23/11/2024 08:56
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Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es crítico literario del periódico La Razón desde el año 2000 y redactor jefe de la revista Qué Leer, además de colaborador de Clarín, Cuadernos Hispanoamericanos, Cultura/s (de La Vanguardia) y El Viajero (de El País). Autor de cuatro novelas, Solos en los bares de noche, Hildur, La soledad del tirador y El fantasma de la verdad, recogió sus versos en Alma en las palabras. Poesía reunida 1990-2010, más en la apócrifa Antología poética del suicidio (siglo XX), y sus últimos ensayos, aparte de sus biografías de Thoreau (El triunfo de los principios) y Whitman (El dios más poderoso), son: Muy al norte en el turbio mar. Una historia de la literatura inglesa; La ofensiva K de Kafka. Un escritor sagrado y puro; El realismo ficticio. Con lecturas de narradores españoles e hispanoamericanos; El sueño esclavo. Tríos de artículos de comportamientos literarios; y Palabrería de lujo. De la Ilustración hasta Houellebecq.

¿Por qué un libro sobre autores suicidas, toxicómanos y dementes?

A lo largo de las lecturas e investigaciones literarias de toda mi vida, he encontrado este elemento autodestructivo en multitud de escritores, muchos de ellos de obra importante, y me parecía interesante aunar en un libro algunos de los más destacados, de fama universal, acompañándolos de asuntos en los que también he incursionado literariamente, como la melancolía y el tedio de vivir.

¿Considera que en muchos casos se dedica a la escritura, al arte, gente atormentada?

La pulsión creativa nos caracteriza a todos, y en multitud de casos es una vía de exploración, sanación, consuelo o embellecimiento o dignificación de la propia vida, de tal modo que es muy común volcar en lo artístico los tormentos que podamos arrastrar. Pero no es el tormento interior lo nuclear, es la necesidad intuitiva de creación estética la que mueve al artista; en todo caso, lo valioso es que el mundo interior acabe generando obras cultural o literariamente atractivas, que acaben hablándonos de la condición humana.

¿Por qué es interesante profundizar en las atormentadas vidas de los escritores?

Porque es profundizar en nosotros mismos. Todos somos potencialmente ese escritor brillante, ese drogadicto o alcohólico, esa mente enferma. Es conocer de cerca cómo tal autor, pese a sus desvelos, obstáculos, soledades, fue capaz de escribir algo que se leerá durante generaciones y generaciones porque es hermoso, auténtico o útil. Y al tiempo es algo esperanzador: es comprobar que la dureza de la vida también puede rebelarse en algo que sea susceptible de convertirse en una pieza artística.

¿Por qué el denominador común es la autodestrucción?

Quise que ese fuera el factor principal, lo autodestructivo, es decir, la voluntad de, en cierto sentido, dañarse, tal vez por la incapacidad de soportar la existencia. Los seres humanos somos especialistas en boicotear la propia felicidad y dejarnos llevar por el tremendismo o la fatalidad. Beber hasta matarse, darse muerte cuando aún tal vez había muchos años que vivir, drogarse para percibir otra realidad y anestesiar los sentidos… son algunos de los casos que presento aquí y que van en la línea de desdibujarse a uno mismo, teniendo la conciencia de que eso va en paralelo a otra cosa “inevitable”: escribir poesía o narrativa.

¿Desde ese estado se puede escribir algo que merezca la pena o mejor dicho que sea edificante?

Por supuesto, el talento literario no entiende de estados de ánimo, en el sentido de que toda situación personal puede generar obras conmovedoras e inspiradoras, incluso en circunstancias extremadamente dramáticas. En cualquier caso, lo importante siempre es la obra en sí, los autores de los que hablo no son importantes porque se autodestruyeron de alguna forma, sino porque literariamente realizaron aportaciones grandes. Otra cosa es que su vida fuera especialmente complicada o se la quisieran complicar ellos mismos, o fueran almas débiles o inestables que por desgracia sufrieran problemas mentales. Eso es el trasfondo de la obra escrita, pero esta va lo primero, es lo que leemos y es por lo que serán recordados.

¿Por qué los genios son propensos a la autodestrucción?

No creo que sea así, simplemente los artistas tienen un medio de expresión que hace públicas sus divagaciones o problemáticas, por su fama o porque pusieron estas cosas por escrito. El genio es ante todo el ser consciente de su individualidad, fiel ante sus propios valores estéticos, de vívida creatividad, que busca sin cesar nuevos caminos de comunicación. Es alguien, por consiguiente, insatisfecho siempre, que se analiza y analiza lo circundante, y esa ebullición puede llevar a un comportamiento o una vida ciertamente efervescente.

Por ejemplo en los llamados poetas malditos franceses hay una cierta sublimación de ese estado de decadencia… ¿Pero en el fondo es un espejismo?

En verdad, además de innumerables casos individuales, hay en diferentes épocas de la historia ciertos fenómenos culturales o sociológicos que parecen hacer comunes ciertos comportamientos. En el romanticismo europeo o en los autores de finales del siglo XIX, en especial en París, parece que coincide cierta tendencia, casi de manera asociativa, a malvivir y exhibir ese malditismo, en una actitud de ir en contra del orden imperante, con sesgo provocador o desafiante. Pero hay mucho de postureo, como se diría coloquialmente ahora, mucho efectismo, a menudo nacido de un narcisismo mal digerido, de cara a la galería. Sin duda es llamativo, pero si no hubiera detrás una obra literaria potente no tendría mayor importancia. Baudelaire tuvo apoyo familiar y hasta subvenciones del Estado, pero todos los recordarán por su talante antimoderno, y a la vez sin duda fue un cretino capaz de escribir un libro bochornoso en contra del pueblo belga. Pero eso es secundario, lo que queda es Las flores del mal o los Pequeños poemas en prosa. La vida envuelve al personaje y nos suscita curiosidad por sus extravagancias o llamadas de atención, pero únicamente, en realidad, importa lo escrito.

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¿Quiénes han sido a su juicio los autores más atormentados?

Sin duda los que desdichadamente no pudieron combatir con el destino aciago. Pertenece a la voluntad alcoholizarte o no, drogarte o no. Pero cuando la demencia o cualquier tipo de trastorno mental te atrapa, la vida puede ser una cárcel asfixiante, de la que tal vez es mejor huir. Eso le pasó a Virginia Woolf, que con una claridad pavorosa, entendió que no podía seguir viviendo con su enfermedad y resolvió meterse en un río. En mi libro hablo de ella profusamente, y de otros autores que también sufrieron depresiones o accesos de locura y que con ello hicieron literatura hasta que ya no pudieron más.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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