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Quizás, muchas personas no muy cultivadas no conozcan la obra de Horatio Alger. Para conocimiento, hace más de un siglo aproximadamente, Horacio Alger, de Massachusets, escribió una serie de novelas sumamente populares, en cada una de las cuales narraba cómo un niño huérfano había llegado a ser rico gracias al trabajo duro y a una vida limpia.
Era hijo de un pastor protestante unitario, se graduó en la Universidad de Harvard con honores y después obtuvo un título en Teología. Fue obligado a dejar su púlpito después de ocuparlo durante dos años a causa de unas acusaciones que se le hicieron sobre actividades inapropiadas con los adolescentes, hecho que plasmó en sus escritos.
Comenzó su carrera con la obra Ragged Dick de 1868 y, escribió más de cien libros que fueron casi similares en la prédica de que mediante la honestidad, la perseverancia y el arduo trabajo, un muchacho pobre pero virtuoso tendría su recompensa justa.
Sus obras vendieron más de veinte millones de copias, a pesar de los endebles diálogos y tramas, siendo Alger uno de los más populares e influyentes escritores (en el aspecto social) de finales del siglo XIX.
España, para muchos de los que han llegado de otros países, fundamentalmente de Hispano-América durante el primer decenio de este siglo, como inmigrantes ilegales o legales, es fiel a su reputación como una tierra donde el trabajo arduo, la tenacidad y la determinación pueden ser la clave para una vida mejor.
Muchos de ellos, llegaron jóvenes a España y reunieron a sus familias del otro lado del charco con su único sueldo mileurista que les sirvió para empezar. Al principio, cada uno tuvo dos trabajos y escatimaron y ahorraron hasta que pudieron comprar o alquilar un local comercial, trabajar en empresas de la construcción o, los más jóvenes, con un contrato temporal en los Ejércitos de sus tatarabuelos, el Ejército español.
Varias de estas familias, ahora, tienen locales comerciales familiares en diversos sectores de la hostelería y restauración, la construcción o el trabajo del hogar o apoyo a ancianos que complementan entre sí la economía de estas familias; licenciados de estos antiguos virreinatos de España, gozan de buenas posiciones en sectores como la sanidad, donde más de uno de nosotros ha sido atendido por un médico de urgencias de procedencia hispana. ¿Cómo sucedió eso? «Tenemos que trabajar más duro y más horas o no podríamos aprovechar las oportunidades que nos ofrecía España a principios de siglo».
Muchos de ellos, que se enrolaron en los Ejércitos como punta de lanza de sus familias para conseguir reunirlas una vez alcanzada una cierta estabilidad, vinieron a España con escasos euros en sus bolsillos y, quizás, sus primeras noches las pasaron en las estaciones subterráneas del metro de Madrid o Barcelona. Los que no tenían la juventud y la suerte de alistarse en el Ejército, durante el día, buscaban algún trabajo manual, que era todo lo que esperaban encontrar.
Ahora, son familias perfectamente integradas en la Sociedad española, tierra de sus bisabuelos, y participan de todos los derechos y deberes de los ciudadanos españoles. Muchos han encontrado pareja en España y han formado núcleos familiares tradicionalmente denominados cristianos por ser las vivencias de esta religión más acentuadas en aquellas regiones de hispano américa.
Sin embargo, vivimos ahora una explosión de inmigrantes, principalmente de los países de África, con otra cultura y modos de vida, sin más preparación que la de haber sobrevivido a guerras fratricidas entre clases sociales y religiosas propias de los Estados fallidos de unos territorios que fueron colonias de antiguos imperios Ingles, Belga, Portugués…, Español en Marruecos, que acarrean problemas graves a las sociedades en las que nunca se van a integrar por sus diferencias socio-culturales y de preparación para competir en los mercados de trabajo.
Haciendo una abstracción, las novelas de Horacio Alger, no ayudan a mantener la creencia de que España es una tierra de oportunidades para vivir por el desarrollo individual de estos ilegales, sino a costa del Estado del bienestar que pagamos todos los que trabajamos en ella, cobrando ayudas sociales que, en muchos casos, superan las remuneraciones de los más mayores en sus pensiones trabajadas durante más de cuarenta años e, incluso, de españoles que se encuentran actualmente trabajando.
La imagen de miles de estos aprovechados de un gobierno infructífero, desordenado, ineficaz, sin idea de Estado, en territorios como Andalucía o Canarias en estos momentos donde se les aloja en Hoteles de cuatro estrellas, sólo hace pensar, en la situación económica-social producida por la pandemia que, en España, estallará una revolución promovida por las clases medias, tanto altas como bajas, en cuanto suceda un suceso precipitante que colme la paciencia de esta parte de la sociedad.
¿Por qué hemos de suponer que los libros de Horacio Alger no son populares entre estos inmigrantes? La respuesta es clara: según este escritor, hay que sacrificarse en el trabajo y en la tenacidad para integrarse en una sociedad nueva y no en las ayudas sociales como medio para vivir.
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