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(Sobre la inversión de valores y todo eso…)
Es bastante probable que la mayoría de ustedes no hayan visto la película (vieja ya), dirigida por Ettore Escola con la magistral interpretación de Nino Manfredi como protagonista principal (1976), que desnuda magistralmente las miserias de unos seres aborrecibles cuyas bajezas resultan inverosímiles para cualquiera con una pizca de dignidad por muy pequeña que esta sea.
“Brutti, sporchi e cattivi” (Feos, sucios y malos), así de crudo era su título.
Viene esto a cuento porque todo ese magistral entramado se halla en perfecta consonancia con una situación grotesca que a continuación les voy a relatar, ya que por desgracia es algo totalmente extrapolable a esta surrealista circunstancia histórica que nos ha tocado vivir.
Allá vamos pues:
Obviando someramente a Kierkegaard, ni más ni menos que a Nietzsche debemos el “descubrimiento” de lo que él mismo denominó “ressentiment”.
Para que me entiendan los no iniciados en esto de la Filosofía, no hay mejor que un simple ejemplo:
Cuando un hombre – término genérico – que ya sabemos ahora lo que hay, se siente a sí mismo inferior por carecer de ciertas cualidades naturales de carácter positivo – inteligencia, dignidad, valor, elegancia, integridad, honradez, compromiso moral, etc. – procura indirectamente como mecanismo de autodefensa afirmarse ante su propia vista negando la excelencia de tales cualidades. Es en términos filosóficos lo que se conoce como “inversión de valores” concepto de suma utilidad en el que se basa nuestro actual sistema político sibilinamente denominado “Democracia”; y digo sibilinamente puesto que la denominación es absolutamente errónea ya que el término correcto para designar al mismo sería “Plebeyismo” que es precisamente el concepto inverso, puesto que el resentido, base mayoritaria del plebeyismo imperante odia por su propia naturaleza la excelencia y distorsiona el concepto de Aristocracia de raíz Helena cuyo significado es también precisamente contrario al tan peyorativo cacareado ahora hasta la saciedad que el resentido le otorga actualmente, puesto que tal concepto significa el gobierno de los mejores, o sea de los poseedores de la excelencia precisamente.
Es la total inversión de valores como les digo, ya que lo superior, lo excelente, la virtud, la honradez, la integridad, etc., precisamente por serlo padecen una “capitis diminutio” y en su lugar triunfa lo inferior, traducido actualmente de manera grosera esperpéntica y descarada en el encumbramiento de los mediocres en detrimento de los excelentes, algo extremadamente útil al poder real sin duda alguna, claro…
En esta clarividente frase de Ortega y Gasset – que poseía bien a las claras las cualidades de la excelencia – tenemos el criterio para discernir dónde el sentimiento verdaderamente democrático degenera en el arrollador plebeyismo actual:
“Quien se irrita al ver tratados desigualmente a los iguales, pero no se inmuta al ver tratados igualmente a los desiguales, no es un demócrata, es un plebeyo”.
Y viene todo esto a cuento como base para que comprendan el motivo de lo que en nuestro solar ocurre desde que nuestra Patria hace mucho ya es gobernada por pelanas, farsantes, camanduleros, y otras gentes de medio pelo, chusma de lo más vulgar, vaya…
Por lo menos yo, no he visto más que a esa clase de personajes “adueñarse” – aunque solo en teoría, claro – del mando, con el respaldo del poder real que los encumbra – como no – y, solo faltaría, con el total beneplácito de la pringue rebañega que los aplaude hasta con las orejas, pues no en vano son sus criaturas:
Un tándem perfecto, sin duda.
Mientras los NOBLES duermen, los Oligarcas gobiernan como quieren apoyados por una chusma infame a la que insuflan “valores eternos” a través de la Educación??? en manos del Estado y sus todopoderosos Mass Media enfangados de mierda hasta los ojos.
Claro que esto no es nada nuevo, nada más que tienen que ver este fragmento de la obra cumbre del Príncipe de los Ingenios:
«-¿Qué es un Noble?- dijo Sancho:
– Difícil de definir, Señor. Eso se siente y no se dice.
“Es un hombre de corazón (saltaron en el grupo voces por todos lados).
Es un hombre que tiene alma para sí y para otros.
Son los capaces de castigarse y castigar.
Son los que en su conducta han puesto estilo.
Son los que no piden libertad sino jerarquía.
Son los que se ponen leyes y las cumplen.
Son los capaces de obedecer, de refrenarse y de ver.
Son los que odian la pringue rebañega.
Son los que sienten el honor como la vida. Los que por poseerse pueden darse. Son los que saben cada instante las cosas por las cuales se debe morir. Los capaces de dar cosas que nadie obliga y abstenerse de cosas que nadie prohíbe. Son los…
Basta – dijo Sancho – , entiendo. ¿Entonces Noble es aquel que sabe hacer hace las cosas bien y no puede prestarse a la chapucería?
Así es Señor. Y esa fue nuestra desgracia”.
Quisieran los tales que a toda prisa fuese decretada la igualdad entre los hombres; la igualdad ante la ley no les basta: ambicionan la declaración de que todos los hombres somos iguales en talento, sensibilidad, delicadeza y altura cordial.
Cada día que tarde en realizarse esta irrealizable nivelación es una cruel jornada para esas criaturas «resentidas», que se saben fatalmente condenadas a formar la plebe moral e intelectual de nuestra especie”
Nada más cierto cuando al amparo de la noble idea de la Democracia se ha instaurado – bien respaldada por el poder, claro – en la conciencia pública la perversa afirmación de todo lo bajo, ruin, vulgar y soez para contento del establishment real y estúpida reafirmación de la chusma, que apoyada en un distorsionado concepto de Aristocracia en sentido clásico que sus venenosos verdugos les han inoculado, está tirando piedras sin piedad alguna contra su propio tejado de manera grotesca, pues si bien Aristocracia y Oligarquía son conceptos más o menos similares en el sentido de que se refieren a grupos selectos que detentan el poder político, en su concepto básico, mientras que el término Aristocracia designa al gobierno de los mejores para atender eficazmente los intereses del pueblo, el fundamento básico de la oligarquía – y no digamos de la actual – hace referencia al gobierno de unos grupos privilegiados que solo atienden a sus propios intereses que evidentemente son antagónicos a los intereses del pueblo con el beneplácito de la chusma mayoritaria, pringue rebañega, canalla vulgar o como quieran llamarlo.
No debemos olvidar que para filósofos como Platón y Aristóteles sin ir más lejos, la Aristocracia, entendida en su sentido primario, era la forma de gobierno idóneo, pues serían los ciudadanos más notables en razón de sus condiciones morales e intelectuales quienes tendrían a su cargo la administración política del Estado para atender los intereses de sus gobernados.
La Aristocracia era, pues, una manera de combatir los excesos de la tiranía y las injusticias de la oligarquía, así de claro es.
España por tanto es ahora el gobierno y dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, pero muy al gusto y conveniencia de la criminal oligarquía masónica que nos gobierna con guante de seda sobre mano de hierro, apoyada en esa masa estúpida, borreguil y adocenada.
El sufragio universal nada tiene nada que ver con la voluntad popular. Y aunque así fuera, esa voluntad de la mitad peor de un país es necia, estúpida, incoherente y manoseada por los demagogos, puesto que para tomar una decisión, cualquier persona necesita información verídica, detallada y un grado de conocimiento del que la infame chusma carece por completo, no andaba errado Martello cuando argumentaba que el mejor razonamiento en contra de la supuesta Democracia era una conversación de cinco minutos con el votante medio, ese comido por el resentimiento, la bajeza moral y la estupidez de los mediocres ya que siempre ha demostrado con creces cuando se le dio la oportunidad que para nada se trata de una venial incapacidad por falta de discernimiento, no, que quieren que les diga, no, no cuela…
Así que no pocas veces pienso que tienen de sobra merecido todo lo que les ocurre.
¡Por cabrones…!
Omar Pardo Cortina A.E.M.E. (Asociación Española de Militares Escritores nº 188)
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