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Como alguien dijo en alguna ocasión, “entre las tres opciones del título, el lector escoja”, y en este caso nunca será una “rosa”.
Las niñas Esther y Mirian Barrera Alcaraz, las dos únicamente con tres años de edad, su tío Pedro Ángel Alcaraz Martos, Guardia Civil de Profesión, la niña de seis años Silvia Ballarín Gay y su padre José Ignacio Ballarín Cazalla, también Guardia Civil, la niña Rocío Capilla Franco, de 14 años, y sus padres María Dolores Franco Muñoz y Emilio Capilla Tocado, también Guardia Civil, la niña de siete años Silvia Pino Fernández y sus padres María Del Carmen Fernández Muñoz y José Julián Pino Arriero, también con la misma profesión, y la cantidad de 88 heridos, algunos muy graves, entre ellas dos mujeres que en avanzado estado de gestación perdieron a sus hijos.
Hoy se cumplen 34 años del hecho, y en septiembre se produjo la puesta en libertad del autor principal de este atentado, de lo que luego hablaremos.
Pocos minutos después del cambio de guardia de las seis de la mañana del día 11 de noviembre de 1987, uno de los agentes se percata de la presencia de un vehículo de la marca Renault 18 ranchera de color gris que al parecer pretende estacionar en una zona indebida y reservada para los servicios de seguridad de la propia casa cuartel de Zaragoza Capital, por lo que se dirige a indicarle que debe abandonar el lugar, en ese momento el vehículo arranca otra vez y se posiciona aún más cerca del edificio, su único ocupante lo abandona y se introduce rápidamente en otro vehículo que le esperaba unos metros más adelante, arrancando a gran velocidad.
Aunque perseguido por el agente, este no puede hacer nada más que alertar y subir en compañía de su compañero de turno a las viviendas donde en ese momento duermen varias familias con el ánimo de desalojarlas y de reclamar la ayuda de un especialista en desactivación de artefactos explosivos, (Tedax), que también se alojaba allí. No dio tiempo para más, bien por temporizador o por control remoto el coche hace explosión en ese momento causando las víctimas y los destrozos que hemos visto.
Se dio la circunstancia de que el agente de la Guardia Civil José Julián Pino Arriero fue quien intentó en primera instancia la persecución del terrorista y a continuación la evacuación de la zona afectada, figurando en el listado de víctimas mortales junto con su mujer y su hija.
Al día siguiente el diario “ABC” publicó esta infografía en la que se ve como sucedieron los hechos:
Nada más producirse la explosión, y en momentos de gran angustia y consternación, el resto de las personas que vivían en el acuartelamiento se ponen manos a la obra e intentando minimizar en lo posible los efectos de la misma tratan de auxiliar, como pueden y con ayuda de los vecinos, a quienes han quedado sepultados o heridos, mientras a lo lejos se empiezan a escuchar las primeras sirenas de los servicios de emergencias. Tuvo gran impacto en los medios aquella imagen en la que decenas de personas improvisaban una cadena humana en una montaña de escombros que es a lo quedó reducido la parte más cercana al foco de la explosión. Gran parte de la edificación y muchos de los edificios cercanos tuvieron que ser demolidos posteriormente debido a los daños estructurales causados. Muchos heridos que eran dados de alta o que la cogían de forma voluntaria volvían al lugar para colaborar en lo que pudieran.
La Basílica del Pilar acogió al día siguiente un multitudinario funeral, en los que los once féretros, varios de ellos de pequeño tamaño, iban cubiertos con la bandera nacional. No faltaron momentos de tensión cuando algunos familiares se enfrentaron con los medios de comunicación que excedían en ese momento su derecho a la intimidad y otro grupo de personas increpó a las autoridades presentes pidiendo pena de muerte para los autores.
Al día siguiente, domingo día 13, una manifestación con más de doscientas mil personas recorría las calles de Zaragoza, se escucharon también los mismos reproches y alguno más al saberse que por parte de la iglesia vasca en días anteriores se pedía que el gobierno negociara con la banda. Monseñor Setién a la cabeza de nuevo se quejaba de la dureza del estado y pedía humanidad para los asesinos, como si en este país no se observaran las garantías procesales y penales.
LOS AUTORES
La Audiencia Nacional condenó en 1994 a Henri Parot a la cantidad de 1.802 años de prisión por este atentado, quedando acreditado que fue él quien abandonó el coche preparado para hacer explosión momentos antes delante de los muros de la casa cuartel. Su detención se produce en 1990 en un control rutinario de la Guardia Civil en la localidad Sevillana de Santiponce cuando se dirigía con un vehículo cargado con 320 kilos de explosivos a causar una masacre similar o mayor, se mantiene un tiroteo y son heridos dos agentes, aún así uno de ellos logra neutralizar su arma y derribarlo. En otro acto de cobardía Henri Parot se identifica como miembro de Eta y al tiempo que pide que le alejen del vehículo y su mortal carga , suplica que no le peguen.
En 1997 son condenados en Francia a sendas cadenas perpetuas por este y por otros hechos el hermano del anterior Jean Parot, Frederic Haramboure y Jacques Esnal, quedó acreditado que fue este último el que accionó el mecanismo último que hizo que se produjera la explosión.
En 1992, en la localidad Francesa de Bidart se produce la detención de Francisco Múgica Garmendia, (alias Pakito), y de José María Arregi Erostarbe, (alias Fitipaldi), quienes en esos momentos eran la cúpula de la banda, tras ser condenados a 10 años de prisión por otros delitos cometidos en ese país son extraditados en 2003 donde la Audiencia Nacional les condena a la cantidad de 2.354 años de prisión por ordenar cometer el atentado , quedando acreditado que fue además el primero el que hizo el croquis del lugar y facilitó el resto de la información, y “Fitipaldi” quien confeccionó el artefacto explosivo, sin ningún tipo de arrepentimiento fue trasladado en 2017 a la cárcel de Martutene, (San Sebastián).
Henri Parot, Frederic Haramboure y Francisco Múgica Garmendia se encuentran ya en libertad, el primero de ellos tras protagonizar el culebrón conocido como Doctrina Parot y desde este pasado mes de septiembre cuando en su localidad natal se le quiso hacer un homenaje finalmente suspendido debido a la indignación popular y previamente autorizado por quien se permite el lujo de pactar con los jefes de quienes han perpetrado este tipo de actos.
Todos sabemos con quienes tenemos que estar, y vosotros… ¡Estáis presentes!
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