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Mucho me temo que en Galicia el asunto electoral se guie por los mismos parámetros de falta de moralidad intrínseca y cronificada de las Vascongadas.

La expresión de Urkullu, el lehendakari con cara de no romper un plato que pronunció esta frase en esta campaña electoral en curso: “yo no soy español”; es decir que no sabe que no es vasco, pues la Vasconia convertida en Euskadi no es nada. Es un simple invento de un tarado racista: Sabino Arana. Ya que no hubo jamás una unidad política, ni territorial que se pudiera definir como vasca. Solamente una tribu que algunos califican como íbera, ubicada a caballo de ambos lados de los Pirineos, la de los vascones. Pero que, al extenderse por tierras de cántabros y de celtas, invadiendo otras tribus de caristios, autrigones y várdulos de las actuales tierras Vascongadas que fueron vasconizadas, crearon una sucursal de Castilla por decisión propia. Y se produjo una mixtura, una hibridación, como bien relata Sánchez Albornoz cuando se refiere a Navarra y la génesis de la España que hoy conocemos durante la reconquista cristiana de las tierras invadidas por los musulmanes.

Urkullu no sabe que si no es español es que no es nada, se queda sin historia, sin origen y sin identidad. Que todo su montaje jeltzale falsificado y adulterado de tipo histórico es pura mitología, un cuento. Y probablemente él no lo sepa, porque para conocerlo hay que leer un poco y ser algo más que un simple maestro de ikastola.

El otro burukide, el que dirige un partido corrupto, manchado por el caso Zaldíbar, el vertedero donde se llevaban escombros de amianto vulnerando la ley con el permiso del Gobierno Vasco; y que es impasible a que sigan sin encontrarse dos trabajadores sepultados por un reciente desmoronamiento del material acumulado; y que no da la cara a las poblaciones aledañas afectadas por los vapores y exhalaciones tóxicas de ese acumulador de vertidos peligrosos, tampoco da la cara con casos de corrupción como el asunto ya sentenciado por la Justicia “Miñano” y otros varios precedentes con destacados miembros del partido guía implicados por enriquecimiento ilícito. Y no nos explica de donde sale el dinero para tener tantos batxokis construidos con materiales de lujo. Todo ello silenciado y tapado por la prensa subvencionada. Se llama Ortuzar, el presidente del máximo órgano de dirección del partido guía, el que detenta el principio de la soberanía de partido, característico de los sistemas fascistas. Es decir, el que representa la idea de que el partido es la nación, que en el partido se concentran las esencias del pueblo, como bien lo definía Hitler en Alemania.

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Este es el que ganará por goleada el próximo domingo en unas elecciones que tienen un tufo a que se ha querido sustraer el debate electoral bajo el síndrome del miedo a la pandemia y el monotema vírico. Unas elecciones cargadas por la sospecha de que están hechas bajo tapadillo, desde las bambalinas de la gran obra del teatro vasco, en el que el rey va desnudo y nadie quiere verlo. El rey de esa obra vasca, es decir el partido guía, está desprovisto del ropaje decente, carece de vestimenta, va desnudo de moral. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo conoce que ese partido siempre ha estado en los aledaños de ETA, en su entorno oculto, más allá de los batasunos, pero perteneciendo a la misma familia abertzale, lavando la cara al terrorismo y tratando de echar un tupido velo sobre lo ocurrido, sobre la multitud de personas afectadas por el miedo, la extorsión y el terror, aprovechándose de la situación. De eso no hay nada que explicar. Todo el mundo conoce la feliz frase “El árbol y las nueces” al que había que atizarlo para que cayeran, en buena descripción sintética de lo que ocurría con los años de plomo. ¿Recordamos el pacto de Estella? ¿Se lo preguntamos a Ibarretxe?

Estas son las elecciones vascas. Una verdadera farsa para consagrar una situación corrupta, que huele a alcanfor de la democracia, a huevos podridos del sufragio para escenificar una mentira, una farsa. ¿O acaso alguien se va a creer que estas elecciones son limpias viendo cómo se extorsiona a una opción legítima y legal como es Vox, con la impasibilidad del Gobierno Vasco? Porque no es suficiente poner una barrera de antidisturbios, hay que identificar a quien acosa, extorsiona y limita las libertades, y el derecho a la concurrencia electoral de todas las opciones presentadas a la liza electoral. Hay que detenerles y sancionarles por delito electoral. Puesto que es delito el escrache, la agresión a una diputada electa del Congreso de los Diputados que ejercía su derecho a hacer pública presencia en un acto electoral. Y a esos cachorros de la mafia vasca extorsionadora y terrorista hay que aplicarles la ley de ídem. Y en eso tienen responsabilidad y culpa los del Gobierno Central y su fiscalía secuestrada y adocenada para que no cumpla su función. Donde hay delito debe haber alguien que lo impida. Y los socios de los secesionistas, es decir, el partido de Sánchez son igualmente cómplices no por omisión sino por la acción de perpetuar una situación apestosa. Ese no es el partido en el que yo milité, a pesar de que hoy no daría un duro por él. Son tan culpables y cómplices como el partido de Ortúzar, o del racista Arana, si lo prefieren.

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El simple hecho del crecimiento significativo del voto de los herederos y apologistas del pasado y presente terrorista, lo dice todo. Tenemos una sociedad vasca que huele a putrefacto y que a mí me hace sentir asco de vivir con determinado paisanaje. Hoy mismo, el día que esto escribo, han pintado de rojo la lápida que trata de conmemorar y tener presente en el recuerdo el triste hecho del atentado contra Fernando Buesa, Secretario General del Partido Socialista de Alava durante las décadas de los años ochenta y noventa, con el que yo compartí vicisitudes y responsabilidades orgánicas y políticas. Esta realidad salvaje y deshumanizante da reflejo de lo que tenemos en esta mierda de paisito que contemporiza con esta basura de alcantarilla que habría que tratar con raticida. Y los candidatos a los suyo, como si lo que ocurre no fuera con ellos, aunque el que está cincelado en piedra en esa lápida no perteneciera al mismo partido que los que ahora tratan de seguir chupando del frasco, que la vida es corta y el muerto al hoyo y yo al bollo.

Estas elecciones son una pamema. Va a ganar el PNV. Ya los sabemos. Probablemente desaparecerán de las urnas cientos de papeletas de Vox, también lo suponemos. Y las demás opciones son los botafumeiros de los secesionistas. Simples imitadores. Tanto el PP como el PSOE que ya lo ha anunciado, serían felices con ser los monaguillos de Ortuzar. Ambos tienen visos de desaparecer con el tiempo porque han demostrado hasta el hastío no servir para nada, no dar alternativas reales, ni querer ser opción que desplace al PNV de un poder que se ha convertido en régimen. Se conforman con repartir el pastel del reparto del poder y del gran bazar del negocio vasco.

La pregunta es si merece la pena votar. Yo lo voy a hacer a Vox, y me importa un rábano que me llamen facha, porque cada uno es esclavo de su pasado. Y yo tengo el mío y los insultos no me afectan, me ennoblecen.

Autor

Ernesto Ladrón de Guevara