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Nota del autor: Por un involuntario error adelanté la publicación de un artículo en el Correo de España, titulado: “1945. El Generalísimo Franco preside en Ferrol la botadura de cuatro nuevos buques de la Armada” y que vio la luz el pasado día 9 de octubre. Este de 1944 tendría que ser el primero de ellos, pues el Generalísimo Franco, presidió, un año antes de lo reflejado en el artículo publicado, la botadura de los primeros cuatro cañoneros de aquella serie que la conformaron el Pizarro, Hernán Cortes, Vasco Núñez de Balboa, Martín Alonso Pinzón, Magallanes, Sarmiento de Gamboa, Vicente Yáñez Pinzón y Legazpi. Igualmente pedir disculpas a los lectores y al querido editor del Correo de España, porque en dos de los pies de las fotografías que ilustran ese artículo, figura la fecha de 1955, cuando tenía que haber puesto 1945. Hechas las aclaraciones, disfruten de esta nueva entrega de los múltiples logros del gobierno de aquel invicto Caudillo llamado Francisco Franco Bahamonde.
A las diez de la mañana del jueves 3 de agosto de 1944, el Jefe del Estado, al que acompañaban su esposa, doña Carmen Polo de Franco, y su hija, señorita Carmen Franco Polo llegaba al muelle coruñés de Calvo Sotelo. Al primer mandatario de la Nación también le acompañaban el ministro de Marina, vicealmirante Moreno; los jefes de sus Casas Militar y Civil, teniente general Muñoz Grandes y señor Muñoz Aguilar, respectivamente; Gobernador Militar de La Coruña, General Coll Fuster, que ostentaba la representación del capitán general de la Octava región militar; ayudante del Generalísimo y otras autoridades y personalidades. Allí se hallaba atracado el crucero “Canarias. En otros muelles del puerto de La Coruña se hallaban anclados también los destructores “Almirante Valdés” y “José Luis Diez”, que venían como escolta del gran crucero.
Para rendir los honores pertinentes de ordenanza, en el muelle formaba una compañía del regimiento de Infantería Isabel La Católica núm. 29, con Bandera y banda de música, En esa zona del puerto coruñés, a la espera de la llegada del Caudillo de España se encontraban el gobernador civil de la provincia, señor Aspe; el jefe provincial del Movimiento y consejero nacional, Diego Salas; el alcalde accidental de La Coruña, Luis Vázquez Pena; el comandante de Marina, capitán de navío Suances, y otras autoridades militares y civiles.
A su llegada, el Generalísimo, que vestía uniforme de Capitán General de la Armada, saludó a las primeras autoridades y tras escuchar el Himno Nacional, acompañado por el Gobernador Militar de la Coruña pasó revista a la compañía que le rendía honores mientras las baterías del Crucero Canarias disparaban las salvas de ordenanza. Numerosos coruñeses que se habían dado cita en el muelle hicieron objeto al Caudillo de España de grandes manifestaciones de afecto, con vítores a España y al Caudillo y gritos de ¡Franco, Franco, Franco!..
Tras ello el Generalísimo, acompañado de su esposa e hija, ministros de Marina, Gobernador Civil, Jefe Provincial del Movimiento y otras autoridades embarcó en el Crucero canarias para dirigirse al puerto de El Ferrol donde presidiría una serie de actos, entre ellos los de la botadura de cuatro nuevas unidades de la Armada Española.
Crucero Canarias.
La dotación del “Canarias” recibió al Generalísimo, formada sobre cubierta, y en el momento de la llegada a bordo, fue arriada la bandera del almirante de la Escuadra, que ondeaba en el palo mayor del crucero, para izar en su lugar el pabellón de la casa Militar del Caudillo.
El Canarias, con auxilio de un remolcador de la Armada, inició su salida de puerto, escoltado por los Destructores Almirante Valdés y José Luis Diez. El Caudillo presenció las labores de desatraque desde el puente de mando del glorioso Crucero
Tras una plácida singladura el Crucero Canarias llegaba al Ferrol a las doce de la mañana, siendo recibido por las salvas de honor disparadas por las baterías de costa.
El «Canarias» fondeó delante del crucero Almirante Cervera», que se hallaba formado en línea con las siguientes unidades: Buque Escuela Galatea, Minadores “Júpiter”, “Vulcano”, y “Tritón; Destructores “Almirante Antequera” “Sánchez Barcaiztegui”, “Almirante Miranda” “Gravina” y “Melilla”. Todas sus dotaciones se hallaban formadas en las cubiertas de los buques
El Caudillo descendió de la canoa del jefe del Departamento marítimo, y seguidamente, se trasladó al muelle donde le esperaban las primeras autoridades y locales, entre ellas el alcalde de El Ferrol, señor Ballester con la corporación municipal en pleno, bajo mazas; gobernador militar, general Mariñas; almirante Arriaga, jefe del Estado Mayor de la Armada; general Velo Jefe de Intendencia de la Armada; inspector general de Máquinas de la Armada, general Manso,; general de Ingenieros, señor Bocha; doña Pilar Franco, viuda de Jaraíz, hermana del Caudillo; la esposa del ministro de Marina; el comandante de Marina del Departamento de El Ferrol del Caudillo, Capitán de Navío Vial; el obispo de Mondoñedo, doctor Benjamín de Arriba y Castro, y otras personalidades, así como diversas y nutridísimas comisiones de jefes y oficiales del Ejército y de la Marina, entre las aclamaciones incesantes de una gran multitud, y a los gritos de ¡Franco, Franco, Franco!, que se había dado cita en el muelle ferrolano.
Fragata Pizarro
Una compañía de Marinería, con escuadra de gastadores y unidad de música de Infantería de Marina, así como una sección de F.E.T. y de las J.O.N.S. se hallaban formadas, al mando del teniente de navío, José López Aparicio, para rendir honores al Jefe del Estado.
Cubrieron la carrera, desde el puerto hasta el Palacio de Capitanía General, fuerzas del Ejército, pertenecientes a los Regimiento de Infantería de Mérida núm. 44, y de Artillería de costa, número 2, al mando del jefe de línea, señor Castro Caruncho.
El Generalísimo pasó revista a la compañía de marinería y a la sección de FET y de las JONS que le rindieron honores, mientras se interpretaba el himno Nacional. Desde los balcones, ventanas, azoteas y calles adyacentes, se hizo patente el clamor de fervorosa adhesión al Jefe del Estado de los ferrolanos que nos cesó ni un momento con gritos de ¡Franco, Franco, Franco! y arribas y vivas a España.
Fragata Vasco Núñez de Balboa.
Finalizada la revista de las tropas, el Generalísimo ocupó su automóvil y, acompañado de su esposa, se dirigió al palacio de Capitanía General, donde momentos después se celebró una brillantísima recepción.
Por todo el trayecto, una multitud, agolpada a lo largo del mismo, y en las bocacalles cercanas, aclamó entusiástica y fervorosamente al Caudillo de España que, sonriente, respondía con saludos a los ferrolanos que le dispensaron tal recibimiento.
A su llegada al Palacio de Capitanía, el Generalísimo Franco pasó revista a una compañía de Infantería de Marina, le rindió los honores de ordenanza.
Una vez dentro del Palacio y ante los gritos incesantes de la multitud, el Caudillo se asomó al balcón principal de Capitanía, para corresponder a las manifestaciones de fervor y entusiasmo que lo tributaban sus paisanos ferrolanos. Desde el balcón el Caudillo de España presenciaría el desfile de la compañía de Infantería de Marina, que le había rendido honores y las fuerzas del Ejército que habían cubierto carrera.
Tras la recepción en el Palacio de Capitanía, el Consejo Ordenador de Construcciones Navales Militares ofreció un almuerzo al Caudillo en el salón de Gálibos, que se hallaba decorado con un gran escudo de España e inscripciones de ¡Viva Franco! y ¡Arriba España!, así como con diferentes maquetas de barcos construidos en los astilleros de El Ferrol del Caudillo y otra del Arsenal Militar con las obras que se iban a realizar en él, en breves fechas.
Al almuerzo asistieron también la esposa de Caudillo, Carmen Polo de Franco y su hija Carmen Franco; el ministro de Marina, los jefes de las Casas Militar y Civil y las restantes autoridades y personalidades.
A la hora de servir el café tomó la palabra el ministro de Marina que dijo: “Excelencia: No hace todavía un año que muy cerca de aquí, en la espléndida ría pontevedresa, dio la Marina uno de sus días más felices al ver trocado en realidad lo que desde hace muchos años atrás venía figurando a la cabeza de sus ilusiones: la formación de sus hombres, en continuo contacto con el mar, sin estrecheces» de lugar y penuria de elementos, capaces de ahogar por sí solas los más firmes sentimientos de eficacia, para despertar, en cambio, otros de profunda y disciplinada resignación, ya fuese ésta valorada por los más altos conceptos del deber en todas sus manifestaciones y en el amor a la profesión, rayano en romanticismo, cuando no en santa y admirable locura. Vuestra Excelencia, en su triple personalidad de Caudillo de los españoles, almirante supremo y artífice de la obra que se inauguraba, recibió entonces el homenaje de la Armada, quizá parco en palabras, pero tan espontáneo y sincero como lo fue la emoción de aquellos veteranos jefes, de rostro curtido por el sol y la brisa de todos los mares, a los que vimos llorar como chiquillos al conjuro de vuestra presencia entre nosotros y de la significación y trascendencia de aquel
La estampa que hoy vamos a presentaros es distinta e indispensable complemento de la que se ofreció entonces en Marín. Allí, en plena forja, el espíritu de una juventud que se consagra al mar; aquí, un astillero de rancio abolengo que, al despertar de su letargo con ese entusiasmo que caracteriza el resurgir de España, brinda los primeros frutos de su trabajo.
Bien sé que en esas cuatro unidades que van a desposarse con el mar sólo queréis ver un, símbolo de lo que estamos dispuestos a llevar a cabo. De otra manera habríamos de estimar desproporcionado el honor que hoy nos dispensáis al presidir este acto. Revelan simplemente la iniciación de un programa y la decisión firmísima de no permanecer inactivos, cualesquiera que sean las dificultades que puedan oponerse a su desarrollo. Por lo demás, se trata de cuatro buques de relativo valor intrínseco, llamados, sin embargo, a prestar excelentes servicios, tanto en la paz como en la guerra. En el lugar que dejan vacío estas unidades van a ser colocadas las quillas de otras muchas, a las que muy en breve seguirán otras de valor militar y que responden a un criterio perfectamente meditado.
“Entre tanto, se lleva a cabo el plan trazado en un ambiente de celeridad, dando preferencia a cuanto ofrezca garantía suficiente de ser ultimado, renunciando de momento a lo que por su magnitud obliga a sacrificios. La Marina no es improvisación, no es un tópico entre los muchos que inventa la desidia y el abandono de los hombres, sino una realidad de la historia contemporánea y moderna.
Y aunque preciso poner fin a la previa exposición de conceptos, un deber de gratitud me obliga a ensalzar ante V. E. la magnífica labor que desde hace cinco años vienen prestándome los organismos de nuestra política naval: profesionales, técnicos y productores. Y he de hacer referencia a las factorías que integran el Consejo Ordenador de Construcciones Navales, de la que es vivo ejemplo la que hoy visita V. E., y cuyos progresos, en el orden material y técnico, son naturalmente prometedores, y lo han de ser más en cuanto atañe a la formación moral y profesional de los jóvenes aprendices, que el día de mañana moverán sus talleres. Excelencia: La alegría, el orgullo de sus jefes, tiene en ellos la máxima garantía de una hermandad en el trabajo, basada en su fe en Dios y en la grandeza de España.
Los nuevos buques, colocados sobre sus dispositivos de lanzamiento, desean recibir, con la bendición de la Iglesia, la caricia de sus madrinas para adentrarse en el mar.
Excelencia: Mirad estos nuevos barcos con cariño, y recoged con el saludo que van a efectuar en vuestra presencia, al tener sus últimos contactos con la tierra, lo que hay de verdadera veneración y afecto que os dedica la Marina, ávida de gritar conmigo en este momento ¡Viva Franco! ¡Viva España!”
Finalizado el almuerzo, el Jefe del Estado, acompañado del ministro de Marina y demás autoridades, se dirigió hacia el arsenal militar para presidir los actos de botadura de los cuatro nuevos cañoneros. Eran las primeras unidades que iban a entrar en servicio, tras la guerra de Liberación Española. Pertenecían a la clase que tomaría el nombre de la primera unidad construida el “Pizarro” y se compondría de además del buque Pizarro, del Hernán Cortes, Vasco Núñez de Balboa, Martín Alonso Pinzón, Magallanes, Sarmiento de Gamboa, Vicente Yáñez Pinzón y Legazpi. Estos dos últimos buques de la serie serían modernizados a principios de los años sesenta.
Sus principales características eran: Desplazamiento: 2246 tn (los modernizados quedarían en 2123 tn). Eslora: 95,2 mts. Manga: 12,1 mts. Calado: 3,8 mts (3,7 mts tras su modernización). Serian dotados de los siguientes medios sensores: Radar: MLA-1b 2-D aéreo. SPS-5B de superficie. Sonar: QHB-a de casco. Dirección de tiro: Mk52 con radar Mk26. Mk51
Armamento: 6 cañones DP de 120 mm/50 NG48 (3 × 2). 8 cañones AA de 37 mm/80 (4 x2). 4 morteros. 1 varadero para cargas de profundidad. 30 minas. Posteriormente los dos modernizados serían provistos de 2 cañones DP de 127 mm/38 Mk30. 4 cañones AA Bofors de 40 mm/70. Canastas Mk 4 para torpedos ASW Mk 32 325 mm. 2 Erizos Mk 11 ASW. 8 morteros Mk 6. 2 varaderos Mk 9 para cargas de profundidad, así como con un generador de ruidos Mk5 Harp para guerra electrónica.
Propulsión: 2 calderas Yarrow, 2 turbinas Parsons. 2 hélices. Potencia: 6.000 cv. Velocidad: 19 nudos. Dotación: 255 Jefes, Oficiales, Suboficiales y Marinería.
Fragata Martin Alonso Pinzón en el puerto de Málaga, el jueves Santo de 1965.
A lo largo del trayecto que recorrió el Jefe del Estado se hallaban formados jóvenes de las escuelas de aprendices del Consejo Ordenador de Construcciones Navales Militares.
Un enorme gentío ocupaba las tribunas y palcos, que se hallaban adornadas, con profusión de banderas y gallardetes.
Una compañía de Infantería de Marina rindió honores al Caudillo, que acompañado por el ministro de Marina y el capitán general del Departamento marítimo, pasó revista a la misma, entre los vítores y aplausos de la multitud.
Los cuatro cañoneros estaban alineados paralelamente por el siguiente orden: “Pizarro”, “Hernán Cortés”, “Vasco Núñez de Balboa” y “Martín Alonso Pinzón”. Al pie de cada uno de ellos se había levantado una pequeña tribuna para el Caudillo y las madrinas y autoridades.
Una vez situado el Caudillo y ante de procederse a la bendición y botadura de los nuevos buques, los Cruceros Canarios y Almirante Cervera, los destructores Almirante Valdés y José Luis Diez Almirante Antequera” “Sánchez Barcaiztegui”, “Almirante Miranda”, “Gravina” y “Melilla, Buque Escuela Galatea, y Minadores “Júpiter”, “Vulcano”, y “Tritón, desfilaron en correcta formación, con sus dotaciones en cubierta.
Tras el desfile naval, el obispo de Mondoñedo, doctor Arribas Castro, procedió a la bendición de las cuatro naves.
Actuaron de madrinas: la señorita Carmen Franco Polo, hija del Jefe del Estado, del cañonero «Pizarro»; la señorita María del Carmen Moreno, hija del ministro de Marina, del “Hernán Cortés”; la señorita María del Carmen Suances, del “Vasco Núñez de Balboa”, y la señorita María de los Ángeles Arriaga, del “Martín Alonso Pinzón”,
Cada una de las madrinas, acompañando al Jefe del Estado y al ministro de Marina, ocupó la tribunilla respectiva, procediendo a cortar las cintas del cañonero que le correspondía, al propio tiempo que se le ofrecía un precioso ramo de flores.
Fragata Hernán Cortés anclada en el puerto de La Coruña en los años sesenta.
Entre los grandes aplausos y gritos de Arriba y Viva a España de la multitud, a los acordes del himno Nacional, uno a uno, entraron en el mar los cuatro cañoneros, que fondearon hasta el momento de hacerlo el último para después ser remolcados hasta el lugar donde habían de ser armados.
Terminada esta ceremonia, se procedió a la colocación sobre cuatro gradas de las quillas de otros cuatro cañoneros cuya construcción se emprendería seguidamente. Correspondían a los cañoneros “Magallanes”, “Sarmiento Gamboa“, “Vicente Yáñez Pinzón” y “Legazpi”.
En ese acto, actuaron de madrinas las señoritas Carmen Franco Polo y Sofía Arrocha, hija del director de Construcciones Navales Militares.
Finalizada la botadura, el Caudillo embarcó en la gasolinera del comandante jefe del Arsenal y dio un paseo por la ría. Más tarde visitó, con el ministro de Marina y mandos de la Armada, el Arsenal Militar, recorriendo sus inmensos talleres. Se le dieron explicaciones de las obras realizadas y de las que estaban en curso y en proyecto.
A las seis de la tarde se trasladó, siempre acompañado por el ministro de Marina, vicealmirante Moreno, al barrio de Puerta Nueva, para visitar el bloque de 1.043 de viviendas protegidas de las 4.000 que estaban en proyecto.
El director del Instituto Nacional de la Vivienda, Federico Mayo; el alcalde de El Ferrol del Caudillo, señor Ballester; el gobernador civil de La Coruña, señor Aspe, el Jefe provincial del Movimiento, Diego Salas Pombo y una muchedumbre de vecinos recibieron en esa gran barriada en construcción al Caudillo Franco. El señor Mayo mostró las viviendas al Caudillo, de las cuales recorrió algunas. Luego el Generalísimo Franco se detuvo ante la maqueta del complejo de viviendas que estaba construyendo el Instituto Nacional, recibiendo por parte del director, las características de las mismas y todo tipo de información a preguntas que el formuló el Jefe del Estado. Recorrió igualmente las obras del conjunto. Al finalizar su visita, el Caudillo entregó al alcalde de El Ferrol, de forma simbólica, 300 de ellas, para que el ayuntamiento las hiciese llegar, en su día, a quienes habían de ocuparlas, ya que aunque las casas estaban terminadas, faltaban por rematar los trabajos de urbanización de la zona, que finalizarían en breves fechas. Al abandonar la barriada, el Caudillo fue despedido con aclamaciones y vítores.
Tras su visita a la barriada de Puerta Nueva, el Jefe del Estado se trasladó al lugar donde se celebraba la final de la prueba extraordinaria del concurso hípico.
Como final de tan extensa jornada, el Caudillo presidió en el Parque Municipal, una gran fiesta, en la que intervinieron rondallas integradas por productores del Consejo Ordenador de Construcciones Navales.
Alrededor de las nueve de la noche, el Caudillo, su esposa e hija, abandonaron el parque municipal, siendo despedidos por una multitud que le rodeó, sin apenas dejarlos andar, tributándoles vítores y grandes aplausos. Los gritos de ¡Franco, Franco, Franco!, se entremezclaron con los acordes del himno nacional, que interpretó la banda municipal. Tras despedirse del ministro de Marina, vicealmirante Moreno; subsecretario de la Presidencia, Luis Carrero Blanco; capitanes generales de la Región Militar y del Departamento Marítimo; gobernador civil de la provincia, el alcalde de El Ferrol y otras jerarquías, emprendió viaje de regreso a su residencia veraniega del Pazo de Meirás.
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