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Es un demostrado peligro de difícil solución la aparición en lo más alto; el sillón más rentable de cuántos rentables sillones existen en la política de cualquier país, de un petulante gilipollas; de un engreído mediocre que endiosado por el reflejo de su propia imagen en el espejo, pueda llegar, por desidia ajena colectiva, a creerse, en absoluto justificado, superior al resto de los mortales.
No es menester buscar con celoso ahínco y delicada minuciosidad por los más recónditos rincones de este cada día más raro Mundo, uno de esos indeseables y despreciables especimenes capaces únicamente de joder cuanto tocan, y lo tocan todo -hasta los cojones de José Antonio y Franco, porque están muertos- eso lo sabemos los españoles con largueza, sabedores de sus consecuencias pues tenemos la torcida suerte -no hay más que mirarnos- de sufrirlo en toda su magnitud aquí mismo, en nuestra querida España.
Dentro de los límites terrestres de nuestra patria no existe nada que ruede, bogue o vuele, que nuestro particular mediocre no considere como objetos creados ex profeso para su personalísimo uso y disfrute, pero con cargo al Erario Público, aunque nada tenga que ver con el servicio a la dignidad del cargo que disfruta, a pesar de que científicamente resulte del todo incomprensible. Pero para eso está el mercado negro.
Su manifiesta mediocridad le anima a seguir la misma babosa y desvergonzada manera dictatorial de gobernar con la que se producen los líderes banano-comunistas y -cómo ellos- él utiliza las instituciones del Estado, sin respeto a la máxima magistratura del Jefe del Estado, para su afianzamiento político, aunque para ello deba comprar caro también con el dinero de nuestros impuestos, prostitutas voluntades de los delincuentes que atentaron contra la indivisible Unidad Nacional, y también con quienes sembraron de luto casi mil hogares españoles.
Pero, exigente que es el nene, parece ser que eso no le termina de convencer e, impaciente, está dispuesto a intentar, esperemos que no lo consiga, tomar, con dudas de legalidad, la Presidencia de los más altos tribunales de Justicia, el Supremo y el Constitucional, con el descabellado fin de asegurar su futuro político sellándolo con el aparte de la Fiscalía General (presuntamente) del Estado. Otros objetos para su particular uso y disfrute.
Autor
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Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.