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Hoy les propongo traer a esta columna algunas anécdotas históricas relacionadas con las artes amatorias, las pasiones o, simplemente, las relaciones amorosas entre los humanos.
Cuentan del rey Felipe IV, que un día le llevaron a su presencia una dama que, por celos infundados, había dado muerte a su galán. Preguntó el rey si era cierta la acusación y, como la dama confirmara el hecho, quiso saber el rey porqué lo había hecho, a lo que la infeliz mujer contestó: Majestad, sorprendí a mi amante tomando de otra, lo que yo misma estuve dispuesta a darle, y no pude sufrir la afrenta ni perdonar el agravio. Oyó el rey de España el razonamiento y le dijo: Vete; estabas demasiado enamorada para poder obrar, según es razón. Nadie mejor que aquel rey para comprender los deslices y faltas que, a veces, lleva el amor.
El primer matrimonio de este rey se concertó con Isabel de Borbón, a una edad muy temprana, con 10 y 12 años, respectivamente. En 1648 se casó con Mariana de Austria y de ambos matrimonios nacieron doce hijos, de los que solamente tres sobrevivieron: María Teresa (futura esposa del rey de Francia, Luis XIV, cuyo matrimonio permitió el acceso de los Borbones al Trono de España), Margarita Teresa y el futuro Carlos II.
Además, el rey Felipe IV tuvo ocho hijos naturales, siendo el más célebre Juan José de Austria, fruto de una relación con una conocida actriz, la comedianta Josefa Calderón; Fernando Francisco Isidro de Austria, habido con María de Chirel, que falleció en la infancia, y fue póstumamente legitimado por el rey, siendo sepultado en El Escorial; Alonso Henríquez de Santo Tomás, que tuvo con Constanza de Ribera y Orozco, dama de honor de la reina Isabel de Borbón, reconocido por el marido de su madre, y que rechazó su tardío reconocimiento para entrar en religión, siendo luego obispo de Málaga; Alonso Antonio de San Martín, tenido con Mariana Pérez de Cuevas, que fue religioso y llegó a ser obispo de Oviedo y Cuenca; Fernando Valdés, con Ana María de Uribeondo y que fue gobernador de Novara; Carlos Fernando de Austria, nacido de la vizcaína Casilda Manrique de Luyando y Mendoza, que fue guarda mayor de las damas de la archiduquesa (posteriormente reina consorte) Mariana de Austria; tras enviudar se ordenó sacerdote, llegando a ser canónigo de la catedral de Guadix por designación de su medio hermano el rey Carlos II, a donde se trasladó con su hija Mariana y con descendencia hasta nuestros días; Juan Cossío, que tuvo con Teresa (o Tomasa) Aldana, y que fue monje agustino y predicador; Ana Margarita de Austria, hija de Margarita del’ Escala, que tomó los hábitos y fue monja y priora del madrileño Real Monasterio de la Encarnación.
En Esparta, un medio para paliar los problemas de soledad de los adolescentes, consistía en encerrar en una sala a oscuras a las muchachas núbiles, e introducir después en la misma a los muchachos púberes; la tomada al azar por el chico se convertía en su pareja sin necesidad de dote. No había vuelta atrás; sin embargo, en cierta ocasión, como Lisandro, vencedor sobre los atenienses en la batalla de Egospótomos, en el 405 antes de Cristo, abandonara por otra más hermosa a la mujer que le había tocado en suerte, fue condenado a pedir público perdón y lavar la afrenta de su arbitrario acto.
Dicen que el sabio griego del siglo I, Plutarco, en su Moralia, obra donde refleja la vida y costumbres del mundo clásico, que cierta mujer, acosada por el rey Filipo, padre de Alejandro Magno, al intentarla seducir le dijo: Déjame. Todas las mujeres, cuando la lámpara se ha apagado, son iguales… Y comenta el sabio sacerdote de Júpiter: He aquí una respuesta adecuada a los adúlteros y licenciosos; conviene a la mujer casada, sobre todo cuando se ha apagado la luz, no ser como las licenciosas, sino que en ellas resplandezca la virtud de su cuerpo en la oscuridad, y la felicidad al marido, su entrega y amor.
Blanca de Castilla, madre de San Luis, rey de Francia, el noveno de ese nombre, que heredó la corona en 1226 y que murió en las Cruzadas, amaba tiernamente a su esposa, la reina Margarita. Temerosa Dª Blanca de que el matrimonio, llevado de su apasionado amor perjudicara la salud física y espiritual del monarca, se interponía entre ambos siempre que los veía dispuestos a gozar de su deseo. Un día en que Margarita, la esposa, paseaba por el jardín, al ver a dos gorriones en actitud amorosa, les dijo: Daos prisa, antes de que venga mi suegra y os estropee la bienquerencia.
El hombre primitivo no tenía muy claro que la relación de un hombre y una mujer llevara al embarazo de ésta. Según el antropólogo polaco Malinowski, en el libro Sexo y represión en la sociedad primitiva, que los nativos de Nueva Guinea-Papúa atribuyen la preñez a la entrada de un espíritu, llamado Baloma, en el cuerpo de la mujer mientras se baña en el mar. Cuando allí se pregunta a una muchacha cómo quedó embarazada, responde sin dudarlo: Me debe haber mordido un pez. Así, pues, para evitarlo, se recomienda a las mujeres no bañarse mientras el oleaje esté en hora punta.
Entre la cigüeña y el granito de polen debe estar la diferencia, a la hora de contar cuentos, claro. Ya sabemos que ha sido bastante frecuente que algunos poderosos se hayan visto envueltos en asuntos de alcoba: y con frecuencia hemos mirado a otro lado con complacencia. Ya lo dice el refranero popular: el asunto de la jodienda, no tiene enmienda; o, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
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