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Las luchas casi a muerte entre catalanistas de izquierdas y derechas tienen casi un siglo de tradición. Como suele ocurrir en las ideologías basadas en el odio- y el nacionalismo catalán es un caso de manual, según admitía el propio Prat de la Riba-, el odio no se detiene en el objeto odiado, en este caso, España, sino que rápidamente se inician las luchas entre las distintas facciones por conseguir la hegemonía dentro de su eje ideológico.

En las dos décadas entre principios del siglo XX e inicios de la década de 1920, la conservadora Lliga Regionalista liderada por Enric Prat de la Riba y a partir de la muerte de éste, en 1917, por Francisco Cambó, fue la fuerza hegemónica del catalanismo. Controlaba la Mancomunidad de Cataluña, el órgano común de las Diputaciones Provinciales en Cataluña, la cual, aunque no tenía autonomía política sí tenía numerosas competencias administrativas de gestión local.

En 1918-1919 la Lliga lanzó una gran campaña política para conseguir un amplio Estatuto de Autonomía para Cataluña, pero finalmente fracasó y las Cortes españolas rechazaron el proyecto de Estatut de la Lliga por ser claramente inconstitucional. Cambó, en fase nacionalista, se negó a renegociar el proyecto para adecuarlo a la Constitución y las Cortes y el Gobierno se negaron a aprobar su proyecto de Estatuto.

Sin embargo, la fuerte degradación de las condiciones sociales y económicas en España, sobre todo en Cataluña a partir de 1919, provocaron un enorme aumento de la conflictividad social en Barcelona. El final de la Primera Guerra Mundial produjo una fuerte crisis económica en España, que, habiendo sido neutral, había vivido un boom económico suministrando todo tipo de productos a los países beligerantes, que tenían sus industrias únicamente volcadas en la producción militar. Pero en Barcelona muchas fábricas cerraron a partir de 1919 quedando miles de obreros en paro.

En 1919 empezó lo que se conoce como la época del “pistolerismo” (hoy diríamos terrorismo) en Barcelona. Hasta 1923 morirían más de 500 personas en Barcelona en atentados y enfrentamientos. La mayoría de los atentados fueron obra de los anarquistas de la CNT. Contra la CNT surgió el Sindicato Libre, de origen carlista, españolista y contrarrevolucionario, que agrupó a muchos obreros hartos de las coacciones de la CNT y que también practicó la violencia. Murieron también muchos policías y algunos empresarios. Incluso el presidente del Gobierno, el conservador Eduardo Dato, fue asesinado en marzo de 1921 en Madrid por anarquistas catalanes.

Todo esto hizo reflexionar a la Lliga, que decidió moderar mucho su catalanismo, ante la explosiva situación en Barcelona e incluso pasó a reclamar la intervención del Ejército en Barcelona y un gobierno militar en España. Cambó fue ministro de Hacienda en el Gobierno presidido por Antonio Maura en 1921-22. Las organizaciones empresariales catalanas, encabezadas por Fomento del Trabajo Nacional, apoyaron abiertamente la dura represión del Gobierno de Dato contra la CNT, en Barcelona, en la que murieron muchos anarquistas, represión encabezada por el famoso Gobernador Civil de Barcelona, el general Martínez Anido.

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Como consecuencia de todo esto empezó a surgir una fuerte disidencia interna dentro de la Lliga. Así, en 1922 apareció una escisión, “Acció Catalana”, un partido independentista y de izquierdas, que agrupaba al sector más nacionalista de la Lliga. Era una especie de precedente de ERC. Las juventudes de la Lliga se fueron a Acció Catalana. El líder más visible de Acció Catalana era el escritor separatista Antoni Rovira i Virgili. Acció Catalana acusaba a Cambó y al resto de dirigentes de la Lliga de “haberse vuelto españolistas”

Esto acabó conduciendo a una situación impensable pocos años antes. En las elecciones generales de abril de 1923, la Lliga se puso de acuerdo con su viejo enemigo Alejandro Lerroux, líder del Partido Republicano Radical, una fuerza de izquierdas (aunque había iniciado su evolución que le llevaría al centro político más tarde) y republicana, pero españolista y anti catalanista, para cerrar el paso a Acció Catalana. Cambó estaba decidido a impedir que Rovira y Virgili se convirtiera en diputado en Madrid.

Lo detalla el historiador catalán (y poco sospechoso de españolismo) Joan B Culla en su libro “El republicanisme lerrouxista a Catalunya (1901-1923)”. En esas elecciones, miembros de la Lliga y del partido Radical organizaron un fraude electoral e introdujeron 2000 votos falsos en las urnas para sus respectivos partidos, aprovechando que Acció Catalana no tenía suficientes interventores, en el distrito VII de Barcelona (el barrio de Sants).  Esto impidió que Rovira y Virgili fuese elegido diputado. La elección había sido muy reñida y Rovira y Virgili se había impuesto por pocos votos a Emiliano Iglesias (conocido como “el gallego”), mano derecha de Lerroux. El fraude hizo que al final el escaño fuera para Emiliano Iglesias. También facilitó la elección de algunos candidatos de la Lliga. Como señala Culla, aunque no hay pruebas de la implicación de Cambó, parece impensable que esto se hubiera hecho sin su conocimiento o autorización.

El escándalo fue enorme en Cataluña. Simpatizantes independentistas se manifestaron ante la sede de la Lliga. Mientras, simpatizantes del Partido Radical se manifestaron ante la Audiencia de Barcelona para que ésta no retirara el escaño a Iglesias, ante el recurso que planteó Acció Catalana. La prensa llamó irónicamente a este fraude “el pacto de Sants”. Finalmente, Rovira y Virgili se quedó sin escaño. Pero esto se acabó volviendo en contra de la Lliga. En las elecciones de junio de 1923 a la Diputación de Barcelona, las últimas antes del golpe del general Primo de Rivera, la Lliga sufrió una histórica humillación y obtuvo solo dos escaños mientras el partido Radical y Acció Catalana obtenían 3 cada uno. Ante esta humillación Cambó anunció su retirada de la política (aunque luego volvería)

Poco después, el 13 de septiembre de 1923 se producía el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera, Capitán general de Cataluña. Golpe apoyado por la Lliga y las organizaciones empresariales catalanas, que esperaban que Primo de Rivera acabara con el terrorismo anarquista en Barcelona. Por cierto el historiador Shlomo Ben Ami, uno de los máximos expertos en la Dictadura de Primo de Rivera, recuerda que su golpe fue un gesto de audacia y casi un gran farol de Primo, apoyado en el Ejército solo por unos pocos militares. Un Primo de Rivera que en los primeros días estuvo a punto de ser detenido, mientras la mayoría del Ejército no apoyaba su acción y algunos generales hacían planes para arrestarle, pero la indecisión del Gobierno fortaleció su pronunciamiento hasta que la aceptación del golpe por Alfonso XIII, tras algunos días de dudas, aclaró la situación. Entonces fue cuando Primo tomó el tren en la estación de Francia hacia Madrid, aclamado por miles de personas de la burguesía catalana.

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Primo de Rivera dijo que una de las causas de su alzamiento había sido la “crítica situación que vivía la unidad nacional en Cataluña” (refiriéndose al auge de Acció Catalana).  Es muy posible que, sin el golpe de Primo de Rivera, la República se hubiese adelantado diez años en España (Alfonso XIII iba a ser juzgado políticamente por el Congreso de los Diputados en octubre por su supuesto papel en el desastre de Annual, en Marruecos, en 1921, algo que podría haber provocado la caída de la monarquía), así como la hegemonía del catalanismo de izquierdas en Cataluña

Más tarde, en 1931, la República llegó entre gritos en Barcelona de “visca Maciá, mori Cambó”. ERC fue en la República el partido hegemónico del catalanismo en la nueva Generalitat. Mientras la Lliga, aunque apoyaba la autonomía, se aproximó a la derecha española. La Lliga no apoyó el golpe federalista separatista de Companys, de octubre de 1934. Durante la Guerra, más de 300 miembros de la Lliga fueron asesinados por la Generalitat de Companys, y el número sería mucho mayor si se incluyera a muchos “fejocistas”, miembros de la Federació de Joves Cristians de Catalunya, que fueron martirizados y eran simpatizantes de la Lliga (aunque no hay que olvidar que el colectivo político más asesinado por Companys fueron los carlistas, con más de 800 víctimas). No es extraño que la Lliga y Cambó apoyasen a Franco durante la Guerra.

En definitiva, las luchas sin piedad entre catalanistas de derechas e izquierdas (a pesar de períodos de alianza táctica) vienen de muy lejos.

Autor

Rafael María Molina