Durante sus cinco años de mandato presidencial Pedro Sánchez ha orientado todos sus esfuerzos a crear un tupido entramado de apoyos políticos no para mejorar el bienestar de los españoles, sino con la exclusiva finalidad de mantenerse en el poder. De esta forma, el psicópata monclovita ha venido desarrollando una perversa acción de gobierno orientada a generar redes clientelares de voto cautivo y, a la vez, satisfacer las aberrantes demandas de comunistas e independentistas. En consecuencia, el Gobierno socialcomunista ha vulnerado el orden constitucional, ha colonizado las instituciones del Estado, ha usurpado la potestad de los jueces, ha eliminado la separación de poderes, ha abolido el Estado de Derecho, y ha dinamitado la solidaridad fiscal interterritorial. En definitiva, todo ello ha supuesto el desarrollo programado de un proceso de demolición de la nación española y supresión de los principios y valores propios de la civilización occidental, de tal forma que España, en este breve lapso, ha dejado de ser un “Estado social y democrático de Derecho”, tal y como consagra el Artículo 1 de la Constitución, para convertirse en una autocracia iliberal.
Este profundo “cambio de modelo constitucional” implementado progresivamente por el Gobierno socialcomunista se ha ido desarrollando de manera conjunta a un proceso de imposición social del llamado “pensamiento políticamente correcto”, mediante la educación en los centros de enseñanza, la propaganda en los medios de comunicación afines a la izquierda y la promulgación de leyes acorde a sus postulados. Esta corriente de pensamiento tiene como pilares ideológicos, al neomarxismo cultural, defensor de la sustitución del sistema democrático de corte liberal por regímenes populistas de carácter totalitario, y al pensamiento woke, esencialmente comprometido con el identitarismo, la ideología de género y el movimiento LGTBIQ+.
La estrategia llevada a cabo para conseguir sus objetivos ha consistido en la división y enfrentamiento social mediante planteamientos sectarios y maniqueos, vehiculizados a través de la imposición de la postverdad, la perversión del lenguaje, la cultura de la cancelación social y la coerción legal.
La “postverdad” supone el falseamiento de la realidad mediante la subordinación de los hechos acaecidos a los propios intereses políticos. Para el asentamiento en el imaginario colectivo de la postverdad es práctica habitual recurrir a la mentira persistente, siguiendo la máxima del ministro de Ilustración Pública y Propaganda nazi, Joseph Göbbels, según la cual “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Asimismo, como medio de trasmitir postverdades y facilitar su supremacía social, el socialcomunismo ha desarrollado lo que George Orwell denominó en su obra “1984” ”neolengua” esto es, una nueva forma de expresión oral consistente en la invención de nuevos vocablos y la tergiversación de algunos de los ya existentes, con la finalidad de proporcionar un medio de expresión a su particular cosmovisión y a su vez inhabilitar otras formas de pensamiento alternativo.
Evidentemente, el socialcomunismo ha hecho uso y abuso tanto de la postverdad como de la neolengua, para de esta forma dar un aire de impostada credibilidad a un discurso partidista esencialmente falso. Pero para que la mentira triunfe es de vital importancia que los individuos que la suscriben tengan una serie de cualidades, todas ellas definidas por George Orwell mediante neologismos de su propia invención . Así, en primer lugar, definió el “paracrimen”, como la capacidad de ignorar las incoherencias discursivas cuando éstas son contrarias a los principios y postulados del partido. A continuación, definió el “negroblanco” como a la capacidad de afirmar que lo negro es blanco y viceversa, obviando incluso que en el pasado se creyó lo contrario, siempre que el partido así lo exija. Y, por último, definió el “doblepensar” como la capacidad de sostener dos creencias u opiniones contradictorias simultáneamente. Pues bien, esta serie de cualidades adornan a los votantes de izquierdas, al ser todos ellos aparentemente inmunes a un discurso político racional, coherente y ajustado a la realidad pasada y presente.
En consecuencia, tras años de propaganda mediante mensajes tan persuasivos como falsos, lo cierto es que el socialcomunismo ha conseguido imponer su relato, hasta el punto de haberse instalado en el seno de la sociedad una suerte de “supremacismo moral de la izquierda”, a partir del cual todo disidente ideológico es sometido a la “cultura de la cancelación” mediante la censura de su discurso, el ataque a su prestigio y el aislamiento social.
Asimismo, para culminar el fatal cóctel explosivo y traspasando todos los límites de lo razonable, el socialcomunismo allí donde ha triunfado ha procedido a modificar a su antojo el ordenamiento jurídico con la ignominiosa intención de cercenar la libertad de expresión y mantener a la ciudadanía prisionera en el redil de la sumisión. De estas forma, hemos visto como los líderes socialcomunistas una vez instalados en el poder orientan sus esfuerzos legislativos a la promulgación de leyes que atentan contra la libertad de pensamiento y actuación, por más que tanto lo uno como lo otro sea concordante con los valores morales y los principios democráticos que han cimentado el desarrollo de la civilización occidental.
Resulta evidente que la actuación de P. Sánchez al frente del Gobierno de España se ajusta fielmente a los parámetros que conforman el distópico laberinto orwelliano. Así, el psicópata monclovita basó su campaña electoral en una falsa dicotomía como es la existencia de un “bloque ultra”, constituido por dos partidos políticos, el PP y Vox, a los que definió de extrema derecha, enfrentado a un “bloque progresista” en el que incluyó a socialistas, comunistas e independentistas. Sin embargo, resulta imposible defender dicha dicotomía sin caer en el absurdo, ya que difícilmente puede calificarse de extremistas a aquellos partidos políticos, como el PP y Vox, que defienden el orden constitucional, el Estado de Derecho y el sistema democrático, y resulta imposible calificar de progresistas a socialistas y comunistas, cuando resulta que rebajan las penas a los violadores y a los malversadores, conceden beneficios penitenciarios a los terroristas e indultan a los golpistas para luego promover su amnistía. Pero es que, además de todo ello, resulta patético comprobar como P. Sánchez se ha entregado en cuerpo y alma precisamente a aquello que dice detestar, esto es, a la extrema derecha más rancia, representada tanto por Junts, que además de nacionalista es supremacista cultural, como por el PNV, también nacionalista y en este caso directamente racista.
En conclusión, con su acción de gobierno y política de pactos, P. Sánchez está a un paso de dinamitar la monarquía parlamentaria para convertir a España en una dictadura de carácter nítidamente orwelliano. Sin embargo, con el deseo de evitar dar ese paso que todavía falta para caer en las garras del totalitarismo socialcomunista el pasado domingo 12 de diciembre se congregaron en España más de dos millones de ciudadanos libres para exclamar al unísono que “España no se vende, España se defiende”, con la esperanza de que aquel al que por su posición le corresponde se ponga al frente de todos ellos para liderar la rebelión civil.
Autor
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Rafael García Alonso.
Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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Qué pesados son ustedes – y no pierden ocasión de «lucirse» y proclamar que están en el bando de los «buenos» – no consta en absoluto que Goebbels dijese tal cosa. Otras cosas dijo – éste sí – Lenin sobre la mentira ( que es un arma revolucionaria ), pero a ustedes eso les importa un bledo. Pero creo que se les puede pedir un poco de precisión y no que suelten lo primero que encuentren en Google o que hayan oído en alguna película.
No hablemos ya de la «dictadura orwelliana», que nada tiene que ver con falta de monarquías parlamentarias ni con «social-comunismos» ( ¿usted ha leído «1984» y sabe lo que ha pasado en España desde 1975? Porque se diría que acaba de caer de un guindo ). y a lo mejor algún día habría que contar todo del malnacido de Orwell, a quien los asesinatos a españoles le parecían de perlas con tal de que los muertos fueran «fascistas».