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GUÍA DE VIAJE LONDRES, 1984-MADRID, 2024

Relectura de la tan citada y tan/poco leída novela de anticipación 1984, de Orwell, y análisis del contenido ideológico —totalitarismo globalitario— y síntesis de los principios del Partido doblepensar, mutabilidad del pasado y degeneración de la realidad objetiva— de tal distopía, documentada con un recitado de fragmentos seleccionados e ilustrada con la toma de tierra del gobierno social-comunista del Doctor Sanchezstein. Sin renunciar al Barroco, la iconografía de Escher ni la intertextualidad con Bradbury.

LECTURA GLOSADA DE 1984 A LA SOMBRA DEL LUZ/Y/FERINO SÁNCHEZ

[George Orwell, 1984, Estella (Navarra), Salvat, 1970.]

Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. Era inevitable que llegara algún día al dos y dos cinco. La lógica de su posición lo exigía. Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común. Y lo más terrible no era que lo mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudieran tener razón. Porque, después de todo, ¿ cómo sabemos que dos y dos son efectivamente cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. ¿Y si el pasado y el mundo exterior sólo existen en nuestra mente y, siendo la mente controlable, también puede controlarse el pasado y lo que llamamos realidad?”

George Orwell, 1984 [p. 69].

«Todo podía ser verdad. Las llamadas leyes de la Naturaleza eran tonterías. La ley de la gravedad es una imbecilidad. […] Winston desarrolló esta idea: “Si él cree que está flotando sobre el suelo y yo simultáneamente creo que estoy viéndolo flotar, ocurre efectivamente” [p. 209].

La afirmación, que a estas alturas del siglo XXI se antoja fruto de la “conspiranoia” de un “negacionista” contra el Poder, forma parte del proceso de reeducación impuesto por el Partido a Winston Smith, protagonista de 1984 (George Orwell, 1948), a fin de que asuma a pies juntillas esa conspiración inducida como cosmovisión única por el Poder hasta interiorizarla, metabolizándola como un automatismo mental sobre la “realidad”.

No obstante, pese a encontrarse a dos pasos de la traición deshumanizadora—“la finalidad que uno se proponía [era] haber sido humanos hasta el final” [p.130]— y del fin, en los dos últimos capítulos, vale decir telediarios (“notirrelámpagos de telepantalla”), se rebela en él el sentido común y «le acudió este pensamiento: “No ocurre en realidad. Lo imaginamos. Es una alucinación.” Y auto-inculpándose por su recaída en la herejía, “Aplastó en el acto este pensamiento levantisco. Su error era evidente, porque presuponía que en algún sitio existía un mundo real donde ocurrían cosas reales. ¿Cómo podía existir un mundo semejante?” Y a la mala conciencia, como elemento corrector, se le suman la garantía de la infalibilidad del Partido y la del aval de la mayoría estadística, además del deterioro de su propia autoestima cognitiva: “Además el Partido tenía razón. ¿Cómo iba a equivocarse el cerebro inmortal y colectivo? ¿Con qué normas externas podían comprobarse sus juicios? La cordura era cuestión de estadística. Sólo había que aprender a pensar como ellos pensaban”.

Raro sería que algún ciudadano occidental, europeo, español más concretamente, no se hubiera planteado por activa, por pasiva y, sobre todo, por perifrástica, en los años veinte de este siglo, ante tanto atropello a la razón y tamaña manipulación de la verdad, una incertidumbre de este carácter—aliviada, las más de las veces, por el acatamiento.

La presentación en España por parte del gobierno del Dr. Pedro Sánchez del Plan de Acción por la Democracia —eufemismo en “neolengua” por ‘mordaza’ y ‘asfixia’ de medios de comunicación no adictos, ni adeptos, ni afines, ni dependientes, sino lisa y llanamente profesionales— es un inquietante indicio de que, más allá del lavado de trapos sucios en la Casa del Gran Hermano & Co. y su inoperante hermano menor, amén del resto de nominados para abandonar la Casa, los escasos medios independientes ¿de la “Hermandad”? —“Nada mantiene su cohesión a no ser la idea de que es indestructible”—, y aun a contracorriente del autocontrol sobre cualquier tentación ideológica metabolizado por el ciudadano mediante “paracrimen (el no querer saber, como forma de estupidez protectora) o negación de la evidencia, negroblanco (“eso es mentira”) —“No podemos actuar colectivamente. […] Sólo podemos difundir nuestro conocimiento de individuo en individuo” [pp. 137-138]—, voces autorizadas de profesionales de muy diversos ámbitos y una parte, minoritaria pero inmensa minoría, de la población —que no “ciudadanía”— han ido percibiendo, en la gestión del “último gobierno”, disonancias cognitivas, contradicciones en términos, opaca transparencia, mentira, engaño y falsificación, perjurio e impostura; amén de la extracción impositiva y del empobrecimiento progresivo, y una sanidad nociva con secuelas de muerte —50.000 “vaporizados (desaparecidos) y/o “no personas (fallecidos) forzosos del experimento vacuno-covídico, según cálculos del Dr. Ruiz-Valdepeñas—, más el recorte de libertades de la población y su sectaria persecución selectiva. Y todo ello, envuelto en un papel de regalo híbrido de publicidad y propaganda que, con las agravantes de la torpeza, la desvergüenza, la prepotencia y la chapucería proverbial del Partido et alii(ados), ofrece un panorama que frisa con la tiranía del castizo Monipodio, cuando no roza en esa pulsión totalitaria del patio del Monopolio de la falsedad, el odio, la miseria y la guerra contra los súbditos y que, en analéptico salto atrás a los ¡siete! años de tiempo narrado previo a la detención de Winston, ha experimentado en sus propias carnes, por obra y gracia de los Ministerios de la Verdad, del Amor, de la Abundancia, y de la Paz, el protagonista de 1984.

¿1984 O 1948?

Ya fuera George Orwell un visionario capaz de predecir en 1984, libro de una revelación irredenta, y desde su experiencia estalinista, el futuro que vendría tras la escritura de esa distopía (1948), su publicación (1949) y la creación de la Unión Europea (1950); ya fuera 1984, como el propio libro del presunto cerebro gris de la resistencia (¿y disidencia de falsa bandera?) Emmanuel Goldstein, una “mise en abyme” de lo por venir, el mal llamado primado negativoanglobalitario” que programaba el futuro, pautando el desarrollo de una Agenda 1984 que abriría de par en par la ventana de lo “impensable” (primera fase de la teoría política de Overton) a fin de sembrar la posibilidad más o menos fantástica o conspiranoica de su eventualidad, dándonosla a conocer e insertándola, siquiera sea como “inimaginanble” , en nuestro imaginario colectivo, antes de ser “progresivamente radical, aceptable, sensata, popular y finalmente política”, lo cierto es que nunca, hasta el septenio (¿o septicemia?) del Tiranosaurus Rex se había sufrido tal plan de Control del “Relato” (Ministerio de la Verdad) en colaboracionismo con los nuevos Mi(ni)sterios del Amor (Interior), de la Abundancia (Economía) y de la Paz (Defensa).

DE LA PÉRFIDA ALBIÓN A LA (PEN)ÍNSULA DE BARATARIA

«[…] Los nacionalsocialistas alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, […] que a la vuelta de la esquina […] había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales. Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución: se hace la revolución para establecer una dictadura. […]

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»Somos los sacerdotes del poder —dijo [O’Brien]—. El poder es Dios. […] Primero debes darte cuenta de que el poder es colectivo. El individuo sólo detenta poder en tanto deja de ser un individuo. Ya conoces la consigna del Partido. “La libertad es la esclavitud.”[…] El ser humano es derrotado siempre que está solo, siempre que es libre. […] pero si el hombre logra someterse plenamente, si puede escapar de su propia identidad, si es capaz de fundirse con el Partido de modo que él es el partido, entonces será todopoderoso e inmortal. Lo segundo de que tienes que darte cuenta es de que el poder es poder sobre seres humanos. Sobre el cuerpo, pero especialmente sobre el espíritu. […] nuestro control sobre la materia es, desde luego, absoluto.»

George Orwell, 1984 [p. 199].

Salvando las distancias de espacio-tiempo entre el Londres de esa Franja Aérea nº 1 de la Oceanía orwelliana de 1984, bajo el Socialismo (¿fabiano?)) Inglés o INGSOC, y la Ex-paña de una Eurasia neobolchevique (Orwell dixit) una “cuarentena” después —y en paralelo a la ideología de la “adoración de la muerte o desaparición del yo” de Asia Oriental, tercer Estado del planeta: China y su ámbito de influencia, según Orwell—, se erige en principio absoluto del sistema de la Revolución del Gran Hermano, y, a la vez, superación de los errores de nazismo y comunismo, la noción de EL PODER ES DIOS.

El Poder por el Poder, porque no Unidos, sino Únicos, Podemos detentar el Poder sine die —y no en balde Pablo Iglesias Jr. advirtió a la derecha en los inicios del “sanchezato” de que no volvería a gobernar España, nueva (pen)ínsula de Barataria, nunca más.

Con la particularidad de que la soberanía de esta ínsula en almoneda está en manos, como es bien sabido, de los Duques que han urdido la gran broma contra el hidalgo de la Mancha —que cuatrocientos ¿golpes? después está en el Castillo de los Duques de York. Vale decir, el anglobalitarismo eugenésico de corporaciones financieras de una City oceánica cuya “lengua oficial es la neolengua” y cuya “lingua franca, el inglés”.

Plan de colonización globalista que, en “estado de guerra”—que al hacerse continua ha dejado de existir convertida en “una paz permanente”: LA GUERRA ES LA PAZ—, ora con Eurasia (EuRusia confrontada con Europa: ayer, Ucrania; hoy, Palestina; ¿mañana?), ora con el dragón chino de Asia Oriental, funde y confunde, en (virtud y) defecto del “doblepensar”, “capitalismo filantrópico” y “socialismo corporativo”, para el “Fin de la Historia”, en lo que Orwell por boca de Goldstein llama colectivismo oligárquico.

Y que los daños colaterales, los efectos secundarios, las secuelas de implementar el salvífico plan de 17 Objetivos de Desarrollo SOStenible de la Agenda 2030 pretendan facturarse como mal menor del “Gran Reinicio” —que como los dislates y estropicios del caballero de la Mancha apelan, desde su aparente desdoblamiento de personalidad parcial e intermitente, a los nobles principios de amor, libertad o justicia—, no debería considerarse como el porcentaje de riesgo o mal necesario de magufos “encantadores”, presuntos psicópatas que en el doblepensar de un quijotismo inverso —por el “buenismo” hacia el Mal— buscan la progredumbre de la Humanidad en nombre de su Bienestar parapetados tras una tecnocracia policial regida por la llamada Inteligencia Artificial, sino el anti-quijotismo de un malhechor hideputa que le negara al hidalgo ser quien es, amén de su libre albedrío, su soberanía y su memoria, tras el burladero del “Retablo de Maese Pedro” —que en el patio del ruedo ibérico de Monipodio no sería sino Sánchez.

PRINCIPIOS DEL SOCIALISMO SPAMÑOL O LA DOBLE CONTABILIDAD

Bastaría una “rectificación (‘corrección’, en neolengua) de compromisos categóricos” (‘promesas’) del (p)Residente del Palacio de la Moncloa(ca) para reconocer cartas de la doble baraja con que meterla doblada, el doble fondo, la doble vara de medir (las costillas o cosquillas, depende), doblez del farsante que manipula el diaporama de una realidad paralela, de un pensamiento paradójico (¿parajódico?), de un doble lenguaje, pues lleva una doble contabilidad de la acción, un pensamiento en B y una palabra en negro.

Perico de los Palotes, pseudoctor en Economía y Empresa (Univ. CJC, Prof. CoJonCiano), es el ejecutivo agresivo y CEO del “Partido Único globalista, en la Sec. España, para el “taller narrativo” de una pseudo-utopía distópica de pensamiento, palabra y acto virtuales, siempre y cuando mantenga la “suspensión de la incredulidad” en todo el mundo lector y todo el tiempo que dure la ficción en que el lector es personaje a la vez.

HECHO, TRECHO, DICHO VS. PENSAMIENTO, PALABRA, ACCIÓN

Nos remontamos a las fuentes del origen del totalitarismo oceánico del Partido y que van de la deconstrucción de la realidad, pasando por la manipulación ideológica, hasta su deformación verbal —acción (en veterolengua, hecho), pensamiento (ídem castiza, “trecho”), palabra (ídem, dicho)—, en el sentido inverso a la secuenciación del Relato dominante en 1984 —pensamiento verbalizado en acto de habla que es en sí acción—.

Cuando Winston hablaba de los principios de Ingsoc, el doblepensar, la mutabilidad del pasado y la degeneración de la realidad objetiva y se ponía a emplear palabras de neolengua, la joven [Julia] […] se disculpaba diciendo que nunca se había fijado en esas cosas. Si se sabía que todo ello era un absoluto camelo, ¿para qué preocuparse? […] Por falta de comprensión, todos eran políticamente sanos y fieles. Sencillamente, se lo tragaban todo y lo que se tragaban no les sentaba mal porque no les dejaba residuos” [pp. 121-122] [y la negrita es nuestra].

1. HECHOS

HAY OTRO MUNDO PERO ESTÁ(DEGENERADO)EN ÉSTE

«“El que controla el pasado”, decía el slogan del Partido, “controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado”. Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo.» [p. 36]. Subsiste, empero, objetiva y científicamente, bajo tal discurso, una realidad empírica escamoteada, volatilizada, sin embargo, por el Ministerio de la Verdad como la bolita del mundo o el arcano hexaedro amañado por el trilero Sánchez (y hez), magufo y correveidile del Mago de (h)Oz (y coz) del tarot en su avatar globalista de magnate Soros, y croupier del FMI que reparte juego en el Casino Spain:

—“Pero, ¿cómo vais a controlar la materia? —exclamó sin poderse contener—. Ni siquiera podéis controlar el clima y la ley de la gravedad. Además, existen la enfermedad, el dolor, la muerte.

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[…]

Controlamos la materia porque controlamos la mente. La realidad está dentro del cráneo. Irás aprendiéndolo poco a poco, Winston. No hay nada que no podamos conseguir. […] Debes librarte de esas ideas decimonónicas sobre las leyes de la Naturaleza. Somos nosotros quienes dictamos las leyes de la Naturaleza.

¡No las dictáis! Ni siquiera sois los dueños de este planeta. […] ¿Cuánto tiempo lleva existiendo? La Tierra estuvo deshabitada durante millones de años.

¡Qué tontería1 La Tierra tiene sólo nuestra edad. ¿Cómo va a ser más vieja? No existe sino lo que admite la conciencia humana. […] ¡Qué son las estrellas? —dijo O’Brien con indiferencia—. […] Podríamos llegar a ellas si quisiéramos o hacerlas desaparecer, borrarlas de nuestra conciencia. La Tierra es el centro del universo. El sol y las estrellas giran en torno a ella. […] Desde luego, para ciertos fines es eso verdad. Cuando navegamos por el Océano o cuando predecimos un eclipse, […] Pero, ¿qué importa eso? ¿Crees que está fuera de nuestros medios un sistema dual de astronomía? […]” [pp. 200-201].

Le queda meridianamente claro al militante del “Partido Exterior” y disidente (en su foro interno) Smith, en su proceso de re-educación por parte de O’Brien, militante del “Partido Interior” y miembro de la “Polícáa del Pensamiento del Ministerio del Amor”, que, aun re/conociéndose la existencia de una verdad científica, objetiva, natural, cuya inexistencia llega a atormentar el sentido común del detenido, el Partido asegura tener capacidad tecnológica como para manipular la Naturaleza —¿ingeniería genética y nanotecnología o chemtrails y lluvia artificial programable para el cambio climático?— y dirige la percepción de la población a una forma de desconocimiento—desinformación lo llaman actualmente Ellos, miembros del Partido Interior, núcleo duro del régimen— fundado en la subjetividad. Una forma radical de relativismo que comparte rasgos del trastorno de despersonalización y que, más allá del solipsismo, constituiría en todo caso un “”solipsismo colectivo”, una pesadilla universal inducida por el Min. de la Verdad: “El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti.[…] Las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el auto-rebajamiento. Todo lo demás lo destruiremos, todo. […] Hemos cortado los vínculos que unían al hijo con el padre, un hombre con otro y al hombre con la mujer. Nadie se fía ya de su esposa, de su hijo ni de su amigo. Pero en el futuro no habrá ya esposas ni amigos” [p. 201]. Todo ello, mediante leyes —de Odio, de Violencia de género, de Libertad sexual, de Protección de la infancia, etc.— que, so capa de defender los derechos de las personas, colectivizadas según cualidades específicas comunes —de raza o procedencia, sexo (o pseudo-género), edad, etc.—, atomizan el carácter universal de los DD.HH. en minorías “auto-discriminadas” respecto de la mayoría, cuando no entre sí, y convierten en presuntos incriiminables —mediante la “proyección psicoanalítica” que atribuye al contrario su propia conducta— a los discriminados negativamente por la ley. Y a la vez que las relaciones interpersonales quedan bajo sospecha y llevan a desconfiar del otro (“caracrimen”) hostilizando entre sí a los individuos —crispando sus susceptibilidades y suspicacias, alentando sus sospechas, estimulando actitudes más agresivas, robotizándolos y encerrados en un mutismo pseudo-autista— y abocándolos, en fin, al aislamiento y la incomunicación (vidapropia), el Partido impone la socialización de los individuos forzándolos a la participación en el “Centro comunal” o en las actividades voluntarias (sub, ‘subscripción voluntaria’; lata, trabajo de ‘agitación y propaganda’).

Paradigmática en este sentido resulta la aparición en la historia, procedente de la Liga de Espías, “heroicos niños” delatores en especial de familiares, de la joven militante de la “Liga Juvenil Anti-Sex —organización puritana cuyo fundamento es la castidad por amor absoluto al Partido y la semart (‘inseminación artificial’) como medio exclusivo de reproducción—: “[…]eran siempre las mujeres, sobre todo las jóvenes, lo más fanático del partido, las que se tragaban todos los slogans de propaganda, y abundaban entre ellas las espías aficionadas y las que mostraban demasiada curiosidad por lo heterodoxo de los demás” [p. 17].

EL CREDO GLOBALISTA

CREAR Y CREER O BASADO EN HECHOS REALES

[…] Que la Humanidad sólo podía escoger entre la libertad y la felicidad, y para la gran masa de la Humanidad era preferible la felicidad. Que el Partido era el eterno guardián de los débiles, una secta dedicada a hacer el mal para lograr el bien sacrificando su propia felicidad a la de los demás. […] O’Brien lo sabía todo. Sabía mil veces mejor que Winston cómo era en realidad el mundo, en qué degradación vivía la masa humana y por medio de que mentiras y atrocidades la dominaba el Partido.”

George Orwell, 1984 [p. 198].

Dramaturgia farsaria, pues, de un teatro ¿épico? de operaciones con adoctrinamiento del narrador del Relato desde las telepantallas, en una escenografía fake de ciudad Potemkin que oculta la miseria mediante el trampantojo mental de la ilusión de Realidad, con diálogos de cruce de eslóganes y consignas, y bulos (o “banda sonora humana”) o de un clandestino “hablar por folletones” (por entregas) en El Gran Teatro del Globo.

Performance de creacionismo nihilista de farsantes que crean una Realidad apócrifa, mediante una recreación poiética —creativa y recreativa— “basada en hechos reales” (estúpida garantía de verosimilitud, como si las artes aplicadas se aplicaran ex nihilo), ante la que el ciudadano, actor y co-autor a la vez, jura “Creo”: ‘invento’ y ‘tengo fe’.

Algo que, ¿primado negativo o vanguardia artística reciclada en disidencia falsaria?, se remonta a un siglo atrás, por no rastrear precursores del irracionalismo subjetivo y/o del racionalismo ilustrado masónico en la cultura, en la praxis iconográfica del surrealismo:

Superrealidad” cuya poética aúna psicoanálisis y el marxismo (“liberadores de la alienación y la enajenación del yo psíquico y social”), que codifica teóricamente el (pseudo-freudo-marxismo de los ingenieros intelectuales jázaros de la Escuela de Frankfurt

y embuten en salchichas dabuten los post-estructuralistos nihilistas (“deconstrucción” de Derrida, “falla del ser” de Lacan et alii(enistas) con su enfant terrible, El puto San Foucault, a la cabeza (como si no hubiera sido bastante adoctrinadora la funcionalidad sistemática del Estructuralismo), y de cuya superchería intelectual pseudo-académica —ciencias sociales y humanas con coartada de ciencias empíricas— constituye una escogida muestra póstuma el divertimento Imposturas intelectuales, de Sokal y Bricmont.

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