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Jaume Vives es periodista y escritor. Ha trabajado principalmente la pobreza en la ciudad de Barcelona y la persecución a los Cristianos en Oriente Medio. Actualmente también trabaja en la ACdP con todo lo relacionado con campañas y comunicación. Lo pueden seguir en Twitter: @JaumeVivesVives. Nos cuenta lo que ha supuesto para él participar en la peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad.
¿Qué supone para un hombre de fe y comprometido como usted haber participado en esta peregrinación con un sello tan especial?
Para mí ha sido un motivo de esperanza. Un regalo inmenso del Cielo que no esperaba poder disfrutar con tanta intensidad. Me he sentido en casa como hacía tiempo que no me sentía. A pesar de los 95 kilómetros mi corazón ha podido descansar. Y doy gracias a Dios por esta bendición. Era muy bonito estar caminando junto a 500 hermanos en la fe con los que compartes una mirada tan parecida de Dios, el mundo y la realidad. Durante 3 días mi familia ha crecido y se ha multiplicado. De normal somos muchos pero ¡nunca habíamos sido tantos!.
¿Era plenamente consciente de que vivía algo único, un momento muy providencial y un gran regalo del Cielo?
No me cabe ninguna duda. Uno piensa que el amor a la Tradición es algo que solo viven y comparten unos pocos locos nostálgicos. Descubrir que no son pocos, no están locos y no son unos nostálgicos es un alivio, una gran alegría y un motivo para la esperanza.
En Chartres ya van más de 15.000 jóvenes a la peregrinación que se organiza todos los años. Quizás el problema no es que no haya gente fiel a la Tradición, sino que esa gente no tiene un lugar al que acudir. Por eso iniciativas como esta peregrinación, con la voluntad de abrir la puerta a todo el mundo, son tan bonitas, esperanzadoras y necesarias. El mundo no irá mejor cuando rompamos con todo lo antiguo, no seamos tan soberbios de pensarnos mejores que los que nos han precedido. El mundo irá mejor cuando entienda que la tradición no es la adoración de la cenizas sino mantener el fuego vivo. Esa es nuestra misión. Algunos quieren apagarlo y acabarán matándonos de frío. Por eso es sin duda un momento histórico ver a tantos jóvenes que han entendido esto y quieren ser pieza clave a la hora de transmitir este fuego vivo para que nunca se apague.
¿Por qué en estos días se han creado lazos espirituales muy intensos entre los peregrinos?
No tengo una respuesta teórica sobre este asunto. Solo tengo una intuición y la experiencia de que en mi vida siempre ha sido así. Para mí el vínculo de la Fe es un vínculo muy grande, igual que el vínculo de la sangre también lo es. Así lo he vivido yo. Y no porque en mi cabeza de un modo racional haya tomado esta decisión. Más bien responde a un movimiento involuntario de mi corazón.
Han sido tres días muy intensos de gozos y emociones. ¿Cuál ha sido para usted el momento más emocionante de toda la peregrinación?
Sin duda la llegada a Covadonga. Fue un momento muy especial ver llegar a los más de 500 peregrinos entonando el Laudate Mariam a pleno pulmón después de los 95 km caminados. De repente era como si nuestras fuerzas no hubieran disminuido lo más mínimo. Nuestros músculos volvían a estar frescos como el primer día. Y allí estábamos, los 500 peregrinos, de rodillas ante la imagen de la Santina que habíamos transportado todo el trayecto. No recuerdo la última vez que lloré de alegría. Y doy gracias a Dios porque en esta peregrinación ha sido en varias ocasiones. Una de ellas, y como te decía la más especial, la llegada al Santuario. He llorado de alegría celebrando el Amor del Señor, la familia y la amistad.
Los católicos a menudo estamos sin referentes claros de santidad…Por eso es muy necesario rezar por los sacerdotes para que nos indiquen, como el Cura de Ars, el camino del cielo.
Todos estamos llamados a ser otro Cristo en la tierra. Si cabe los sacerdotes de un modo más especial. Aunque también te diré que el sacerdote, como cualquiera de nosotros, tiene sus miserias y sus debilidades. Tenemos que asumirlo para también nosotros acompañarles mejor. Y aunque en el sacerdote necesitamos a un modelo de vida, igual que en el hermano laico que tenemos sentado al lado, sobre todo necesitamos a alguien que celebre correctamente los sacramentos. Ese es el mayor regalo que han recibido los sacerdotes para acercarse y acercarnos cada día un poco más a Cristo. Y por este motivo eso es precisamente lo esencial.
¿Cómo ha vivido en esta peregrinación el espíritu de oración y penitencia y cómo se han practicado las virtudes cristianas?
Doy por descontada la importancia de formarse en virtudes y tener una vida de piedad. Lo que quiero destacar es también la importancia de la penitencia, que quizás no la damos tan por sentada. La disciplina convierte a corazones débiles en corazones fuertes. El sufrimiento compartido une a esos corazones (así lo viví yo de pequeño en los campamentos a los que iba) para siempre. También es un vínculo muy fuerte. Por la penitencia nos unimos al sufrimiento de Cristo en la Cruz y a los hermanos que también sufren.
La penitencia además también ayuda a los hombres a ser más masculinos y a las mujeres a ser más femeninas. En un mundo de hombres feminizados y mujeres masculinizadas, me parece esencial. Sobre todo para que en el día de mañana haya familias normales donde cada uno juegue el papel que le ha sido encomendado. De ese modo habrá familias cristianas felices que vivirán con alegría y normalidad el don y el encargo de hacer crecer la familia de Dios y llevar a sus hijos al Cielo.
Usted ha vivido su fe en familia, ¿Cómo le ayuda ver a otras familias que igualmente comparten sus creencias?
Es un gusto ver a tantas familias cristianas. A uno le llena el corazón ver que son cristianas pero también ver que son familias. Cristo se encarna y lo hace en este mundo. Y por eso la realidad no nos puede ser ajena. No estamos llamados a una oración sin acción, ni a una acción sin oración. Por eso es tan bonito ver a familias que rezan juntas que luego también comen, ríen, beben y hablan juntas. Familias que se arrodillan juntas ante el Santísimo y que luego al salir se sientan juntas para compartir penas y glorias.
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