18/05/2024 18:53
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Cuando estos políticos que detentan el poder crecen en despotismos y demagogias, y se van haciendo cada vez más jactanciosos y todo lo confían en su impunidad, corren el riesgo de hacerse más torpes, ignorantes y agresivos en el discurso y de caer en sus propias trampas o, al menos, no poder ocultarlas a los ojos de la ciudadanía. Están tan convencidos de tenerlo todo controlado que se exponen a bajar la guardia y mostrarse sin caretas.

Una vieja moral entre nuestros políticos de la casta consiste en castigar al pecador, no por pecar, sino por dejarse sorprender en el pecado y, peor aún, por reconocer o denunciar las corrupciones internas. Es lo que ocurrió en su día con el socialista Luis Roldán Ibáñez, entonces director general de la Guardia Civil, y lo que puede acabar pasando ahora con tantas contradicciones como se vienen sucediendo entre los propios frentepopulistas.

Porque esa es la moral que suele utilizar el poder político español -cualquier poder delictivo- cuando sus secuaces salpican, con su torpeza, a maniobras y estratagemas minuciosamente urdidas, poniéndolas en entredicho, y permiten que los ciudadanos se asomen a los horrores del partido gobernante de turno y, más allá, del Sistema.

En esta situación, ya desenmascarados los traidores a base de sucesivos golpes de estado más o menos encubiertos, la justicia y la jefatura del Estado -antes que el ejército, que también- debieran tener algo que decir, si es que aún les queda un punto de dignidad y de vergüenza.

Representar con prevaricación o indolencia a quienes sufren persecución por leyes fraudulentas, a unos ciudadanos engañados y humillados, no es propio de la ecuanimidad de los jueces ni de la majestad de los reyes, quienes debieran imponer su autoridad -moral, al menos- a los victimarios. Cuando unos pocos gozan de ventajas sin cuento y de impunidad para sus atropellos, mientras a su alrededor todo son frustraciones y abusos, puede decirse que jueces y monarcas solamente se ocupan y preocupan de un presidio, no de un tribunal imparcial ni de un reino.

En este sentido, en el suelo ya las máscaras, a muchos ha parecido correcta la ausencia de VOX en el acto oficial que pretende blanquear una Constitución deficiente, manejada a conveniencia por delincuentes y golpistas. Ello, más la suma de acontecimientos que se vienen sucediendo, y el ligero despertar de los votantes, pone de actualidad el siguiente diálogo que en su día me contaron entre un mandatario del PP y otro de VOX, ocurrido hace unos años, antes de la pandemia, que más o menos se desarrolló, de forma resumida, en estos términos:

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 -¿Qué habéis venido a hacer, queridos voxeros, a una nación sometida por la tiranía socialcomunista? Vosotros sabéis que como les sucede a todos los que se ciscan en la obediencia a las normas sociales y a las leyes, su justicia se confunde con su capricho. Suponiendo que hoy condesciendan contigo o digan que te aprecian, que no lo van a hacer, al contrario, lo normal es que te desprecien o puedan despreciarte mañana. Y ya sabéis lo que significa el desprecio de los déspotas.

 -En vuestro partido lo conoceréis mejor que nadie, pues venís desayunando con ellos desde hace tiempo.

 -¡Oh, sí! Hace años. Desde el comienzo de la Transición, por lo menos.

 -¡Y aún vivís! ¿Cómo explicáis vuestra supervivencia?

 -Nunca hemos dejado de lamerles los pies -y se echó a reír con una risa envidiable-. Pero vosotros, ¿podréis hacer otro tanto? Porque, de lo contrario, lo tenéis crudo.

Esa, amable lector, es la disyuntiva de VOX o de cualquier movimiento o grupo que, tal como están las cosas, trate de oponerse al cinismo y a la arrogancia del Sistema y a sus sicarios y a sus cómplices. O se va al combate de frente y por derecho, conscientes de las dificultades -mediáticas, estructurales e institucionales- que opondrá el hormigón capitalsocialista, o se acabará encamados con la casta partidocrática que nos ha traído hasta aquí.

Es cierto que algunos ven como algo bueno la unión del PP con VOX. Se trata de ¿bienintencionados? que no viven o no quieren vivir en la realidad. Todo lo que venga del PP es nocivo por definición, es decir, por experiencia. El PP, de la mano del PSOE y de los restantes frentepopulistas y capitalistas, ha permitido que la educación y la justicia se deterioren, que las costumbres se corrompan y que la unidad de la patria se haga añicos.

El PP forma parte del Sistema y se halla anclado en el «espíritu del 78», como los capitalsocialistas que lo pergeñaron. Espíritu que seguirán manipulando y publicitando hasta que ya no les sirva. Tratar no ya de permanecer en el régimen del 78, sino de recuperar su espíritu, como quieren algunos ambiguos intentando cambiar algo para que nada cambie, sería renovar los errores que nos han traído hasta aquí, porque en ese espíritu y en su plasmación en forma de Carta Magna late la deslealtad a España y sus terribles consecuencias.

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De ahí que insistamos por enésima vez en lo obvio: el PP actual y VOX no suman, sólo pueden aparentarlo. Pero en esa apariencia se desvanecerían las esperanzas puestas en VOX, y con ello las escasas que aún le quedan a la ciudadanía responsable. El momento que vive España es trágico. Y tanto la actitud y doctrina como la práctica de VOX deben estar a la altura de las circunstancias. Distinguirse diáfanamente del PP debiera ser su primer objetivo, y poner a la vista del ciudadano los secretos de las instituciones. Porque sin secretos, y sin impunidad, dichas instituciones, con el Gobierno a la cabeza, se quedarían como material de derribo.

Ya no es tiempo de paños calientes, sino de cirugía. Tiempos duros éstos, de extirpaciones. Si VOX especula con la unión con el PP, si no es capaz de luchar para alcanzar la mayoría absoluta, no sirve para el envite de la época. Temas en los que VOX hasta ahora está pasando de puntillas deben ser expuestos y tratados con el mejor arte operatorio. Porque las instituciones en general están podridas o en tránsito hacia la gangrena irreversible. Y es por eso por lo que VOX ha de referirse a asuntos fundamentales que atañen a la esencia de España y a su supervivencia.

¿Está dispuesto VOX, con todas sus consecuencias, a defender la ley? ¿A desenmascarar a esa asamblea de conjurados que, del rey abajo, está defendiendo -o aceptando- como perros todo lo que se pesa y se mide, todos sus abominables intereses sistémicos y personales? ¿O acabará lamiéndole los pies, como ha hecho el PP, ese traidor partido de derechas aún no condenado por sus fieles electores derechistas?

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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Proby

¿Detentan u ostentan? Porque ambos verbos no significan lo mismo.

Xavier Sanchez

O sea policía bueno policía malo a gustos.

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