17/05/2024 06:06
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Hemos repetido en diversas ocasiones la gran estafa histórica (como otras) que tanto los nacionalistas, como los separatistas catalanes, nos venden o intentan vender a los catalanes, como a los españoles en general, sobre el 11 de septiembre de 1714 y su consiguiente celebración, mas bien conmemoración, dado el carácter de derrota militar y política resultante para los catalanes austracistas y la tipología federativa territorial existente en España en aquellos momentos.

Insistiremos una vez mas en ello, pues son cuestiones que al afectar a la Historia de nuestra Nación, deben ser reiteradas, y más en estos momentos agoreros por los que atraviesa España, en donde la degradación no solamente de un gobierno, sino también de un sistema político, ha llegado a su cota máxima al contemplar con estupor e indignación y por qué no decirlo, repugnancia, como la vicepresidenta de un institución velante fundamentalmente de la unidad nacional, se entrevista cariñosa y sonriente, con un prófugo, de la justicia, por la «nimiedad» de intentar de forma ilegitima, ilegal y unilateral trocear a nuestra Patria, sesionando a una región de España, como es Cataluña, con miras- no lo perdamos de vista- de extender a otra regiones españolas, el virus separatista, con el propósito de fortalecer de forma imperialista unos hipotéticos Pasos Catalans.

Volviendo al núcleo del presente articulo, cabe significar, que la fecha conmemorada a bombo y platillo por nacionalistas y separatistas catalanas, la del 11 de septiembre de 1714, es una gesta no solamente española, sino españolísima, por los motivos que inmediatamente expondremos.

En primer lugar, los hechos del sitio de Barcelona, se encuentran circunscritos a una guerra civil entre españoles a causa de un conflicto dinástico entre el archiduque Carlos de Augsburgo y el Borbón francés, Felipe, futuro Felipe V. Es decir, nada mas lejos de una pretensión separatista, por parte de los austracistas catalanes, entre otras razones, porque en la triste guerra el pueblo español se dividió en dos bandos, sin relación a territorio alguno, de tal modo, que, en Cataluña, como en todas las demás regiones españolas, hubo partidarios de uno u otro pretendiente.

Lamentablemente es necesario recordar, la realidad de una España convertida en campo de batalla, de las potencias europeas de aquellos momentos, siendo la vertiente dinástica del conflicto, una mera excusa, para los intereses y rivalidad, entre Inglaterra, Prusia, Austria y Holanda frente a la dominadora y prepotente Francia. Recordemos que el inicio del conflicto fratricida, tuvo su origen en la toma de Cádiz, el año 1702, por Inglaterra, después de haber jurado el pretendiente francés, la conservación de los destinos fueros habidos en todo el territorio español.

Desde otro punto de vista, los sucesos acaecidos el 11 de septiembre de 1714, reafirman su espíritu españolísimo.

Recapitulemos: la causa australita estaba ya perdida tras las derrotas militares sufridas en Brihuega y Villaviciosa, el 6 y 10 de diciembre de 1710, respectivamente, así como la sufrida en Almansa anteriormente el 25 de abril de 1707.

No menos importante, fue el abandono de la causa australita por parte de los británicos y sus aliados portugueses y, como no podía ser menos, de Holanda que les llevó a la firma el 11 de Abril de 1713 del Tratado de Utrecht: firma de paz por separado con Francia, reconociendo la legitimidad de la instauración de la dinastía borbónica en España, obteniendo como contraprestación Inglaterra, la posesión de Gibraltar, y Menorca y otorgándosele el llamado Derecho de Asiento consistente, en la facultad de importar negros de América durante un periodo de 30 años.

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Por si todo esto fuera poco, la marcha del que hubiese sido nuestro rey Carlos III a Austria, al heredar la corona de aquella nación tras el fallecimiento de su hermano , cosa que efectuó posteriormente quien hubiese sido la reina consorte, su esposa Elisabeth Christina Brunswick.

Ante el panorama descrito, la Cataluña austracista siguió resistiendo con coraje y por dignidad. Se firmó un armisticio el 22 de junio de 1717, en la localidad barcelonesa de Hospitalet de Llobregat, entre las potencias extranjeras antes mencionadas y Francia, ante lo cual se rebeló un importante sector de la nobleza y de los jefes militares. De ahí parte de nuestra calificación de españolísima, la actuación de aquellos patriotas, lo que desvirtúa absolutamente la versión oficial del nacionalismo catalán. Resistencia heroica que tuvo su punto final el 13 de septiembre con su rendición. No sin razón, un escritor y político nacionalista catalán, Antoni Rovira I Virgili, afirmaría años después, que la Guerra de Sucesión del siglo XVIII fue el antecedente las Guerras Carlistas del Siglo XIX.

A mayor abundamiento, documentalmente consta, que, en el bando publicado por las autoridades competentes, se decía: “… se confía que todos, como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida, por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España”.

Pasaremos ahora a realizar un breve análisis de la persona y personalidad del protagonista emblemático, y como se verá mitificado, de estos hechos. Nos referimos, como el lector habrá supuesto al Conceller en Capeto es el alcalde de Barcelona, Rafael de Casanova quien fue a exhortar a los ciudadanos que combatían valerosamente en la Porta Nova; pero enarbolando la bandera de la ciudad, la de su Santa Patrona Eulalia, no con la bandera impropiamente denominada catalana; pues pertenece a todos los pueblos integrantes de la Corona de Aragón, al igual que hizo el presidente de la Diputació Antoni Grases, el cual portaba la de San Jorge.

Volviendo al tema de la mitificación, se debe significar que Casanova no murió heroicamente en el combate, como se vanaglorian muchos y dejan creer las autoridades políticas nacionalistas, sin que, por otra parte, al menos que sepamos, las referencias académicas hagan hincapié en ello.

Casanova fue herido levemente en una pierna, trasladado inmediatamente al Colegio de la Merced y de allí traslado clandestino a su localidad de adopción por matrimonio, San Baudilio de Llobregat, donde fallecería en 1743 a los ochenta años, después de haber ejercido la abogacía en Barcelona desde 1719, sin tener problema alguno ni con la justicia, ni con las nuevas autoridades políticas.

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Es curioso destacar, por otro lado, el trato discriminatorio respecto a otras figuras insignes, también protagonistas protagonistas de los hechos que comentamos.nNos viene a la mente, la persona de Antonio Villarroel Peláez, nacido y fallecido en Segovia, máxima autoridad militar en Barcelona, herido como Casanova, siguió mandando a sus fuerzas. Encarcelado después de la derrota, fue indultado al cabo de pocos años, percibiendo una pensión, eso sí, precaria. De él no se habla, tal vez porque era castellano, tal vez por su condición militar.

Otra personalidad olvidada o al menos no recordada suficientemente, es la del general Josep Moragas i Más, quien sufrió una muerte ignominiosa. Torturado, ejecutado mediante el garrote vil como si de un delincuente común se tratara, en vez de ser fusilado como le hubiese correspondido, independientemente de la injusticia de su condena la pena capital. Por si tal mezquindad no hubiese sido poca, se cometió ensañamiento con su cuerpo descuartizándolo, exhibiendo al publico su cabeza cortada en una jaula durante la friolera de doce años.

También para el nacionalismo y separatismo catalanes existen mártires de primera y mártires de segunda.

Hasta aquí, nos hemos limitado a trazar sintéticamente lo que ocurrió en esa fecha. No obstante, entendemos, que siendo necesario no es suficiente. Por consiguiente, nos atrevemos a proponer una serie de actuaciones políticas, especialmente ahora que España va a la deriva, principalmente por el chantaje Puig demoniaco y el entreguismo apostata del gobierno y sus acólitos.

La finalidad de las propuestas, no es otra, que la de evitar la monopolización de esa fecha por el nacionalismo y el separatismo, en este caso catalán:

En primer termino, y deduzco la posible perplejidad de algún lector, es el participar en todos los actos oficiales o no, señalados para ese día. Con la bandera impropiamente catalana, pero al mismo tiempo con la bandera española por delante.

A su vez en las sesiones consistoriales, los concejales NO separatistas NI nacionalistas, deberían intervenir defendiendo con argumentos, la tesis de la españolía del hecho histórico denunciando, y la falsedad histórica de la conmemoración.

Por último, formular los partidos españoles, manifiestos conjuntos o por separado, para ser publicados en todos los medios de comunicación, bien regionales, bien locales. En caso de censura mediática, acudir al viejo sistema de la octavilla.

En definitiva, no hay que permitir que el relato, así como el resto de la simbología catalana, este exclusivamente en manos del sectarismo secesionista y por tanto antiespañol.

Jaime Serrano Quintana

Presidente de la Asociación Cultural Gerona Inmortal

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Geppetto

Da igual si la diada es un invento o no
El caso es que es utilizada para destruir la unidad nacional y solo por eso deberia estar perseguida por ilegal e ilegitima

Aliena

Por ejemplo.

Aliena

Que sí, que ya lo sabemos, desde hace años e incluso más de una década. Como tantas otras cosas. ¿Y?

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