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Fui Guardia Civil auxiliar, (monaguillo antes que fraile, como se suele decir), con dieciocho años. Era el verano de 1985, y era domingo, en agosto.

No había curso en la EAP (Escuela adiestramiento perros) , por las vacaciones de verano para alumnos de los diferentes cursos de adiestramiento que se impartían, el ambiente estaba muy tranquilo, con apenas guardias civiles de la plantilla de la EAP, en la ESCUELA, un Guardia 2º de puertas, otro en servicio de “perreras”, (que se ocupaba de cuidar de los animales, y, en caso de enfermedad de alguno de ellos, avisar al oficial veterinario), y la plantilla de diez guardias civiles auxiliares, que debíamos pernoctar en la escuela, al finalizar el domingo, sobre las 22:00 horas.

Yo volvía de pasar el domingo por Madrid, de paseo con mi novia, y como no tenía coche volvía en la “burra”, el autobús que salía de la Moncloa y terminaba su trayecto en Mingorrubio, y llegaba antes de la hora, pasando por el puesto de la Benemérita del Pardo, y que conecta con la Escuela de Perros.

Se pasaba por el puesto de “puertas”, y allí un Guardia, me saludó y yo le desee buen servicio.

Se podía acceder directamente por la escuela, y su puerta, pero había que dar una vuelta mayor, y si se entraba por el Puesto del Pardo, se atajaba camino.

La escuela rodeada de una doble valla llena cada 20 ó 30 metros de un perro de muy malas pulgas. allí estaba Patxi, un mastín terrorífico, con un ojo de cada color, que había arrancado un seno a su dueña, y que ella, en un acto de bondad, en vez de sacrificarlo, lo donó al cuerpo, donde cumplía a la perfección con su labor.

Estaba también “Sabu”, un pastor alemán talla XXXL, bestial, feroz, muy agresivo, cubriendo la retaguardia de la escuela, con otro par de animales de mucho cuidado. Había que pensárselo dos veces para saltar la valla y meterse en cualquiera de esos trayectos con un animal de esas características.

En vez de subir al pabellón de los “pitufos”, como se nos llamaba en el cuerpo cariñosamente a los guardias civiles auxiliares, decidí, pasarme por el puesto de puertas, a fumarme un cigarrillo con mi amigo Julián Rodriguez, (q.e.p.d), que estaba de servicio.

Era el puesto de puertas de la EAP, una casita, con una cama plegable, una mesa y dos sillas, ventanas al frente derecha e izquierda, donde desde que llegamos, compartíamos servicio con un Guardia profesional, ayudando a las labores de identificación de personal que venía a la escuela, y tomando matriculas, y DNI de las personas que venían a visitar a algún mando, o proveedores, e incluso visita de colegios que venían a ver exhibiciones de guías caninos

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A las 22:00 h el guardia Civil auxiliar se subía al pabellón, y dejaba al guardia que, a una determinada hora a su elección, abría su cama y descansaba hasta el amanecer.

Llegué a “puertas” serían las 21:30 a 21:45 h, y saludé a mi compañero y amigo. Teníamos buena sintonía entre nosotros, durante nuestra estancia en la escuela, hubo tantas anécdotas graciosas y agradables de contar, que merecería escribirse un relato de las mismas.

Mucha camaradería, amistad y lazos que en mi caso perduran hasta la fecha de hoy 37 años después.

Entre risas, chistes y cuentos, estábamos pasando el rato, fumando uno, o dos cigarrillos, cuando un Seat 124 de color claro, se incorporó desde la carretera de Mingorrubio, al camino de tierra que llevaba hasta la puerta de entrada a la escuela, entro, levantando polvo, con las luces encendidas, y se pegó prácticamente a la puerta de doble hoja metálica de la entrada de la escuela. Inmediatamente sus ocupantes (al menos tres), dos adelante y uno detrás, se agazaparon en el interior del vehículo, permaneciendo ocultos a la vista, y apagando las luces del vehiculo

Inmediatamente encendimos las potentes luces que iluminaban la puerta, (unos focos), que dejaban ver movimiento en el coche, como si levantaran la cabeza de tanto en tanto, esperando que bajáramos a abrir la puerta, que se encontraba cerrada, y bien asegurada.

Los perros de ambos lados de la valla iniciaron su aviso inmediatamente, “Patxi”, el mastín, ladraba y estaba pegado a la parte de la valla que le tocaba defender, prácticamente comiéndose la reja, y su compañero del lado izquierdo, de igual manera, pusieron con sus ladridos, “en pie de guerra” a los 140 animales o mas que debía haber entonces en la escuela, que prácticamente al unísono empezaron a ladrar como un coro de “alarma”

El coche ni nos era conocido, ni lo que estaban haciendo aquellos individuos era muy normal, frente a un cuartel de la Guardia Civil, con un cartel enorme que indica lo que éramos, unos focos potentes iluminándolos, y permanecer quietos, ocultos a la luz, y esperando a que bajáramos, era muy mala señal.

Intentamos dar la alarma por teléfono al bar de tropa, que es donde suponíamos que debía estar el guardia de puertas, cenando algo, pero nadie nos descolgó el teléfono, y de la extensión al pabellón de auxiliares, y plantilla, que pernoctaba en la escuela, tampoco recibimos respuesta. Rápidamente, cogí el CETME (fusil de asalto) que estaba en el puesto de puertas y Julián tomo la Z-70B, (el subfusil) del guardia que estaba cenando. Apagamos las luces de la caseta de puertas y salimos los dos del interior

Yo me coloque en la parte de atrás, esquina izquierda, coloque el selector de fuego en tiro a tiro, y monté el arma, y apunte al coche

Julián, monto la “zeta”, y desplegó culatín y apuntó, desde la parte derecha del puesto de puertas al vehículo.

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Durante interminables minutos, el vehículo ni sus ocupantes se movieron, nos estaban esperando, para cazarnos como a conejos…es posible que nos hubieran estado vigilando desde el bosque cercano del Pardo, y sabían que era un guardia civil auxiliar que hasta sólo hacía un rato estaba solo. Pero éramos dos, y estábamos dispuestos a regar de fuego, (además estábamos en una posición elevada), ese coche y sus ocupantes al mas mínimo gesto de agresión. Mantuvimos la posición, desenfilada, en la oscuridad, y desde la ventaja que nos daba la altura, hasta que el coche, de pronto, con las luces apagadas, metió marcha atrás y haciendo un giro brusco, enfiló de nuevo a la carretera de Mingorrubio, dirección a Madrid, a toda prisa. En el jaleo de la polvareda que montó, no pudimos ver la matricula, pero seguro que llevaba placas “dobladas” (falsas)

Si aquellos individuos pensaban que podían entrar en el cuartel, para matar a guardias civiles, matarnos a nosotros, y robarnos las armas y munición, se habían equivocado de pleno. Nos habían entrenado bien, en Úbeda, nada mas ni nada menos que los GAR (grupo antiterrorista Rural), nos enseñaron en el poco tiempo de nuestra “academia” (sólo tres meses), como usar un arma, y hacerlo bien. Esa noche La Virgen del Pilar, nos cubrió con su manto, por que ese coche llevaba la muerte para nosotros y quien sabe para los demás compañeros que estaban tranquilamente cenando en el bar de tropa, o en el pabellón, algunos seguro que relajados y fuera de servicio, sin armamento a mano.

Informamos al cabo del rato al guardia de puertas que finalmente bajó, de lo que había pasado, y no hizo mucho gesto de alarmarse, todo seguía en su sitio, ¡y no había pasado nada!

Fue un momento de tensión importante y ambos (Julián y yo) sabíamos que habíamos defendido al 100% el puesto de puertas, la entrada a la escuela, y las vidas de nuestros compañeros y las nuestras. Éramos sólo “guardias civiles auxiliares”, los “pitufos de la escuela”, pero teníamos el valor y el cerebro, y sobre todo, el deber de defender por encima de todo nuestro uniforme y la integridad de la escuela.

En memoria de mi amigo, y hermano de armas Julián Rodriguez Tes, caído en acto de servicio, en la Comandancia de Barcelona pocos años después, ¡descansa en paz hermano! Nunca te olvidaré.