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El periodista e investigador analiza y cuestiona de forma didáctica los cambios climáticos desde el meteorito que rompió México o los «castigos divinos», hasta la contaminación que matará a la especie humana
No se trata de desacreditar el cambio climático, sino de cuestionar muchas medias verdades que se dicen y que la gente lee, oye y moldea a su antojo para sustentar su estado de opinión
Cuestiona los intereses de gobiernos, empresas y ecologistas, o la autoridad moral para explotar los recursos del Tercer Mundo y pide una formación ambiental centrada en el ahorro y el consumo responsable
Madrid, 21 de octubre de 2020.- El cambio climático. ¿Y si el culpable no es el hombre? ¿Y si en realidad se trata de una negación muy incómoda? ¿Y si todo es fake news? El sello editorial Sekotia publica «Cambio Climático sin complejos», el último libro del periodista e investigador José Luís Barceló Mezquita, que hace una revisión crítica sobre muchos de los dogmas y planteamientos dados por buenos por la sociedad sobre la culpa del hombre y la industrialización en la erosión medioambiental de nuestro planeta.
«Nos dedicamos a coger información de aquí o allá y la modulamos a nuestro antojo, según nuestra conveniencia, intereses u opinión. […] Y muchas veces tomamos solamente la información o noticias que nos convienen o sustentan nuestro estado de opinión acerca de tal o cual asunto«, señala Barceló en uno de los capítulos. Por eso cuestiona el doble discurso y moral de gobiernos, empresas y ecologistas a la hora de abanderar la lucha del cambio climático, mientras que por otro lado se tutela a los países en desarrollo en la gestión de sus recursos primarios.
Vinculado a los movimientos asociativos ecologistas y preservacionistas cuestiona algunos de los aspectos más polémicos del cambio climático, como el uso recurrente de testimonios alarmantes no exentos de fundamentos, la desigual crítica a los países desarrollados frente a potencias contaminantes como China o India, o la contradicción que supone atacar la energía nuclear cuando es la más limpia.
«Cambio Climático sin complejos» es una obra polémica y controvertida que no pretende desacreditar el hecho de que pueda existir un cambio climático, pero sí busca presentar al lector pruebas razonadas para posibilitar la duda de que la causa principal de ese cambio no sea debida a la acción humana sobre el planeta. Al fin y al cabo, sólo llevamos 200 años tomando mediciones y muestras ambientales y apuntando registros climáticos. Una porción de tiempo muy limitada en comparación con la existencia del hombre y el planeta y los diferentes cambios climáticos que ha sufrido la tierra desde el meteorito que rompió México o los supuestos castigos divinos sufridos por las antiguas civilizaciones, hasta la contaminación que matará a la especie humana.
A lo largo de más de doscientas páginas el autor combina datos y hechos que obligarán a replantearse muchas de las aseveraciones en torno al cambio climático dadas por buenas y que no dejan de ser verdades a medias. Por eso lamenta que «un problema creciente es el que aquellos científicos que, por no llevar la contraria a la verdad imperante unánimemente aceptada, prefieren callar y no entrar a replantear el tótem del cambio climático, so pena de verse sometidos al escarnio público o de ser acusados de reaccionarios o inmovilistas, o de apoyar a tal o cual régimen«.
De entre las diferentes materias analizadas en el libro, destacamos tres ejemplos de verdades a cuestionar. Hoy en día sabemos que desde el comienzo de la Revolución Industrial se ha quemado suficiente cantidad de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) y se han talado suficientes bosques como para emitir más de 500.000 millones de toneladas de CO2. Como es bien sabido, la atmósfera tiene hoy una concentración de CO2 más elevada que en cualquier momento de los últimos 800.000 años y probablemente de mucho antes. Esta es una verdad a medias, dado que hoy se sabe que los bosques del carbonífero, durante incendios que duraban estaciones enteras, devoraron más cantidad de materia vegetal en un solo día que toda la devastación que pueda ser atribuible a la Humanidad desde el año 1850.
Otro caso es de 2018, cuando Greenpeace denunció la proliferación de micro plásticos en el Mar de los Sargazos coexistiendo junto al frondoso bosque marino de algas que ya descubrió Colón en su primer viaje antes de arribar a La Española. Alertó, mediante una de esas campañas muy mediáticas que le ayuda a ingresar fondos, que el micro plástico acaba pasando a la cadena alimenticia. De nuevo se trata de una verdad a medias, pues pese a ser una zona de contaminación importante, ésta es fruto del flujo de las corrientes marinas que han convertido este punto en una especie de agujero negro que atrapa todo cuanto fluye. Además, nadie pesca ahí y el 50% del pescado que comemos viene de piscifactorías.
Por último, la guerra de cifras en torno al incremento de la emisión de gases de efecto invernadero asociados al hombre es otro ejemplo de medias verdades. Los humanos producen no más de 6,5 gigatones de CO2 al año, mientras que solo los animales y las plantas producen unos 150 gigatones por lo que no seríamos los principales culpables de la emisión de gases a la atmósfera, y donde el CO2 sólo representa el 0,054 del total de gases. En realidad, existe una evangelización abanderada por Greta Thunberg hacia la ecologización de las economías occidentales, que esconde un potente lobby de intereses económicos y de ciertas empresas cuyo modelo de negocio es producir energía sin combustibles fósiles (solar, eólica y otros tipos de producciones masivas), recogiendo por el camino millones de subvenciones de los gobiernos y contratos públicos.
En este mundo de medias verdades y manipulaciones, aboga el autor por una educación ambiental: «saber vivir en nuestro planeta, sin hacer daño innecesario a nuestros ecosistemas ni a los sistemas complejos, debería ser una de las misiones de la educación ambiental, que no debe quedar relegada a simples acciones para niños o jóvenes estudiantes, o a planes financiados de reinserción laboral, sino que debería abarcar de alguna manera a toda la sociedad, incluyendo a los máximos responsables del daño real que se produce al medio ambiente desde las escalas empresariales y políticas».
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