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La izquierda fracasada amartilló a sus guardianes de la porra, los llamados “antifa”, y los mandó para reventar el acto electoral de Vox en el barrio de Vallecas.
Marlaska amarró a los policías, enviados para no garantizar ninguna seguridad, y horas antes del mitin los guarros tomaron la “plaza roja” de Vallecas, situando a sus peones y actuando con absoluta capacidad de movimientos.
Planificación gubernamental, podemita y perroflauta se unieron para destruir el acto de los de Abascal. ¿Por qué tiene la izquierda tanto miedo a la libre expresión de Vox?
La representación política de los barrios humildes como Vallecas radicó tradicionalmente en un mix donde socialistas y comunistas en sus diversas variantes incluida la podemita tenían hasta 2019 un monopolio hegemónico y exclusivo en el voto electoral. Hasta que llegó Vox y en 2019 arrancó de los vallecanos 13 mil votos y en varias de las mesas del barrio madrileño se situó en segundas y terceras posiciones en cuanto a fuerza más votada.
Lo mismo ha sucedido en las pasadas elecciones catalanas donde Ignacio Garriga ha triunfado como fuerza desbancadora de la izquierda y el separatismo en pueblos feudatarios tradicionales del nacionalismo de izquierdas y del socialismo.
Los cinturones rojos se vuelven verdes.
La tradicional derecha española; la dinástica, la oficialista, la de la UCD, AP y PP jamás bajaron al barro hostil que suponía enfrentarse a la contrariedad violenta, apedreadora y batasunizada de feudos callejeros donde el comunismo había puesto su bandera a toque de coto infranqueable.
Vox ha roto con la costumbre meliflua y blandengue de los peperos de mocasín y Ralph Lauren, anidada en el placer por los cosos taurinos de los aplaudidores y los actos de autobombo montados por el “Bigotes”. Vox ha salido a batirse en terreno callejero, donde nunca debió dejar de salir una derecha que aspirase a ser social, interclasista y obrera; cualidades que no son conceptos incompatibles. Que no son ideas contrapuestas. Que son premisas pragmáticas y realistas. Tan realistas y conjugables como que fue un gobernante de derechas llamado Francisco Franco, el que hizo la política más popular, social y obrera que ha visto España en toda su historia.
La derecha social y patriótica de Vox ha roto los diques elitistas del peperismo acomplejadito, rodeado de cortes de palmeros en los grandes recintos feriales. Por ello, los de Abascal se abren paso entre la gente de todas los barrios, y lo hacen con ideas simples pero drásticas, bien enunciadas con verbo poderoso y en consonancia con las aspiraciones de los trabajadores: orden y mano dura contra la delincuencia; destrucción de la ilegal y desleal competencia extranjera en productos y mano de obra; erradicación inmediata de la lacra okupa; deportación de “menas” y de inmigrantes ilegales y retirada de la nacionalidad a todos los que delincan; liquidación del despilfarro político madrileño en 13 consejerías de gobierno y 136 escaños que permitiría a los madrileños pagar menos impuestos de los que tributan ahora.
Ideas-fuerza elementales, captables por toda persona sensata cuya hija ha sufrido el ataque “multicultural” de alguno de los menas que Isabel Díaz Ayuso mantiene a razón de 4700 euros la plaza o que ha visto un inmueble de su propiedad convertido en zoco de okupas a los que el PP de Rajoy y Ayuso les rebajó, en 2015, la categoría penal por el delito de okupación sin violencia.
El currante, informado sobre los escarceos de Pedro Sánchez en el Falcon, sus 23 ministerios y sus reuniones con los grandes fondos buitre, ya sabe que el PSOE maridado con el IBEX 35 es traidor antológico a la clase obrera. No menos lo es Pablo Iglesias: la izquierda caviar de Galapagar, que además de su ascendente fortuna oficial- ¡cómo será la real!- de 1,6 millones, destruye los barrios humildes lanzando a los perros de presa que arrancan los adoquines de Vallecas y apedrean a vecinos del propio barrio, a albañiles o mecánicos que echan sus 8 o 10 horas y que sacaron anteayer un rato de libertad en sus jornadas para asistir al mitin del que salieron lesionados.
Los peperos ganarán en Madrid con Ayuso, pero no borrarán el recuerdo de cuando cedieron a fondos buitre 2000 viviendas sociales del parque público madrileño bajo los gobiernos de Cifuentes-Ayuso, y con Ana Botella gobernando la capital de España. Tampoco el que sitúa al PP como impulsor de la ley madrileña contra la “LGTBifobia” aprobada en 2016, y que multó al director de un colegio católico que se negó a aplicar las tesis de género implantadas por el PP de Cristina Cifuentes e Isabel Díaz Ayuso con el apoyo de la izquierda.
Los hijos de los madrileños humildes no son los “menas” a los que Ayuso llama “niños” y llamó a acoger a las familias; son los que van al colegio público y sufren la lacra del adoctrinamiento LGTB que el grupo COGAM aplica en las aulas. Son los hijos de los padres lastrados por contratos de miseria laboral, el IVA al 21 por cien o las pensiones congeladas, que Mariano Rajoy implantó con sus reformas de 2012 siguiendo la senda de los recortes iniciados por ZP en 2011, y que Ayuso apoyaba cuando acudía sonriente y plácida al programa la “Tuerka” de Pablo Iglesias.
La derecha antisocial pepera y la izquierda estafadora de los obreros y vendida a los magnates globalistas, serán barridas en los feudos más golpeados por las políticas predadoras liberales, por el desorden caótico de los estercoleros multiculturales, por la delincuencia jamás domeñada. Sucedió en Francia con el Frente Nacional de Marine Le Pen que hoy es la primera fuerza obrera del país en las urbes y barrios zaheridos por la estafa comunista multicultural, antaño dominante. Sucedió en Italia, donde Matteo Salvini, de la Liga, y Giorgia Meloni, de Fratelli de Italia, desbancan progresivamente a las fuerzas de izquierda tras demostrar el primero que sus políticas de defensa fronteriza aplicadas cuando fue Ministro de Interior acabaron con la delincuencia inmigrante y la invasión de las costas.
El camino de Vox no empezó en noviembre de 2019 cuando obtuvo 52 escaños. Empieza ahora. No ganará los comicios madrileños, pero ha cambiado el paradigma en miles de mentes de españoles y madrileños que ya no están atrapados por la falsa dicotomía “izquierdas-derechas” sino convencidos de la verdadera lucha, el nuevo eje: patriotas contra globalistas.
La izquierda no consiguió hacer de Vallecas un nuevo Paracuellos. Vox no fue derrotado, violentado ni acobardado y salió victorioso, blandiendo sus discursos y consagrándose como fortín ante los humildes de España que no pueden permitirse el lujo de no tener Patria.
Nadie negará que con un cordón policial débil y maniatado, situados desde la tribuna a 15 metros de los antifas y con Marlaska y Podemos regalándoles la plaza roja de Vallecas a los salvajes, Vox no ha tenido los cojones bien puestos. Y esto es, precisamente, lo que distingue a los patriotas de los globalistas: que mientras los primeros andan con el pueblo a pie de calle, los segundos lo hacen con la Agenda 2030 y con los palmeros miramelindos de mocasiones y Fiestojotas.
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