20/09/2024 00:15
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La Ley electoral trajo financiación mediante robo masivo. La ausencia de un poder judicial autónomo asentó a los políticos en el crimen de Estado. La ciudadanía se pudrió en una resignación sin proyectos. La cacareada democracia, de la que vive la casta política y malvive la ciudadanía, ha construido elección a elección, escándalo a escándalo, un país tibiamente encanallado.

El próximo día 13 se celebran las elecciones autonómicas en la Comunidad de Castilla-León, lo cual, dadas las corruptas circunstancias que envuelven a las instituciones del Estado, no produce mayor esperanza desde un punto de vista ético ni electoral. Generalizando, puede asegurarse que sólo con unos ciudadanos bien informados y participativos, previamente concienciados de civismo, pueden resolverse democráticamente los problemas que conciernen a municipios, regiones o a la totalidad nacional, porque no se puede ser ciudadano si se ignoran los derechos y responsabilidades correspondientes.  

Sólo una ciudadanía consciente de la realidad, dispuesta a participar en proyectos colectivos restauradores, puede convertir sus conflictos en soluciones. Y, tras las diversas experiencias precedentes, dudamos de que en esta ocasión vayan a mejorar las cosas. De momento, la campaña se está desarrollando con los vicios o tics políticos de rigor, y sólo la presencia de VOX pone un toque de esperanza y de virtud en la programación y en el elenco de candidatos. Un toque, por cierto -y me duele decirlo-, también bajo sospecha.

Medios de comunicación venales y por ello manipuladores, campañas con promesas electorales sin credibilidad, rumorología de alianzas y pactos, de traiciones y deslealtades, declaraciones insidiosas, etc. que se amparan en la habitual tendencia al olvido colectivo de los electores y en la no menos inveterada razón clientelar, obligan a deducir que la indecencia democrática que padecemos volverá a repetirse.

¿Qué promesa o propuesta puede haber en el colmillo de la víbora? ¿Qué puede decir un malo que no sea malo? Sin embargo, sólo los cuerdos -pocos hasta ahora- entienden que toda la casta política engaña y miente, que es larga en palabras y corta en verdades, además de codiciosa y traicionera; y por eso hace ya mucho tiempo que no se fían de ella.

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En cada ocasión, los candidatos respectivos, dependientes de las direcciones de su partido, han venido demostrando que carecen de criterio propio, coaccionados como están por las consignas centrales y por su propia ambición personal. De ahí que el votante avisado se halle receloso respecto a los pactos y rupturas postelectorales, que se impondrán sobre la marcha en orden a una perversa estrategia nacional o incluso internacional, ya que los gobiernos de España, en esta época, son títeres a las órdenes de poderes turbios y lóbis internacionales.

Si es cierto que las comunidades autónomas son quizás la rémora más gravosa que soporta la patria -en lo económico, en lo cultural y en lo socio-político-, también es cierto que, ya que existen, nunca debieran ser piezas de trueque para solventar asuntos ajenos, y que sólo a efectos del progreso regional y, por ende, nacional, serían válidos los consensos. Pero, como decimos, ningún político se halla en condiciones de alzar la voz por encima de la de sus amos. Lo cual no impide que haya lucha por el poder en el seno de la casta, ni de que traten todos sus integrantes de colocarse en posiciones de ventaja.

En estas circunstancias, los electores son simples instrumentos para justificar la comedia democrática, en la que muchos de ellos participan pese a dar por hecho los correspondientes compadreos y contubernios partidocráticos. Y con esta ausencia de identificación cívica, con estos mimbres, el cesto ya lo compramos podrido antes de usarlo, y la región en juego acaba siendo aún más inhabitable y más inoperante social, cultural, política y económicamente que antes.

Si a todo ello añadimos una precaria garantía de limpieza electoral, tendremos el guion apropiado para convenir que la salida de la crisis no está próxima y que, por el contrario, lejos de ahondar en la disolución frentepopulista, a pesar de las contradicciones e intereses encontrados que se mueven intramuros, esta convocatoria electoral servirá -salvo imprevisto- para mantener a los traidores durante cuatro años más. Esperemos que VOX no participe en el apuntalamiento del Sistema.

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Con independencia de estos razonamientos, y aun considerando las desmoralizadoras experiencias anteriores y que hay mucho incauto y mucho necio que insistirá en curarse reeligiendo a unos médicos enfermos, no cabe duda de que las próximas elecciones podrían tener un significado político más general, aunque no con la repercusión suficiente para ser el principio del fin de Pedro Sánchez y su ilegítimo Gobierno.

Por si acaso, y pese a lo antedicho, abramos un paréntesis y no las menospreciemos del todo. Ya tendremos tiempo y ocasión para infravalorarlas, y para insistir en que el significado político de la democracia, desde un punto de vista ético y jurídico, está, hoy por hoy, en España, absolutamente revocado.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.