12/10/2024 15:16

En este nuevo 12 de Octubre, es obligado dar fe y certificar nuestra españolidad y nuestra hispanidad. Y, dado el desarrollo de nuestra historia durante el último ya medio siglo, debemos hacerlo de forma especial, con mayor ahínco si cabe que nunca.

El concepto y la toma de conciencia de la Hispanidad no es tan antiguo como debiera ni como se cree. Dicho concepto debió surgir ya desde aquel primer 12 de Octubre de 1492, o al menos poco después, pero no fue así. Incluso con el paso del tiempo y más aún la pérdida de aquellas partes que eran tan españolas como la propia España jamás se habló de Hispanidad.

La idea e ideario de Hispanidad comenzó a surgir, a tomar forma en España, curiosa y precisamente a partir del desastre del noventa y ocho, cuando se pierden los últimos trozos de la Gran España. Intelectuales tan destacados como Maeztu, Labra, Madariaga, Menéndez Pidal o Américo Castro coinciden entonces en que la Hispanidad existe, que hay que reivindicarla y que se caracteriza, fundamentalmente, por tres conceptos que la conforman: la raza, la religión y la lengua. Una única y misma raza enriquecida por múltiples diferencias producto de un profundo y generoso mestizaje. Una única y misma fe, la católica, que nos aúna en lo espiritual. Una única y misma lengua, el español, que nos permite entendernos y dotarnos de una cultura propia y singular.

La Hispanidad es, por ello, un concepto verdadero y real, en absoluto artificial, es también por sus esencias sublime pues tiene la capacidad de hermanarnos con más de 500 millones de seres humanos que somos, rezamos y hablamos como uno. Pero al tiempo, esa unidad no implica estricta uniformidad, pues está formada y contiene una extraordinaria diversidad, siempre dentro del mismo marco de la Hispanidad, multiplicidad heredera de aquella inmensa Gran España, que algunos dicen “imperio”, que supo construirse, consolidarse y permanece por trescientos años gracias, precisamente, a ser capaz de respetar y asumir la variedad de sentires sobre los que se instituyó.

No fue aquella Gran España extendida por el planeta opresora ni rapiñadora de sus gentes, sino civilizadora y evangelizadora de ellas. No las sometió, sino que las enalteció. No las esclavizó, sino que las liberó. No las exterminó, sino que hizo que se reprodujeran. No las dejó en su atraso, sino que las enseñó. No las despreció, sino que las respetó. No las marginó, sino que las integró. No las discriminó, sino que las favoreció.

La Hispanidad es, pues, la Gran España, aquella que llamaron “imperio”, sin que lo fuera en realidad, porque fue España toda ella y sólo España.

Los avatares de la historia dieron, en apariencia, al traste con ella, disolviéndola en una miríada de naciones que durante ese siglo XIX que quisiéramos borrar de nuestra historia parecieron alejarse sin hacerlo en realidad porque siempre fueron España, como lo demuestra la raza, la fe y el habla. En el siglo XX se comenzó a tomar conciencia de tal hecho y, cual ave Fénix, resurgió lo que era evidente: la Hispanidad nunca muerta, sino sólo dormida.

Hoy, cuando algunos de aquí y de allí se empeñan en negar la evidencia de la Hispanidad, su realidad, existencia y consistencia es tal que nada pueden contra ella y, haciendo alarde de raza, fe y lengua, vence, se asienta y expande incluso por aquellas tierras y gentes ajenas, extrañas y opuestas, conquistándolas con sus virtudes: la riqueza del mestizaje, la universalidad católica y la más bella, ágil, sonora, expresiva y magistral lengua, el español.

Es de ley y de vital importancia aprovechar el momento que, aunque parezca de crisis profunda es en realidad crisol de un mañana, que ya es hoy, en el que España vuelva a ser, por la Hispanidad, aquella Gran España; y aún mayor si sabemos entender que, si el mundo es de Dios, se lo presta a los audaces.

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No perdamos ocasión de enseñar la Hispanidad, ni tampoco de combatir con todas nuestras fuerzas a sus enemigos de dentro y de fuera pues, si lo hacemos sin desmayo e inteligencia, sin duda Dios prestará a nuestra raza, fe y lengua, el mundo entero y podremos ver entonces gobernar sobre él a la Hispanidad, o sea, a la Nueva y Grande España.

¡Feliz Día de la Hispanidad! ¡Viva siempre España!

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Francisco Bendala Ayuso
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