20/09/2024 10:38
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Tengo que decir una vez más que esto del Coronavirus y el “encierro podemita” al que nos tienen sometidos el Gobierno social-comunista me está volviendo loco… Ya no sé qué es leer, porque ahora me estoy dando cuenta lo largo que puede ser un día sin ver la calle, ni hablar con nadie. Ayer, buscando en internet algo interesante y que me entretuviese me tropecé con la historia de “Lisístrata” contada por el griego Aristófanes, aquella mujer que se reveló contra la guerra y a favor de la paz y supo organizar y ponerse al frente de la primera “guerra sexual de la historia”. Con decisión y transformada en una líder feminista (pero de verdad, no como la Irene de hoy) supo atraerse y dirigir a todas las mujeres griegas en la guerra que iniciaron contra los propios maridos para que abandonaran las armas y firmaran la paz.

Les aseguro que si se deciden a leerla no solo pasarán un rato agradable sino que van a reírse… porque ya quisieran las feministas de hoy parecerse a aquellas feministas griegas. Así que pasen y lean:

CORO DE MUJERES.

Entonces, cuando entres en tu casa, la que te engendró no va a reconocerte.

Hala, ancianas amigas, pongamos esto primero en el suelo. (Se quitan los mantos.)

Pues nosotras, ciudadanos todos, vamos a decir

palabras provechosas para la ciudad;

bien está, pues ella me crió con lujo y esplendidez.

Al cumplir siete años fui arréforo123,

después molinera124, a los diez, para la Soberana.

Con vestido azafranado osa fui en las fiestas de Braurón125

y canéforo126 cuando hermosa doncella,

llevando un collar de higos secos.

 

LA CORIFEO. ¿Está claro que es deber mío antiguo dar a la ciudad consejos provechosos? Pues si por naturaleza soy mujer, no estéis por eso en contra mía si contribuyo con algo mejor que las penurias presentes. Pues yo tengo parte en el banquete127, pues aporto hombres, pero vosotros, estúpidos viejos, no tenéis parte, porque no sólo la contribución llamada «de los abuelos», la de las Guerras Médicas, la gastasteis sin aportar a cambio la parte que os tocaba, sino que para colmo corremos el peligro de que deis al traste con todo. ¿Te queda algo que gruñir? Si me chinchas, con este coturno sin curtir (Señala su calzado.) te voy a dar en la mandíbula.

 

Se elegían cuatro niñas de siete años, de familias destacadas, que empezaban a tejer el manto de Atenea que se ofrendaba a la diosa en su fiesta; en la procesión llevaban los símbolos de la diosa.
Sumisión consistía en moler el trigo con el que se hacía una torta para el culto de Atenea.
Se trata de la fiesta dedicada a Ártemis que se celebraba cada cuatro años en Braurón, lugar del Ática. Parece que tanto la diosa, como las jóvenes que formaban parte en su culto, se denominaban «osas».
En la fiesta de Atenea unas muchachas escogidas llevaban en cestas los objetos dedicados al sacrificio cultual.
Se trata de una comida en la que se paga a escote (éranos); sobre este símil, Lisístrata habla de su aportación a la ciudad al entregarle a sus hijos. En la misma frase se menciona el éranos («escote») de las Guerras Médicas, refiriéndose al impuesto extraordinario que en caso de guerra se recogía en Atenas.

 

CORO DE ANCIANOS.

¿No es esto caradura,

y mucha? Y aún me parece

que la cosa va a más.

Todo aquel que tenga los huevos en su sitio tiene que impedir esto.

Quitémonos la túnica del hombro128, que, de entrada, el hombre

tiene que oler a hombre, y no le van las envolturas.

Hala, pies descalzos, los que a

Lipsidrio129 marchamos cuando aún éramos alguien:

ahora, sí, ahora tenemos que volver a la juventud a echar alas

por todo el cuerpo y a quitarnos de encima la vejez ésta.

 

EL CORIFEO. Pues conque uno de nosotros le dé a éstas la menor ocasión de pillarlo, no habrá maña untuosa que dejen éstas de practicar, sino que llegarán a mandar construir naves e intentarán incluso hacer una batalla naval y navegar contra nosotros, como Artemisia130 Y si les da por lo ecuestre, doy de baja al cuerpo de caballería; pues la mujer es la cosa más adecuada para montar y subirse encima, y no hay forma de que se caiga cuando va al galope: mira si no a las Amazonas131, las que Micón pintó a caballo, luchando contra los hombres. Haría falta que las agarráramos a todas ellas y las sujetáramos por el cuello en un cepo perforado.

 

Túnica suspendida del hombro izquierdo.
En Lipsidrio, lugar del Ática, se defendió un grupo de demócratas acosado por el tirano Hipias.
Reina de Halicarnaso, mencionada por Heródoto, que luchó en Salamina.
Las Amazonas eran, dentro de la mitología, mujeres guerreras. Fueron derrotadas por Teseo, rey de Atenas. La lucha fue representada tanto en la pintura como en la escultura.

 

CORO DE MUJERES.

Por las dos diosas, si me calien-

to voy a soltar la cerda

que llevo dentro, y voy a conseguir

que hoy pidas ayuda a tus compañeros, cuando yo te trasquile.

¡Hala!, también nosotras, mujeres, quitémonos de encima

[la ropa a toda prisa (Se descubren),

que huela a mujeres que muerden con toda furia.

Ahora, que alguno se me acerque, que ya nunca

ha de comer ajos ni habas negras.

Con sólo que me insultes, con lo enfadada que estoy,

como el escarabajo voy a hacer de partera del águila preñada132

 

Alusión a una fábula popular en la que el águila se lleva a la cría de escarabajo, y éste, para vengarse, intenta romper sus huevos, consiguiéndolo, aunque el águila los deposita en manos de Zeus.

 

LA CORIFEO. Yo no tengo por qué preocuparme de vosotros, mientras existan Lampito y mi amiga Ismenia, una chica tebana de buena gente. Pues no te será posible, aunque lo mandes por decreto siete veces, bastardo, tú que te has ganado el odio de todos y hasta de tus vecinos. Así, ayer mismo, que celebraba yo una fiesta a Hécate133, invité, de la gente de por allí, a la compañera de mis hijas, una chica buena y agradable, una anguila de Beocia134, pero ellos se negaron a enviarla por culpa de tus decretos. Y no hay manera de que acabéis con esos decretos hasta que alguien os agarre por una pierna y os desnuque tirándoos de cabeza. (Entra LISÍSTRATA, que viene de la Acrópolis.) «Soberana de este asunto y de estos designios, ¿por qué con semblante sombrío has salido del recinto?»135

LISÍSTRATA-La actuación de mujeres mezquinas, y el caletre mujeril, me hacen dar vueltas arriba y abajo toda desanimada.

LA CORIFEO. ¿Qué dices, qué dices?

LISÍSTRATA. La verdad, la verdad.

LA CORIFEO. ¿Qué hay de malo? Cuéntalo a tus amigas.

LISÍSTRATA. Empachoso es decirlo, y callarlo, penoso136.

LA CORIFEO. No me ocultes la desgracia que nos pasa.

LISÍSTRATA. En dos palabras: queremos joder.

LA CORIFEO. ¡Ay, Zeus!

LISÍSTRATA. ¿Por qué llamas a Zeus? Las cosas están así. Yo no soy ya capaz de mantenerlas apartadas de los hombres: se escapan. A una la pillé muy temprano agrandando la abertura por donde está la gruta de Pan137; a otra, mientras se deslizaba serpenteando ayudada por una garrucha; a otra, cuando se pasaba al enemigo; a una que planeaba ya bajar volando encima de un gorrión hasta la casa de Orsíloco138, la arrastré ayer por los pelos. Ponen todas las excusas posibles con tal de marcharse a su casa. Aquí viene una de ellas. (Entra una mujer.) Oye, tú, ¿a dónde vas tan corriendo?

 

Diosa del hogar. 134. Véase nota 7.
El escoliasta señala que estas palabras pertenecen a una tragedia de Eurípides, Télefo.
Otro pasaje euripideo.
En la parte norte de la Acrópolis.
Parece tratarse de un meteco que regentaba un burdel.

 

MUJER PRIMERA. Quiero ir a casa, que en casa tengo unas lanas de Mileto139 que me las están haciendo polvo las polillas.

LISÍSTRATA. ¿Qué polillas? ¿Es que no vas a volverte?

MUJER PRIMERA. Pero si vendré en seguida, por las dos diosas, en cuanto extienda140 encima de la cama …141

LISÍSTRATA. Nada de extender ni de salir a ningún sitio.

MUJER PRIMERA. ¿Tengo que dejar que se eche a perder la lana?

LISÍSTRATA. Si hace falta, sí. (Entra otra mujer.)

MUJER SEGUNDA. ¡Desgraciada de mí, desgraciada!, ¡el lino142 que he dejado en casa sin pelar!143

LISÍSTRATA. Aquí sale otra en busca del lino sin pelar. ¡Anda, vuelve aquí!

MUJER SEGUNDA. Por la Lucífera144, yo sólo voy a pelarlo y vuelvo en seguida.

LISÍSTRATA. No, no lo peles, que si empiezas con eso, otra mujer querrá hacer lo mismo. (Entra una tercera mujer.)

MUJER TERCERA. Soberana Ilitía145, contén el parto hasta que yo llegue a un lugar que no sea prohibido146.

LISÍSTRATA. ¿Qué bobadas dices?

MUJER TERCERA. Estoy a punto de dar a luz.

LISÍSTRATA. ¡Pero si ayer ni siquiera estabas embarazada!

 

Lana de gran calidad.
Para eliminar las polillas se colocaba la lana extendida.
Doble sentido.
Se trata de la planta Malva silvestris, empleada como fibra textil.
Todo el texto presenta doble sentido.
Véase nota 97.
Es la diosa del parto.
En los lugares sagrados (aquí, la Acrópolis) no se podían realizar actos que contaminaran, como dar a luz.

 

MUJER TERCERA. Pues hoy sí. Déjame ir a casa, Lisístrata, a buscar a la comadrona.

LISÍSTRATA. ¿Qué historia es ésa? ¿Qué es eso duro que tienes ahí? (Le palpa el vientre.)

MUJER TERCERA. Un chavalillo.

LISÍSTRATA. De eso nada, por Afrodita, más bien una cosa hueca de bronce me parece a mí que tiene. Voy a enterarme. (La registra.) Majadera, ¡conque tienes aquí el casco sagrado147 y decías que estabas embarazada!

MUJER TERCERA. Y lo estoy, ¡por Zeus!

LISÍSTRATA. Pues, ¿por qué llevabas el casco?

MUJER TERCERA. Para que si me pillaba el parto todavía en la Acrópolis pudiera dar a luz metiéndome en él, como las palomas148.

LISÍSTRATA. ¿Qué dices? Son excusas: la cosa está clara. ¿No irás a esperar aquí la ceremonia …149 del casco?

MUJER TERCERA. Es que en la Acrópolis no puedo ni echarme a dormir desde que el otro día vi a la Serpiente Guardián150 (Entra una cuarta mujer.)

MUJER CUARTA. Pues yo, pobre de mí, por culpa de las lechuzas es por lo que me muero de tanto insomnio, que ululan sin parar.

LISÍSTRATA. ¡Dichosas mujeres! Basta ya de disparates. Os despepitáis por los hombres, seguro. (Se dirige a otra de ellas.) Pero, ¿crees que ellos no se despepitan por nosotras? Terribles, bien lo sé, son las noches que pasan ellos. Resistid, valientes, y soportadlo un poco de tiempo más, pues según un oráculo vamos a vencer si no reñimos. El oráculo está aquí. (Muestra un rollo.)

 

De Atenea.
Como si fuera un nido.
Alusión a la ceremonia que se celebraba pocos días después del nacimiento de un niño.
Serpiente legendaria que guardaba la Acrópolis.

 

MUJER TERCERA. Léenos lo que dice.

LISÍSTRATA. Pues callaos. «Cuando los pájaros151 se acurruquen en un solo lugar huyendo de las abubillas, y se abstengan del falo, se producirá el cese de sus desgracias, y lo que está encima lo pondrá debajo Zeus, de re-sonante voz…»

MUJER TERCERA. ¿Que nos tumbaremos nosotras encima?

LISÍSTRATA. «… pero si se separan152 y se elevan volando con sus alas fuera del sagrado templo los pájaros, no habrá ya ave alguna que resulte ser más pelanduscona».

MUJER TERCERA. A las claras es el oráculo, por Zeus. ¡Dioses todos!

LISÍSTRATA. No tenemos que renunciar por mucho que soportemos. Vamos adentro: que sería bochornoso el caso, queridas, si traicionamos al oráculo. (Se van LISÍSTRATA y las mujeres.)

 

CORO DE ANCIANOS.

Una historia quiero contaros,

que escuché un día cuando era niño.

Érase una vez un muchacho, Melanio153, que

rehuyendo el matrimonio se llegó a un lugar desierto, y por los montes habitaba.

Cazaba liebres

con redes que trenzaba,

y nunca más regresó a su casa, por esa aversión.

Hasta tal punto aborrecía aquél a las mujeres, y nosotros,

ni pizca menos que Melanio, pues somos juiciosos.

 

Literalmente, «golondrinas», con el doble sentido de «sexo de la mujer»», que he tratado de mantener con «pájaro».
Significa también, «si se abren de piernas».
Héroe arcadio, famoso cazador.

 

EL CORIFEO.

Vieja, quiero darte un beso…

LA CORIFEO.

Así no te van a hacer falta cebollas154.

EL CORIFEO.

…y levantar así (Levanta la pierna) y pegarte una patada.

LA CORIFEO.

Maleza espesa la que llevas.

 

EL CORIFEO.

También Mirónides155 era

velludo por ahí, un culinegro156

para lanzarse sobre los enemigos,

lo mismo que Formión157

 

CORO DE MUJERES.

También yo quiero contaros a mi vez

una historia, frente a la de Melanio.

Érase una vez un tal Timón158, errabundo,

con inexpugnables pinchos bien cercado su rostro,

de las Erinias159 áspero brote.

Pues este Timón,

por odio, lejos partió,

tras mucho maldecir a los hombres perversos.

Hasta ese punto odiaba aquél, en vez de a nosotras, a los perversos

hombres, pero para las mujeres era muy cariñoso.

 

Para llorar.
Fue embajador y estratega victorioso, en el segundo cuarto del siglo v a. C.
Llega a ser sinónimo de valiente.
Actuó en la primera fase de la Guerra del Peloponeso, en una campaña naval fructífera para Atenas.
Se refiere jocosamente a Timón como si se tratara de un personaje antiguo o legendario; era contemporáneo de la pieza. Se exagera a continuación el aspecto de su barba.
Las Erinas o Furias son divinidades vengadoras de los crímenes, y su aspecto producía terror.

 

LA CORIFEO.

¿Quieres que te pegue en la quijada?

EL CORIFEO.

No, no, ¡qué miedo!

LA CORIFEO.

Entonces, ¿te doy con la pierna?

EL CORIFEO.

Se te va a ver el «portahombres».

LA CORIFEO.

Pues no te lo vas a encontrar,

vieja como soy, pe-

ludo, sino repe-

lado con un candil.

 

(Entra LISÍSTRATA desde la Acrópolis.)

 

LISÍSTRATA. ¡Oooh, mujeres, venid aquí, a mi lado, rápido! (Vienen MÍRRINA y otras mujeres desde la ciudadela.)

MÍRRINA. ¿Qué hay? Dime, ¿por qué esas voces?

LISÍSTRATA. Un hombre, un hombre veo que se acerca trastornado, poseído por los éxtasis de Afrodita. ¡Soberana que guardas Chipre, Citera y Pafosi160 Sigue por ese camino tan tieso161 que llevas.

MÍRRINA. ¿Y dónde está, sea quien sea?

LISÍSTRATA. Junto al templo de la Verdeante162.

 

Afrodita.
Doble sentido, para referirse también a la erección del hombre que llega.
Uno de los epítetos de Deméter, diosa de la tierra cultivada. Su templo estaba junto a la Acrópolis en el lado sur.

 

MÍRRINA. Ah, sí, por Zeus, ahí está, y, ¿quién puede ser?

LISÍSTRATA. Fijaos: ¿Lo conoce alguna de vosotras?

MÍRRINA. Sí, por Zeus, yo; ¡es mi marido, Cinesias!

LISÍSTRATA. Lo que tienes que hacer ya es ponerlo en el asador, darle vueltas, engatusarlo con el quiero y no quiero, y decirle que sí a todo menos a lo que conoce la copa163.

MÍRRINA. Descuida, yo lo haré.

LISÍSTRATA. Pues yo me quedo aquí contigo para ayudarte a engatusarlo y ponerlo a punto de caramelo. (A las demás mujeres.) Ahora, marchaos. (Salen; entra CINESIAS con un criado que trae un niño.)

CINESIAS. ¡Ay de mí, desdichado, qué convulsiones me dan, y qué rigidez, como si me torturaran en la rueda!

LISÍSTRATA. ¿Quién está ahí, que ha rebasado los puestos de guardia?

CINESIAS. Yo.

LISÍSTRATA. ¿Un hombre?

CINESIAS. Un hombre, desde luego.

LISÍSTRATA. ¡Largo de ahí!

CINESIAS. ¿Y quién eres tú que me echas?

LISÍSTRATA. Un centinela de día.

CINESIAS. Por los dioses, entonces, llámame a Mírrina.

LISÍSTRATA. ¡Anda, que yo te llame a Mírrina!, ¿y quién eres tú?

CINESIAS. El marido de ella, Cinesias de Leónidas164.

LISÍSTRATA. Hola, querido. Tu nombre no está entre nosotras falto de prestigio ni deja de ser conocido, pues tu mujer siempre te tiene en la boca. Si coge un huevo o una manzana, dice: «Ojalá fuera para Cinesias».

CINESIAS. ¡Oh, dioses!

 

El juramento.
Nombre de un demo del Ática.

 

LISÍSTRATA. Sí, por Afrodita, y si se tercia hablar de maridos, tu mujer en seguida dice que al lado de Cinesias todo lo demás son pamplinas.

CINESIAS. Pues ve y llámala.

LISÍSTRATA. Bueno, y ¿qué me vas a dar?

CINESIAS. Yo, esto (Señala su miembro), por Zeus, si quieres. Esto es lo que tengo, y lo que tengo te lo doy.

LISÍSTRATA. Pues hala, voy a bajar a llamártela. (Se va.)

CINESIAS. A toda prisa. Pues ninguna ilusión tengo por la vida, desde el momento en que ella se marchó de casa; sufro al entrar en ella, que todo me parece desierto. La comida, ningún gusto me da comerla. Es que estoy empalmado. (MÍRRINA se deja ver desde la ciudadela.)

MÍRRINA. (A LISÍSTRATA.) Yo le quiero, le quiero, pero él no deja que yo le quiera. Así que tú no me llames a su lado.

CINESIAS. Mirrinita, encanto, ¿por qué haces eso? Baja aquí.

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MÍRRINA. No, por Zeus, yo ahí no.

CINESIAS. ¿Llamándote yo no vas a bajar, Mírrina?

MÍRRINA. Es que me dices que salga sin que te haga ninguna falta.

CINESIAS. ¿Ninguna falta a mí? Destrozado es lo que estoy.

MÍRRINA. Me marcho.

CINESIAS. No, no, escucha por lo menos al niño. (Al niño.) Tú, ¿no llamas a mamaíta?

NIÑO. Mamaíta, mamaíta, mamaíta.

CINESIAS. (A MÍRRINA.) Tú, ¿qué sientes? ¿Ni siquiera vas a tener lástima del niño que lleva sin lavar ni mamar seis días?

MÍRRINA. Sí me da lástima, que tiene un padre bien descuidado.

CINESIAS. Dichosa mujer, baja, por el niño.

MÍRRINA. ¡Lo que es ser madre! Tengo que bajar, ¿qué voy a hacer? (Entra MÍRRINA.)

CINESIAS. (Para sí.) La encuentro mucho más joven y de mirada más tierna. Sus enfados hacia mí y sus humos, eso mismo es lo que me tiene destrozado de deseo.

MÍRRINA. (Al niño.) Encanto, criaturita de un mal padre, ea, que te bese, encanto de mamaíta.

CINESIAS. Majadera, ¿por qué te portas así y haces caso a las otras mujeres? Me haces sufrir a mí y lo pasas mal tú también. (Se acerca a ella.)

MÍRRINA. No me arrimes la mano.

CINESIAS. Las cosas de casa, tuyas y mías, las echas a perder.

MÍRRINA. Me importan un rábano.

CINESIAS. ¿Te importa un rábano la trama que está traída y llevada por las gallinas?

MÍRRINA. A mí sí, por Zeus.

CINESIAS. ¡Los ritos de Afrodita no los cultivas hace tanto tiempo! ¿No vas a venirte?

MÍRRINA. Por Zeus, no, a menos que hagáis las paces y pongáis fin a la guerra.

CINESIA. Vale, si eso te parece bien, hasta eso haremos.

MÍRRINA. Vale, si eso os parece bien, también yo regresaré allí. Pero ahora he jurado que no.

CINESIAS. Pues acuéstate conmigo: ¡el tiempo que hace ya!

MÍRRINA. Ni hablar. Sin embargo, no te diré que no te quiero.

CINESIAS. ¿Que me quieres? Entonces ¿por qué no estás ya acostada, Mirrinita?

MÍRRINA. ¡Fantoche!, ¿delante del niño?

CINESIAS. ¡Por Zeus! (Al criado.) Manes, llévate a éste a casa. (Se va el criado con el niño.) Hala, ya se te ha marchado el niño. Y tú, ¿es que no te acuestas?

MÍRRINA. Y, ¿dónde se podría hacer eso, desdicha de hombre?

CINESIAS. ¿Que dónde? La gruta de Pan es buen sitio.

MÍRRINA. Y, ¿cómo me las arreglaré para volver luego pura a la Acrópolis?

CINESIAS. Estupendamente, antes te lavas en la Clepsidra165.

MÍRRINA. Y entonces, ¿voy a faltar a lo que he jurado, desdicha de hombre?

CINESIAS. Que recaiga en mí. No estés preocupada por el juramento.

MÍRRINA. Hala, pues voy a traer una cama para nosotros dos.

CINESIAS. De eso nada. Nos basta con el suelo.

MÍRRINA. No, por Apolo, aunque seas así, no te haré acostarte en el suelo. (Sale MÍRRINA.)

CINESIAS. Desde luego mi mujer me quiere, está clarísimo. (Regresa MÍRRINA con la cama.)

MÍRRINA. Aquí está, échate, acaba ya, que yo me voy desnudando. Pero, la cosa esta, la esterilla, hay que traerla.

CINESIAS. ¿Qué rayo de esterilla? Para mí no.

MÍRRINA. Sí, por Ártemis, que encima del jergón da vergüenza.

CINESIAS. Déjame que te bese.

MÍRRINA. Espera. (Sale MÍRRINA.)

CINESIAS. ¡Ay, ay, ay! Vuelve a toda prisa. (Vuelve con una esterilla.)

MÍRRINA. Aquí está la esterilla. Échate, que ya me desnudo. Pero, la cosa esa, la almohada, no tienes.

CINESIAS. No me hace ninguna falta.

MÍRRINA. Por Zeus, a mí sí. (Sale MÍRRINA.)

CINESIAS. ¿Pero es que el cipote este es Heracles convidado a un banquete?166. (Vuelve MÍRRINA.)

 

La fuente Clepsidrayla gruta de Pan están al pie de la Acrópolis. Se trata de la misma cuestión ritual que la mencionada en la nota 146.
Heracles aparecía con frecuencia como un personaje tragón que se enfadaba con los criados si no se apresuraban a servirle.

 

MÍRRINA. Levántate, alza. (Le pone la almohada.) Ya tengo todo.

CINESIAS. Todo, seguro. Ven aquí, tesoro.

MÍRRINA. El sujetador me lo suelto ya. Y recuerda: no vayas a engañarme en lo de hacer las paces.

CINESIAS. ¡Que me muera, por Zeus!

MÍRRINA. ¡Pero si no tienes manta!

CINESIAS. Por Zeus, ni la necesito; joder es lo que quiero.

MÍRRINA. Descuida, eso lo harás, que vengo en seguida. (Sale.)

CINESIAS. La tía esta me va hacer polvo por culpa de las mantas. (Entra MÍRRINA.)

MÍRRINA. Ponte erguido.

CINESIAS. Bien erguida está ésta. (Señala el miembro.)

MÍRRINA. ¿Quieres que te eche perfume?

CINESIAS. No, por Apolo, a mí no.

MÍRRINA. Sí, por Afrodita, quieras o no. (Sale.)

CINESIAS. ¡Ojalá se le derrame el perfume, Zeus soberano! (Entra MÍRRINA.)

MÍRRINA. Extiende la mano, coge y úntate.

CINESIAS. (Untándose.) No es agradable el perfume este, por Apolo, sino que es retardador y no huele a boda.

MÍRRINA. ¡Qué boba! Si he traído el perfume de Rodas167.

CINESIAS. Es bueno, déjalo en paz; ¡dichosa mujer!

MÍRRINA. De guasa estás. (Sale.)

CINESIAS. ¡Que reviente de mala manera el primero que consiguió un perfume! (Vuelve MÍRRINA.)

MÍRRINA. Coge este frasco.

CINESIAS. ¡Que tengo otro! Venga, calamidad, échate y no me traigas nada más.

 

La isla se había separado de Atenas poco antes y por ello el perfume de Rodas no resulta agradable.

 

MÍRRINA. Eso voy a hacer, por Ártemis. Ya estoy descalza, por lo menos. Pero, vida mía, tienes que votar que se haga la paz.

CINESIAS. Lo tendré en cuenta. (MÍRRINA se va.) Me ha matado, me ha hecho trizas mi mujer, y encima de todo lo demás, se marcha y me deja así, descapullado. ¡Ay!, ¿qué hago?168. ¿A quién joderé, rechazado por la más guapa de todas? ¿Cómo cuidaré a esta cría? (Señala el miembro.) ¿Dónde está el Perrozorro?169 Alquílame la nodriza.

EL CORIFEO. En terrible desgracia, desdichado, tienes el alma afligida por haber sido engañado. También yo te compadezco. Ay, ay, pues, ¿qué riñón podría aún resistir, qué alma, qué pelotas, qué ijada, qué culo, estar así de tieso y sin joder, por la mañana?

CINESIAS. ¡Ay, Zeus, qué terribles espasmos!

EL CORIFEO. La verdad es que eso te lo ha hecho la muy guarra y la muy hija de perra.

CINESIAS. No, por Zeus, adorable y muy dulce.

EL CORIFEO. ¿Cómo que dulce? ¡Maldita y bien maldita, oh Zeus! Ojalá que tú170 a ella, como a los montones de paja, con una gran tempestad y torbellino, dándole vuelcos y revuelcos, te la llevaras lejos y luego la solta-ras, y ella cayera de nuevo a tierra, y ¡plafl, se montara en el cipote descapullado. (Llegan un HERALDO lacedemonio y un PRITANIS171 ateniense. El lacedemonio, con un gran falo en erección que destaca bajo la capa.)

 

Desde aquí hasta el final de la escena, todo el diálogo es parodia de tragedia.
Sobrenombre del dueño de un burdel.
Se dirige a Zeus.
Cada una de las diez tribus en que se dividía el Ática ejercía durante una décima parte del año la pritanía, formada por cincuenta prítanes que presidían la Asamblea y el Consejo.

 

HERALDO. ¿Donde ehtá er Conceho de Ansianoh de Atenah o loh prítaneh? Quiero desí una notisia172.

PRÍTANIS. ¿Quién eres? ¿Un ser humano o Conísalo?173

HERALDO174. Shiquiyo, como erardo vengo de Ehparta, ¡pol loh doh diozeh!, para tratá de la pá.

PRÍTANIS. ¿Y te vienes con una lanza debajo del brazo?

HERALDO175. No, por Seuh, yo no.

PRÍTANIS. ¿Para dónde te vuelves? ¿Y porqué te echas por delante la clámide? ¿Es que tienes un bulto en la ingle por culpa del viaje?

HERALDO176. Ehtá pirado er tío éhte, po Cáhto.

PRÍTANIS. (Le aparta la clámide.) La tienes tiesa, desgraciado.

HERALDO177. No, por Seuh, yo no. No digah shaladurah.

PRÍTANIS. Pues ¿qué tienes ahí?

HERALDO178. Una ehsítala179 laconia.

PRÍTANIS. (Se descubre.) Eso, si ésta es otra escítala laconia. Pero en fin, háblame con franqueza, como a quien está en el ajo. ¿Cómo andan vuestros asuntos en Lacedemonia?

HERALDO180. Tieza ehtá toda Lasedemonia, y todoh loh aliadoh ettán emparmadoh. Noh jasen farta lob cuencoh181.

 

«¿Dónde está el Consejo de Ancianos de Atenas o los prítanes? Quiero decir una noticia.»
Nombre de una divinidad de carácter obsceno.
«Joven, como heraldo vengo de Esparta, ¡por los dos dioses!, para tratar de la paz.»
«No, por Zeus, yo no.»
«Está loco el tío este, por Cástor.»
«No, por Zeus, yo no. No desbarres.»
Una escítala laconia.
Se trata de un bastón sobre el que se enrollaba una banda de cuero, en ella se escribía transversalmente un mensaje, si se desenrollaba el cuero el texto resultaba ilegible. El receptor tenía un bastón de igual diámetro.
«Tiesa está toda Lacedemonia y todos los aliados están empalmados. Nos hacen falta los cuencos.»
Las mujeres.

 

PRÍTANIS. ¿De quién os ha caído esa desgracia? ¿De Pan?182

HERALDO183. No, la primera fue Lampito, creo yo, y dehpuéh lah demáh muhereh de Ehparta, todah a una, como zi tomaran la zalida a lavé, a loh hombreh loh esharon fuera de zuh coñoh.

PRITANIS. ¿Y cómo andáis?

HERALDO184. Heshoh porvo, que vamoh pol la ciudá encorvadoh, como zi yeváramoh una lámpara. Pueh lah muhereh no noh deban ni ziquiera tocal les er mirto ahta que todoh, en común, agamoh lah paseh en Gresia.

PRÍTANIS. El asunto este es una conspiración de todas las mujeres, ahora lo veo. Rápido, di que envíen aquí embajadores con plenos poderes para tratar de la paz. Y yo le diré al Consejo que elija a otros embajadores de aquí, enseñándoles el cipote este.

HERALDO185. Voy volando, que lo que diseh ehtá muy requetebién. (Salen los dos personajes en distintas direcciones.)

EL CORIFEO. No hay fiera más mala de combatir que la mujer, ni siquiera el fuego, ni hay pantera alguna tan sinvergüenza.

 

Pan es un dios lascivo.
«No; la primera fue Lampito, creo yo, y después las demás mujeres de Esparta, todas a una, como si tomaran la salida a la vez, a los hombres los echaron fuera de sus coños.»
«Hechos polvo, que vamos por la ciudad encorvados, como si lleváramos una lámpara. Pues las mujeres no nos dejan siquiera tocarles el mirto hasta que todos, de común acuerdo, hagamos las paces en Grecia.»
«Voy volando, que dices lo mejor, de todas todas.»

 

LA CORIFEO. ¿Y sabiéndolo luchas contra mí, hijo de perra, cuando te es posible tenerme como amiga fiel?

EL CORIFEO. Cuenta que yo, de odiar a las mujeres, no voy a parar nunca.

LA CORIFEO. Bueno, cuando tú quieras. Pero lo que es ahora no voy a consentir que estés así, desnudo. Que mira que estás para caerse de risa. Voy a colocarte el tirante del hombro acercándome a ti. (Las mujeres le co-locan a los hombres la túnica en su sitio.)

EL CORIFEO. Por Zeus, habéis hecho una cosa que no está mal; yo me lo quité entonces furioso de rabia.

LA CORIFEO. Al fin pareces un hombre, y no estás ridículo. Y si no me hubieras molestado, yo hasta habría cogido ese animal que tienes en el ojo y te lo habría sacado; así, aún lo tienes.

EL CORIFEO. Eso era entonces lo que me estaba haciendo polvo. Aquí tienes un anillo; hurga, y después de quitármelo, me lo enseñas, que hace tiempo que me está mordiendo el ojo186, por Zeus.

LA CORIFEO. Eso voy a hacer, aunque eres un gruñón. (Trata de quitarle el mosquito.) Digno de verse, qué grande, el mosquito que tienes metido. (Lo saca y se lo enseña.) ¿Lo ves? ¿No es éste un mosquito de Tricorito?187.

EL CORIFEO. Por Zeus, ¡qué bien me has hecho!, pues hace rato que me estaba perforando un pozo, hasta el punto de que, cuando me lo has quitado, me sale un montón de lágrimas.

LA CORIFEO. Te las voy a secar -y eso que eres la mar de malo- y te daré un beso.

 

Se trata de un mosquito.
Demo del Ática; el nombre es algo así como «tricúspide» (en realidad, con tres penachos) y puede ser esa alusión jocosa el efecto buscado.

 

EL CORIFEO. No me beses.

LA CORIFEO. Quieras o no.

EL CORIFEO. Ojalá os muráis, que sois camelistas de nacimiento, y es correcto y no está nada mal dicho aquello de «ni con ellas, las muy malditas, ni sin ellas, las muy malditas»188. Pero ahora mismo voy a hacer las paces contigo y en lo sucesivo ya no te voy a hacer ninguna burrada ni me la hagas tú a mí. Hala, todos juntos demos comienzo al canto.

 

CORO CONJUNTO. (Al público.)

No estamos dispuestos,

de ningún ciudadano, señores y caballeros,

a hablar mal ni lo más mínimo,

sino, por el contrario, todo lo bueno a decir y

hacer; pues bastantes desgracias hay ya.

Que nos lo haga saber cualquier hombre o mujer,

si es que alguno necesita dineri-

llo pillar, unas minas, dos o tres189

Que dentro está190

y bolsas tenemos.

Y si algún día la paz llega,

el que ahora mismo un prés-

tamo de nosotros reciba,

si coge, no restituya.

Vamos a homenaje

ar a unos huéspedes caristios191, hom-

bres de bien.

Hay un poco depuré; y un cochinillo que tenía, lo

sacrifiqué también, así que gustaréis de lo tierno y exquisito.

Venid hoy a mi casa; temprano tenéis

que hacerlo, bien lavados vos

otros y los niños; luego ya en

trad dentro

y no preguntéis a nadie,

sino andad todo derecho

como en vuestra casa,

con brío, que…

la puerta estará cerrada.

 

Como el castellano «ni contigo ni sin ti …». Tal vez es un verso de Arqurloco parodiado.
Una mina equivale a 100 dracmas o 600 óbolos.
El tesoro de la Acrópolis.
De Caristo, ciudad de Eubea aliada de Atenas, cuyos habitantes se tenían por vividores.

 

EL CORIFEO. (Entran los embajadores lacedemonios.) Aquí llegan de Esparta estos embajadores, arrastrando sus barbazas192, y como con unas jaulas entre los mus1os193. (A los lacedemonios.) Laconios, lo primero, hola, y ahora, contadnos en qué situación venís.

LACONIO194 ¿Qué farta jase que oh digamoh mushah palabrah? Pueh bien ze puede vé en qué situasión emoh venido. (Separa la jaula.)

EL CORIFEO. ¡Ahí va!, mucho tendón le ha salido a la desgracia esta de mala manera, y la inflamación parece de cuidado.

LACONIO.195 Ni contal-lo ze puede. ¿Qué va uno a desí? Que arguien venga y aga la pá con nozotroh de cuarquié manera que quiera. (Entra EL PRÍTANIS con otros atenienses.)

 

Los atenienses llevaban la barba muy recortada, y los espartanos, larga.
Los espartanos disimulan su erección con unas jaulas de mimbre que parecen corrales de guardar animales.
«,Qué falta hace que os digamos muchas palabras? Pues bien se puede ver en qué situación hemos venido.»
«Ni contarlo se puede. ¿Qué va uno a decir? Que alguien venga y haga la paz con nosotros de cualquier manera que quiera.»

 

EL CORIFEO. Aquí veo también a estos paisanos que, como los luchadores, vienen separándose la capa del vientre196. Pues sí que parece deportiva la cosa esta, la enfermedad.

PRITANIS. ¿Quién puede decir dónde está Lisístrata? Pues nosotros los hombres estamos así tal cual. (Descubriéndose.)

EL CORIFEO. También esta enfermedad está al unísono con la otra. ¿Es que os ataca la tiesura por la mañana?

PRÍTANIS. ¡Por Zeus!, por pasarnos eso estamos hechos polvo, así es que si alguien no hace en seguida la paz con nosotros, no habrá manera de que no jodamos a Clístenes197

EL CORIFEO. Si tenéis sentido común, agarrad bien la capa, para que no os vea alguno de los mutiladores de Hermes198

PRÍTANIS. Sí, por Zeus, bien dicho.

LACONI0199. Zí, pol loh doh diozeh, der todo. Ea, vamos a ponen-nos la túnica por ensima.

PRÍTANIS. Salud, lacedemonios. Nos ha pasado algo terrible.

LACONIO200. (A un compañero.) Queridízimo, terrible tambié lo que noh a pazado a nozotroh zi noh yegan a abé vihto loh hombreh éhtoh mahturbándonoh.

PRÍTANIS. Ea, laconios, hay que decir cosa por cosa. ¿Para qué habéis venido aquí?

 

Los atletas iban desnudos para evitar el estorbo de la ropa. 197. Véase nota 120.
Una noche del año 415 fueron mutilados los hermes, pilares antropomórficos, con un falo bien patente, que estaban a las puertas de las casas en Atenas para darles protección.
«Sí, por los dos dioses, del todo. Hale, vamos a ponernos la túnica por encima.»
«Queridísimo, terrible también lo que nos ha pasado a nosotros, si nos llegan a haber visto los hombres estos masturbándonos.»

 

LACONIO201. Como embahadoreh para la pá.

PRÍTANIS. Bien hablado, desde luego; también nosotros para lo mismo. ¿Por qué no llamamos entonces a Lisístrata que es la única que podría reconciliarnos?

LACONIO202. Zí, pol loh doh diozeh, y zi queréih, tambié a Lizíhtrato203. (Entra LISÍSTRATA.)

PRÍTANIS. No hace falta, al parecer, que la llamemos, pues ella por su cuenta, al oírnos, viene ya.

EL CORIFEO. Hola, la mujer más valiente de todas. Ahora te toca a ti aparecer inflexible y suave, buena y mala, orgullosa y humilde, llena de mañas, que los principales de los griegos, cautivados por tu hechizo, se han rendido ante ti, y todos juntos han confiado a tu arbitrio todos sus litigios.

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LISÍSTRATA. No es difícil la cosa, si se les coge llenos de deseo204 y sin que intenten nada unos contra otros. Pronto lo sabré. ¿Dónde está Conciliación? (Aparece CONCILIACIÓN personificada en una chica desnuda.) Coge y trae primero a los laconios, no con mano arisca e insolente, ni a lo bruto como hacían nuestros hombres, sino como suelen hacerlo las mujeres, muy amistosamente. Al que no te dé la mano, tráetelo del cipote. (CONCILIACIÓN trae a los laconios.) Ahora ve y trae a estos atenienses; por donde te dejen, cógelos y tráemelos. (Trae a los atenienses.) Laconios, colocaos junto a mí, y vosotros (a los atenienses) a este lado, y escuchad mis palabras: «Mujer soy, pero tengo inteligencia»205.

 

«Como embajadores para la paz.»
«Sí, por los dos dioses, y si queréis, también a Lisístrato.»
Se alude a la homosexualidad espartana, mencionando al tiempo a un individuo ateniense, conocido homosexual.
Ambiguo: sexual y de paz.
205. Cita de Melanipa la Sabia de Eurípides. Los versos siguientes parecen ser también de cuño trágico.

 

«Por mí misma no discurro mal, y de mi padre y mis antepasados las palabras muchas tras haber oído, no estoy mal instruida.» Teniéndoos cogidos quiero reñiros a la vez y con razón a vosotros, que con una misma agua sagrada rociáis los altares, como gentes de la misma familia, en Olimpia, en las Termópilas, en Pitón206 -¡cuántos otros podría decir si creyera oportuno alargarme!-. Y, sin embargo, cuando está presente el enemigo con su ejército bárbaro, dais muerte a los griegos y destruís sus ciudades. «El primer tema aquí lo he concluido»207.

PRÍTANIS. Y yo estoy que reviento descapullado.

LISÍSTRATA. Ahora, laconios, a vosotros me dirijo: ¿no sabéis que en una ocasión vino aquí Periclidas208 el Laconio y como suplicante se sentó en los altares, pálido209 en su vestido rojo púrpura, para pedir a los atenienses un ejército? Por aquel entonces, Mesenia se echaba sobre vosotros y al mismo tiempo la divinidad, sacudiéndoos con terremotos. Marchó Cimón210 con cuatro mil hoplitas y salvó a Lacedemonia entera. Y después de lo que os han hecho los atenienses, ¿devastáis el país del que habéis recibido favores?

 

En los juegos Olímpicos y Píticos, y en las asambleas de la confederación religiosa o anfictionía délfica, las Termópilas.
Del Erecteo de Eurípides.
Nombre laconio de un individuo desconocido. Tucídides menciona a un «hijo de Periclidas» que firmó una tregua con los atenienses en el 423.
De miedo.
En el 464 sufrió Esparta un violento terremoto de graves consecuencias. Aprovechando la ocasión, la población de Mesenia, sojuzgada por los espartanos desde tiempo atrás, se sublevó. Esparta pidió ayuda a Atenas, que envió a Cimón en el 462; no obstante, su ejército fue mal acogido por los espartanos y tuvo que regresar. La historia aparece falseada en el texto.

 

PRÍTANIS. Son injustos éstos, por Zeus, Lisístrata.

LACONIO211. Zomoh inhuhtoh, pero (mirando a CONCILIACIÓN) ¡qué culo, qué maraviya!, no ze puede ni desí.

LISÍSTRATA. ¿Y crees que yo os voy a dejar sin reproche a vosotros los atenienses? ¿No sabéis que los laconios, por su parte, cuando vosotros usabais zamarra, vinieron con sus armas y mataron a muchos tesalios y a muchos partidarios y aliados de Hipias?, y siendo los únicos aliados vuestros en aquel día, os liberaron, y cubrieron de nuevo a vuestra gente con la rica capa en lugar de la zamarra212.

LACONIO213. (Refiriéndose a LISÍSTRATA.) Muhé máh noble no e vihto nunca.

PRITANIS. (Mirando a CONCILIACIÓN.) Y yo nunca un coño más hermoso.

LISÍSTRATA. Y habiendo por medio tantas y buenas acciones, ¿por qué seguís luchando y no acabáis ya con esa hostilidad? ¿Por qué no os reconciliáis? A ver, ¿qué os lo impide?

LACONIO214. Nozotroh zí queremoh, zi arguien quiere devorvernoh ehta redondé215. (Mira el trasero de CONCILIACIÓN.)

LISÍSTRATA. ¿Cuál, amigo?

LACONIO216. Piloh217, que jase tiempo que la pedimoh y la tentamoh. (Hace ademán de tocar a CONCILIACIÓN.)

 

«Somos injustos, pero ¡qué culo indecible, qué maravilla!»
Los espartanos intervinieron en Atenas para acabar con la tiranía de Hipias en el 510. La zamarra (katonáke) era prenda usada por los esclavos.
«Mujer más noble no he visto nunca.»
«Nosotros sí queremos, si alguien quiere devolvernos esta redondez.»
Égkyklon, objeto redondo; se refiere al mismo tiempo a un vestido de mujer (cf. v 133), al trasero de Conciliación y a una plaza fuerte.
«Pilos, que hace tiempo que la pedimos y la tentamos.»
Véase nota 32.

 

PRÍTANIS. No, por Posidón, eso no lo conseguiréis.

LISÍSTRATA. Cedédsela a ellos, buen hombre.

PRÍTANIS. Y después, ¿a quién vamos a menear?218.

LISÍSTRATA. Reclamad otra plaza a cambio de ésa.

PRÍTANIS. ¡Eso sí!, entregadnos lo primero de todo Equinunte, el golfo Maliaco que está detrás, y las piernas de Mégara219

LACONIO220. No, pol loh doh diozeh, tanto no, amigo.

LISÍSTRATA. Dejadlo, no os peléis por un par de piernas.

PRÏTANIS. Yo lo que quiero es desnudarme ya y labrar el campo221

LACONIO222. Y yo acarrear ehtiércol pol la mañana temprano, pol loh doh diozeh.

LISÍSTRATA. Cuando os reconciliéis, podréis hacer esas cosas. Pero si os apetece hacer eso, pensároslo e ir a pedir consejo a los aliados.

PRÍTANIS. ¿A qué aliados, amigos? La tenemos tiesa. ¿No les va a apetecer a los aliados todos, lo mismo que a nosotros, follar?

LACONIO223. Pol lo menoh, a loh nuehtroh zí, pol loh doh diozeh.

 

El verbo empleado, kinein, significa «mover», «agitar», y es a la vez equivalente del coloquial «follar».
Los tres son nombres geográficos y aluden a la vez al cuerpo de Conciliación. Equinunte y el golfo Maliaco están en Tesalia, el nombre del primero se relaciona con uno de los vocablos que se refieren en la mujer al sexo, al tiempo que kólpos es «seno» y «golfo». Mégara estaba unida con su puerto por unos muros, que son llamados «skéle», al igual que las piernas.
«No, por los dos dioses, tanto no, amigo.»
Con la guerra, los atenienses habían tenido que abandonar las faenas agrícolas. En cuanto a trabajar desnudo, Hesíodo en Trabajos y Días, 391-392, aconseja: «siembra desnudo, ara desnudo y siega desnudo». Por otro lado, «labrar el campo» tiene también sentido sexual.
«Y yo, acarrear estiércol por la mañana temprano, por los dos dioses.»
«Por lo menos a los nuestros sí, por los dos dioses.»

 

PRÍTANIS. Pues a los Caristios224 también, por Zeus.

LISÍSTRATA. Bien dicho. Ahora atended a purificaros para que las mujeres os convidemos en la Acrópolis con lo que teníamos en nuestras cestas. Allí os daréis juramentos y fidelidad mutua. Y después cada uno de vosotros cogerá a su mujer y se irá.

PRÏTANIS. Hala, vamos de prisa.

LACONIO225. Yévanoh adonde tú quierah.

PRÍTANlS. Sí, por Zeus, llévanos a toda prisa.

 

(LISÍSTRATA sale hacia la Acrópolis con los laconios y los atenienses.)

 

CORO CONJUNTO226.

Colchas bordadas,

ricos chales de lana, finas túnicas y

joyas, eso poseo;

no tengo inconveniente en permitiros a todos que os llevéis para vuestros

hijos, y para cuando vuestra hija sea canéforo227.

A todos vosotros os exhorto a que ahora toméis de lo

mío ahí dentro;

nada está tan bien sella-

do que no se puedan

arrancar los precintos

y llevarse lo que haya dentro.

Pero aunque miréis no vais a ver nada, a no

ser que alguno tenga

mejor vista que yo.

 

Véase nota 191.
«Llévanos adonde tú quieras.»
Hay diversidad de opiniones sobre la personalidad de los cantores. Se piensa que cante solamente el coro de ancianos o el coro de mujeres.
Véase nota 126.

 

Y si uno de vosotros no tiene

comida y ha de alimentara los criados y

a un montón de chiquillos,

puede coger de mi casa harina, que es finita,

pero mi hogaza de un quénice228 tiene un aspecto muy robusto.

De los pobres, el que quiera que venga

a mi casa con sacos y

talegos, que recibirá gra-

no: mi esclavo

Manes229 se lo echará.

Pero os advierto,

que no os acerquéis a

mi puerta, y que tengáis

cuidado con el perro.

 

(Se oye la voz del PRÍTANIS desde dentro de la Acrópolis.)

 

PRITANIS. Abre la puerta, tú. (Se abre la puerta y llega EL PRÍTANIS con otros atenienses.) Tenías (a las mujeres del CORO) que haberte echado a un lado. ¿Qué hacéis ahí, paradas? ¿No querréis que os queme yo con la antorcha, verdad? (Al público.) Es una grosería. No lo haré. Pero si hace falta llegar a eso, lo soportaré por daros ese gusto.

UN ATENIENSE. También nosotros lo soportamos contigo.

PRÍTANIS. (Al Copo de mujeres.) ¿Os marcháis de una vez? Vais a llorar largo y tendido por vuestra cabellera. (Las amenaza con la antorcha y se alejan de los Propíleos.) (Al CORO de ancianos.) ¿Os marcháis de una vez para que los laconios salgan de ahí dentro tranquilamente, después del convite? (Los ancianos se sitúan a un lado.)

 

Medida de capacidad para sólidos, de poco más de un litro.
Nombre casi genérico de esclavo frigio.

 

UN ATENIENSE. Nunca vi banquete igual. ¡Qué simpáticos los laconios! Y nosotros, en cuanto empinamos el codo, somos muy ocurrentes.

PRÍTANIS. Claro, como que sin beber no estamos en buena forma. Si llego a convencer con mis palabras a los atenienses, como embajadores iremos siempre a todas partes borrachos. Pues ahora, cada vez que vamos a La-cedemonia, sobrios, en seguida buscamos cómo alborotar, de manera que lo que nos dicen no lo escuchamos, pero lo que no dicen, eso lo suponemos, y sobre las mismas cosas no contamos lo mismo. Pero en este momento nos agradaba todo, tanto que si alguien cantara el «Telamón» cuando había que cantar el «Clitágora»230, lo daríamos por bueno incluso jurando en falso. (Se aproximan algunos ancianos del CORO.) Anda, éstos vienen otra vez al mismo sitio. ¿No os iréis con viento fresco, bribones? (Se sitúan a un lado.)

ATENIENSE. Sí, por Zeus, que ya van saliendo de dentro. (Aparecen los atenienses y los espartanos; y, más atrás, LISÍSTRATA y las restantes mujeres.)

LACONIO231. (Aun flautista.) Queridízimo, cohe la flauta para que yo baile la dipodia232 y entone una cansión muy presiosa para loh atenienzeh y para nozotroh al mihmo tiempo.

PRÍTANIS. Sí, coge los tubos, por los dioses, que me encanta veros bailar.

 

Dos canciones de banquete, una con un nombre masculino y la otra con un nombre femenino.
«Queridísimo, coge la flauta para que yo baile la dipodia y entone una bonita canción para los atenienses y para nosotros al mismo tiempo.»
Danza lacedemonia.

 

LACONIO233.

Mnémozine234, impureza asia ahté chavá

a tu Muza, la que conose

nuehtrah andansah y lah de loh atenien-

zeh, cuando eyoh en Artemizio235

atacaban, zemehanteh a loh diozeh,

loh barcoh, y vensían a loh Medoh.

A nozotroh, por nuehtro lado, Leónidah236

noh conducía como a habalíeh que afi-

lan zuh cormiyoh, me parese a mí, y abundante

en nuehtrah mehiyah la ehpuma floresía, y abun-

dante ar mihmo tiempo ze dehlisaba pol lah piernah.

 

«Mnemósine, impulsa hacia este joven

a tu Musa, la que conoce

nuestras andanzas y las de los atenien-

ses, cuando ellos en Artemisio

atacaban, semejantes a los dioses,

los barcos, y vencían a los Medos.

A nosotros, por nuestra parte, Leónidas

nos conducía como a jabalíes que afi-

lan sus colmillos, diría yo, y abundante

en nuestras mejillas la espuma florecía y abun-

dante al mismo tiempo se deslizaba por las piernas.

Que no eran inferiores en número

a las arenas los guerreros persas.

Agreste cazadora, ven aquí, divinal doncella,

por nuestro acuerdo de paz,

para que nos mantengas unidos largo tiempo.

Que ahora y para siempre la amistad sea fecunda

gracias a nuestro pacto, y que dejemos

de ser astutos zorros.

Oh, ven aquí, ven,

doncella cazadora.»

Personificación de la memoria y madre de las nueve Musas. En

laconio Mnamóna.

Frente al cabo Artemisio tuvieron lugar dos encuentros entre persas y atenienses, antes de la victoria de Salamina.
Leónidas, rey de Esparta, resistió valientemente el ataque persa en el desfiladero de las Termópilas.

 

Que no eran inferioreh en número

a lah arenah, loh guerreroh persah.

Agrehte casadora237, vé aquí, diviná donseya,

por nuestro acuerdo de pá,

para que noh mantengah unidoh un porrón de tiempo.

Que aora y para ziempre la amihtá zea fecunda

grasiah a nuehtro pacto, y que dehemoh

de zé ahtutoh sorroh.

Oh, vé aquí, vé, donseya casadora.

 

LISÍSTRATA. Hala, como todo lo demás ha salido muy bien, llevaos, laconios, con vosotros a éstas (Señala a las mujeres espartanas), y vosotros, a éstas de aquí (Señala a las mujeres atenienses). Que el marido esté junto a su mujer, y la mujer junto a su marido, y, después de bailar en honor de los dioses por estos sucesos felices, que tengamos cuidado en lo sucesivo de no volver a cometer errores nunca más.

 

CORO CONJUNTO.

Da impulso al coro, conduce aquí a las Gracias238,

invoca a Ártemis,

y a su hermano gemelo, maestro de coros, el amable

Sanador, y al Nisio,

el que entre las ménades extiende su mirada ardiente,

y a Zeus que con su fuego brilla, y a

su soberana esposa bienaventurada.

Y después a las divinidades que tomaremos

como testigos de imborrable memoria

de esta tranquilidad deliciosa,

 

Ártemis.
Los dioses nombrados en la canción son: las Gracias; Ártemis y su hermano Apolo, con el sobrenombre de Sanador por su poder sobre la enfermedad; Dioniso, llamado aquí Nisio por haber habitado el monte Nisa de niño, siendo cuidado por las Ninfas; Zeus y su esposa Hera; por ultimo, Cipris o Afrodita.

 

que consiguió la diosa Cipris.

Alalai, ie, peán239.

Saltad a lo alto, iai,

como en una victoria, iai.

Euoi, euoi, euai, euai.

 

PRÍTANIS. Laconio, enséñanos tú un canto nuevo.

LACONIO240.

Deha el amable Taiheto241

 

Canto de triunfo después de una victoria, dirigido a Apolo.
«Abandonando el amable Taigeto

ven, Musa Laconia, ven, para dar gloria

al dios de Amidas, renombrado entre nosotros,

y a la soberana, de broncíneo templo,

y a los valientes Tindáridas,

que juegan a orillas del Eurotas.

Ea, da un paso hacia adelante,

oh, ea, salta con ligereza,

para que cantemos a Esparta,

la que se cuida de los coros de los dioses

y del taconeo de los pies,

cuando las muchachas, como potrillas,

a orillas del Eurotas

saltan con sus pies una y otra vez,

en apresurado ritmo

y sus cabelleras se agitan

como las de las Bacantes

que danzan blandiendo el tirso.

Y la hija de Leda los guía, doncella

casta, de hermosa apariencia,

que dirige los coros.

Hala, avanza, cíñete con una cinta el cabello con ayuda de tu mano, y con los pies salta como un ciervo, marcando al mismo tiempo el compás que ayuda a la danza, y a la muy guerrera, la poderosísima diosa de broncíneo templo, dirige tu canto.»

Taigeto, Amidas y Eurotas son, respectivamente, un monte, una ciudad y un río de Laconia. En Amidas tenía Apolo un templo. La diosa del templo de bronce es Atenea, y los Tindáridas son los Dioscuros, Castor y Pólux. La hija de Leda es Ártemis.

 

y vé, Muza laconia, vé, para dá gloria

ar dió de Amiclah, que eh muy famozo,

y a la zoberana de bronsíneo templo

y a loh valienteh Tindáridah,

que huegan pol lah oriyah der Eurotah.

Ea, da un pazo asia delante,

oh, ea, zarza lihera,

para que cantemoh a Ehparta,

la que ze cuida de loh coroh de loh diozeh

y der taconeo de loh pieh,

cuando lah mushashah, como haquitas,

a oriyah del Eurotah

zartan con zuh pieh una vé y otra,

con un ritmo muy aprezurado,

y zuh cabeyerah ze menean

como lah de lah Bacanteh que dansan blandiendo el tirzo.

Y la iha de Leda loh guía, donseya

cahta, muy presiosa,

que dirihe loh coroh.

 

Ale, avansa, síñete con una sinta er cabeyo, con ayuda de tu mano, y con loh pieh zarta como un siervo, marcando al mihmo tiempo el compáh que ayuda a la dansa, y a la muy guerrera, la poderozízima dioza de bronsíneo templo, dirihe tu canto.

 

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.