imperio británico se independizaron en muy pocos años, durante la década de los 60. El nuevo gobierno laborista de Harold Wilson, a partir de 1964, continuó permitiendo la desmembración del imperio en África y en Oriente Medio y Golfo Pérsico (Kuwait, Aden y emiratos del Golfo) como único remedio para sanar la economía británica y recortó también a la mitad los gastos militares. El fin del imperio implicó que Gran Bretaña tuvo que conceder a partir de los 60 lógicamente, que Estados Unidos pudiera acceder con sus productos comerciales, a los mercados que suponían todos esos países, algo a lo que Londres todavía se oponía en los años 50. Teóricamente la Conmonwealth viene a ser la continuación del imperio pero en realidad se trata de una organización más simbólica que efectiva. En las prácticas las antiguas colonias son independientes aunque en el caso de Canadá, Australia y Nueva Zelanda, sí mantengan una relación simbólica más estrecha con Reino Unido, al ser naciones de cultura y origen netamente británico (salvo el Quebec canadiense)

Solo la victoria en la guerra de las Malvinas, en 1982, ya en la época de Margaret Thatcher permitió revivir el orgullo imperial británico (a pesar de las duras pérdidas navales sufridas a manos de la aviación argentina).

Hoy en día a Gran Bretaña solo le quedan un puñado de islas en los océanos, las más importantes de las cuales son las Malvinas, así como por supuesto, el Peñón de Gibraltar, todavía una de las rutas de navegación comercial más importantes del mundo, un Gibraltar que ha venido a convertirse en la joya de la corona del mini imperio que le queda ahora a Gran Bretaña.

No hay que olvidar tampoco que la propia unidad del Reino Unido se encuentra gravemente amenazada al morir Isabel II. Entre 1969 y 1998 el Reino Unido tuvo que soportar la campaña terrorista del IRA en Irlanda del Norte. El IRA y sus organizaciones satélite fueron responsables de más de 2000 asesinatos, sobre todo de policías y soldados británicos en ese periodo. (las organizaciones terroristas unionistas y el ejército y policía británicos dieron muerte a 1400 republicanos irlandeses).

En 1998 se produjo el llamado Acuerdo de Viernes Santo en el que después de largas negociaciones el IRA renunciaba a la violencia a cambio de que Londres aceptara el derecho de autodeterminación de Irlanda del Norte. En teoría el resultado fue una especie de empate. Sin embargo, hoy en día el nacionalismo irlandés se encuentra en auge desde el punto de vista electoral y sociológico, mientras que el unionismo, antaño muy mayoritario, está en retroceso.

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En Escocia, el nacionalismo ha aumentado enormemente a causa del error de Tony Blair de conceder la autonomía a Escocia en 1997 (como ocurrió en España al conceder una amplia autonomía a Cataluña y País Vasco a finales de los 70) . En aquel momento, en 1997 el nacionalismo escocés era casi irrelevante. Ya ha tenido lugar un referéndum de independencia, y aunque triunfó el NO, el gobierno escocés, en manos de los nacionalistas, sigue empeñado en sus planes de independencia.

En los últimos años, Gran Bretaña se ha separado de la Unión Europea, a la que se habían unido en 1975, en lo que se conoce como el Brexit, al no soportar el orgullo inglés seguir perteneciendo a una alianza internacional dominada por Alemania, país al que la mayoría de los ingleses odian, desde las guerras mundiales, sobre todo la segunda.

El gran historiador británico John Elliott dijo que Gran Bretaña ha tenido a partir de 1945 un proceso de decadencia histórica parecido al que vivió España en el siglo XVII. Es cierto, no obstante, que esa decadencia es relativa, al continuar siendo el Reino Unido una de las mayores potencias mundiales tanto políticas, como económicas y militares, del mundo. Pero no es menos cierto que R. U. está ya muy lejos de ostentar la categoría de superpotencia y en ese terreno se halla hoy muy lejos de Estados Unidos, Rusia y China. El estar al mismo nivel que Francia y por debajo de Alemania o Japón, en muchos ámbitos, es duro para el proverbial orgullo inglés.

En cualquier caso el argumentar que Isabel II ha protagonizado un gran reinado lleno de éxitos, como algunos parecen creer, en contraste con la evolución de España y otros países, como algunos parecen sostener, es una visión desenfocada que necesita muchas matizaciones.

Por otra parte no hay que olvidar que Isabel II aceptó sin pestañear todas las leyes de aborto e ideología de género anticristianas y las que han hecho de Reino Unido un país donde la inmigración masiva mantiene muy avanzado el proyecto de sustitución poblacional a medio y largo plazo exactamente igual que en el resto de Europa.

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