18/05/2024 00:54
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»Alexis, a menudo, hablaba de ir a Siria (a defender al pueblo sirio  apoyando a Bashar al Assad frente a falsos internacionalistas al servicio de un proyecto de kurdistan anglosionista) a Venezuela (a apoyar a Nicolás Maduro por la causa del socialismo) o a Cuba, sirviendo como un modesto brigadista contra el imperialismo yanki, pero no pudo ser». 
Estas son las emotivas, y al mismo tiempo fortalecedoras palabras de una buena camarada, sí, camarada del Partido Comunista de Colombia  y del PCE, con la que hemos podido conversar para El Correo de España, pues, como ella misma dice: 
»Alexis no se habría negado a hacerlo a pesar de no compartir toda vuestra línea editorial, y en algunos casos rechazarla por completo, pero vería vuestra honradez, nobleza y honorabilidad».
Después de la victoria en el Dombass, para defender al pueblo ruso-ucraniano y al socialismo, él quería seguir haciendo lo que mejor se le daba:
Luchar en las situaciones más adversas. 
No amaba la guerra, ni mucho menos, la odiaba, pero era bueno en el trabajo, y el trabajo debía hacerse:
Defender a los hermanos cristianos y camaradas socialistas contra la escoria neonazi al servicio de la OTAN.
Como todos los veteranos de combate saben, todos nacemos con una »suerte» limitada, y cuanto más tiempo pasas en los lugares donde vuelan las balas, más cerca estás del día en que tu »suerte» se acaba. 
Alexis pasó 8 años como soldado de primera línea, como francotirador o »Sniper» en una Unidad Spetsnaz y, nunca, nunca dudó cuando le tocó ir con disposición presta y valerosa, a pesar de tener una bella familia que en ocasiones le retenía.
Y cuando le llegó la hora de enfrentarse a la muerte, dos semanas después de que mataran a su buen amigo Ilía, Alexis se enfrentó a ella como un héroe:
Lo hizo avanzando hacia el enemigo con un arma de mano. 
Alexis era realmente un Che del siglo XXI pues, como el Che, no toleraba la injusticia y tenía un profundo sentido espiritual y religioso; así lo demostraron ambos luchadores en sus funerales religiosos cristianos. 
Alexis había dicho, como el Che:
«No me importa si caigo, mientras otro oído escuche mi grito de guerra, y otra mano recoja mi arma».
Muchos oídos le hemos escuchado y muchas  manos, incluso más allá de su comunismo y socialismo a los que él servía, y en los que militó, hemos recogido su arma… Quizás él no lo esperaba, pero así ha sido pues, por encima de estas ideologías humanas, Alexis era un Soldado de Cristo.
Alexis fue un hombre de honor y de acción que, de nuevo como el Che, arriesgó su vida por lo que sabía que era correcto. 
No era como los «camaradas de café» o como los llamados »camaradas de mariscada» que debaten sin cesar sobre Marx y Lenin, Stalin y Trotsky, Castro y Mao, pero que se desvanecen con excusas masculladas cuando se llama a la acción y que les gusta banquetear y se dejan bizcochar o alagar.
Ese tipo de «comunistas» son tan diferentes de Alexis como un avión de papel lo es de un MiG-29.
La pérfida escoria de otras naciones que viene a Ucrania a luchar junto a los neonazis es el polo opuesto a los voluntarios como Alexis:
Mercenarios y aventureros que vienen a posar para las fotos de TikTok (algunos de ellos al servicio de mediocres y conspiradores servicios de información) y que huyen de vuelta a casa en cuanto comprenden que alguien les devolverá los disparos: 
Los psicópatas y carniceros que se deleitan con el dolor, la muerte y la sangre, y cuyo único talento y razón de ser es la destrucción y la carnicería. 
Los mercenarios llegan a la guerra preparados para matar, mientras que los voluntarios se enfrentan a cada batalla listos y dispuestos a morir. 
No para destruir, sino para defender, no para saquear, sino para proteger:
Estos son verdaderos cruzados, no como otros que simulan ser cruzados, pero son pérfidos farsantes que mercantilizan hasta lo más sagrado:
La defensa de la verdad, del bien y de la justicia. 
Alexis, un defensor del bien y la justicia aunque algunos no quieran verlo, no se movía ni actuaba  desde la rabia y el odio (no era un AntifA sino un constructor) sino desde grandes sentimientos de amor y generosidad. 
El siempre tuvo presente la Máxima de su Señor:
«Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por su prójimo». Juan 15:13.

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Daniel Ponce Alegre
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