17/09/2024 22:17

V

Un sentido de la existencia también ordenado

La intención que encaja

  El sentido de la existencia no está desordenado.  Las piezas encajan con una Sabiduría que sobrepasa la ignorancia humana.

La humanidad posee el instrumento de la inteligencia para indagar y comprender cada vez más el mundo en el que existe y desenvuelve el propósito de la evolución, aunque siempre se halle desorientada con el fin primero y último de la estancia sobre la Tierra. El sentido de vivir prevalece en el tiempo, aunque no haya verdad unívoca en la intención de entenderlo.

A pesar del galimatías de voluntades, la Torre de Babel sobre el propósito religioso, no hay casualidad en este milagro inadvertido  que es la vida en sí misma. Que no se sepa del sentido real no significa que ese propósito no rija el impulso del progreso, el avance de la Historia junto a la reflexión sobre la causa y el efecto de nacer y morir, difuminándose permanentemente el horizonte global al que todos nos dirigimos. Todo en una mota de polvo inmersa en un infinito en expansión donde la proporción es relativa según el prisma con que se observe. Ininteligible a la poderosa inteligencia que todo parece saberlo menos el porqué de vivir como la certeza de la desaparición.

Los secretos del espíritu son como una brisa: se sabe que sopla pero se desconoce de dónde viene y hacia dónde va. El enigma es el sentido de la existencia en sí mismo, luego hay una intención que dirige. Las piezas de esa intencionalidad se conforman en un puzle existencial perfectamente creadas y que colocadas correctamente dan significado real a este existir que bien podría ser imaginario según la relatividad de su consciencia e inconsciencia; muerte y vida; realidad y sueño. La dicotomía donde todo se corresponde dando a entender que nada queda al azar a pesar de su aparente improvisación. Solo hay que colocar las piezas correctamente y quizá hasta renunciar a colocarlas para así poder ver sobredimensionada la razón de que algo nos impulse a querer conformar un sentido axiomático de la vida.  Acaso si supiéramos la intencionalidad también conformaríamos el puzzle desordenado de la limitada voluntad mundanal para acceder a los secretos del alma, renunciando a mirar hacia el infinito que extravía; prestos en la renuncia a conocer los íntimos, humildes designios divinos del corazón. Porque la divinidad es una señal generalizada aunque se malinterprete o pretende ignorar, Algo hay superior y concluyente, organizado e intencionado.  Porque materia-alma es también dicotomía que nos trasciende queramos o no entender los propósitos dimensionales a los que pertenecemos de una u otra manera y advertidos estamos que nada somos y en nada nos convertimos por el propio e inequívoco propósito de la subsistencia material.

La existencia humana podría comprenderse desde la trascendencia del microcosmos o del macrocosmos y no variaría la relativa consideración de las dimensiones ni la significación resolutiva de la observación. Todo es grande e infinito como pequeño y efímero según la inteligencia con que se quiera mirar el entorno del que formamos parte y al ser mismo que nos permite conformarnos en este laberinto de reflexión en que estamos inmersos, intentando asimilar colectiva e individualmente, más civilizada o incivilizadamente,  nuestro paso por la existencia con mayor o menor provecho de la voluntad espiritual; con mayor o menor progreso de las sencillas premisas de la inocencia tan alejadas de las consistencias de la ambición humana cuyo destino es el polvo.

Las piezas existen desordenadas; la intención constructiva coexiste con el libre albedrío de querer conformar un puzle cuya solución parece estribar en la renuncia a componerlo y construirse en una pieza divina desde el interior; La Luz de la que dice Buda que “tú eres tu propia luz, tu propia lámpara” o Jesús y el reino de los Cielos interior al que se accede siendo como niños. El espíritu del enigma resuelto que todo lo sabe y todo lo da cuando se regresa al origen del primer y único misterio que todo lo explica con el retorno sin la duda mundanal.

¿Renunciar a construir un puzle infinito para descubrirlo en uno mismo con la inocente renuncia a la ambición de comprender para entenderlo todo? ¿Intención divina de una inmensa lección de humildad a la ensoberbecida humanidad, como misterio resuelto a quien pueda y quiera  entender con la entrega de un niño? En la inmensidad de la ignorancia mundanal, la intención encaja.

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
https://www.linkedin.com/in/ignacio-fern%C3%A1ndez-candela-59110419/
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