Me complace reproducir hoy un artículo que publiqué en Marzo de 1982 (cuando ni siquiera se había producido la explosión socialista de 1982). Han pasado ya 42 años y creo interesante ponerles sobre la mesa a la “casta” política actual lo que fue el enfrentamiento entre las “Izquierdas” y las “Derechas”:
“Al comenzar aquel año (1936) las 3 Españas habían llegado a la misma conclusión: «Esto es un desastre», «España se hunde y más si seguimos con la vigente Ley electoral»… Y todos tenían razón. Porque dada la división electoral del territorio nacional y el número total de diputados resultante, 473, era imposible que un solo Partido obtuviese la mayoría absoluta para gobernar con estabilidad, como se había demostrado en los dos Bienios dominantes desde la llegada de la República (el de las Izquierdas, 1931-1933 y el de las Derechas, 1933-1936). Sobre todo teniendo en cuenta que había, en ese momento, 32 Partidos con representación parlamentaria y que todos ellos, y alguno más, ya habían anunciado que irían a las urnas. Y esto lo vieron con claridad las dos mentes que dominaban la República: Manuel Azaña y José María Gil Robles. Así que no sorprendió a nadie que ambos se lanzaran a formalizar una «Unión electoral» que agrupase a los más afines. Pero con una diferencia, que el primero (Azaña) sabía que las Izquierdas sólo podían unirse en torno al PSOE y el segundo (Gil Robles), con la vanidad de haber barrido a las Izquierdas en 1933 con su CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), estaba convencido de que, incluso, podía aumentar sus resultados (como pudo verse en los grandes carteles con los que llenó Madrid: ¡A POR LOS 300!, cuando en el 33 sólo había obtenido 212 diputados).
Pero, sigamos los pasos que dieron tanto uno como el otro para formalizar el llamado «Frente Popular», que pudo ser, y enfrente el «Frente Nacional Antirrevolucionario», que no pudo ser.
El 7 de enero se publicó en el BOE la convocatoria de elecciones y ese mismo día Azaña ya se reunió con sus amigos Indalecio Prieto y Julián Besteiro para adelantarles su idea de unidad (Prieto aplaudió enseguida y Besteiro puso una condición, sí, si se olvidaban de la Dictadura del Proletariado) y a los dos días con Largo Caballero, el verdadero «dueño» del PSOE y la UGT. Azaña no se anduvo por las ramas y lo dijo bien claro: «O las Izquierdas van unidas o ganan las Derechas»… y no menos claro respondió Largo: » Sí, pero si todos aceptan que si ganamos en las urnas daremos carpetazo a la República burguesa e iremos a la construcción de la República socialista-marxista». Al oír esto Azaña se quedó callado unos minutos y luego dijo: «Don Francisco, difícil me lo ponéis». » Es mi decisión, Don Manuel -respondió el ex-ministro del Trabajo y líder indiscutible del socialismo español-. Los socialistas no vamos a perder más tiempo intentando arrebatarles el Poder a las derechas con palabras o discursos: si a través de las urnas lo conseguimos nosotros colaboraremos, si fracasamos lo intentaremos con las armas en las calles o en los campos»… «Eso sería la Guerra Civil», respondió tímidamente el llamado «hombre de la República»… «Pues iremos a la Guerra Civil. Eso no me asusta, porque sé que venceremos», dijo triunfante y como muy seguro de «su» victoria el ya llamado «Lenin español».
Resultado: el día 15 de enero Manuel Azaña, como Presidente de «Izquierda Republicana» y en
representación de otros Partidos republicanos no marxistas, y Francisco Largo Caballero, como Presidente del PSOE y Secretario General de UGT, representando a la CNT, ERC, POUM y otros radicales, firmaron el Pacto electoral para presentar una sola candidatura a las elecciones del 16 de febrero y un objetivo común: la República Socialista y la Dictadura del Proletariado. (El moderado Besteiro no quiso participar y momentáneamente se alejó a sus cuarteles de invierno). Fue el «Frente Popular», republicano-marxista-comunista-anarquista-independentista y revolucionario, que al final ganaría las elecciones de Febrero (últimas de la Segunda República).
Otro tanto hizo, por su parte, Gil Robles, el líder de la CEDA, ya que rápidamente se dio cuenta que era fundamental unificar candidaturas para no perder las «mejoras» que la Ley electoral proporcionaba a la «mayorías» y ya el 10 de enero tuvo una primera reunión con los máximos dirigentes de «Renovación Española», Don Antonio Goicoechea y Don José Calvo Sotelo (a pesar de que Gil Robles se creía capaz de obtener la victoria solo con su «CEDA»). Tanto los Señores Goicoechea y Calvo Sotelo estuvieron de acuerdo en ir juntos a las elecciones, ya que el propio Calvo Sotelo había lanzado la idea de constituir un Bloque Nacional, sin embargo no hubo acuerdo dado que «Renovación Española» ponía como condición «sine qua non» llevar en el programa común la restauración de la Monarquía (en la persona del exiliado Alfonso XIII o en la del Príncipe heredero, su hijo Don Juan). Naturalmente, Gil Robles no aceptó y en consecuencia fueron a las elecciones por separado, a pesar de que el Conde de Vallellano y Ramiro de Maeztu, también diputados de «Renovación Española», intentaron aunar ambos criterios, en bien de España y para evitar el peligroso triunfo de las Izquierdas. Tampoco hubo acuerdo con la creciente Falange española de José Antonio Primo de Rivera.
A pesar de todo Gil Robles fue a las urnas convencido de que iba a ganar, dado que contaba con la importante colaboración de la Iglesia y sus púlpitos y confesionarios… y lo dijo y lo repitió rotundamente a lo largo de la campaña electoral: «Hoy en la tribuna, mañana, si las urnas nos son adversas, en la calle. Hay que evitar a toda costa que el «Frente Popular» alcance el Poder, porque eso sería la desaparición de España. Si vencemos con mayoría absoluta os aseguro que España seguirá viva, aunque para ello tengamos que implantar, frente a la Dictadura del Proletariado que ellos pretenden, la Dictadura Nacional».
Desgraciadamente los resultados de las elecciones (1) permitieron que el «Frente Popular» se hiciera con el Gobierno de la nación, aunque, como han demostrado recientemente Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa en su obra «Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular (Espasa)«, hubo un fraude escandaloso en el recuento de los votos y una imprevista dimisión y huida del Presidente del Gobierno, el Señor Portela Valladares, la noche del 19 de febrero, incluso cuando no se conocían aun los resultados y sin esperar siquiera a la segunda vuelta obligatoria, según la Ley electoral.
Hubo de por medio una «Operación centro», promovida en la sombra por el mismísimo Presidente de la República, Señor Alcalá Zamora, que pretendió con el Partido del Centro Democrático que encabezaba el propio Jefe del Gobierno para evitar el choque de trenes… y la verdad es que, aunque no obtuvo los resultados esperados en las urnas, bien pudo ser la bisagra moderadora de los dos «Frentes» irreconciliables, ya que sumados los votos obtenidos de las Derechas y del Centro le habrían dado la mayoría absoluta que habría impedido la llegada del «Frente Popular». A partir de ahí y hasta el 18 de julio España, en realidad, fue ya un campo de batalla, con muertos por ambas partes. Como diría Machado «una de las dos Españas ha de helarte el corazón»… y así fue entre 1936 y 1939. Dos Españas enfrentadas a muerte.”
Julio Merino
Periodista y Miembro de la Real Academia de Córdoba
(1) La ley electoral aplicable fue la Ley Electoral de 1907, enmendada en junio de 1931 y julio de 1933. Los procesos y garantías previstas en la normativa eran los mismos que se preveían durante la monarquía liberal. Los cambios que produjeron las dos enmiendas citadas anteriormente fueron el cambio a circunscripción provincial, la inclusión de las mujeres en el censo, la rebaja de la edad mínima para ejercer el voto a los 23 años y el método de conversión de los votos en escaños.
La normativa electoral fijaba la provincia como circunscripción electoral, aunque las ciudades con más de 150.000 habitantes (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza, Bilbao, Málaga y Murcia) constituían su propia circunscripción, incluyendo en ella a todos los municipios pertenecientes a su partido judicial y, por tanto, del área metropolitana. Por cada 50.000 habitantes se asignaba un escaño a cada circunscripción y, si tras el asignación restaba una cifra de más de 30.000 habitantes, se asignaba un escaño adicional. Las ciudades de Ceuta y Melilla obtenían un escaño cada una. Estas reglas creaban un congreso de 473 escaños. Respecto a las elecciones anteriores, sólo se modificaron dos escaños.
El sistema electoral establecía un sistema mayoritario con voto limitado o restringido. A diferencia del sistema electoral del régimen del 78, no se votaban listas cerradas de partidos, sino que el votante podía elegir en su circunscripción un número fijo menor de candidatos que el de escaños en juego. La fórmula electoral determinaba que los candidatos más votados eran proclamados diputados, siempre que obtuviesen al menos el 20% de los votos emitidos en su circunscripción y siempre que, al menos uno de ellos, hubiera obtenido el 40%. Si se cumplía este último requisito, pero no todos los escaños se elegían con más del 20% de los votos, los escaños no decididos se sometían a escrutinio en una segunda vuelta, que tenía lugar dos semanas después. A esta segunda vuelta sólo concurrían los candidatos que hubieran sobrepasado el 8% de los votos.
- Y los resultados de las urnas fueron:
Frente Popular y Front d’Esquerres catalanas_____ 4.451.300
Frente Nacional, (CEDA, Renovación Española,
Partido Radical, Partido Agrario y otros partidos
Republicanos-liberales) _______________________4.375.800
Operación Centro, (Partido de Centro Democrático,
PNV, PRR, PRC y PRP) ________________________682.825
(Lo que quiere decir que si no «huye» el Presidente Portela Valladares y hubiesen llegado a un acuerdo post electoral las sumas de ambos, Derechas y Centro, 5.058.625, habría superado con creces al «Frente Popular»)
Autor
-
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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