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Hastío infinito. Díaz Ayuso versus Iglesias. Y tú más. Arrojándose cadáveres de ancianos a la cara. En castizo, de puta a puta, taconazo. Reitero, tedio politiquero. El asunto de marras, un insondable y sobrecogedor abismo.
Matar y dejar morir, valga la redundancia
Durante la plandemia, turbadora mortalidad en ancianos. Aquí nadie- reitero, nadie- se libra. Protocolos plurales de todas – todas- las autonosuyas, tanto zurdas como diestras – sociatas o peperas o indepes- para que los ancianos permanecieran en hogares y residencias y no fueran hospitalizados. Tanto en sus casas como en residencias, se les suministró de forma sistémica y sistemática cloruro mórfico a los ancianos sin su consentimiento ni el de sus familiares. Vamos, dosis letales de morfina. Para sedar. Para matar, traducción.
Luego, los que consiguieron ser atendidos en hospitales, otros protocolos indicaban que jamás tuvieran preferencia. Los últimos en ser atendidos. La repugnante CFS, escala clínica de fragilidad por sus siglas en inglés. Dejar morir, sinónimo de matar. Allí mismo, en los hospitales, si conseguían ser atendidos, se les retiraba el soporte ventilatorio y se les suministraba interminablemente Midazolam para «mejorar el alivio y confort», cuando la crudísima evidencia es que ese fármaco en ancianos, con agudas dolencias respiratorias y sin respirador alguno, resulta singularmente homicida. Además, por supuesto, también en hospitales chutándoles la antedicha morfina. A ello, agreguemos el lúgubre y lóbrego dato de la realización de mengelianos «ensayos clínicos» con los pacientes ingresados (por cierto, ya puestos a “investigar clínicamente”, ¿va a atreverse alguien a averiguar cuántas de las personas presuntamente fallecidas por el supuesto SARS-CoV-2 se habían inoculado recientemente la vacuna contra la gripe estacional?).
La mafia médica aliada a la chusma partitocrática
Los referidos protocolos suelen citar documentos de recomendaciones de galenos diversos. Preferentemente, anestesistas, intensivistas y cardiólogos. Medicina de familia y comunitaria. Urgencias y emergencias. Y por supuesto, procedimientos internos realizados por los propios médicos, clave, bajo coartada humanitaria, basados en presuntos criterios de «justicia distributiva», ejecutan la ética utilitaria: costo-utilidad. Otra traducción: crimen sin castigo, funcionarios y médicos podrían haber participado o colaborado deliberadamente mediante técnicas letales, de manera metódica, contra la vida de nuestros mayores.
Eso sí, la enloquecida plebe aplaudiendo durante dos meses a los sanitarios, recién premiados por la nieta del emérito comisionista saudí, campechano de las pelotas. Todos los gobiernos – nacional y autonómicos – apuntalados por esos mismos sanitarios, navegan hacia un derrape asaz totalitario y eugenésico, donde proyectan la vacunación obligatoria de niños y adultos, la eutanasia masiva – y ya, legal- de ancianos y la experimentación con todos. La nueva normalidad, dicen. En fin.
Autor

- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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