18/05/2024 14:29

El día 2 de este mes se clausuró el Mobile World Congress 2023, donde el Jefe del Estado volvió a ser ninguneado por los separatistas catalanes

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Si la República en España viniese por elección popular, por unas simples elecciones municipales (instauración ya ensayada) o por una revolución, que todo está en el orden de las cosas, esta forma anacrónica de Estado pondría de manifiesto que se había estado significando una artificialidad por su talante expansivo (ESTO ES, PORQUE LE PEGABA A TODO), lo que en sus filas provocaría deserciones desesperadas o espantadas prudentes. Y es que un rey moderno, y Felipe VI lo es en grado sobresaliente, sólo tiene la responsabilidad histórica de dar palmadas en la espalda a sus súbditos y leer con el menor titubeo posible los discursos escritos por sus mentores áulicos. Que es por lo que Felipe VI se mantiene dentro del papel que la Constitución le tiene asignado, es decir, no se mete en política: no se manifiesta en contra de los abusos del independentismo, del aumento de la desigualdad o de la corrupción sistemática de la clase política.

    Comprendamos de una vez, y ojalá que sea para siempre, que la forma de Estado monárquica traza siempre un país que participa tanto de lo real como de lo mágico, cuya apuesta retadora es la de llevar al límite los recursos retóricos de esta forma de Estado, aun a costa de que lo demás corra el riesgo de quedar como un factor secundario. Y es que, para bien o para mal, la forma de Estado monárquica pasa por ser un género en el que los alardes verbales actúan en favor de su efectividad: efectividad inoperante. De ahí, que lo que lo más se celebré en ella, sea una neutralidad estilista.

    Por eso no es descartable la instauración de la III República en la presente década, escenario en el que se procedería al diseño de una nueva cartografía del Estado español con la posible implementación de un Estado Confederal. Nuevo diseño de España que sólo sería posible si así lo decidiera el pueblo español, porque contra todo un pueblo no se puede ir.

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    No se engañe nadie, los reyes (ESTOS Y AQUELLOS, TODOS) son personajes que deambulan aturdidos, errabundos entre espejismos cambiantes, seres extraños que intenta desentrañar la extrañeza de su vivir, andando siempre entre peligros y prodigios innumerables con la astucia forzosa de los supervivientes.

    Es posible que mis opiniones sobre la Monarquía no se midan en términos de error o de acierto, sino de simpleza. Pero uno es un epígono de la Republica Nacional al servicio de la Unidad, Grandeza y Libertad de España desde la lejana fecha de 1979.

 

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