20/05/2024 16:41
Getting your Trinity Audio player ready...

El nuevo estado de excepción de mi pútrida ciudad espenola, me trae música lejana, añorados cantos de sirena que, por fin, parecen ser realidad. Dedico estos segundos de muerte en vida a escribir a nuestro redentor: el reloj.

Ni caso al famoso bolero, reloj, por favor no dejes de marcar las horas, los minutos y los segundos (las centésimas también, pero eso es para los suertudos con cronómetro). Trota, raudo y veloz. Quema el tiempo. Devora la vida, rápido, gallardo, hasta ufano. ¡Sigue, amigo, sigue! Qué nada te pare. Qué nadie te pare.  Salta semáforos, asalta seminarios, lo que sea, todo vale, amigo: todo. No olvides tu misión. Vuela, Clavileño, vuela. Mata a Rucio, que nada te detenga, reloj, que nada te pare. Ánimo, siempre adelante, ¡vamos! Estoy esperando que marques mi hora. Venga, sigue, fiel corcel negro. Qué ya queda menos, la meta está cerca, venga, por favor: déjame, de una puta vez, ser mortal. Y mientras tanto, déjame cantar tu bonita canción:

“Reloj, marca las horas

porque voy a enloquecer

ello no se irá para siempre

cuando amanezca otra puta vez

ojala nos quedara sólo esta noche

para sufrir nuestro dolor

y tu tic-tac me recuerda

mi irremediable mortal redención

reloj no detengas tu camino

porque mi vida, por fin, se apaga

ella es la cruz

que quiebra mi ser

yo sin su amor lo soy todo

no detengas el tiempo en tus zarpas

haz esta noche fugaz

para que se aleje de mí

para que nunca amanezca”.