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La nación no tiene como fundamento necesario la existencia de un grupo étnico, como queda demostrado en las Comunidades de las que estamos hablando en precedentes artículos. La nación no tiene que ver, desde una amplia perspectiva política e ideológica, con ninguna realidad natural o biológica. En un momento determinado de la Historia, la nación habrá de surgir en el marco europeo como una referencia ideológica básica para asegurar el funcionamiento del aparato estatal, aglutinando a los individuos que la integran en el espacio económico, social y político abarcado por el Estado. Como escribía E. H Carr en un penetrante ensayo sobre la cuestión,

«La nación no es una entidad definida y claramente reconocible; no es universal. Esta referida a ciertos periodos de la historia y a ciertas partes del mundo. Hoy, en el momento de mayor conciencia nacional de todas las épocas, se podría afirmar que una amplia mayoría de la población del mundo no siente fidelidad a ninguna nación».

En relación a este tipo de nación, el Estado no es obviamente, como recordaba H. Heller, una simple función de ella o del pueblo, sino justamente todo lo contrario. El Estado resulta en gran número de casos creador de la nación, no solamente en el marco europeo, sino también en el caso de América y de Asia y África después. Esta idea de nación recuerda Akzin, tiene cuando menos tanta extensión en su uso como la idea de nación étnica.

Las necesidades económicas de la primera fase de la revolución industrial y las exigencias de un Estado centralizado van a dar origen, pues, a una nación que en los términos más descarnados se presenta, en palabras de C. Friedrich, como:

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«…un regular y cohesionado grupo que posee independencia, en el relativo sentido definido por el orden internacional de las Naciones Unidas, que proporciona una demarcación para el gobierno efectivamente gobernante sobre tal grupo y que recibe de ese grupo el reconocimiento que legitima al gobierno dentro y fuera»

La importancia del Estado es subrayada, con independencia del contenido atribuible a la idea de nación, con particular vigor por Kohn:

«El más importante factor visible en la formación de las nacionalidades es un territorio común. Las fronteras políticas tienden a formar nacionalidades. (…) La condición de estatalidad no necesita estar presente cuando una nacionalidad se origina, (…), es siempre la memoria del Estado del pasado y la aspiración hacia la estatalidad la que caracteriza a las nacionalidades en el periodo del nacionalismo».

Finalmente, escribe Gablentz:

«(…), la nación estatal no está vinculada al idioma; Suiza y Canadá son en la actualidad los clásicos de naciones plurilingües. Y a la inversa, el lenguaje y la vecindad no unen, si se rechaza la comunidad política», como está sucediendo en Cataluña y Vascongadas que son los ejemplos más crasos en la actualidad en la Unión Europea.

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REDACCIÓN