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En la primera parte de este artículo comenté el “orgullo de ser español”; esta segunda la dedicaré al “orgullo de ser católico”. Sera, igualmente, una argumentación elemental, como la hecha respecto al gran don de Dios, dándonos a España por Patria. Glosar ampliamente ambos regalos exigiría libros, no artículos.
La argumentación ha de ser necesariamente repetitiva, pues también es muy escaso el número de los españoles que valoran su condición de católicos con capacidad para agradecérselo a Dios incesantemente y, sobre todo, cuando debieran hacerlo públicamente La causa y razón de esa torpeza e ingratitud es la misma:¡Ignoran, lo maravilloso de su Fe!
Me he preguntado infinidad de veces: ¿Por qué?
Hoy, en el Evangelio de la misa, Jesús nos pone sobre la pista cuando exclama:
“¡Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla!”…y “nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”
Vivimos en un mundo de ignorantes que se creen sabios, de tontos que se creen listos, probablemente porque, cuanto más tonto, más de prisa “subes” en la “opinión pública” y en “los cargos rentables” –también públicos–. Lo podemos comprobar fácilmente en España con solo ver el Gobierno en cuyas manos tenemos los españoles nuestro destino. (Si bien nos lo hemos ganado a pulso…) Algunos “extraterrestres y ultras” hemos luchado toda nuestra vida para impedirlo, pero en el mundo impera la “democracia” del rebaño mayoritario, que aplasta a la minoría capaz de usar el cerebro. Somos muy pocos quienes podemos decir “yo hice lo posible para evitar el caos reinante”. (Y no me vengan con “falsas modestias” y humildades…: Me declaro ajeno a la estupidez general). Conmigo no cuenten.
Pero hablemos de nuestra santa Madre la Iglesia Católica y de su Fe. En primer lugar es la “única verdadera”. La única que salva. Todas las otras son obra del enemigo –eterno y eternamente derrotado de Dios– (o sea son: diabólicas).
No lo digo yo. lo dicen los santos Padres, los Doctores de la Iglesia y su Magisterio perenne. Es, además, dogma de Fe que “fuera de la Iglesia Católica no hay salvación”, lo niegue, quien lo niegue, aunque sea cardenal o papa. La confusión y la ruina que vive la Fe en los países llamados del primer mundo, tiene entre sus causas fundamentales, ese “cambio” de rumbo postconciliar descubridor de la “sopa de ajo” llamada: “Dialogo con el Mundo”, cuando Cristo dejó bien claro: “Vosotros no sois del Mundo”, Yo Cristo — Dios y Hombre — “no rezo por el Mundo”.
¿Cómo no va a agonizar la fe de los católicos, mal formados desde hace sesenta años, cuando la Jerarquía “arrincona o reniega del Magisterio perenne” y desorienta a los fieles? ¿Con doctrina y consejos, opuestos a lo que enseñaron los Apóstoles y –en nombre de todos– dejó muy claro san Pablo en sus epístolas? Por ejemplo, cuando insiste en evitar el “contagio” y en lo posible “el contacto” con los enemigos de nuestra Fe.
Cristo dijo “Soy el Camino, la Verdad y la Vida”, “yo para esto vine al mundo: para dar testimonio de la Verdad”, el Diablo “es homicida desde el principio y padre de la mentira”, y, hoy, en la Iglesia, lo que priva y se potencia es el “Dialogo”. La Verdad no merece atención, “cada cual es muy libre de pensar lo que quiera” (¡cosa evidente y que nadie niega!). Traduzcámoslo a la acción de los pastores así: “Todas la religiones son buenas, todas las ideas son aprovechables, etc.”. Si tuvieran dos dedos de frente deberían prepararse para dar lecciones al Juez Supremo para demostrarle lo genial de sus “pastorales”, sobre la defensa de la Tierra, y de las “minorías, LGTBI, etc. ¡Dan lástima, cuando debieran ser luz del mundo y sal de la tierra!”
Volvamos a la “alegría de ser católico”.
La “santa Fe”, –frase tan española y tan productiva para la Iglesia —ha sido para mí fuente de “alegría de vivir”. Todo en nuestra Fe invita a ello. Alguien dijo: “un santo triste, es un triste santo”. Una verdad incuestionable. Hasta en el momento más duro del hombre como es la muerte, nuestra Madre nos lo alegra con el sacramento de la Extremaunción, (no ésa que administran si “eres viejo”, sino el verdadero “último sacramento” –cuando tienes la mujerte a un paso—y es ayuda alegre, como “preparación inmediata” al salto definitivo. Así morían antes los cristianos y no como los de religiones falsas y tristes. Desgraciadamente, han descristianizado nuestra Iglesia y se ha convertido el acto más trascendental de la vida humana, en un acto sin sentido. Yo he vivido aquellos tiempos y los añoro. Y le pido a Dios poder morir asistido de los “últimos sacramentos”. (En las esquelas sigue esa “reliquia” rutinaria y generalmente falsa: “habiendo recibido los últimos sacramentos”)
Me gustaría comentar la diferencia, de sensaciones –para quien tenga un mínimo de sensibilidad– entre la visita a una mezquita, a una sinagoga, a un templo protestante, o a un templo,–iglesia, capilla, catedral católicas–… En éstas siente a Dios, Uno y Trino, realmente presente. En el resto, hay un vacío total.
Pero el mejor resumen de los motivos de alegría y orgullo nos los da el conocimiento de la Historia Universal, al poder comprobar la siguiente realidad: El Mundo debe agradecer a la Iglesia de Cristo el haber elevado –a enésima potencia– el bienestar, la cultura y la alegría de vivir (o sea “la civilización”) allí dónde el Catolicismo, asimilado por sus habitantes, tuvo fuerza. Además, en forma proporcional a su grado de adhesión a nuestra Fe.
Es muy reconfortante poder afirmar que España –“especialísimamente”– y a mucha distancia, Portugal y Francia –cuando era la “Fille Aînée de l’Église”—civilizaron verdaderamente. Los sajones, “explotaron las riquezas” de sus “colonias” y nada más.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.