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Entramos a un nuevo año, sí; pero, sobre todo a una nueva década, y con ello, al ya sin vuelta atrás de lo que se conocía como normal o, incluso moderno. Fuimos obligados a entrar al futuro, al menos, a la idea de ello. Las tecnologías y su tan alta capacidad, que es desarrollada de una forma más refinada día tras día, nos pone de cara a lo que solo la Ciencia Ficción – inclusive hasta ahora – revela a esta humanidad, aún precaria, inexperta y hasta inhumana. El año 2021 puede significar mucho más que el año 2000, que demarcaba el inicio de un nuevo milenio, de una nueva era. Pero, es que todo estaba en “orden” para el año 2000, además, apenas se daban pasos discretos en tema tecnológico y científico. En cambio, veinte años, fueron suficiente, para llegar a ese punto esperado donde la tecnología y la ciencia tuvieran esa llave necesaria para transportar a la humanidad directo a tan esperado futuro y de paso, formar dentro de la base estructural del sistema, un nuevo orden.
El 2020 dejó el terreno listo para el paso tan esperado, y a la vez tan inesperado al futuro. El hecho de vivir en un mundo interconectado, en el cual aplicaciones en un smartphone pueden hacerlo todo, es la realidad virtual y el posmodernismo condensado. Desde conseguir los víveres, coche, apartamento u hotel para las vacaciones, hasta conseguir pareja. Pues sí, con todo al alcance de la mano, ya no hay sentido en el esfuerzo que otrora era necesario.
La modernidad liquida, el amor líquido, la sociedad líquida, el todo líquido; de lo que Zigmunt Bauman – sociólogo judío polaco – consolidó en su obra, que paradójicamente, lo hizo famoso dentro del público adolescente, pero, ¿por qué? Pues porque tenía la razón, ya que nada es sólido en el ahora. Todo es un vaivén, pero es que no se podía esperar más, pues es una generación de transición, en donde lo que se juega es quizás, el todo por el todo. Además, la pandemia que nos deja acongojados a casi todos, no es más que la forma de dejar en claro lo débil que puede ser la humanidad.
Bauman tenía claro que no se podía confiar en la naturaleza, pues era incierta, indiferente y hostil. Asimismo, fue que paso, y nos encontramos en un estado de parálisis e impotencia frente a un asunto tan propio y exclusivo de campos como la biología y la medicina.
La generación Z, inmersa en las redes sociales y la internet, han desarrollado una realidad ficticia, esto junto con la ausencia de valores fuertes y sujetos a un mundo inestable e incierto, da paso al inexorable mañana. Un mañana, injertado en el nuevo ápice del futuro, aquel hito en el que vivimos, como si no hubiese espacio ni tiempo en el ahora, desde la relatividad de la física. El aquí y el ahora es un trance, tal como aquel limbo – limbus – aquel borde o limite que nos separa sigilosa y sibilinamente de un pasado que se comienza a desvanecer.
Así como, Jules Verne lo vio, lo presintió o simplemente lo imaginó, habría una red internacional de comunicaciones. También, ya no sería necesario movilizarse por transporte fluvial, pues volaríamos como las aves, aun, a nivel de llegar a la luna. El genio francés, quizás lo soñó todo, y así fue, pues predijo grandes hechos del mundo moderno. Ahora bien, la posmodernidad nos presupone nuevos retos, tales como tener que aceptar que el futuro está en manos de la posmodernidad, del pluralismo y hasta de las minorías. Que el sistema se transforma en un sucedáneo, del que su fin es un nuevo existencialismo, una forma nueva de plantearse el mundo, la filosófica, la historia, la política, la economía y la sociedad en sí.
Ni se equivocó Bauman, ni Verne. Estamos ad portas de dar un gran paso hacia la era del verdadero futuro, lo inimaginable antes, será la realidad. Lo que conocemos será obsoleto, casi que rupestre y primitivo. Tomó siglos dar este gran salto. Estamos en medio de un acontecimiento histórico, y tal vez, el de mayor importancia hasta dentro de mucho. Privilegiados somos de tener un privilegio tal como este. Si bien, la pandemia que ha azotado al planeta es el medio para llegar al fin, y es también el adiós a las generaciones pasadas, a aquellas que incluso vivieron sucesos tan impresionantes como la Segunda Guerra Mundial, el holocausto – sobreviviéndolo – y un sinfín de guerras y fuertes sucesos.
A la postre, esta generación que sobrevivirá para contarlo todo y para recordar a quienes la sucedieron, ha sido preparada para el advenimiento de un futuro tangible, construido por hombres y por maquinas, con tintes claros y oscuros; pero que, fueron de una u otra forma adoctrinados para ser parte de este inexorable mañana. La imaginación dio paso a la consecución de la realidad y consecutivamente el mundo está preparado para esta.
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