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La toma de Barcelona, durante la guerra de Sucesión, no se produjo un 11 de septiembre del 1714. Esta es otra de las tergiversaciones históricas de la factoría Renaixença. ¿Qué ocurrió en realidad? En la madrugada del 11 de septiembre las tropas del duque de Berwick habían abierto siete grandes brechas. Al conocerse, salió Rafael de Casanova hacia el baluarte del Portal Nou para animar a los defensores enarbolando la bandera de Santa Eulalia. Los representantes de la Diputación del General salieron con la bandera de San Jorge para hacer lo mismo. A las 4.30h una salva de artillería de 10 cañones y 20 morteros anunció el asalto final. El ejército borbónico desplegó 50 compañías de granaderos, 40 batallones y 300 dragones desmontados.
A las 6h Berwick dio un ultimátum de seis horas de reflexión, tras los cuales se pasaría a todos a cuchillo. A las 15h los Tres Comunes aún no se habían puesto de acuerdos. En ese momento salieron un grupo de defensores, enarbolando la bandera banca. Encabezada por Antonio de Villarroel se entrevistaron con el duque de Berwick. Este decidió darles una plazo. La ciudad se tenía que rendir al amanecer del día 12 de septiembre. Mientras tanto, los Tres Comunes seguían peleándose, porque unos querían seguir con la lucha y otros rendirse.
Al no llegar a un acuerdo, el duque de Berwick lanzó una proclama. Ordenó incendiar la ciudad, prohibiendo el saqueo. Al ver que las tropas borbónica invadirían la ciudad, volvieron a enarbolar una bandera blanca. Eran las 12h del 12 de septiembre de 1714 cuando la ciudad de Barcelona se rindió. Durante la reunión que mantuvo con los representantes de la ciudad, el duque de Berwick accedió a respetar sus vidas y propiedades. Las tropas borbónicas entraron en la ciudad durante la tarde del 12 de septiembre, ocupando toda la ciudad al día siguiente.
Evidentemente la factoría Renaixença decidieron que Cataluña tenía que celebrar un día grande. Hasta ese momento nadie se acordaba de lo sucedido ni el 11 ni el 12 de septiembre de 1714. Que mejor fecha recordar el día que los catalanes habían perdido sus libertades. Porque se escondió el escrito de Rafael de Casanova. Cataluña no luchó para que un Borbón no fuera rey de España. Cataluña luchó para defenderse de la invasión española, porque hasta ese momento habían sido un país independiente y, con esa conquista, empezaron a formar parte de España.
Rafael de Casanova había sido herido en una pierna. Esto era muy poco. Lo encumbraron. Aquella herida de bala pasó a ser una herida de muerte. Se escondió que lo trasladaron al colegio de la Mercè para curarlo y que firmó la capitulación de Cataluña. Esto nunca pasó. Casanova murió como un héroe y por eso se lo tenía que mitificar. De ahí la ofrenda floral que se le hace cada año. Casanova murió a los 80 años, en 1743, y con una buena renta anual. Nunca cuestionó la unidad de la Corona y el hecho que Cataluña era un territorio más de España.
La lucha contra el duque de Berwick también se mitificó. Víctor Balaguer escribió que “así fue como sucumbió Catalunya. Peleó y combatió hasta el último momento en defensa de sus libertades patrias. Sea venerada siempre por los descendientes de aquellos esforzados varones la buena memoria de los que prefirieron morir antes de renunciar a la libertad, y sean los que sucumbieron en la lucha, mártires de su deber, un ejemplo y modelo dignos de ser imitados y seguidos por las generaciones futuras”.
Con motivo de la Exposición Universal del 1888 la factoría Renaixença -a través del Ayuntamiento de Barcelona- inauguraron una escultura dedicada a Rafael de Casanova. Es en ese momento cuando se empezó a celebrar la festividad del 11 de septiembre. Con los cual, la factoría Renaixença instituyó dos iconos nacionalistas de una tacada.
A esto le unieron el Fossar de les Moreres, como símbolo de dónde se enterraron aquellos valientes defensores de Barcelona. Esta mitificación está unida a un poema de Frederic Soler conocido como Serafí Pitarra quien en 1886 escribió: “Al fossar de les Moreres no s’hi enterra cap traïdor, fins perdent nostres banderes serà l’urna de l’honor”. (En el fossar de les Moreres no se entierra ningún traidor, hasta perdiendo nuestras banderas será la urna del honor). Ese fossar era un cementerio medieval adyacente a la Iglesia de Santa María del Mar. No hay constancia que fueran enterrados ahí, pero si la hay que eso era un cementerio civil. Y lo fue hasta la promulga de salubridad pública dictada el 3 de abril de 1787 por Carlos II, cuando se prohibió el entierro dentro de la ciudad de Barcelona y se construyeron los cementerios del Pueblo Nuevo y después el de Montjuic.
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