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España es un gallinero sobre el que cayó de sopetón el zorro. ¡Sálvese quien pueda!
¿Qué hacer?, es el título de un tratado político escrito por Vladimir LENIN a principios de 1902 donde presenta propuestas concretas para la organización y estrategia que debe seguir un partido revolucionario. Se trata de un desarrollo de los conceptos del partido revolucionario, expuestos ya en la revista “Iskra” con el artículo «¿Por dónde empezar?», mayo de 1901. O sea que el buen señor no sabía qué hacer ni por dónde empezar para convertirse en el mayor genocida de la historia. Lo fue seguidamente con la mayor dictadura conocida comunista entre los seres humanos, muchos muertos de hambre y desesperación. Eso es la revolución rusa de 1917. En España tuvimos al segundo Lenin, Francisco Largo Caballero, “el Lenin español”, cuya estatua se luce en los nuevos ministerios del Paseo de la Castellana, de Madrid y veneran los adeptos.
Ocurrida la mayor tragedia que trajeron los mismos o sus abuelos y la posterior Paz y progreso de Franco, guardaban ese as bajo la manga y volvieron a las andadas en cuanto les fue posible. Después y para liquidar la transición, aterrizaría Zapatero, mediante el mayor atentado de España, el 11M. Ocultaron los autores y destruyeron las pruebas rápidamente. Se acabó la Paz. Cuando ganó las elecciones a los tres días, brindó puño en alto por la tercera republica, entre los suyos. Ya se le veían bien a ZetaP las trazas del “progresista” contumaz, y que su progreso consistía en el retroceso. En la vuelta a la caverna, aunque cavernícola también llaman al que no les ríe las gracias. Al que culpan de los pecados y desastres que ellos cometen y siempre inician.

Es el mito del eterno retorno. Sólo los necios perseveran en sus errores.
Un rojo es un arma cargada de odio. Se pusieron el nombre de rojos ellos mismos, en la Guerra Civil, para que se les vieran más que a los demás, y mirarlos por encima del hombro, se declararon redentores de la humanidad, y bautizaron todas las cosas con tal adjetivo; desde el Cerro de los Ángeles, adonde fusilaron la estatua del Cristo que bendice a España desde su centro geográfico. Era entonces, “El Cerro Rojo”. Eran rojos hasta los gallos del corral. También y para hostigar al adversario insultaban con el término “fascista”, a todo el que no fuera de su cuerda. A mi familia cautiva en zona roja la tildaron de fascista, y a los del pueblo que ampararon a los rojos de la Asturias roja que invadieron todos los pueblos montañeses, mi abuela que era la que mandaba en la familia, les preguntaba a los que con tanto orgullo se nombraban rojos, que qué significaba eso de fascistas, y ellos, se encogían de hombros porque tampoco lo sabían. Volvían a su orgullo y finalmente resolvian: es que de ustedes se dice que son fascistas, y se acaba la comunicación. A mi abuela ya le sonaba mal esa palabra. Desde entones ya se comprobó que el orgullo es el origen de todo pecado, y cuando hoy me llaman fascista, sigo sin entenderlo como mi abuela, y sé que los que me lo llaman tampoco lo entienden.
Hoy los amigos de aquellos adelantados a su tiempo, ya no utilizan el término de “rojo” y les molesta que se les llame así, pero sin embargo el insulto de “fascista” lo escupen a la primera de  cambio, aún siendo una palabra que no cambiaron, pese a lo dados que son a cambiar las palabras. Siempre fueron así: “lo mío es mío y lo de los demás, también”. Un especial sentido de la propiedad, que no será la quieren liquidar.
Oyendo al presidente del gobierno, un psicopata  de libro, loar orgulloso, a la republica española, por ser hoy, 14 de abril, su aniversario y al definirla como “el pasado más luminoso de nuestra historia”, me da un respingo y con ganas de vomitar me levanto de la cama como un zombi y salgo por la casa descontrolado y agónico sin saber qué hacer.