
I Jornadas Serrano Suñer:
SERRANO SUÑER FUE EL HOMBRE QUE, DE VERDAD, SALVÓ A ESPAÑA DE LA II GUERRA MUNDIAL
Conferencia de Luis Eugenio Togores Sánchez
Hace 73 años que se produjeron las reuniones entre los representantes de la España nacional y Hitler, líder del III Reich. Sin lugar a dudas uno de los protagonistas más destacados fue el, entonces, segundo ministro de Asuntos Exteriores de Franco, su cuñado Ramón Serrano Suñer.
Serrano fue el <hombre fuerte> del Régimen en la década de los 40. Fue primero ministro de Interior en el Primer Gobierno de Franco (1 febrero de 1938) y Jefe Nacional de Prensa y Propaganda de FET de las JONS, para luego desempeñar la cartera de Orden Público de forma conjunta bajo el título de Gobernación. Sustituyó a Beigbeder, el 18 de octubre de 1940 en Asuntos Exteriores, en un gobierno en que estaban, entre otros, Yagüe en el ministerio del Aire y Muñoz Grandes al frente de la Secretaria General de FET de la JONS.
En el Tercer Gobierno de Franco (20 de mayo de 1941) continuó en la cartera de Asuntos Exteriores, hasta la formación del Cuarto Gobierno (3 de septiembre de 1942), momento en que se hizo cargo, nuevamente, de Asuntos Exteriores el Conde de Jordana. En este momento terminó su carrera política.
Ocupó la cartera de Exteriores durante 23 intensos meses. A pesar de su, relativamente, breve paso por el Palacio de Santa Cruz su actuación fue decisiva y ha hecho que este tiempo sea muy estudiado por los historiadores y que, seguramente, Serrano Suñer sea el ministro de Asuntos Exteriores de la España del siglo XX sobre el que más tinta se ha vertido.
En cualquier caso, a pesar del interés que despierta la Segunda Guerra Mundial y el III Reich entre historiadores y lectores de historia, la actuación de Serrano Suñer durante la II Guerra Mundial sigue estando velada por numerosas sombras.
Nadie en la historia reciente de España ha tenido tanto interés, ha dedicado tanto tiempo, a cuidar su imagen en la Historia de España como don Ramón, con la salvedad quizás de José María de Areilza. Este interés que, sin lugar a dudas, demuestra la inteligencia privilegiada que tuvo a lo largo de su siglo de vida ha dificultado a los historiadores poder acercarse a la verdad de su papel en la Historia de España durante la Guerra Civil y la II Guerra Mundial. De aquí que sea muy difícil separar en su vida el mito de la realidad.
Serrano fue, hasta el mismo día de su muerte, el historiador de su propia vida, el hacedor de <su> mito y el único dueño de la verdad, de
<su> verdad. Aquí reside el interés y la fascinación que siempre ejerció entre todos los que le conocieron, entre todos lo que estudiamos su papel en la Historia.
ESTADO DE LA CUESTIÓN
Sin lugar a dudas Serrano Suñer, en sus relaciones con Hitler y Mussolini, tiene mucho que decir sobre si mismo y su papel en la historia. No sólo como protagonista, también por su clara y decidida voluntad de historiar esta parte crucial de la Historia Contemporánea de España en la que desempeño un papel muy destacado. Sus artículos, entrevistas, libros, etc. van mucho más lejos que unas simples memorias. En todo ellos se ve – con el problema que esto genera- una clara voluntad de hacer la Historia de sí mismo.
Esto ocurre, especialmente, sobre el tema que vamos a tratar. Es necesario destacar sobre todas sus aportaciones su libro Entre Hendaya y Gibraltar. Escrito en 1947, cuando don Ramón había caído en el ostracismo, es, sin lugar a dudas, su testimonio más autentico sobre aquellos tiempos fundamentales en que España estuvo en el ojo del huracán. En los setenta aparece en Planeta Memorias, un libro donde Serrano da un giro a su propia historia. Libro al que se une el trabajo de Heleno Saña, de 1982, El Franquismo sin mitos, conversaciones con Serrano Suñer.
Junto a estos libros debemos destacar los dos libros dictados a Ignacio Merino, Serrano Suñer, historia de una conducta y Serrano Suñer, conciencia y poder, y un tercero que en estas fechas prepara para la editorial Esfera de los Libros.
Resulta interesante ver la trascripción de su intervención en el curso de verano de El Escorial titulada Política de España: Amistad y resistencia con Alemania durante la II Guerra Mundial en España en la II Guerra Mundial6 Aquí podríamos añadir los diversos títulos publicados por un defensor acérrimo de Serrano Suñer, el oscuro y muy interesante Ramón Garriga7
Junto a estos trabajos, nacidos directa o indirectamente, del propio Serrano Suñer, hemos seleccionado alguno de los publicados que nos parecen básicos para poder comprender el tema que nos ocupa, la relaciones de Serrano Suñer como ministro de Asuntos Exteriores español de Franco con el III Reich, con Hitler, y con el dictador italiano Mussolini.
Sobre la base de que la siguiente selección es subjetiva, fruto del criterio del autor de estas líneas, el primer título sería el relativamente reciente libro Entre la Antorcha y la Esvástica, Franco en la encrucijada de la Segunda Guerra Mundial de Emilio Sáenz-Francés.
De los testimonios dejados por los protagonistas españoles resulta imprescindible leer la obra de José María Doussinague, director del Política Exterior durante la II Guerra Mundial, España tenía razón. Igualmente, aunque tratan colateralmente el objeto de nuestro estudio, las memorias de los embajadores británico y norteamericano en Madrid durante la guerra. Sir Samuel Hoare Embajador en Misión Especial y el historiador y embajador norteamericano Carlton Hayes Misión de Guerra en España.
Los trabajos más señeros de la historiografía conservadora española se los debemos a Ricardo de la Cierva8 y a Luis Suárez9. En el otro lado de la historiografía están los trabajos de Javier Tusell, entre los que destacamos Franco, España y la Segunda Guerra Mundial, entre el Eje y la neutralidad. Un libro Al que debemos sumar el aparecido en 1994 de Rafael García Pérez Franquismo y III Reich.
Entre los autores extranjeros debemos destacar el libro del militar norteamericano y veterano de la II Guerra Mundial Raymond Proctor
Agonía de un neutral y los trabajos del alemán Klaus-Jörg Ruhl, Franco, Falange y III Reich.
La figura de Serrano Suñer ha generado mucha tinta y, sin lugar a dudas, su figura como protagonista destacado de la Historia de España seguirá siendo objeto de estudio y controversia.
GERMANÓFILO
En España, entre 1939 y 1943, era muy fácil, casi obligatorio, sentir admiración por la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. Aunque, por motivos muy distintos, ambas naciones eran el foco de atención de la mayor parte de los españoles.
La deuda de gratitud de la España nacional con estas potencias fascistas era innegable. Esta realidad se unía el hecho incuestionable de ser ambas el más puro ejemplo de modernidad, éxito en la gestión política, poder y muestras fehacientes de unas economías en crecimiento imparable dentro de la Europa de su tiempo.
Hitler había apoyado de forma decidida, con hombres y armamento modernísimo, a los nacionales durante la guerra. El Ejército de Tierra alemán era desde 1870, e incluso después de la derrota de la I Guerra Mundial, la mejor máquina militar del mundo, una realidad que no dejaba de ser importante tanto para el cuerpo de oficiales profesionales del Ejército español como para numerosos sectores de la población española, muy militarizada como consecuencia de tres años de guerra civil.
En el plano ideológico, el milagro alemán despertaba admiración y se veía como un modelo a seguir por muchos españoles y no sólo entre los falangistas: Hitler había llegado al poder en 1933 y había convertido a una nación derrotada, depauperada por la Gran Depresión de 1929, azotada por la revueltas comunistas y aplastada por las potencias vencedoras en la Gran Guerra, en una nación viva y poderosa, llamada a liderar un orden nuevo internacional y a servir de ejemplo a toda Europa.
Además la Alemania nazi coincidía en sus enemistades, aunque por motivos muy distintos, con la España nacional. Ambas estaban enfrentadas con Gran Bretaña, Francia y la URSS.
Para España, lo único que podían tener de admirable Gran Bretaña y Francia era su sistema político democrático, pero no olvidemos que en el periodo de entreguerras la democracia se veía como un sistema caduco e imperfecto, siendo los sistemas de gobierno autoritario, cuando no abiertamente fascistas, la forma moderna de gobernarse las naciones.
En España había un número importante de germanófilos y, entre estos, un sector importante de pronazis. No todos coincidían en el motivo que les llevaba a admirar al III Reich, pero sí en su confianza ciega en el futuro imparable que parecía tener la Alemania hitleriana.
Serrano era germanófilo y admirador del III Reich, una enfermedad que se le fue pasando a medida que trato con los altos dignatarios de ministerio de Exteriores berlinés.
La Italia fascista era una potencia de mucho menor peso en Europa a comienzos de la II Guerra Mundial que la Alemania nazi. Sus éxitos no eran comparables con los obtenidos por Hitler entre 1933 y 1939, pero durante la Guerra Civil española su intervención había sido fundamental, aunque con zonas de sombra como la derrota de Guadalajara. El fascismo tenía una mayor sintonía con los españoles por su forma de ver el mundo. Un fascismo de corte mediterráneo del talante de Mussolini encajaba mejor con los españoles que el organizado y frío nacional socialismo hitleriano.
SERRANO SUÑER EN LA EUROPA DE LOS DICTADORES.
En los años cruciales en los que Serrano Suñer trató directamente con Hitler y Mussolini los problemas más acuciantes de España, del Régimen de Franco, eran tres; dos de índole interior y uno de política exterior.
En materia de política interior el principal problema de Franco era conservar el poder frente a las conspiraciones que, constantemente, surgían entre los vencedores y que, en la mayoría de los casos, afectaban de forma directa a su permanencia en el poder. Estas conspiraciones se cifraban en dos grandes apartados:
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la entrada de España en la Guerra Mundial
-
la sustitución de Franco por un gobierno nacional nuevo, pro alemán o pro aliado según la marcha de la guerra, de carácter fundamentalmente monárquico
El segundo gran problema interior de Franco era cómo lograr reavivar la economía española de la inmediata posguerra y alejar el fantasma del hambre de las calles españolas. Ambos problemas tenían indudables conexiones con la política exterior de España.
El otro gran problema de España, de política exterior, era la decisión que debía tomar el propio Franco sobre entrar o no en la guerra a favor del Eje, para luego centrarse en lograr mantener a España fuera de la guerra.
La neutralidad era una opción complicada para España. Hitler presionaba con fuerza al Gobierno Español recordándole lo mucho que le debía; sin la Legión Cóndor y el material de guerra alemán seguramente los nacionales habrían perdido la guerra. Alemania necesitaba la entrada de España en guerra, fundamentalmente por la necesidad de quitar el control del Estrecho, de Gibraltar, a Gran Bretaña, lo que anularía una de las grades rutas marítimas de comunicación del Imperio Británico, convirtiendo el Mediterráneo verdaderamente en un mare nostrum del Eje.
La posibilidad de recuperar Gibraltar y extender el dominio español por Marruecos y el norte de África –como soñaban Areilza y Castiella en su libro Reivindicaciones de España10-, incluso soñar con la anexión de Portugal, hacía que militares como Yagüe, Asensio, Varela, Kindelán y Muñoz Grandes o Vigón viesen como una oportunidad única la entrada en la guerra. El sueño de una nueva España imperial llamaba, con sus cantos de sirena, a mucho españoles por el camino de la guerra.
El principal obstáculo para la entrada de España en la guerra era el propio Franco, junto a un grupo muy reducido de generales y políticos. España se había adherido el 7 de abril de 1939 al Pacto Antikomintern, el 8 había abandonado la Sociedad de Naciones –al igual que Alemania, Italia y Japón- y el 2 de julio el diario Arriba había publicado un artículo de José María de Areilza reclamando la devolución de Gibraltar. Pero ni las veladas promesas alemanas, ni la entrevista de Franco con Mussolini en Bordighera, ni las amenazas de Hitler de invadir España, habían de servir para que Franco arrastrase a España a la guerra. Un cosa era hacer gesto a favor del Eje, mostrar simpatía, y otra muy distinta declarar la guerra a los Aliados.
En todas estas cuestiones Serrano Suñer tuvo un papel destacado por su cargo de ministros de Asuntos Exteriores y la proximidad que en aquellos momentos tenía con el Generalísimo.
Hitler es, sin lugar a dudas, la figura principal e indiscutible de la cuestión. Pero, con la cantidad de información que cada día vamos teniendo, se puede afirmar que figuras como Ribbentrop, Canaris, el embajador Von Store, junto a otros miembros del régimen nazi de segunda fila como Gardeman, tuvieron un papel tan destacado como el propio Hitler en los sucesos que nos ocupan.
Por parte española, sin lugar dudas, el protagonismo lo tuvo siempre Franco, aunque apoyado en dos de sus ministros de Exteriores Serrano Suñer y Jordana.
Serrano Suñer sólo mantuvo con Hitler cinco entrevistas. Reuniones fundamentales, pero las que, sin lugar a dudas, a Serrano no le permitieron llegar a conocer a Hitler en profundidad. Sobre el Führer y el Duce nos ha dejado, en su libro Entre Hendaya y Gibraltar, publicado en 1947, el siguiente testimonio: ―Creo que en Hitler había mucho de ese sentimentalismo de pequeño burgués que forma extraño contraste con su dureza y su seguridad mesiánicas de iluminado, de héroe entregado a un destino irremediable‖11.
La única vez que había visto Serrano a Hitler había sido en Nuremberg en 1937 de forma fugaz12,
―Si había en su figura y en sus movimientos algo de vulgar, algo era en él singular el contraste lo comprobé luego cada vez más claramente- sobre todo su mirada poderosa. Una veces como emanación fanática, otras como luz burlona, casi diabólica. Esto y su indiscutible fuerza mental, su maestría dialéctica y su impresión de seguridad eran, evidentemente, revelaciones de una personalidad relevante, distinta de las otras… ejercía sobre los suyos una especie de magnetismo que sólo los hombres excepcionales llegan a poseer‖.
Serrano trató a Musssolini con más proximidad humana13,
―En Mussolini había mucho paternal y era ante todo el padre de su patria. Amaba profundamente a Italia, aunque siempre situándose encima, como un protector. Porque la amaba así podía llegar a despreciarla alguna vez y muchas a recriminarla amargamente.
Hitler parecía sentirse fundido al mismo destino de Alemania, a su mismo ser. Pertenecía más a su pueblo, pero lo tutelaba menos paternalmente. Era el enviado de su propio pueblo más que su hacedor.
Mucho de padre, más aún de artista como corresponde al genio de su raza, mucho de hombre que se esculpe a sí mismo pero que siempre permanece humano, tal que pareció Mussolini. Un héroe, un mesías, un destino, que acepta su destino, fanático servidor de él por encima del bien y del mal, aunque con cierto fundamento de sensibilidad burguesa, sentimental, eso me pareció Hitler. Ya es hora de decir que, desgraciados y vencidos, y aun acaso catastróficos (Mussolini no lo era por naturaleza), ambos han sido grandes hombres y hombres que han creído y querido grandes cosas y que han amado y aspirado a servir la grandeza de su pueblo. El mundo que hoy odia celosamente las personalidades fuertes y que celosamente elige a los mediocres –porque esa es ley e la fatiga- un día, sin duda alguna, volverá a admirarlos‖.
PREÁMBULO GIBRALTAREÑO.
Sobre si mismo nos dice Serrano Suñer en su libro <Entre España y Gibraltar>14
―Con mi traslado del Ministerio de Gobernación al de Asuntos Exteriores abandonaba yo posición política firme… me alejaba de un grupo de colaboradores seguros, inteligentes y fieles, para entrar en un mundo convencional e inseguro‖
Ante la peticiones y demandas alemanas para que España entrase en guerra, cuestión fundamental de su ministerio, reflexiona Serrano que15
―No había a mi juicio más que una: practicar una inequívoca política de amistad… La sensación de una política amistosa no la podíamos dar más que practicando noble y cordialmente una verdadera amistad… Nuestra amistad era garantía de tranquilidad desde los Pirineos al Estrecho… lo difícil en los años de la dominación alemana era evitar la guerra y lo fácil participar en ella. Y la verdad es que se consiguió lo difícil‖.
―España con sus relaciones amistosas con el Eje durante la guerra, con sus escasos medios, y sin romper sus relaciones con los aliados, poco, poquísimo, podía dañar los intereses de estos‖.
Según Serrano, el momento en que España debió entrar en guerra, por su sólo interés, fue durante la retirada aliada en Dunkerque, teniendo que haber invadido el Marruecos francés, impidiendo la resistencia colonial francesa y luego el desembarco norteamericano, lo que habría ayudado eficazmente a Rommel a tomar el Canal de Suéz. La movilización de las tropas españolas habría sido fácil por la proximidad al final de la Guerra Civil16
―… el Gobierno español no pensó ni por un instante en aprovechar aquel momento. Ni entonces ni luego, jamás, tuvo decisión ni voluntad concreta y actual de guerra. Sólo palabras, planes siempre diferidos, vagas e indeterminadas, condicionadas por factores imposibles y situadas en la infinitud del tiempo‖.
Antes de la llegada de Serrano a Exteriores, de su visita a Hitler en septiembre de 1940, lo ojos de Alemania ya estaban fijos en Gibraltar y Franco había maniobrado para evitar esta complicación.
El 6 de julio de 1940 Canaris propuso al general Franz Halder un ataque sobre Gibraltar. Poco después Manuel Aznar publicaba tres artículos titulados <Gibraltar, honor y deber de los españoles>. Nueve de cada diez españoles estaban decididos a marchar sobre Gibraltar en este momento. Este fue el mejor momento que tuvo Hitler para hacer entrar a España en la guerra.
El 14 junio 1940 los españoles habían tomado Tánger y el 16 el general Juan Vigón, jefe del Estado Mayor Central, viajaba al castillo de Acoz en Bélgica, con una carta de Franco fechada el 3 de junio, tres días después de Dunkerque. Era recibido por Hitler después de la caída de París y antes de las negociaciones alemanas con Francia.
El 19 de junio de 1940 España parecía estar dispuesta a entrar en guerra a cambio de Orán y Marruecos, más una cantidad importantísima de armamento y alimentos, previa una preparación de la opinión publica española.
Un tiempo antes el oscuro Canaris había señalado a Franco la diferencia de la suerte corrida por Suecia y Noruega. Noruega había sido tomada en horas por decir NO, mientras que Suecia a cambio de unas concesiones mínimas se había librado de la invasión alemana.
El 27 Franco destituyó, según algunos autores, a Yagüe por avituallar aviones alemanes en territorio español, lo que le impidió autorizar el avituallamiento de submarinos alemanes en las costas gallegas. En esos mismo días firma Franco un acuerdo tripartido con Lisboa y Londres y cesa al general López Pinto por autorizar un desfile alemán por las calles de San Sebastián. Franco hace de forma impenetrable su juego.
Franco hace caso a Canarias. Da poco, pide mucho, promete todo. Proctor, profesor de la Universidad de Idazo, dice; <Tan grandes eran las exigencias de Franco que resultaban difícil, sino imposibles, satisfacerlas>.
PRIMERA ENTREVISTA SERRANO – HITLER:
Desde mayo de 1940 las ingerencias del ministro de Gobernación Serrano en temas de política exterior eran cada vez más que evidentes.
Serrano fue llamado a Berlín pensando que se iba a tratar el tema de garantías y compensaciones territoriales a cambio de la entrada de España en la guerra, y se encontrón con ―un poder nazi engolfado por sus triunfos y que lejos de estar dispuesto a vender barato el Marruecos francés, reclamaba para sí una base en las Islas Canarias‖17.
El 13 de septiembre de 194018 emprendía Serrano Suñer viaje a Berlín, cuando todavía no era ministro de Asuntos Exteriores. Recuerda Serrano19:
―A fin de encontrarme desamparado frente al aparato oficial alemán, fui acompañado de un séquito numeroso, verdaderamente excesivo, prácticamente ocioso, ya que, fuera de algunos técnicos, los demás tuvieron una misión meramente decorativa. Salvo dos o tres, todos eran jerarquías falangistas que se mostraron en aquella ocasión absolutamente identificados con mi designio político‖
Serrano salió para Berlín siendo un admirador de Alemania y del III Reich, al tiempo que un servidor leal de la España de Franco.
La primera impresión de Serrano al entrevistarse con Ribbentrop, ministro de Exteriores del Reich, fue que éste era poco simpático, no era distinguido ni elegante, que carecía de cualidades humanas y de verdadera inteligencia. Era hermético, duro y frío, por lo que resultaba difícil establecer comunicación con él. Serrano ya intuía la falta de comunicación que iba a existir siempre entre ambos. Por el contrario que Serrano Hitler pensaba que Ribbentrop era la cabeza mejor organizada de su gobierno. Serrano señala que nunca se lo pareció.
En esta entrevista de Serrano con Ribbentrop la pregunta clave fue cuándo iba España a entrar en la guerra. Recuerda Serrano: ―No nos podíamos hacer ilusiones, pero teníamos que parapetarnos en el punto de vista de nuestras reivindicaciones intransigentemente. Esta sería también- cuando fue informado de todo aquello- la opinión y la actitud de Franco‖20. Las peticiones de armamento, alimentos, combustible, materias primas y una enorme expansión territorial a costa de Francia en el Norte de África, fue el escudo invisible de la diplomacia española para evitar entrar en la guerra.
En la recepción que siguió a la primera conferencia de Ribbentrop con Serrano, durante la fiesta, este le dijo a Serrano ―que quería hablarme del disgusto que causa al Führer la actitud un tanto equívoca de nuestra política exterior‖. Afirmando con prepotencia Ribbentrop que esto podía llevar a Führer a ocupar la Península como medida de seguridad, dada la fundamental posición geográfica y estratégica de España. Al igual que Hitler el ministro de Exteriores alemán manifestó la preocupación que despertaba un Portugal amigo de Inglaterra.
Estas escasamente veladas amenazas de Ribbentrop no gustaron nada a Serrano. Evidentemente, el ministro alemán no sabía nada del carácter de los españoles.
Así, cuando Serrano se dirigió a la primera entrevista con Hitler, el ministro español era consciente de ser representante de un país, pequeño, orgulloso, dolorido y gastado, y que era minusvalorado por sus <amigos> alemanes.
En la primera entrevista del ministro español con Hitler ya señala Serrano la incapacidad del traductor alemán para trasladar al Führer lo que decían los españoles; al parecer traducía verdaderos disparates. Esta primera entrevista versó sobre alta estrategia, de forma genérica, casi una charla de café. Serrano habló de la cuestión religiosa y del ferviente catolicismo de los españoles, lo que no les supeditaba a los dictados de Roma salvo en cuestiones de fe y de moral. También se refirió a la actitud áspera del nazismo en relación con la Iglesia católica, lo que le ganó el titulo de jesuítico a los ojos de Hitler. Serrano, templando los ánimos, le recordó a Hitler la amistad española durante la I Guerra Mundial, lo que sabía le era muy grato al Führer.
Hitler no habló de la entrada de España en la guerra, pero sí de su vinculación ineludible a la nueva Europa, al tiempo que Serrano ponía de manifiesto la precaria situación de España para entrar en guerra;
―Hablamos si de que España tendría que ocupar el lugar que le correspondía pero con la más absoluta indeterminación en cuanto al tiempo, propósitos y proyectos. Una cosa era para mi evidente y es que Hitler no se le podía dar una negativa categórica porque ella le hubiera determinado a violar la neutralidad española‖21. Para cerrar la conversación se acordó una entrevista entre Franco y Hitler en la frontera de Hendaya.
Dos años después, sobre esta entrevista dijo el Führer refiriéndose a Serrano: ―Ya en mi primera entrevista con él experimente un sentimiento de repulsión, y eso que nuestro embajador, con total ignorancia de los hechos, me lo presentó como el más ardiente germanófilo de España‖22.
Al día siguiente en una nueva reunión de Serrano con Ribbentro éste habló de un gran imperio alemán en África subsahariana. Ribbentrop pidió junto a unas bases alemanas en Agadir y Mogador, una base en las Canarias. Serrano recuerda que salió como pudo. sosteniendo la inviabilidad de la propuesta alemana sobre Canarias ya que sería vista por los españoles como un nuevo Gibraltar.
Ante de salir de Berlín mantuvo una segunda entrevista con el Führer. En la misma no se trataron nuevos temas, y fue más cordial que la primera.
Las relaciones entre Hitler y Ribbentrop, con el futuro ministro de Exteriores español empezaron con mal pie, aunque en teoría todo estaba preparado para que llegasen a grandes acuerdos. La clave del fracaso nos la da, seguramente, Hans Lazar23:
―Desde el punto de vista de las percepciones personales transcurrió esta entrevista de una forma tan desafortunada como los posteriores encuentros en Berchtesgraden y Fuschl. El ministro español de Exteriores tenía sus propios puntos de vista, sus propias valoraciones y también su propia información. Eso era lo que menos les interesaban en el III Reich. No era para eso para lo que convocaban a la gente en Berlín o en cualquier otro lugar. Tenían que venir a escuchar, no a hablar‖.
El desagrado que, desde un principio, sintió Serrano respecto a los dirigentes nazis fue similar al que él despertó en Hitler y sus colaboradores. En Italia, donde se Serrana sentía como en casa, manifestó al Duce sus reticencias sobre su recientísima visita a Berlín. Recuerda Ciano24:
―Hay un punto en el acta –de la conversación entre el Duce y Serrano, escribe Ciano- que he tenido que eliminar en la copia que he dado a los alemanes: las coloristas invectivas de Serrano contra Alemania, por la absoluta falta de tacto al tratar a España. No le falta razón. Los alemanes no son un modelo de cortesía y Ribbentrop lo es menos que cualquiera, aunque esta vez tenga algo a su favor: desde hace muchos años los españoles piden mucho y no dan nada. Pero había otros modos de ponerlo de relieve‖.
Está claro que las simpatías de Serrano por el III Reich se le pasaron viajando. Serrano regresó a Madrid, vía Roma, acompañando de Ciano que estaba en Berlín firmando la ampliación del pacto tripartito. Las relaciones con Mussolini eran mucho más humanas, a pesar de la reserva de los italianos sobre la participación de España en la guerra porque podía afectar el equilibrio mediterráneo.
El falangismo desteñido de Serrano compaginaba, se sentía más a gusto, más cómodo con los educados y corteses camisas negras italiano que entre estirados camisas pardas.
Hitler, Borman y Ribbentrop echaban la culpa de la no intervención de Franco en la guerra al <jesuitón de su cuñado>, cuando la realidad es que Serrano era una ficha destacada, pero una ficha al fin y al cabo, en la gran partida de ajedrez que jugaba Franco durante la Segunda Guerra Mundial.
A las dos semanas de regresar de Berlín, y de Roma, el 18 de octubre, era nombrado ministro de Asuntos Exteriores. El propio Serrano señala en el prologo de Gibraltar decidió la guerra de David Jato que los juegos de Hoare-Beigbeder hicieron posible su acceso al ministerio de Exteriores. Serrano era un germanófilo sincero, aunque poco a poco fue perdiendo su simpatía por el III Reich, aunque sin que esto atemperase su confianza en la victoria final de Alemania.
LA ENTREVISTA DE HENDAYA
El 23 de octubre de 1940 se produjo la entrevista entre Franco y Hitler en Hendaya. Sobre la misma se han vertido ríos de tinta, miles de especulaciones, pero aquí nos vamos a circunscribir a la narración que ha dejado el traductor de Franco, barón de las Torres (redacta tres días después para ABC por Luis Álvarez de Estrada y Luque, sin lugar a dudas con permiso de Franco y Serrano) y a las últimas y más documentadas investigaciones sobre el tema.
Hoy sabemos que Canaris proporcionó a Franco, a través del general Martínez Campos, un pormenorizado informe sobre la situación real de Alemania en el otoño de 1940, al tiempo que garantizaba al general Vigón que ningún soldado alemán lograría poner un pie en Inglaterra. Franco estaba bien informado cuando salió para Hendaya.
Como podemos apreciar Canaris, jefe del Servicio Secreto alemán, tenía su política propia respecto a España en relación a la desarrollada por el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. Una política que, en muchos casos, puede ser calificada como traición.
Franco era un germanófilo convencido, no pronazi, y su desconfianza sobre el III Reich fue creciendo día a día, lo que no le impedía pensar durante mucho tiempo que, finalmente, Alemania se alzaría con la victoria.
A la conversación de Hitler y Franco en Hendaya sólo asistieron seis personas. En el coche-salón de Hitler, en la mesa rectangular existente en el mismo, en la cabecera se sentó el Führer, Franco a su derecha, Serrano a su izquierda. A la derecha de Franco Ribbentrop, más el barón de la Torre como traductor de alemán para Franco y Gross como traductor de español para Hitler25.
El Führer empezó a hablar afirmando: ―Soy el dueño de Europa y como tengo doscientas divisiones a mi disposición, no hay más que obedecer‖, afirmación que no debió gustar mucho a Franco, por muy realista que fuese. Continuó afirmando Hitler la inminente invasión de Inglaterra, operación en la que España se vería directamente afectada en tres escenarios; Gibraltar, Marruecos e Islas Canarias. Afirmó la necesidad de tomar Gibraltar para cerrar el Estrecho; si España entraba en la guerra obtendría el Marruecos francés y Orán. Luego afirmó los peligros que podían sufrir las Canarias de un golpe de mano británico, lo que afectaría mucho a la guerra submarina alemana.
Franco, sobre Gibraltar, dio la razón a Hitler pero afirmó que España era incapaz de tomar El Peñón, que constaría mucha sangre y esfuerzo para, en realidad, poca compensación. En relación a Marruecos ha dejado escrito el barón de la Torre en ABC26:
―… en lo que se refiere a Marruecos, debe tenerse muy en cuenta el esfuerzo que para una España aún no rehecha de la guerra civil supone el mantenimiento de los efectivos militares que tiene en su zona y que obliga a las tropas francesas a mantener unos efectivos importantes inactivos que no puede acudir a otros sectores‖.
Según el barón de La Torre siguió diciendo Franco27,
―Señala el Caudillo, con referencia al cierre del Estrecho de Gibraltar, que consideraba de mucha urgencia e importancia el cierre del Canal de Suez, pues el corte de éste traería aparejada la inutilidad del Estrecho de Gibraltar, y pasaría a ser un mar muerto el Mediterráneo.
El Führer se mantiene en su postura de que considera más importante cerrar por Gibraltar que por Suez.
(…) Y añade que como mañana (24 de octubre) o pasado tiene concertada una entrevista con el mariscal Pétain y el señor Laval en Montoire, quiere saber a qué atenerse respecto a la actitud de España para obrar en consecuencia con respecto a Francia.
Contesta a éste el Caudillo que no cree que tenga nada que ver la actitud de España en las conversaciones de una potencia que acaba de hacer ofrecimientos, pues, una de dos, o estos ofrecimientos no son más que el cebo para una posible entrada de España en la guerra o no se piensa cumplirlos si la actitud de Alemania con el Gobierno de Francia derrotada no es excesivamente dura‖.
Tras la primera parte de la entrevista, de regreso al tren español, Franco y sus acompañantes leyeron el borrador de propuesta de acuerdo alemán: <<España se comprometía en términos claros e inequívocos a entrar en guerra cuando Alemania lo considerase oportuno>.
Franco comprendió lo que este texto suponía; a cambio de la intervención de España en la guerra Alemania no aseguraba ninguna ayuda material ni beneficio territorial a los españoles. Para Franco la guerra tenía que ser el comienzo de un nuevo imperio español no la sangría final de la España nacional.
En la segunda parte de la reunión, que comenzó a las 20 horas, consistente en una cena provocó que las conversaciones se prolongasen hasta las doce de la noche sin llegar a ningún acuerdo. La entrevista la resumió el barón de La Torre, a petición de Franco, diciendo: ―-Con respeto, mi general, pues que son unos perturbados y unos maleducados‖28.
En un momento determinado, la partida jugada por Franco, estuvo a punto de terminar en catástrofe. Ignacio Merino –historiador serranista- recoje el grave desliz que tuvo Franco al final de la entrevista y que el pésimo traductor alemán Gross no capto29:
―Franco carraspeó y volvió a erguirse..
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Quiero deciros en primer lugar, mi Führer, que España está unida a Alemania con una amistad franca y leal. Los soldados españoles lucharon en nuestra guerra junto con los alemanes e italianos y de ahí nació entre nosotros… Ojalá (aquí el interprete Gross tuvo verdaderas dificultades de traducción) pudiéramos estar ya combatiendo al lado de vuestros invictos ejércitos, si no fuera por la dificultades económicas, militares y políticas que el Führer ya conoce.
(…) Los que más le interesaba –a Hitler- era observar a ese aparente hombrecillo con gorra de legionario y barriga de buen comedor, para intentar vislumbrar el brillo del soldado mítico, los destellos de su genio.
(…) Lo que dijo –Franco-, con total inocencia, fue uno de esos impulsos quijotescos tan propios del carácter español, que podía haber dado al traste con toda la estrategia anterior. Serrano no daba crédito a lo que estaba oyendo.
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Querido Führer, a pesar de cuanto he dicho, si llegara un día en que Alemania de verdad me necesitara, me tendríais incondicionalmente a vuestro lado, sin ninguna exigencia‖.
Afortunadamente, el intérprete alemán no lo oyó o no prestó atención y Hitler se limitó a forzar una sonrisa ante lo que hubiera sido una magnífica oportunidad de haber abrazado conmovido al general español diciéndole que sí, que el momento había llegado, que era precisamente ése.
La frase de Franco quedó en el aire y atravesada en la garganta de Serrano, mientras en infeliz Gross cruzaba el umbral del vagón sin saber que se había hecho acreedor a un monumento glorioso por parte de una España agradecida30. Lazar, que no asistió a la entrevista narra así el suceso ―no tenía, que yo sepa (según Lazar), ninguna calificación para hacer de mediador lingüístico en unas conversaciones de tanta trascendencia histórica, aparte de su pertenencia a las SS y de sus escasos conocimientos de español, que había adquirido en Argentina durante su actividad comercial allí. Lo que ha trascendido es que no entendió una frase formulada por el Jefe del Estado español y, lógicamente, no la supo traducir. Fue una coletilla que dejó caer después de una larga y penosa exposición de la situación (de España). El Caudillo de España declaró, que al margen de lo hablado, apoyar a los auténticos amigos cuando estos necesitan ayuda es un principio general que forma parte de los usos y costumbres de los españoles. El Sr. Grosse no tradujo esta frase. Si lo hubiera hecho, es de suponer que Hitler, probablemente, sin poder ni querer entender lo que Franco quería decir con eso, hubiera intentado tomarle la palabra y comprometerle en un hermanamiento armado, con apretón de manos incluido. En cualquier caso no hubiera terminado aquel encuentro de Hendaya con aquella desagradable sensación de malestar, propia de las circunstancias, que marcó la pauta en el desarrollo posterior de las relaciones hispano-alemanas‖.
Sobre la entrevista dejo el siguiente testimonio Hans Dieckhoff32:
―Los dos hombres no congeniaron en absoluto (Hitler y Franco). Hitler entonces estaba ansioso de la colaboración española. Franco, por otro lado, se había calmado al ver que Inglaterra no había sido derrotada como se había pronosticado; que Alemania estaban buscando una política de colaboración con Francia y no tenía intención de ayudar a España a hacerse con ninguna parte del norte de África; y que Italia era más apta que España para lograr el éxito de jugar un papel predominante en el Mediterráneo. Además la cosecha había sido muy escasa en España en el verano de 1940 y las previsiones para el invierno eran malas. Franco, por eso impuso una
<condiciones prácticas inaceptable> para participar en la guerra y Hitler las rechazó. Los dos hombres nunca más volvieron a verse‖
Mientras salían de la reuniòn, el barón de la Torre oyó perfectamente cómo Hitler le decía a Ribbentrop: <<Mit diesen Perlen kann man nichtsmachen>> (Con estos tipos no hay nada que hacer)‖33.
El jefe del departamento de Prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, Auswärtiges Amt, Paul Schmidt recuerda34:
―(Ribbentrop) continuó, paso a paso, con el desmantelamiento de lo que quedaba de la amistad hispano-alemana. Acosó sistemáticamente al crecientemente recalcitrante ministro de Asuntos Exteriores español, tratando de forzar a los españoles a aceptar un acuerdo que ellos persistentemente rechazaban. Finalmente Ribbentrop envió a los españoles de vuelta a San Sebastián, como si fuesen colegiales que tuviesen que hacer los deberes: <El texto –de un protocolo que unía a España al Eje- debe estar aquí mañana a las 8 de la mañana… Después he de partir, ya que tenemos que reunirnos con el mariscal Pétain>‖.
Llegaron los españoles al palacio donostiarra de Ayete a las dos de la madrugada. Franco ordenó a Serrano que elaborase un proyecto de protocolo menos rígido y que recogiese las propuestas dilatorias de España y sus necesidades materiales y reivindicaciones territoriales.
A las siete de la mañana despertó a Serrano el embajador de España en Berlín. Según Serrano, el general Espinosa del Monteros estaba muy preocupado por el enfadado de los alemanes y la necesidad de aceptar la petición de Hitler, a riesgo de que ocurriese cualquier cosa. Serrano se dirigió a hablar con Franco, todavía en la cama, informándole de la inaceptable petición de Espinosa de los Monteros. Franco ordenó que se redactase a la carrera el protocolo y se hiciese llegar a los alemanes.
El resultado fue que España únicamente se comprometió a adherirse al Pacto Tripartito y a entrar en la guerra en una fecha futura, sin determinar, tras consultar con Alemania e Italia. En realidad aire.
TERCERA ENTREVISTA CON HITLER
Ribbentrop transmitió una invitación a Serrano para ir a entrevistarse con Hitler en Berchtesgaden. Se aprobó la visita tras una reunión de Serrano con Franco y los ministros militares, Vigón, Varela y el almirante Moreno, de la que salió con la directriz de que España no podía ni quería tomar parte en la guerra.
El 18 de noviembre de 1940 llegó Serrano a Berchtesgaden.
A la nueva reunión asistieron Hitler, Ribbentrop y un intérprete alemán. Por parte española Serrano, el barón de las Torres y Tovar.
Durante la nueva reunión Hitler insistió una vez más en la necesidad perentoria de tomar Gibraltar: ―Para lograr todo esto (la victoria) es indispensable el cierre absoluto del Mediterráneo. En el Oeste, por Gibraltar, el cierre puede llevarse, debe llevarse, a cabo, rápidamente y con toda facilidad, y también actuaríamos en el este atacando el canal de Suez‖35.
Hitler quería que todo se produjese muy rápido para que los soldados alemanes combatiesen en Gibraltar y Marruecos en invierno. Afirma que cuenta 186 de 230 divisiones inactivas, haciendo esta afirmación en forma poco sutil amenaza ante la .indecisión de España
Serrano no contestó a la pregunta directa de Hitler, se escabulló diciendo que no tenía órdenes y además estaban llegando a España los primeros cargamentos de trigo, con permiso de los ingleses, y el petróleo que resultan fundamentales para España, lo que hacía imposible la entrada de España en la guerra. Serrano habló de la necesidad de contar, al menos, con un millón de toneladas de trigo. Sabía que Alemania no podía ayudar a España pues necesita toda su producción industrial y agrícola para su propio esfuerzo de guerra.
A estas alturas de la guerra el escenario internacional había empezado a cambiar. Estados Unidos ya había puesto a funcionar su impresionante poderío industrial y, lentamente, el Imperio británico empezaba moverse. Italia está sin pulso, al tiempo que España pasa por un momento crítico en materia de alimentos. España debía evitar la guerra a cualquier precio. Hitler y Serrano lo sabían.
El día 19 de noviembre se reúnen Serrano y Ribbentrop. Los alemanes proponen un plan para comenzar el ataque sobre Gibraltar. Serrano vuelve a argumentar la necesidad de alimentos que tiene España y que tienen que llegar de Argentina y Canadá. Defiende con uñas y dientes la posición de España; es imposible la entrada en la guerra.
Como consecuencia de esta reunión, antes la actitud del embajador español, acusa a Espinosa de los Monteros de estar entregado a los alemanes. Espinosa de los Monteros, en una carta dirigida a Franco, critíca ingenuamente la defensa numantina de Serrano frente a Ribbentrop36:
―Confieso el asombro con que oí al Sr. Ministro refutar al ministro Von Ribbentrop en forma no ciertamente grata para éste, diciéndole que él tenía informes que le merecían garantía absoluta, de que eran ciertos los datos de los Estados Unidos, y digo que lo oí con absoluta asombro porque para nada era necesario decir cosa tan desagradable, que hubiese sido mucho más discreto silenciar y que he podido comprobar que no la olvidan‖.
Don Ramón afirmó que sabía -como era cierto- que la batalla de Inglaterra había sido un fracaso. Estaba claro que Serrano no estaba dispuesto a agachar las orejas ante los alemanes por muy dueños de Europa que dijesen que eran. Pero Hitler volvía a pensar en Gibraltar.
Al final de su vida Serrano nos ha dejado un nuevo testimonio de sus entrevistas con Hitler a través de su amigo y periodista Julio Merino37:
―Antes de salir para España Serrano fue llamado de nuevo por Hitler. Don Ramón subió casi a escondidas desde Berchtesgaden a Berghof con todas las señales de alerta en rojo, pues tanto él como sus dos acompañantes oficiales (el Barón de las Torres y el Profesor Tovar) o habían dormido apenas pensando que allí podía pasar cualquier cosa, dado que los nazis no se paraban en barras cuando se jugaban una baza importante. Es más, debatieron si debía subir o no y si debía hacerlo acompañado, dado los antecedentes y lo que les había ocurrido a otros mandatarios extranjeros.
Hitler recibió al Ministro Serrano Suñer en una salita de estar muy diferente al gran salón de la tarde anterior y con el semblante muy amistoso. Sólo había, sólo hubo, un testigo: el intérprete alemán (no he podido concretar nunca si fue en esta ocasión Paul Schmidt o el famoso Gross). Aquella imprevista conversación transcurrió así:
– Querido Ministro, le aseguro que esta noche no he podido dormir pensando en España. Sabe usted muy bien, por lo que hablamos ayer, que la toma de Gibraltar y el cierre del Mediterráneo para Inglaterra es fundamental para la marcha de la guerra -dijo Hitler en un tono que a mí me dejó de piedra y me hizo temer lo peor-. Y sabe usted que mis generales y las 186 divisiones que esperan me están presionando para pasar los Pirineos y llegar al Estrecho (aquí volvió a otro de sus silencios famosos). Señor Ministro, yo el Führer de Alemania, tengo que tomar hoy mismo una decisión trascendental: dar la orden a mis ejércitos de que entren en España y tomen Gibraltar y eso es algo muy serio. Por eso he querido verle antes de su regreso. (Y otra vez guardó silencio). Sé -y aquí sacó su tono de voz más convincente- que usted es amigo sincero de Alemania, pero también sé que usted es por encima de todo un buen español, lo que le aplaudo, por lo tanto le ruego que me responda a la pregunta que le voy a hacer con la máxima sinceridad
– Führer –me atreví a decir con la mejor voz que pude ante esta situación- le agradezco sus palabras porque son la verdad: soy amigo de Alemania pero soy por encima de todo español. Tenga la seguridad que yo le diré la verdad, aún en contra de los intereses políticos.
-
Señor Serrano, lo sé y por eso le he convocado a esta reunión. Dígame señor Ministro, ¿qué haría de verdad el pueblo si mañana entran en España mis ejércitos?
Yo -dice Serrano– me quedé anonadado, porque comprendí en el acto que estábamos al límite de la invasión militar que tanto temíamos. Y por tanto instintivamente medité mis palabras de respuesta.
-
Führer –dije con gran seguridad- el pueblo español en este supuesto se echaría al monte sin pensarlo. Igual que ocurrió con Napoleón.
¿Y los amigos de Alemania? Preguntó él cortando mis palabras.
¡También! dije yo mirando fijamente al intérprete.
-
Y no olvide lo que fue la guerra de España para el emperador de los franceses‖.
Recuerda Serrano: Hitler se quedó callado unos segundos que a mi me parecieron siglos y luego dijo:
― -Señor Ministro, ya sé que la guerra de guerrillas la inventaron los españoles‖.
Entonces se levantó y al tenderme la mano en señal de despedida todavía dijo:
-
Señor Ministro, gracias por su sinceridad. Usted es un buen amigo y sobretodo un buen español. Le aseguro que tendré en cuenta sus palabras antes de tomar la última decisión. Que tenga buen viaje de regreso.
Y todavía cuando salía de aquella coqueta habitación me detuvo con otra pregunta:
-
Perdone, señor Serrano (y el uso de mi apellido lo recalcó con intención y picardía). ¿Y usted qué haría si entran mis soldados en España?
-
Führer –repliqué con humildad- yo me echaría al monte como un español más‖.
Cuando terminó de leer don Ramón los dos folios escritos de su puño y letra a Merino, que había sacado de una carpetilla azul, sobre esta última entrevista con Hitler, le preguntó Merino si habló del tema con Franco y que por qué nunca había hablado del tema38:
―Sí. A Franco le conté toda la verdad nada más volver a Madrid e incluso le dije que nos preparáramos para lo peor (es decir la invasión y la guerra). Pero Franco, a parte de aplaudir mis palabras, me pidió entonces que no dijera nada, que el capearía el temporal. El hecho cierto, sin embargo, es que la invasión no se produjo y que Hitler ya no nos presiono más (aunque sí algunos de sus ministros).
Y en cuanto a la primera parte de sus preguntas la razón o razones son bien sencillas: yo no quise incluir esta última conversación con Hitler en mi primer libro Entre Hendaya y Gibraltar ni en mis Memorias porque había roto mentalmente con Franco, con el Régimen y hasta con la Historia. En esos momentos me daba igual todo y luego fue demasiado tarde. Además no había testigos vivos y algunos de mis amigos, que siempre he tenido muchos, podían acusarme de inventor de historias. No. Esta verdad histórica se irá conmigo a la tumba como otras muchas que otro día le contaré‖.
A pesar de este rasgo final de aparente confianza Hitler siempre tuvo una mala opinión sobre Serrano: ―Me repugnó desde el día que lo vi por primera vez, aunque nuestros embajador, con abismal ignorancia de los hechos, me lo presentaba como el germanófilo más ardiente de España‖. El Führer, e incluso su amigo Ciano, acusaban a Serrano de Vaticanista‖39.
España reacciona. El 28 de noviembre de 1940 Franco hace llegar al embajador Von Stohrer una comunicación del máximo secreto en la que se mostraba conforme con iniciar los preparativos para el comienzo de la operación Fénix, la conquista de Gibraltar. Siguía los consejos de Canaris. El telegrama de Stohrer enviado desde Madrid a Berlín decía: ― El ministro de Exteriores acaba de decirme que el Generalísimo está de acuerdo en comenzar los preparativos propuestos‖. Pero al día siguiente completaba su información; ―Franco no puede precisar aún la fecha exacta de la declaración de guerra‖40.
Un mes más tarde volvió Hitler a la carga, pero directamente contra Franco, con apoyo del embajador de España en Berlín, entregado a la causa belicista según Serrano Suñer. Lo mismo hicieron los alemanes con ciertas figuras del falangismo y del Ejército.
Una nueva petición llegó a Franco el 7 de diciembre, vía Canaris, que le visitó en El Pardo acompañando de Vigón. Serrano no asistió a la entrevista. Hitler quería que sus tropas entrasen en España el 10 de enero de 1941. Franco dijo nuevamente no con ayuda de Canaris, aunque autorizó dos días antes que los destructores alemanes se abasteciesen en las costas españolas.
Canaris salio nuevamente en ayuda de España. Un informe emitido por Canaris sirvió para que Hitler aplazase la Operación Félix. Alemania no podía atacar Gibraltar respetando la neutralidad de España, como puso de manifiesto el genera Student de las fuerzas aerotransportadas. Ribbentrop prometió el trigo almacenado en Portugal si España entraba en la guerra. Pero nada cambio la posición de Franco
El 20 Berlín ordena a Stohrer que diese un ultimátum a España por
<el pago ingrato de la ayuda en la guerra civil> y <el profundo descontento de Hitler ante la actitud equívoca y vacilante de España>. El punto sexto de ultimátum suponía un insolente insulto para España41:
―El gobierno alemán actúa de esta manera a fin de evitar que España emprenda a última hora un camino que, según su firme convicción, sólo puede terminar con una catástrofe, pues a menos que el Caudillo decida inmediatamente unirse a la guerra de las potencias del Eje, el gobierno de Alemania no puede sino prever el fin de la España nacional‖.
Franco reaccionó tardando en recibir tres días a Stohrer, para volverle a colocar su discurso de las seis razones que impedían la entrada de España en la guerra42, haciendo hincapié en el tema de los suministros. Desde Berlín se solicitaba un <SI> o un <NO>, y sólo consiguieron >SI pero>. Inmediatamente el Alto Mando de la Wehrmacht empezó a planificar la toma de Gibraltar una vez más para el 10 de enero. Franco escribe a Hitler pidiendo para entrar en guerra:
- 90 baterías completas
- 400 antiaéreos
- 2 cruceros
- 13 destructores
- 4 submarinos
- 16.000 vagones de ferrocarril
- 180 locomotoras
- 13.000 camiones, de los 8.000 serían de carácter militar
- Gasolina, trigo
Alemania no podía, ni quería, cumplir sus peticiones. Unos días después se producía la entrevista de Franco con Mussolini en Bordighera.
BORDIGHERA.
Serrano había estudiado en Roma y ya desde la guerra sentía una clara simpatía por la Italia fascista.
El 11 de febrero de 1941 Franco y Serrano cruzaron la frontera española rumbo a Italia. Esa misma noche les recibió Mussolini. Una entrevista que se produjo, según Serrano, por la legítima vanidad del Duce.
¡Si Hitler tenía Hendaya el Duce quería tener Bordighera!
Antes de la entrevista Franco y Mussolini pensaban igual sobre la entrada de España en la guerra, aunque por distintos motivos: En la correspondencia intercambiada entre Franco y Mussolini en marzo y abril de 1940 ambos están de acuerdo en la conveniente de retrasar lo más posible la entrada en la guerra junto a Alemania.
Hubo dos entrevistas en Bordighera. En ellas Franco manifestó que España no podía entrar en la guerra y Mussolini asintió comprensivo.
Serrano tuvo otra entrevista con Mussolini en la primavera de 1942 durante un viaje semi privado a Italia, invitado por un ya díscolo Ciano, Tuvo una segunda entrevista con el Duce durante es viaje, fue la última. Tres meses después era cesado Serrano Suñer.
DIVISION AZUL
Con la invasión de Rusia Hitler acababa de convertir a Londres en aliado de Moscú. España estalló de alegría. Una vez que fuese tomado Moscú, igual que había caído París, sin lugar a dudas Gibraltar con ayuda alemana volvería a ser español. Serrano nada más conocer las noticias de la invasión, a pesar de ser domingo, y tras entrevistarse con Franco, se reunió con el embajador alemán en Madrid, Eberhard von Stohrer, ofreciéndole el envió de una unidad de voluntarios falangistas para luchar contra el comunismo. España iba a devolver a Stalin la visita de sus Brigadas Internacionales.
El 24 de junio de 1941 por la mañana el Gobierno español, a través de Serrano Súñer, recibió la aceptación por parte alemana de la oferta de un cuerpo de voluntarios para ir a luchar a Rusia. Hitler había comprendido inmediatamente la importancia propagandística, política y militar de unir a la España de Franco a la guerra. Hitler ordenó a Ribbentrop que arrancase a Serrano Suñer una declaración de guerra contra la Unión Soviética.
El embajador británico en Madrid sir Samuel Hoare recuerda en su libro de memorias sobre su estancia en Madrid Embajador ante Franco en misión especial estos sucesos‖43:
―Serrano Suñer, evidentemente, esperaba hacer lo necesario para que el proceso terminara en una crisis. En efecto, pidió permiso encarecidamente a su cuñado que pasará a la acción. En la mañana del 24 de julio se trasladó a la Secretaría General de la Falange, en la calle de Alcalá, y dirigió una frenética arenga a una excitada multitud que se reunía en la calle.
Los recuerdos de Hoare -obligadamente manipulados, fruto de un personaje cargado de prejuicios y que entendía poco o nada de lo que ocurría a su alrededor- transmiten la preocupación de las autoridades inglesas por la consecuencias que podía tener la entrada en la guerra de España a favor de Alemania, especialmente respecto a Marruecos, Canarias y, sobre todo, Gibraltar . Una España que abandonase su neutralidad podía suponer el fin del dominio británico sobre el Peñón, la pérdida del control sobre el Estrecho, lo que equivalía a la pérdida del Mediterráneo e incluso de la guerra.
En agosto de 1941 el ministro Demetrio Carceller se entrevistó con Beaulac, segundo de la embajada norteamericana en España, en la que le señaló que «la colaboración española con el Eje era mínima, que la
División Azul era un <gesto barato> y que Franco no era un dictador sino una especie de moderador del Consejo de Ministros. Esas descripciones no eran ciertas pero sí significativas»44.
Las actuación de Serrano en lo referente a la División Azul duro 14 meses, la etapa de organización, marcha hacía el frente de Leningrado, tensiones entre españoles y alemanes en relación a la eficiencia en combate de las tropas españolas y descubrimiento del valor militar por Hitler y sus generales de la División Azul.
Serrano fue cesado por Franco por el 3 de septiembre de 1942, cuando ya se planteaba el regreso de Muñoz Grandes a Madrid y su sustitución por Esteban Infantes.
No hizo ninguna visita al Frente ni a Berlín, a diferencias de otros jerarcas del FET de las JONS, lo que resulta muy expresivo de sus relaciones con Alemania en este periodo.
EL CESE DE SERRANO Y LOS INCIDENTES DE BEGOÑA
El reforzamiento continuo del poder personal de Franco supuso el declive de Serrano Suñer. En el discurso que pronunció en Mota del Cuerdo reclamó todo el poder para FET, lo que no gusto a los militares ni a otras familias del Régimen, ni a Franco. Serrano erró en su creencia de que la institucionalización del régimen pasaba por la Falange sin comprender lo que verdaderamente pasaba por la cabeza de su hermético cuñado.
El detonante de su cese fueron los sucesos de Begoña. Varela hecho un pulso a Franco y perdió. Serrano se vio manchado por el suceso: Luna, hombre de Serrano, y que había prometido refuerzos al jefe de la Falange bilbaína, le puso indirectamente en la picota. El incidente salpicaba a Serrano ya que Luna era uno de sus hombres de confianza.
El cese de Serrano gustó a militares y a muchos falangistas (Valdes Larrañaga, Sánchez Mazas, Fernández Cuesta, Girón y Arrese). También a los alemanes y a los embajadores inglés y norteamericano, aunque por motivos muy distintos.
Los motivos familiares no quedan excluidos en el fin de su carrera política, aunque nadie sabe con certeza lo que pasaba por la cabeza de Franco. Las declaraciones de Carmen Franco hacen pensar que peso más la tensión entre ambos cuñados que la tirantez de las relaciones de Serrano con el tándem formado por la hermanas Polo.
El oscuro Carrero fue el punto final de una muerte política anunciada. El ministro oficialmente germanófilo dio paso a un ministros oficialmente aliadófilo. En realidad Serrano y Jordana sólo eran servidores del estado español
EPILOGO
El Daily Telegraph del 28 de noviembre de 1945 comentó en relación a lo aparecido en los Diarios del Coronel General Jodl ―La resistencia del Ministros Español de Asuntos Exteriores señor Serrano Suñer ha desbaratado y anulado el plan de Alemania para hacer entrar a España en la guerra a su lado y apoderarnos de Gibraltar‖45. Sin lugar a dudas la política exterior alemana no estuvo a la altura de su eficacia militar ya que no supo ganarse la voluntad de Franco para entrar en la guerra.
Para el general Jodl las causas de la derrota del III Reich fueron:
- No haber desembarcado en Inglaterra.
- No lograr derrota a la URSS en el primer año de guerra
- La neutralidad española que impidió cerrar el Mediterráneo Jato y Ricardo de la Cierva, afirman46:
―Todo conduce a suponer que Franco, cuando menos a partir del segundo viaje de Canaris (enero de 1941) a Madrid, decidió mantener a España alejada de la guerra y para ello, dada su debilidad militar y económica, hubo de utilizar toda suerte de argucias, de pequeñas habilidades, de continuos disimulos, de concesiones secundarias que constituyen en su conjunto un ensamblado magistral… la idea de entrar en guerra fue sólo para Franco una tentación‖.
En este delicado juego Serrano Suñer y Jordana fueron la torre y el alfil que permitieron a España librarse de la Segunda Guerra Mundial.
Franco le dijo muchos años después a Antonio Martínez Cattaneo, gobernador civil de León: <Fue Hitler quien no aceptó mis condiciones>47.
Conferencia ofrecida por Don Luis Eugenio Togores Sánchez miércoles 23 de octubre de 2013 en la sede de la Universidad CEU San Pablo de Madrid.
Por la transcripción
Julio Merino
Autor

-
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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